sábado, junio 28, 2014

La estética como ideología

Tiene sentido que la estética se convierta en un asunto relevante en una sociedad como la nuestra en la que hasta no hace demasiado tiempo se manejaba con total seriedad conceptos tan absolutos y arriesgados como el final de la historia.

Una vez que los temas relacionados con el fondo que han sido tanto cuantitativa como cualitativamente troncales a lo largo de la historia de la filosofía se declaran resueltos, la forma se convierte en el principal punto al que dedicar todas las facultades reflexivas del ser humano.

Teniendo claro que la globalización y el neoliberalismo son el final del camino, la reflexión estética, sobre lo bello aparece para aportar ese barniz legitimador al fondo que constituye el orden establecido.

Es en este contexto donde el británico Terry Eagleton plantea esta magna obra llamada "La estética como ideología" con la que. desde el punto de vista marxista, busca socavar desde la teoría los pilares teóricos de esa legitimación silenciosa.

Desde los griegos, Eagleton realiza un entretenido y erudito repaso de los principales hitos del pensamiento estético dentro de la filosofía occidental para llegar al punto de ruptura fundamental que, a su entender, se produce con la aparición del yo burgués que permite el traslado del debate que inquiere sobre la verdaderas naturaleza de lo bello desde lo colectivo a lo individual y, dentro de lo individual, al infinito jardín de senderos que se bifurcan del deseo y lo simbólico.

Y es aquí donde Eagleton plantea lo que de ideológico tiene el debate sobre lo estético, entendiendo ideológico en el sentido sociológico del término, es decir, como sistema de ideas y valores que proporciona los elementos precisos para producir una falsa visión de la realidad, un consenso que sostiene y justifica un determinado sistema de relaciones reales de producción.

Este concepto sociológico está emparentado directamente el concepto marxista de ideología sólo añadiendo el matiz de falsa conciencia como reflejo necesario de una superestructura que necesita legitimar una determinada situación material.

En este sentido, Eagleton señala a ese yo en cuya experiencia de las cosas se instala lo estético como uno de los principales elementos sobre el que se despliega el hecho social de la dominación.

En torno a un yo que necesita experimentar y descubrirse, el sistema genera un discurso de libertad individual plenipotenciaria seguido de todo un sistema económico dedicado a monetizar la menor de sus necesidades y, una vez agotadas éstas, a fomentar nuevas e inexistentes.

Y de este yo, el concepto moderno del arte que hacen los artistas en una manifestación aspiracional y extrema convirtiéndose el acto de consumo en un acto parecido al acto de voluntad creadora que sostiene al arte moderno como metáfora de una dominación expresada como una libertad permitida.

Y es sobre este imaginario donde Eagleton interviene amparándosepara ellos en las ideas de acción comunicativa de Habermas, el mejor resultado del pensamiento de la Escuela de Frankfurt que, a su vez, ha sido una de las pocas plazas de cordura del pensamiento alternativo al capitalismo dentro de una tónica general de rendición incondicional a sus cantos de sirena basados en la mejora de las condiciones de vida material.

Al final, la belleza no está en la interminable e infinita búisqueda del yo sino en la búsqueda colectiva de lo que es bueno y bello para los individuos como miembros de un colectivo lo que implica un yo subsumido a las necesidades e intereses de algo que le supera y del que forma parte: un grupo o comunidad sostenida por esa acción comunicativa habermasiana basada en la comunicación sincera entre individuos que no buscan el propio interés sino la verdad.

De todo modo, un regreso a la utopía humanista renacentista que reivindicaba ese sabio llamado Montaigne.

La historia no ha terminado.

Siguen habiendo otros mundos en éste y Eagleton en su "La estética como ideología" nos muestra sus fundamentos.

Hannibal

No esperaba demasiado de esta serie que recoge, en teoría, los primeros pasos de ese pavoroso criminal imaginario llamado Hannibal Lecter.

En concreto estaba interesado en ver la manera en que un actor tan inteligente y dúctil a la hora de expresar la violencia como Mads Mikelsen habría afrontado un personaje tan icónico del thriller cinematográfico.

Pero tengo que confesar que, aunque Mikelsen no me ha decepcionado, la serie en la que inscribe su personaje ofrece mucho más.

Hannibal presenta una atmósfera oscura y morbosa en cuyo seno se muestra al espectador el desarrollo de una relación sadomasoquista, la relación que Hannibal Lecter establece con Will Graham, un agente del FBI que con su terrible talento empático se convierte en un fascinante enigma para el psiquiatra psicópata quién precisamente se mueve en el entorno opuesto: la total y absoluta falta de empatía.

En este sentido, la serie combina tramas puntuales que pueden abarcar un capítulo o varios centradas en la persecución de asesinos en serie en el noreste de los Estados Unidos, persecución que lleva a cabo el equipo del FBI que comanda el agente Crawford (Laurence Fishburne) y del que Graham forma parte. Pero también "Hannibal" ofrece una trama troncal, que se desarrolla de manera brillante a lo largo de los trece capítulos que conforman la primera temporada y en la que Lecter como superpredador que es va construyendo una tela de araña en torno a Graham convirtiéndole, sin querer o queriendo, en la más destacada de sus victimas.

Así, y con motivo de un tema clásico como es la atracción entre los opuestos, "Hannibal" ejecuta un perverso juego de caza en el que, poco a poco, y conforme el cerco investigador se cierne entorno a Lecter, éste convierte a Graham en su víctima.

Esas capacidades empáticas que hacen de Graham una personalidad disfuncional y lindante con la locura le convierten también a ojos de Lecter en el apetitoso y atractivo resumen de todas sus victimas pasadas, presentes y futuras, un interesante dilema que confunde al asesino en serie entre el afecto y ese congelado sentimiento habitual que el propio Lecter llama "curiosidad".

Un Lecter al que Mads Mikelsen otorga una sobrecogedora frialdad puntillosa que se manifiesta en la perfección que Lecter muestra, por ejemplo, en su vestir, así como en la pulcritud ostentosa de todo lo que le rodea, como si todo fuese un escaparate destinado a generar aceptación y a atraer del mismo modo en que las plantas carnívoras resultan atracticvas mientras atraen a sus victimas.

Por no hablar de esas escenas, tan espantosas por lo que uno se imagina, de las opíparas y cuidadas cenas que Lecter prepara en su casa para los invitados.

Cenas en las que uno sabe que la carne que se sirve es otro tipo muy prohibido de carne.

Muy Hitchcock todo.

Brillante.


domingo, junio 22, 2014

The Last Movie

A finales de la década de los sesentas del siglo pasado, Hollywood se encontraba en un momento de ruptura generacional.

La última gran generación procedente del cine clásico había envejecido y no conseguía conectar con los valores y estilo de vida de una generación joven procedente del baby boom de la postguerra mundial. De un lado de la cámara había mucha gente mayor y del otro, mucha gente joven que sociológicamente se movía mayoritariamente por otras maneras de entender las cosas.

El ejemplo que resume de una manera metafórica este conflicto es "Boinas verdes", una película sobre la guerra del Vietnam que, protagonizada por John Wayne, intentó abordar el conflicto desde el mismo punto de vista con el que Hollywood abordó la Segunda Guerra Mundial y el rechazo que este intento tuvo entre una nueva generación a la que los viejos valores no sonaban a nada bueno.

Antes de caer en manos de Lucas y Speilberg, y en vista del arrollador éxito de películas como "Bonnie & Clyde" (1967), "El Graduado" (1967) o "Easy Ryder" (1969) los viejos productores de Hollywood decidieron apostar por lo contracultural como manera de conectar con las nuevas generaciones.

Puede decirse que la ola de las nouvelles vagues que revolucionan el cine europeo y mundial en la década de los sesentas llegan a Hollywood, a la meca del cine comercial, a finales de esa misma década como inevitable consecuencia de un proceso de izquierdización del pensamiento occidental a nivel mundial.

En este contexto es donde hay que entender "The Last Movie".

Tras el tremendo éxito de "Easy Ryder", una película barata que fue rentabilisima, los viejos productores de Hollywood comprendieron que había oportunidad porque había un público deseando ver y escuchar cosas nuevas en las pantallas de cine.

No tenían que confraternizar con ellos, ni siquiera hablarles solo darles el dinero en virtud de su capacidad de encontrar y conectar con un público nuevo para una industria cuyo público clásico estaba envejeciendo y muriendo.

Sólo así puede explicarse, por el simple y puro amor al negocio, que el inestable y enloquecido Dennis Hopper pudiera reunir un presupuesto millonario para rodar en Perú "The Last Movie".

"The Last Movie" es una película maldita porque Hopper, inconscientemente, fuerza los límites de esa unión contra natura del establishment con la contracultural y podría decirse que, en sí misma, se convierte en una especie de performance de la imposibilidad de monetizar lo que ni quiere ni se deja ser monetizado.

En este sentido, la película tiene un punto de autobiográfica y referencial puesto que a Kansas, el personaje que interpreta Hopper, le sucede lo mismo en la película con su imposible mina de oro. Ante la imposibilidad de conseguir un beneficio, enfrentados a los abogados y al poder económico, Kansas hace un discurso a su socio Neville sobre la importancia de no valorarse a través de lo económico y, por extensión del dinero.

Se ha hablado mucho sobre "The Last Movie" y tengo que decir que he visto películas mucho más abstrusas y difíciles de ver, en definitiva, mucho más fracasadas que "The Last movie"; un proyecto al que sin duda le perjudica depender de un genio tan volátil como Hopper... pero también le beneficia, porque en absoluto es una película desechable tanto en fondo como en forma.

Eso sí, "The Last Movie" necesita un espectador paciente dispuesto a escuchar, necesidad que la emparenta con cualquier obra de arte y la aleja de los convencionales productos industriales para el consumo.

Yo, por mi parte, he escuchado cosas interesantes en "The Last Movie", sobre todo un discurso muy interesante acerca del propio cine y su valor como fuente de realidad, aspecto que Hopper desarrolla en el modo en que los indígenas plantean e idealizan su propia película desde la verdad que suponen a las imágenes que ven, pero también en el modo en que su colega Neville se plantea buscar el oro: siendo como el personaje de Walter Huston en "El Tesoro de Sierra Madre".

Un discurso interesante que, desde el exceso, pone énfasis en los efectos que el cine tiene como mecanismo sobre su público.

Es fascinante esa suerte de procesión religiosa que los indígenas realizan sobre la película y el modo en que la recrean, como si se tratase de una ceremonia en la que ellos encuentran una cierta trascendencia pagana que les iguala con los dioses blancos que salen en la pantalla.

Y no es menos fascinante el modo en que Neville desplaza la realidad por la ficción de las películas convirtiéndolas en la brújula con la que se orienta en la compleja realidad.

Si bien es cierto que Hopper no termina de rematar su discurso, es lo que tienen las drogas, los planteamientos resultan ya interesantes de por sí porque remiten, de una manera seminalmente crítica, a los efectos que el cine tiene sobre su público arrojando luz sobre la aparente inocencia de un mecanismo que encierra la potencialidad de transferir un sentido que va más allá de las salas donde se despliega.

No entiendo por tanto a aquellos que despachan a esta película desde el sinsentido.

"The Last Movie" abre muchos agujeros en el muro, tiene bastantes manos que la curiosidad intelectual está obligada a coger y, desde luego, es absolutamente coherente con ese propósito contracultural porque hay muchas películas cuyo tema es el propio cine pero pocas que, como "The Last Movie", intenten reflexionar sobre sus efectos como mecanismo de ficción, generador de un sentido que desplaza a otros sentidos con la magia fascinante de sus imágenes.

La preocupación inicial del cura de la aldea sobre la manera en que sus feligreses viven el rodaje y la película es clarividente en este aspecto y también el modo oportunista en que el propio sacerdote se deja llevar.

"The Last Movie" esta llena de estas cosas, de pequeños momentos interesantes que en su superficialidad encierran un poderoso sentido.

No es ninguna tontería "The Last Movie"




Malavita

Aunque le había perdido la pista desde esa aventura absurda, para mi gusto, de las películas de Arthur y los Minimoys, Luc Besson siempre me ha parecido uno de los directores más interesantes que ha dado el cine europeo.

Besson es la prueba viviente de la posibilidad de un cine industrial y comercial estrictamente europeo y digo ésto porque, si bien Besson se alimenta de los géneros -especialmente la acción- cuyas claves han creado los norteamericanos en sus películas siempre es capaz de añadir un factor diferencial, un factor de innovación e inteligencia que, siempre sin pretensiones, convierte a sus películas en una experiencia de algún modo diferente.

Siempre pongo como ejemplo de ese plus diferencial la extraña relación, casi erótica, entre el asesino profesional Leon y la niña Matilda en "El profesional".

Atrevimientos complejos, muy europeos, enredados entre los pliegues convencionales del género que siempre afectan a las relaciones entre los personajes y no tanto a la historia que suele desenvolverse de una manera más directa y clara según las claves del género.

Otro ejemplo es la relación sadomasoquista que mantienen la asesina Nikita y su adiestrador en "Nikita" (1990).

Y digo todo ésto porque probablemente no habría visto "Malavita" de no estar firmada por Besson y el resultado no me ha decepcionado en absoluto.

Salvo alguna cagada importante como su Juana de Arco, siempre apetece volver a ver las películas de Bessón y esta "Malavita" está en la línea de las mejores películas de Besson.

Nos cuenta la increíble historia de una familia norteamericana procedente de la mafia neoyorkina que se esconde en Francia del largo brazo de la organización criminal.

La familia que forman Fred (Robert de Niro), Maggie (Michelle Pfeiffer) y sus dos hijos no se ha desembarazado de sus orígenes y sin duda lo mejor de la película es la inserción de estas cuatro almas de goodfellas en el seno de un pacífico pueblo de la Normandía.

En este punto la película tiene un genial punto de comedia negra al que Robert de Niro y Michelle Pfeiffer contribuyen con su tremendo talento dando vida a unos personajes construidos sobre la base de estereotipos cinematográficos repetidos por ellos mismos en películas anteriores, sobre todo Robert de Niro al que sin lugar a dudas Besson homenajea con el estupendo personaje de Fred, como si su Johnny Boy de la "Malas Calles" de Martin Scorsese (que también produce la película) hubiera vivido, se hubiese tranquilizado y terminado convertido en un asesino-padre de familia para el que la violencia más salvaje no es más que una aburrida parte de su cotidianidad.

En este sentido, resulta memorable ese cine-club en el que el Fred que interpreta De Niro tiene que hablar de "Malas Calles" de Scorsese ante un público rural francés fascinado por ese mundo de mafiosos y gangsters.

Todo esto está muy bien, dialoga con toda la intertextualidad que De Niro y también Pfeiffer, su papel dialoga también claramente con la Angela de Marco que interpretase en la genial "Married to the Mob" aportan con su sola y talentosa presencia.

El resultado es entretenido, puro cine de Besson.

Merece la pena verla.

sábado, junio 21, 2014

ETA, los Otros

Está claro que el terrorismo de ETA es ese Otro contra el que el régimen de la constitución de 1978 se define como tribu.

El hecho de que el primer acto público de Felipe VI, el nuevo rey viejo, sea con las victimas del terrorismo disipa todas las dudas en el caso de que hubiera habido alguna.

Todas las sociedades necesitan un otro en torno a cuya presencia cuestionante poner en valor el propio sistema de valores y creencias. Al final, el sentido que el ser humano necesita aplicar a todos sus actos se explica como un relato en el que nosotros siempre se esfuerza en prevalecer en su verdad frente a adversarios y oponentes.

Las ventajas políticas son incuestionables porque la perfilada existencia de un "ellos", define a su vez un "nosotros" con todo lo que ello implica de unidad interior siempre muy conveniente para la gestión de la sociedad. Por éso, al final, todos los argumentos de quienes cuestionan el regimen termina y terminarán frente a ETA, al otro lado de la empalizada que define al "nosotros" de el "ellos".

En este sentido, no hemos avanzado demasiado desde el Neolítico, sólo el traje de la división del trabajo y del crecimiento científico-técnico nos hace parecer diferentes cuando nos miramos al espejo del presente.

Los Otros siempre son convenientes, por eso es extremadamente inconveniente derrotarlos para siempre porque se genera un vació que inmediatamente abre el melón de los cuestionamientos interiores.

La fragmentación del nosotros es siempre una inevitable consecuencia... a menos que se encuentre a otros "otros" frente a los que enarbolar la bandera del nosotros.

Tras el final de la Guerra Fría, los Estados Unidos buscaron desesperadamente sus nuevos "Otros" en el terrorismo islámico. Nada bueno puede salir del Islam cuyos miembros quieren matar a nuestros hombres, violar a nuestras mujeres y comerse a nuestros hijos.

Atrás han quedado los discursos de los gobernantes americanos ante los yijadistas respetandoles como hombres firmes en sus creencias, dispuestos a luchar por los que es suyo frente a los invasores soviéticos.

Ahora son el enemigo.

En lo que respecta a España o, mejor dicho, al régimen constitucional de 1978 puede que estemos ante una situación similar, una situación en la que el otro parece diluirse y cuya presencia parece mucho más real desde este lado, el de nosotros, que al otro lado de la empalizada donde ya parece no haber nada.

Porque, digo yo, que algo significará que ETA vaya para un lustro sin matar... Igual es que ya no está en ese otro lado: el del sinsentido y el error.

Sé que puede ser una putada pero los más listos del lugar debieran empezar a considerar que el que ETA ya no mate pueda deberse a que haya desaparecido. Sobre todo porque el tiempo pasa rápidamente y podemos encontrarnos dentro de 15 años hablando de una ETA asesina que hace 15 años que no mata.

Igual ETA no se puede rendir porque ha muerto de muerte natural.

Es una posibilidad, pero el evidente hecho de que lleve tanto tiempo sin matar algo que hace de la muerte su principal seña distintiva debiera llevarnos a considerarla, pero ya se sabe que el discurso político se ha vuelto perezoso y nada es más fácil que poner los muertos sobre la mesa para zanjar un debate.

En cualquier caso, y ante la falta de ETA, la única salida posible es la generalización. El aumento del rango de la definición: ETA ya no sólo es matar, también es hablar, pero, y lo que es peor, también es coincidir accidentalmente en cualquier opinión con ellos.

Así, al final y con un poco de suerte, todo lo que cuestiona sea ETA.

Además, y como inevitable consecuencia, se termina dando más peso político a las víctimas en un morboso juego de espejos por el que los verdugos siguen estando presente a través de sus victimas que se convierten en la única prueba de su existencia.

Y este es el terrible papel que el régimen del 78 reserva a sus víctimas: convertirlas doblemente en víctimas.

Otro síntoma más de la decadencia del régimen constitucional del 78: la simbólica.

No tener un enemigo es lo mismo que no ser nada porque ya dijo Don Quijote aquello de "ladran, luego cabalgamos".

viernes, junio 20, 2014

The Butler

Al final todo tiene un sentido, está justificado... y si no, se justifica.

Los más de 60 años de lucha de la población de color norteamericana por sus derechos civiles culmina en el Presidente Obama como encarnación de una dudosa victoria, y digo dudosa porque hay que conocer las condiciones de vida de la población de color en los suburbios de las grandes ciudades del Norte y el Este de los Estados Unidos.

Hay dos tipos de cine político: el que denuncia un orden y el que intenta legitimarlo.

El primer tipo es más evidente, pero el segundo es más difícil de reconocer porque la transmisión de ese orden se produce de manera tácita en las cotidianas terminales de ocio y comunicación por las que el propio orden se expresa y dirige a sus súbditos.

"The Butler" es un magnífico ejemplo de esa clase de cine político.

Contando la historia real de un mayordomo de color perteneciente al cuerpo de servicio de la Casa Blanca y que llegó a servir a ocho presidentes de los Estados Unidos, "The Butler" hace un repaso somero y apresurado, a modo de digest, de los hitos más esenciales de la lucha de la población negra por sus derechos a lo largo del pasado siglo XX.

Desde el terrible Sur de principìos de siglo en el que la vida de un negro valía menos que nada, un Sur del que emigraron en masa los negros al Norte industrial, Detroit, Baltimore, Pittsburgh, hasta la conflictiva década de los sesentas, una época mucho más conflictiva y oscura de lo que la historiografía oficial nos quiere hacer ver.

Y, lo que es más importante, al final toda esa lucha termina en Obama convertido en metáfora de punto final de todo ese proceso de lucha.

No nos engañemos. Obama es ese presidente bajo cuyo mandato las cosas no han cambiado y que ha decepcionado a una muy buena cantidad de sus votantes, pero "The Butler" existe para contradecir esa realidad o, mejor dicho, convenientemente no hablar de ella para mostrarnos la superficie de esa mentira tan venenosa y profunda.

Ese relato que nos cuenta lo que significa tener un presidente negro en unos Estados Unidos en los que, pese a tener ese presidente negro, la desigualdad entre ricos y pobres es cada vez mayor.

"The Butler" es un torpe y lacrimógeno vehículo para recordar a las masas el mito de Obama, el Yes We Can que casi cuatro años después se ha quedado en nada, pareciendo que los que siguen pudiendo son los mismos de siempre.

Confieso que detesto lo que significa "The Butler" que no es otra cosa que una mentira construida en beneficio de otra mentira y lo peor es que, sin escrúpulos, ambas mentiras se han valido de sesenta años de verdad, de muerte, sangre y lucha, para anclar sus funestas raíces.

Dudo que Martin Luther King aprobase la presidencia de Obama. Es más, seguramente se revuelva dentro de su tumba cada vez que el presidente norteamericano pronuncia su nombre en vano.

Sí. Es cierto. Se ha mejorado.

Algunos negros pueden ser ricos y el dinero de un negro, si éste lo tiene, es igual al dinero de un blanco quién por cierto sigue teniendo más posibilidades de tener dinero.

Pero la mayoría de negros es todavía más pobre.

Venenosa película ésta "The Butler"


jueves, junio 19, 2014

Mundial 2014

Tras mucho pensar, creo que la principal razón del fracaso y el ridículo de la selección española en el mundial de Brasil tiene que ver con el físico:

Según la Wikipedia...

"Curitiba tiene la menor temperatura media anual de entre las capitales brasileñas. Esa característica se debe a su altitud, que garantiza un clima más frío que el de las dos capitales estatales más al sur, Florianópolis (Santa Catarina) y Porto Alegre (Rio Grande do Sul) ambas al nivel del mar.

La nieve es rara, pues se registra de media una vez cada 10 años. Oficialmente, se ha registrado precipitación de nieve en los años 1889, 1892, 1912, 1928 (dos días), 1943, 1955, 1957, 1963, 1975, 1979, 1981, 1988 y 2013, aunque existen probabilidades de nevadas cada invierno riguroso, y siempre la espera la población curitibana en todos los inviernos"

Es cierto que por edad la selección afronta un cambio generacional pero esta misma generación hace un año ganó en el Parque de los Príncipes a Francia cuando estaba entre la espada y la pared.

El problema no está ahí. Probablemente habríamos perdido con Alemania o Brasil, pero no nos habríamos ido de esta manera, dando esta imagen patética.

Nos habríamos ido con la cabeza alta, en una semifinal, por un gol o perdiendo en el último segundo en la tanda de penaltis, en definitiva haciendo honor a lo que ya es leyenda de este equipo.

La diferencia entre la cabeza alta y la cabeza baja tiene su origen en otro lugar que está fuera del campo de juego.

Nos hemos ido a concentrar a una ciudad de Brasil donde a veces nieva y que está a 900 metros de altura.

El primer partido lo jugamos a nivel del mar y con un 85% de humedad y el segundo en Maracaná bajo similares condiciones.

Blanco y en botella.

Nuestro principal problema ha sido físico.

No ha faltado el motor para hacer nuestro juego y si se piensa bien es normal.

Es una pena que un equipo así tenga un final tan poco a la altura de su leyenda, pero nos lo hemos buscado.

En alguna parte del organigrama de la Federación hay un tipo a quién le pareció Curitiba una buena opción teniendo en cuenta las condiciones climáticas de los campos en los que íbamos a jugar, la edad de nuestros jugadores esenciales y lo machacados que venían de la temporada.

Error garrafal y lo peor es que se trata de un error planificado, organizacional, de los que criticaba el eterno y venenoso José María García en las noches radiofónicas de los ochentas del siglo pasado.

No es un tema de jugadores, sino de la propia federación empezando por el marqués que entrena la selección: preparar en altura un mundial cuya mayor parte de partidos van a ser jugados en condiciones opuestas y, en algunos casos, bastante extremas.

Ellos, los jugadores, son una maravillosa e inolvidable generación.


La guerra fria

Producida a finales de la década de los noventas del siglo pasado por la CNN, "La guerra Fría" es una más que interesante serie documental que en 24 capítulos repasa los casi cincuenta años de la historia reciente de nuestra especie que incluye este periodo ya histórico.

Por ser un proyecto inspirado por Ted Turner, el multimillonario y filántropo, cabeza visible de la principal cadena de noticias global, "La Guerra Fría" cuenta con testimonios de los principales protagonistas de los eventos históricos que se narran. Desde Mijail Gorbachov hasta Fidel Castro pasando por presidentes norteamericanos como Bush Sr, Carter o Ford y lo que es más importante. personajes de segundo nivel como Anatoli Dobrinin, eterno embajador de la Unión Soviética en Washington.

Además, la serie cuenta con espectacular trabajo de archivo cinematográfico que permite ver imágenes que, por lo menos, quién les escribe, no había visto antes (lo cual tampoco quiere decir mucho) y cuya presencia incuestionable aporta la serie un evidente valor documental.

Se trata de un buen digest de los aspectos más esenciales del periodo histórico, evidentemente siempre desde un punto de vista occidental... después de todo somos los buenos de nuestra película; aspecto por ejemplo, intenta contrarrestar Oliver Stone con su más que estimable "Historia no contada de los Estados Unidos".

En cualquier caso, los primeros capítulos son ejemplares mostrando el nacimiento de la guerra fría en la distancia que separa dos conferencias que los aliados contra los totalitarismos en la II Guerra Mundial celebraron con el propósito de empezar a organizar el mundo de la postguerra.

Primero, en diciembre de 1943, Churchill, Stalin y Roosevelt llegaron a una serie de acuerdos sobre la repartición de Europa en términos geoestratégicos. En esos acuerdos, la Unión Soviética de Stalin se mostró muy exigente al respecto de mantener bajo su area de influencia una Polonia a través de cuyas llanuras los alemanes ya habían intentado invadir su territorio dos veces.

Un Roosevelt, bastante más alineado con Stalin en lo filosófico y político de lo que nos dice la historia que siempre escriben los vencedores reconoció las demandas del soviético como razonables y justas.

En los casi dos años que separan Teheran de Postdam, celebrada el 2 de agosto de 1945 en el territorio de una Alemania ya derrotada suceden dos acontecimientos esenciales y decisivos.

Por un lado, el avance de la enfermedad mortal que acabaría por matar al presidente Roosevelt y, dentro de ese contexto, la celebración de las terceras elecciones presidenciales que Roosevelt ganó, pero cediendo en la convención demócrata que le nominó la candidatura de Truman como vicepresidente en lugar de su favorito Henry Wallace, una persona de ideología izquierdista y procedente del sindicalismo.

Como bien cuenta Oliver Stone, Wallace era un puro representante de esa izquierda norteamericana que el macartismo pulverizó.

Sus planteamientos ideológicos sintonizaban con los de la izquierda europea e incluso exigía la descolonización como contrapartida a sus socios franceses y británicos tras la victoria en la II Guerra Mundial.

Pues bien, en una extraña convención demócrata, Roosevelt acabó aceptando a Truman en lugar de Wallace suponiendo seguramente que viviría los cuatro años de su legislatura relegando al halcón Truman al lugar honorífico que juega el vicepresidente, pero se equivocó.

Roosevelt muere en Abril de 1945, casi medio año antes de la celebración de la consferencia de Postdam dejando el camino libre a un Truman que enseguida se rodea de demócratas más derechistas cuyo discurso se centraba más en lo que separaba a los Estados Unidos de la Unión Soviética que en lo que les unía.

Si a todo esto se añade la ventaja estratégica que daba poseer la bomba atómica, tenemos a un Truman que se presenta en Postdam dispuesto a imponer sus puntos de vista, unos puntos de vista que iban en contradicción con lo acordado por los Estados Unidos con la Unión Soviética en Teherán.

En un principio, la Unión Soviética aceptó democracias en los países definidos en sus zonas de influencia definidas en Teherán que básicamente incluían a los países que posteriormente estuvieron al otro lado del telón de acero y cuya existencia no obedecían a motivos ideológicos sino geoestratégicos: generar un espacio entre su país y la letal Alemania.

Originalmente, los primeros conflictos de la guerra fría suceden en Grecia y en Polonia.

En Grecia, la guerrilla comunista intentó ocupar el poder, pero Stalin fiel a los acuerdos de Teherán que excluían al país heleno de su zona de influencia abandonó a su suerte a los comunistas griegos.

En Polonía que era lo que más preocupaba Stalin se dio el desacuerdo esencial.

Los Estados Unidos no consintieron ese planteamiento de áreas de influencia y no permitieron que los Soviéticos gestionaran Polonia a su manera chunga. Los Soviéticos aceptaron un gobierno de coalición con lo que quedaba de los demócratas polacos, pero no aceptaron al gobierno polaco en el exilio mucho más conservador.

Los Estados Unidos no abandonaron a los polacos en el exilio para cumplir sus compromisos de la conferencia de Teherán.

A partir de ahí todo se radicalizó y los comunistas no permitieron gobiernos de coalición en los paises del Este ocupados por sus tropas.

Otro tema importante es que se hable del fracaso económico de la Unión Sovietica como uno de los factores decisivos de su derrota. Lo cual es cierto, pero no son menos cierto aspectos que se mantienen en la letra pequeña de la historia y que impidieron que, económicamente hablando, estuvieran en posiciones de igualdad.

Por un lado, la II Guerra Mundial devastó las zonas más ricas de la Unión Soviética y aun así el país se retiró al otro lado de los industriales para generar en un par de años y de la nada un complejo militar e industrial que fue la base del musculo que contuvo y derrotó a los alemanes.

Por otro, el territorio de los Estados Unidos se mantuvo intacto quedando su capacidad productiva multiplicada como consecuencia de la guerra.

Aún así y empezando desde muy atrás, como un país que tuvo primero que reconstruirse para posteriormente crecer (sin la ayuda del norteamericano Plan Marshall por supuesto), la Unión Soviética se mantuvo en una economía de guerra prácticamente toda su historia teniendo que reconstruirse y progresar al mismo tiempo para hacer frente al poderoso e intacto complejo militar-industrial norteamericano.

De esto se habla poco, y cuando se critica la economía de planificación, se olvida el ignorado e exitoso esfuerzo improbo que derroto a los alemanes y que dejó a la Unión Soviética exhausta y con más de 50 millones de muertos. Y aun así la Unión Soviética mantuvo el tipo construyendo su propia posición atómica y colocando al primer hombre en el espacio.

Tampoco hay que olvidar que el modelo de Stalin no era expansionista. Precisamente, su posición de hacer la revolución en un solo país es la que le separa de Trotsky y otros que sí preconizaban la revolución mundial. Y esa imagen de un Stalin peocupado por extender la revolución mundial se confunde con las necesidades geoestratégicas que un país ganador de la guerra contra el totalitarismo esperaba obtener de sus socios. No olvidemos que son las tropas soviéticas las que toman Berlin y ponen su bandera en el Reichstag y que durante mucho tiempo los soviéticos llevaron todo el peso del enfrentamiento con los alemanes librándose en su frente las mayores batallas de la II Guerra Mundial.

La guerra como extensión de la política hace extraños compañeros de cama... democracias con sangrientas dictaduras, pero no es menos cierto que una de las causas de la guerra fría es el cambio de criterio en política exterior de la administración norteamericana que pasa de valorar los aspectos que les unen con el aliado soviético para pasar a dar más peso los aspectos que les separan.






domingo, junio 15, 2014

Only God forgives

No entiendo por qué "Only God forgives" está dedicada a Jodorowsky y no a Sergio Leone.

Considerando no tanto lo que su director, Nicholas Winding Refn, nos cuenta sino la manera en que nos cuenta "Only God Forgives" recuerda a uno de esos westerns con los que la genial mirada del director italiano nos obsequió en la década de los sesentas del siglo pasado.

El problema es que la propuesta de Refn acumula todos los defectos de la mirada de Leone y, para mi gusto, una o ninguna de sus virtudes porque "Only God Forgives" a fuerza de persistir en el error termina resultando un estilizado y vacuo espectáculo en el que, y a diferencia de Leone, el director parece más preocupado por hacer un ejercicio de estilo, por subrayar la presencia de su mirada buscando generar una manera propia de narrar, que por contar una historia.

Y el principal riesgo que tienen los ejercicios de estilo es la pretenciosidad.

Y, para mi gusto, "Only God forgives" tiene bastante de pretencioso como si Winding Refn no tuviera bastante con la buena acogida de sus películas y, en un alarde autodestructivo, quisiera ir más allá de su propio éxito en busca de un fracaso seguro basado en la hermética estilización hasta el paroxismo de todas sus imágenes.

En este sentido, "Only God forgives" es demasiado para la mirada del espectador y no en el buen sentido.

Puesto que en el fondo de tanta pretenciosidad funciona la mecánica de una historia bastante previsible incapaz en su nimiedad de sustentar las imágenes que Refn crea, imágenes en las que los personajes deambulan a la espera de una profundidad de sentido que jamás llegará.

Algo así como construir un formula uno con el motor de una Vespino.

El siempre atrevido Refn ha pinchado en hueso esta vez.







“Y Don Juan lo aceptó: Paso a limpio la carta de Franco para que salga ahora mismo y prepárame otra para mi hijo. El texto que escribió Trevijano decía: ¿Qué Monarquía salvas? ¿Una monarquía contra tu padre? No has salvado nada ¿Quieres salvar una monarquía franquista?... Ni estoy de acuerdo, ni daré mi acuerdo nunca, ni aceptaré jamás que tú puedas ser el rey de España sin el consentimiento de la monarquía, sin pasar a través de la dinastía”
 (Un rey golpe a golpe, biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón de Patricia Sverlo)

The ouffit

Dirigida en 1973 por John Flynn, "The Outfit" es un thriller pragmático, directo y eficaz.

Basada en una de las novelas que el gran autor de novela negra y policíaca Donald Westlake escribió bajo el seudónimo de Richard Stark, novelas que en su mayoría protagoniza el personaje de Parker, un criminal de poca monta caracterizado por la falta de escrúpulos y la eficacia a partes iguales, "The Outfit" recupera a Parker bajo el nombre de Macklin ya que Westlake/Stark nunca permitió que se usase el nombre de su personaje en las películas basadas en historias que protagonizaba.

Macklin Robert Duvall) sale de la cárcel para descubrir que su hermano ha sido asesinado por los esbirros de una poderosa organización criminal cuyos intereses atacaron con un robo que ambos llevaron a cabo. Buscando un castigo ejemplarizante que infunda miedo y respeto en el mundo del hampa, Mailer (Robert Ryan), el máximo responsable de la organización criminal, dictará una sentencia de muerte que se extiende a Macklin, pero este empezará a mostrar que es un rival demasiado serio para la organización criminal y sus esbirros.

Macklin se enfrentará a la organización en una calculada venganza que buscará vengar la muerte de su hermano.

El resultado es una road movie que hasta cierto punto participa de temas muy peckinpahianos como el paso del tiempo sobre la obstinación por ser como se es, aspecto que se transforma en un carácter, en una individualidad impasible ante la mayor o menor complicación de las circunstancias que rodean al personaje.

Sin pararse a pensar demasiado en la conveniencia de sus actos, Macklin actúa conforme a lo que le dicta su peculiar código moral enfrentándose a lo que es una poderosa y compleja organización criminal.

En este sentido, la historia reproduce un tema que subyace en el imaginario simbólico de las historias del cine americano: la tensión entre el individuo todopoderoso sobre el que se funda el mito de lo americano con el hombre organización y su realidad del capitalismo industrial.

Los tiempos han cambiado y ya parece no haber lugar para los individualistas como Macklin.

El individuo se pliega a las necesidades de los sistemas y no se enfrenta a ellos porque parece ser de sentido común la afirmación de que el grupo es más fuerte que el individuo.

No obstante, en "The Outfit", Westlake/Stark realiza la fantasía de una cabalgada loca y final de un recalcitrante individuo que en su obstinación consigue imponerse a los dictados de un sistema, de una organización.

Todavía son posibles los héroes y aunque Macklin sea tan brutal, asesino y criminal como la organización a la que se enfrenta uno no puede evitar ponerse de su lado. Seguramente porque con su medida y calculada venganza, Macklin realiza esa fantasía de poder que le convierte en un héroe ante nuestros ojos.

"The Outfit" es una de esas películas olvidadas que siempre da gusto recuperar.

Fantástica.

sábado, junio 14, 2014

Elysium

Es curioso...

Me gusta todo de "Elysium" menos la historia.

Me gusta el paisaje pero no tanto las figuras y no porque estén mal resueltas sino porque no están a la altura del contexto narrativo en que sucede la historia ni tampoco de la extraordinaria capa tecnológica a través de la cual ese mundo se expresa.

"Elysium" sucede ciento y pico años adelante, en un mundo superpoblado y contaminado del que los más privilegiados han escapado a la majestuosa estación orbital que da titulo a la película. Desde allí continúan con su vida de lujos y placeres mientras abajo la mayoría de la humanidad lucha por sobrevivir cada día en un entorno hostil y letal.

Ese mundo que bien pudiera ser la extensión a nivel mundial de los barrios de chabolas del Soweto que el director Neill Blomkamp ya utilizara con eficacia en su estupenda "Distrito 9" ofrece un poderoso atractivo, un marco estupendo sobre el que desarrollar una historia llena de fuerza, pero sin embargo, es utilizado para desplegar una historia llena de lugares comunes y conveniencias narrativas que quién escribe ya ha visto cientos de veces y que se sin demasiada alegría vio venir a los quince minutos de película.

En cualquier caso Blomkamp utiliza muy bien todo ese espacio, así como todo el soporte tecnológico con que la humanidad se ha dotado a sí misma en ese mundo futuro, para insertar su historia mínima

En este sentido, y empezando por la magnífica y operística estación espacial "Elysium", la tecnología se convierte en un elemento esencial para cifrar la diferencia que separa a la privilegiada minoría de la desgraciada mayoría, reducida poco más o menos, a una desvencijada y herrumbrosa edad industrial con desoladores injertos de vida paleolítica.

La conjugación de un poder capaz de muchísimas cosas que se ejerce como propiedad privada de unos pocos y que con su inmensa potencialidad pone en juego la inmensa diferencia que separa a esos pocos de los muchos.

No obstante, y como escribo, en ese escenario, que bien merecería acoger una gran historia, se despliega la insignificancia del cliché.

Y el resultado es la habitual falta de fuerza del cine industrial producido casi como una obligación como consecuencia de la inercia del propio sector, sucediendo ajeno a la necesidad sino a la obligación de alimentar los miles de pantallas que hambrientas abren sus blancas fauces los viernes de cada semana.

Nada memorable... como casi siempre.

Cuando la industria vampiriza al arte, la forma es el mensaje.





lunes, junio 09, 2014

Diamond Flash

Da gusto ver películas como "Diamond Flash".

Películas que no son en absoluto perfectas pero que son portadoras en su imperfección de un sorprendente y arrollador poder de verdad que convierte a la imperfección en una de las bellas artes, colocandola al mismo nivel que ese crimen como hecho estético que tan bien glosó el maldito Thomas de Quincey.

Rompiendo con las convenciones que constituyen ese sentido esperado en los géneros y en los relatos que nos repetimos los unos a los otros una y otra vez, películas como esta "Diamond Flash" de Carlos Vermut vienen a tener ese efecto purificador para el corazón que para Thomas de Quincey tenía el crimen.

Y esa pureza se encuentra precisamente en la posibilidad de ofrecer otra manera de contar las mismas cosas, incluso haciéndolas parecer diferentes.

Una pureza que por definición no puede ser perfecta al tratarse de un terreno virgen del imaginario, por primera vez pisado por nuestra capacidad de producir sentido y, por lo tanto, huérfano de criterio y de canon entre otras cosas por la simple y llana falta de concurrencia.

A lo único y nuevo, mientras lo es, no le es necesario ser bueno o correcto.

Es su propia unicidad y la novedad incomparable que encierra esa unicidad el elemento esencial para la construcción de su valor.

En este sentido, "Diamond Flash" es primera y única.

Y su principal atractivo es la sorpresa que produce al espectador mientras se despliega como relato complejo, fragmentado, que parece suceder en las afueras de otro relato que está sucediendo de manera paralela, en un lugar más allá del fuera de campo y del que apenas llega un flujo de ondas sísmicas que influyen de manera tangencial en lo que se nos cuenta.

Porque lo que busca Vermut es contar los alrededores de una historia, la de un vengador justiciero llamado Diamond Flash que apenas aparece en una historia dedicada a contar pequeñas y menos pequeñas pinceladas del paisaje y las figuras que acompañan la peripecia del justiciero enmascarado en la mejor línea de los folletines mudos del francés Louis de Feuillade.

"Diamond Flash" no se deja mirar fácilmente por las miradas de espectadores acostumbrados a la facilidad convencional de relatos más dóciles.

Es un caballo salvaje que galopa ese interminable jardín de senderos que se bifurcan que es la ficción para generar una metaficción, ficción sobre la ficción, que nos muestra en estado puro el mal contra el que Diamond Flash lucha, un mal que está en todas partes y en todos y cada uno de los personajes que habitan cada una de las historias que la película nos cuenta.

Una lucha que por otra parte promete ser interminable.

Brillante.


domingo, junio 08, 2014

Madayayo

Madayayo cierra en 1993 la filmografía del maestro japonés Akira Kurosawa.

Por lo visto está basada en la vida de Hyakken Uchida un escritor y educador muy conocido en el Japón durante la segunda mitad del siglo XX,

La historia se inicia con la jubilación del protagonista como profesor y en una sucesión de escenas nos cuenta el modo en que Uchida va enfrentándose a la vejez.

Lo esencial de "Madayayo", lo que la convierte en la emocionante y tremenda obra maestra que es, es que convierte a la vejez en un territorio donde se enfrentan las ganas de vivir y de continuar haciendo cosas que siente Uchida con la cercanía de un final que, conforme va pasando el tiempo, cada vez se muestra más seguro e inevitable.

En este sentido, la palabra que da titulo a la película forma parte de un juego infantil que resume metafóricamente la actitud de Uchida y, por extensión, del propio Kurosawa. "Madayayo" significa "Todavía no" y es la palabra que el niño que está siendo buscado grita a los niños que lo buscan quienes a su vez le gritan si está preparado.

Y al final la vida es un juego del escondite en el que todos terminamos siendo encontrados con la muerte, pero mientras tanto el juego no se interrumpe.

En este sentido, "Madayayo" nos presenta a su protagonista  como un niño siempre ilusionado con las cosas, siempre entregado a la erótica de continuar disfrutando la vida, pero también, y ésto es lo que probablemente interese al nihilista Kurosawa, golpeado de cuando en cuando por ese lado menos luminoso de la existencia, el que tiene que ver con lo tanático, con la presencia del fin y de la muerte que es una de sus principales metáforas.

"Madayayo" dedica buena parte de sus esfuerzos a mostrarnos cómo la vida golpea a Uchida y, lo que es más importante, cómo éste se las arregla para mantenerse intacto, en esa prístina pureza casi infantil que le hace tan especial a los ojos de sus alumnos.

Resulta maravilloso el modo en que Kurosawa nos hace sentir el esfuerzo de ser Uchida en el mundo y la circunstancia que le toca vivir. Con un simple plano y contraplano Kurosawa lo consigue. Primero nos enfoca a Uchida en la puerta de su casa hablando de belleza y más tarde nos muestra lo que Uchida debe estar viendo mientras habla a sus alumnos: las terribles ruinas del Tokio demolido por los bombardeos norteamericanos.

Y supongo que para alguien tan shakesperianamente escéptico hacia la vida como Kurosawa, una existencia como la de Uchida, tan impermeable en su ilusión por vivir, tiene que resultar todo un misterio... pero, y al mismo tiempo, una actitud ejemplar ante la vida cuyo recuerdo no se debe perder.

Tiene mucho de épica el mantenerse siempre positivo, pensando en construir, en un universo donde, como dice la física, todo tiende lentamente a la entropía, al desorden, a la destrucción.

Obra maestra.

domingo, junio 01, 2014

La batalla de Argel

Alguna vez habrá que reivindicar la memoria de los grandes guionistas italianos y su importancia tanto para el cine social de su país como para, y en general, el cine europeo... es decir, para la construcción de ese concepto de cine europeo como espectáculo culto que se aparta de las claves mainstream del cine comercial.

Nombres como Tonino Guerra, Cesare Zavattini, Suso Cecchi D'amico o Franco Solinas responsable de la escritura del guión de esta "La batalla de Argel" flotan como espectros en el paisaje cinematográfico de la segunda mitad del siglo XX, autores cuyo brillo empalidece ante la presencia junto a ellos en los créditos de directores que también eran escritores y autores... pero esa es otra historia.

Franco Solinas fue el encargado de escribir el guión de "La batalla de Argel", la primera película de ficción del cine argelino que el gobierno del FLN quiso dedicar a glosar la reciente y sangrienta lucha por la independencia de la que el propio FLN había sido el principal agente y catalizador.

Para ello, y ante la falta de know how en el propio país que fuera capaz de insuflar una minima factura de calidad y profesionalidad a un proyecto que se consideraba emblemático, se decidió recurrir a profesionales de la izquierda cinematográfica de la vecina Italia.

Así, Gillo Pontecorvo, procedente del documental social y con una única película de ficción, la interesante "Kapò" sobre los campos de concentración fue el encargado de dirigir este proyecto que se rodó con actores profesionales en los principales papeles pero con actores no profesionales en el resto de papeles y en figuración.

Y le viene muy bien a "La Batalla de Argel" la experiencia en documental de Pontecorvo porque los atractivos de la película no sólo están en lo que cuenta, obra de Franco Solinas, sino también en el cómo lo cuenta, aspecto del que son responsables tanto el director Gillo Pontecorvo como Giuliano Montaldo, el director de la segunda unidad.

Porque uno de los principales atractivos de La Batalla de Argel es total y absoluta sensación de realidad.

En un rabioso blanco y negro, magnificamente fotografiado por Marcello Gatti, las imágenes te saltan a los ojos como gatos rabiosos y uno tiene la sensación de estar viendo algo más que una pura obra de ficción, algo que nos muestra un corazón indeterminado pero fundamentalmente cierto..

Y cuando se trata de actores no profesionales siempre recuerdo la opinión que Pasolini tenía de ellos como fuente de verdad.

En otro orden de cosas, llama la atención el tono equilibrado que tiene la historia puesto que se mueve entre las acciones del FLN en contra de la ley francesa y la respuesta que el gobierno francés da a los revolucionarios, siendo el Teniente Coronel Mathieu, magníficamente interpretado por el desconocido Jean Martin, uno de los principales protagonistas de la película.

Llama la atención que el grueso de la película se desarrolle en una derrota del FLN.

Al final, Mathieu y sus paracaidistas consiguen acabar con la presencia del FLN en la casbah de Argel. Su estrategia de acabar con la violencia del FLN se basa en la metáfora de una tenia, parásito intestinal que hay que descabezar para poder terminar con él. Pero enseguida el espectador comprende que Mathieu equivoca la metáfora. El FLN no es una tenia sino una hidra con cientos de miles de cabezas a la que es imposible descabezar.

No se puede matar ni meter en la cárcel a todo un pueblo... No sé qué piensan Rajoy y Marhuenda al respecto.

Y este es el sentido que tienen las imágenes finales de lucha y victoria en la calles de Argel, cientos de rostros de hombres, mujeres y niños desafiando a la policía y al ejército francés connotando una irresistible fuerza al mismo tiempo que una poderosa determinación: independencia.

Al final, la fisicidad de la voluntad siempre puede con el artificio de la política

También, y por último, "La batalla de Argel" es una magnífica exposición de lo que representa el terrorismo para los que matan y para los que mueren que, como es lógico, nunca creen que exista razón que pese más en la balanza de la justicia que el peso que representan las propias vidas de los suyos.

Y uno de los grandes hallazgos de la película es precisamente la actitud que el personaje del Teniente Coronel Mathieu tiene ante la violencia. No adopta una posición moral objetivizando la posición de los suyos como metropoli atacada en su razón incuestionable por unos malvados bárbaros equivocados, sino que se ve simplemente como parte, como una voluntad de poder implicada en una lucha por la prevalencia contra otra voluntad de poder.

Por mucho que nos empeñemos en negarlo, hay un momento en los asuntos humanos en que todo se reduce a una cuestión de fuerza, la que por ejemplo expresan los rostros decididos de los argelinos en el final de la película.

Para eso existen los extremos en los dos lados de la política.

Obra maestra.


sábado, mayo 31, 2014

The Bridge

Una mujer aparece asesinada en mitad del puente que separa a las ciudades de El Paso y Ciudad Juárez, pronto se descubrirá que es un cuerpo simbólico compuesto por la mitad de los cuerpos de dos mujeres y, lo que es más importante, la presencia de una sádica inteligencia criminal que tiene un siniestro plan de venganza.

Adaptación libre de una serie de televisión nórdica del mismo nombre. "The Bridge" termina ofreciendo menos de lo que promete y resulta además demasiado caótica en el transcurso del camino que conduce a esa decepción, pero, y sin duda, su principal atractivo es el contexto.

El ambiente despiadado y árido de la frontera mejicano-estadounidense, su carácter de crisol de los aspectos más terribles de la naturaleza humana constituyen una presencia imposible de soslayar por la mirada de un espectador que, como es mi caso, se cansa cada vez más rápido de comprobar que los guionistas resultan incapaces de desafiar su capacidad de sorpresa.

Pero está Ciudad Juárez, medio acre de infierno lleno de barrios míseros contra los que rompe el oleaje de emigrantes mejicanos que buscan una desesperada oportunidad al otro y opulento lado de la frontera, un lado que por otra parte no deja de ser el mismo desierto que los espaldas mojadas intentan dejar atrás.

Harían bien los guionistas en seguir este camino, el de la frontera, para estructurar una segunda temporada que ya está contratada porque si no lo hacen ellos, lo hará David Simon cuya mente creadora ha quedado libre de Treme.

Hay todo un filón en historias en ese pedazo de infierno.

La peligrosa, mortal y ambigua magia de ese frontera que también es una inmóvil línea de sombra que parece separar la luz de la oscuridad merecen ser contadas.

PODEMOS

Es evidente que existe un sistema de intereses comunes entre el Partido Popular y el Partido ¿Socialista?, pero también no es menos cierto que existen las diferencias.

También no es menos cierto que mientras los acuerdos pertenecen al orden de lo estratégico, las diferencias pertenecen al orden de lo táctico.

Las diferencias deben existir. Son esenciales precisamente para, usando en beneficio propio debilidades humanas como la pereza intelectual o la negación, ocultar la esencial existencia de ese acuerdo en lo fundamental entre las partes, acuerdo que es el alma de este régimen que agoniza y que como todos los seres vivientes se resiste y resistirá a morir.

En su ensimismamiento y consciente de su incontestada presencia hegemónica el sistema condujo a un debate político que precisamente ponía el acento en el acuerdo entre las partes. Era ese debate del "y tú partido también" o "y tu partido más", un debate que ponía el énfasis en una esencial igualdad cualititativa y en el que sólo las diferencias cuantitativas eran posibles.

En un error estratégico como consecuencia de un inevitable descuido ante la experiencia de total de dominación, el sistema intentó zanjar sus pequeñas disputas internas cerrando filas, apelando a una igualdad en los intereses y comportamientos frente a aquellos que se presentaban como diferentes, como discordantes con respecto a esa actitud.

Todos tenemos corruptos, todos tenemos amigos a quienes hemos beneficiado... en un exceso de confianza el sistema mostró su vergüenza sabedor que nadie se atrevería a gritar que el rey estaba desnudo.

Los medios de comunicación de masas, actuando como capataces de la plantación, se encargaron de reducir el debate público a unos términos considerados aceptables, unos términos que degradaban el debate y la opinión pública, pero que servían a un claro interés.

Los moderadores dejaron de moderar y los periodistas descubrieron no solo que la falta de objetividad era posible sino también la subjetividad, deviniendo a objetos, puros terminales que vehiculaban un discurso o una posición.

La aparición de un tercero como "Podemos" ante este tinglado hace que el sistema reaccione casi como un organismo enfrentado ante un anticuerpo: rodeándole e intentando aplastarle aprovechando sus presuntos defectos y debilidades.

En este sentido, llama la atención el modo tan virulento en que las terminales periodistas del sistema han reaccionado de manera unánime haciendo, salvo excepciones, el mismo tipo de preguntas pareciendo mucho más importante las preguntas controvertidas sobre Venezuela o la violencia callejera, intuyendo las posibles respuestas como una invitación a la indignación puesta en bandeja, una indignación cuyo objetivo es una impostada indignación que hace imposible el debate merced al no reconocimiento del otro como un igual.... como escribo se ha dado más importancia a las superficiales preguntas sensacionalistas que a la indagación de razones, motivos y propósitos más propia de una sociedad democrática y civilizada.

El sistema juzga pero no puede ser juzgado. Decide lo que está bien y lo que está mal... y además, lo que está verdadera y autenticamente mal: decir que lo que está bien, en realidad está mal

Y con estas reglas, cada día, los medios de comunicación como fundamentales ejecutores ponen en escena el espectáculo virtual de la opinión pública de una sociedad libre.

Y con estas reglas, los nuevos competidores deben estar marcados como mínimo con la duda acerca de la bondad de sus propósitos

Los portavoces de Podemos, como ya le sucedió a UPyD en su momento, son culpables sin que exista la menor intención de demostrar lo contrario.

Cualquier alternativa que aparezca tendrá que dar cuenta ante el tribunal de los medios de culpabilidades que enseguida, en un par de opiniones indignadas, pasan de presuntas a reales.

Siempre hay algo malo que decir de los nuevos competidores y los medios de comunicación se encargan de ello, de escarbar, de sacar punta, de acentuar.

Es necesario que exista algo de lo que los recién llegados tienen que callar.

Lo que es peor... tiene que existir.

En nuestra corrupción, el sistema lo supone y nosotros, lo dominados, lo esperamos.

Este es el infierno en el que vivimos tan cómodamente instalados.


jueves, mayo 29, 2014

Dallas Buyers Club

No se puede hablar de Dallas Buyers Club sin hablar del trabajo de su protagonista, Mathew McConaughey.

Eso está claro.

Su interpretación con transformación física incluida, más de 20 kilos adelgazados, emparentan a McCanaughey con aquel Robert de Niro de finales de los setentas y principios de los ochentas, en el mejor momento de su carrera, que proyectaba una imagen de actor metódico y entregado capaz de llegar al extremo de transformarse físicamente para encarnar a un personaje. En el caso de De Niro este fue capaz de engordar otros veinte kilos como mínimo para interpretar al Jake La Motta en decadencia de "Toro Salvaje".

Y la verdad es que McConaughey está brillante, carismático y poderoso en su encarnación de un bala perdida, pura basura blanca, que lleva una vida miserable en torno al mundo del rodeo y que un buen día descubre que está enfermo de SIDA.

La película nos cuenta, no demasiado bien para mi gusto, la lucha que este pendenciero e indomable Ron Woodroof lleva a cabo contra su enfermedad, pero también contra un sistema de salud norteamericano que aliado a la legislación y la administración quiere convertirle en poco más que una cobaya humana en su empeño de encontrar una cura.

Como uno de esos caballos o toros que saltan indomables en las arenas del rodeo, Woodroof se resistirá a una tratamiento letal que se le quiere imponer y buscará su propia manera de curarse recurriendo a modos y maneras fuera de la ley de los que intentará sacar un beneficio creando un club de compradores de tratamientos alternativos, cosa que por cierto fue una práctica generalizada en la década de los ochentas del pasado siglo, época en la que el SIDA apareció como una plaga en el mundo entero.

Así, Woodroof conseguirá vivir siete años más allá del mes que los médicos le diagnosticaron en el momento de la detección de su enfermedad.

"Dallas Buyers Club" se abandona al talento de McConaughey lo cual es una apuesta segura, pero, y alrededor de la presencia carismática del protagonista, todo resulta demasiado frío y no me parece bueno, teniendo en cuenta el potencial dramático de la historia, que al terminar la principal conclusión tenga que ver con el talento del actor para encarnar un personaje tan difícil y extremo.

Creo que en "Dallas Buyers Club" hay una estupenda historia desaprovechada y oculta bajo el espectacular despliegue de talento de su protagonista.

Y debiera haber sido al revés.

El personaje tendría que estar al servicio de la historia, protagonizarla y no acapararla.

Esta habría sido la mejor manera de construir una película que, con todo lo terrible que en teoría cuenta, no se olvidase tan rápidamente como "Dallas Buyers Club".

Sobrevalorada.


miércoles, mayo 28, 2014

Violencia

Hay que encontrar un discurso que desactive el argumento de la violencia.

Mientras que del lado del estado y del gobierno parece no haber límite en la presión que se puede ejercer sobre la ciudadanía, todo parece estar justificado por razones de buen gobierno y fuerza mayor, existe por contra un límite claro en la respuesta que puede dar el ciudadano que se encuentra aplastado y pulverizado por esa razón de estado.

Esa infranqueable línea es la violencia.

Así, y aunque uno esté desesperado y sin nada a lo que agarrarse, para algunos su causa pierde toda legitimidad si acaba siendo expresada a través de la violencia.

Y esto sería acertado, si viviéramos en otro mundo, en otra sociedad, en esa de la que hablamos y en la que creemos que estamos en lugar de esta realidad que desafiante nos mira con la misma pura dureza con la que, desde el lienzo, el verdadero Dorian Gray miraba a su falso correlato semoviente.

Lo que ahora es evidente es que hay un cierto porcentaje de nuestra sociedad cuyo destino debe ser inmolado en favor del bien de la colectividad. Existe una lotería siniestra que se juega todos los días y el desgraciado que es agraciado con el premio poco más o menos que debe aceptar en silencio su destino.

Los desgraciados deben callar y aceptar su destino muriéndose en un rincón sin rechistar.

En este sentido, y de manera buscada, nuestra sociedad procesa con crueldad el destino de estas personas no entendiendo que si vivimos en un mundo que lleva hasta el extremo la vida de algunos de sus coetáneos, éstos no tienen por qué aceptar sin rechistar el desigual trato que se les propone pudiendo alcanzarse en este rechazo en legitima defensa estados extremos y sin retorno caracterizados por la violencia.

Así, y mientras el estado no tiene un límite, sus ciudadanos, convertidos en súbditos de un poder cuyas acciones no están a la altura de sus palabras, lo tienen.

No creo que sea apología de la violencia comprender el por qué de su existencia.

No creo que sea civilizado intentar comprender causas y razones... y mucho de ellos hablar de ellas.

Si la situación que vivimos genera violencia, ésta debe ser comprendida y no rechazada aprovechando de paso ese rechazo para evitar discutir las razones de esa violencia.

No estamos en un mundo feliz.

Todo lo contrario.

Y por mucho que nos empeñemos hipocritamente en negarlo la injusticia mantenida en el tiempo genera de manera inevitable la violencia en una sociedad compuesta por humanos y no por complacientes máquinas.

Tarde o temprano, la presión que se genera termina saliendo por algún lado.

También es violencia intentar tapar esos agujeros.


domingo, mayo 25, 2014

Fútbol y política

El origen del fútbol se encuentra en los colleges donde estudiaban las élites británicas destinadas a gobernar el imperio.

Lo que estrictamente tiene que ver con la concreción de las reglas buscando normalizar una tradición que venía existiendo desde la Edad Media sucede en los colleges de las Universidades inglesas en un proceso que se inicia en 1850 y que culmina en 1863 con la fijación de las 13 reglas que proceden de la manera que tenía de jugar al fútbol la Universidad de Cambridge.

La otra manera de jugar que tuvo futuro, la de la Universidad de Rugby, acabaría produciendo a su vez el deporte del mismo nombre.

En cualquier caso, y pese a sus orígenes elevados, el fútbol pronto fue adoptado por todos los estratos de la sociedad británica y, en este proceso, fue pasando de la élite a la gran mayoría convirtiéndose en el entretenimiento de masas de la metrópoli que el Imperio Británico exportó al resto del mundo.

En este proceso, los comerciantes, marineros y los trabajadores británicos que los intereses económicos de la entonces potencia hegemónica repartían por el mundo fueron decisivos.

Sin ir más lejos, en España, el fútbol entra por Huelva donde trabajadores británicos de las minas de Río Tinto fundan un primer equipo que sería la base del Recreativo de Huelva, el decano del fútbol español.

Poco a poco, el fútbol fue escapándose de las manos de la clase dominante yendo a parar a las manos de los dominados, aunque sólo fuera por el simple hecho incontrovertible del peso que ejerce el mayor número.

En este sentido, y en la segunda mitad del siglo XX, el fútbol ya era un deporte de masas, y de masas proletarias. Incluso en Argentina y Uruguay existen casos de clubes de fútbol fundados por grupos de carácter anarquista.

Los trabajadores encontraron en el fútbol, probablemente el primer espectáculo de masas, un vehículo de entretenimiento en los domingos y fiestas de guardar.

Y escribo todo ésto porque en los tiempos que vivimos existen discursos que convierten al deporte en el nuevo opio del pueblo y en bastante porcentaje son planteamientos acertados.

Antropologos como Desmond Morris han descrito perfectamente el papel vertebrador e integrador que juega el deporte, convertido en parte esencial de cualquier cultura, aportando uan función equilibrante de canalización del conflicto y de la agresividad, spero no es menos cierto que quedarse ahí, a mi juicio, implica permanecer en un nivel demasiado superficial.

Y digo esto porque hasta el aburguesamiento de la clase obrera que sucede a partir de la década de los sesentas del siglo pasado, una clase obrera con autoestima y un proyecto fue capaz de, al mismo tiempo, defender sus intereses colectivos e ir al fútbol todos los domingos.

Lo que quiero decir es que el problema no está en el fútbol o el deporte, el problema está en la falta de un sistema de ideas estructurado desde el que construir una nueva posición frente a los explotadores.

Las ideas se han caído, pero el fútbol permanece... y con él, y eso es lo bueno, esa capacidad de movilización y de lucha, esa autoestima que ahora se desperdicia en algo tan accesorio como el amor y la entrega a unos colores.

Antes, la entrega a unos colores era el corolario a una actitud de entrega mucho mas importante y esencial: la entrega a unos tuyos que reconocías como tus iguales y que se oponían a unos otros que perseguían unos intereses diferentes y siempre contrapuestos.

Ahora, sólo queda la entrega a esos colores y donde los intelectuales de izquierda debieran ver esperanza, la posibilidad de que no todo está perdido, sólo ven entrega y adormecimiento a una estructura de dominación.

Las élites culturales de la izquierda, cuando se enfrentan al deporte, ven la paja en el ojo ajeno pero no ven la viga en el propio: la ausencia de un proyecto ideológico alternativo cuyo mantenimiento y generación corresponde a ellos en la división del trabajo de la revolución.

Unos piensan cómo y por dónde atacar, suministran las armas de pensamiento, mientras otros las sienten como propias y se apoyan en ellas para salir a las calles y tomar el Palacio de Invierno un Octubre cualquiera.

Pero lo peor es que detrás de toda esta crítica al deporte se esconde lo peor de un comportamiento elitista: la falta de cuestionamiento propio y el abuso de una crítica que desde la superioridad de sahib intelectual se ejerce contra aquellos que están abajo y cuyas necesidades y angustias no se tienen en cuenta.

Sin un proyecto alternativo de sociedad, bastante tienen los que padecen su injusto día a día con sobrevivir la siniestra lotería de la precariedad y no les hacen la vida fácil aquellos que intentan ensuciar las pocas cosas que les permiten extraer un placer en su complicada y arrastrada vida.

Habría que plantearse si el problema no está en que la gente viva su vida lejos de la política, entregada a un sistema que los explota cada vez más y empleando su tiempo en cosas tan poco importantes como el fútbol.

Habría que plantearse si los que cuestionan a aquellos que salen a la calle a celebrar los éxitos de su equipo o que se encierran en casa a padecer los fracasos en verdad les han ofrecido algo interesante y sólido en lo que creer con tanta fuerza como creen en su equipo de fútbol.

La falta de autocrítica de la izquierda no sólo la ha desconectado de la realidad del sistema social sino también de sus soldados, de su base, que bastante ocupada está en sobrevivir al día a día.

Una base a la que, en otra vuelta de tuerca de elitismo, se la exige además que sea consciente de su propia situación y sea ella misma la que se libere. Solución que sería ideal en un mundo perfecto, pero que choca con el inconveniente práctico de la poderosa exigencia del día a día, del perverso aparato de miedos y deberes que el sistema coloca sobre los hombros de cada persona y del que resulta más difícil liberarse sin un relato.

Y la construcción de ese relato es la labor esencial e irrenunciable de esa vanguardia del proletariado que precisamente con ese relato produce un sentido, una nueva visión crítica de la realidad.

Hay que poner en juego ideas sólidas, que funcionen de verdad.

Hay que convencer y, si no convences, puede que el problema sea de aquellos a los que no convences, pero también puede ser que esas ideas no resulten del todo convincentes aunque a uno se lo parezcan.

El problema no siempre está en los demás que quizá encuentren rechazable el sentirse culpable de las pocas cosas que en su día a día les dan placer.