Por si alguien no se había dado cuenta ya, el juego de nuestra selección de fútbol ha basado su éxito en la asociación y en el pase. Jugadores de talento, buscandose y pasandose en el balón en medio de la presión defensiva del equipo contrario, moviéndose entre ellos, desmarcándose para dar opciones de pase, opciones que hagan posible filtrar el balón entre las líneas defensivas del contrario hasta buscar posiciones de ventaja de cara al gol.
Y ésto solo era posible acumulando jugadores de talento, cuantos más mejor. Normalmente seis, tres centrocampistas brillantes (Xavi, Iniesta y Silva) y dos delanteros con capacidad para la asociación (Villa y Fernando Torres), uno de ellos generalmente escorado a una banda. Tras ellos, tras su tremendo cambalache, un stopper (Senna) y cuatro defensas que se repartían las zonas de campo para respaldar al stopper y jugar casi de liberos al corte de los balones lanzados por el equipo contrario.
En nuestra mejor versión, la que nos llevó a ganar la Eurocopa y clasificarnos invictos para este mundial, el robo del balón sucedía a partir del stopper. Silva, Iniesta y Xavi robaban muchos balones y todo el juego sucedía muy, muy lejos de nuestra área.
Dice Del Bosque que mantiene el sistema de Luis Aragonés, pero no es cierto.
Ha cambiado a uno de los cinco talentos por otro stopper que juega en línea con su homónimo. Este cambio ya se efectuó en los tres partidos de preparación contra Arabia, Corea y Polonia y si algo quedó claro fue que el equipo ya no pisaba el área contraria con tanta claridad.
Faltaba un jugador por delante del balón, una opción de pase y combinación que garantizase la posesión en medio de las líneas del equipo contrario con proyección atacante.
A cambio teníamos otro jugador por detrás del balón, lejos del área contraria iniciando el juego y por su propia posición con tendencia a la horizontalidad porque lo que un stopper debe hacer es mantener esa línea.
Y con un hombre menos por delante del balón disminuyen las probabilidades de verticalidad y aumentan las de horizontalidad, cosa que vió en los partidos de preparación con un futbol más lento y un puntín más previsible y fácil para la defensa contraria.
Este pequeño cambio ha alterado nuestro estilo de juego.
Ahora somos un poco más horizontales y un poco más conservadores. La tendencia está ahí, porque ahora pendsamos mas en la posibilidad de perderlo que en la posibilidad de conservarlo con los jugadores.
Dos stopper en línea inician juego y esperan, como máximo son el vértice más alejado del juego combinativo hacia el área contraria, porque tienen la obligación de mantener la posición. No pueden infiltrarse, avanzar, combinar, moverse con libertad creativa.
El juego se esclerotiza un poco. Es menos flexible y maleable, creativo.
Y esto es un cambio.
Tenemos un seleccionador que tiene miedo a perder, que no cree tanto en el juego asociativo con la pelota y que piensa más en la posibilidad de perder el balón que en conservarlo.
No somos el mismo equipo... y se ha cambiado, ligeramente, para mal.
Las consecuencias están por ver, aún hay tiempo para enderezar las cosas, pero el juego de nuestra selección ha cambiado. Tenderá a ser menos mágico, más previsible.
Y renunciamos a lo mejor de nosotros para intentar parecernos un poco más a los demás apostando además por extremos que no marcan la diferencia como variante a esa tendencia a la rigidez en el centro de nuestro juego.
Dar el balón al extremo por si suena la flauta pero el juego por bandas adocena más nuestra capacidad de sorpresa porque los extremos no se asocian, intentan la jugada y centran... y con los talentosos pequeños no tenemos apenas capacidad de remate por cel centro.
Hemos cambiado... y no para bien.