Menos mal que sólo queda un Riddick en toda la galaxia. Los niveles de testosterona serían intolerables...
Riddick es la tercera entrega de la franquicia cinematográfica que tiene por protagonista a este Furyano, último superviviente de su especie, una cruel raza guerrera de inspiración espartana a la que han terminado yendo tan mal las cosas que su último hijo (de puta) ha terminado siendo uno de los criminales más buscados de la galaxia.
Las películas de Riddick combinan la ciencia-ficción con el cine de acción "muscular" de los ochentas del siglo pasado cuyos mascarones de proa fueron Silvester Stallone y Arnold Schwartzenegger. En este sentido, Vin Diesel interpreta a este musculoso y despiadado calvo llamado Riddick con la habitual economía de gestos que caracteriza a las interpretaciones de estos héroes musculosos de acción, estoicismo interpretativo que permite entre otras cosas que podamos decir sin sentir desprecio por nosotros mismos que Chuck Norris es actor.
Y en este sentido la franquicia Riddick es una pervivencia de un género ya pasado que, sin embargo, incorpora la promesa de buen cine de entretenimiento, promesa que esta tercera entrega cumple de largo.
Sin duda a ello contribuye que las tres películas han sido escritas y dirigidas por David Twohy, un guionista que encontró en la saga de Riddick la posibilidad de meterse en director. Y digo que contribuye no por el mayor o menor talento de Twohy para dirigir (que mucho hay) sino por el hecho de que su carácter originario de guionista imprime a las historias una preocupación esencial por la narración en sí, por la historia y por los personajes que forman parte de ella.
Las películas de Riddick carecen de esa pretensión difusa por entretener que tiene el cine comercial americano de gran presupuesto, pretensión que se articula en torno a la espectacularidad casi operística del efecto especial, en lo superestructural, obviando aspectos más infraestructurales esenciales como son la historia, los diálogos y los personajes.
En todo este sentido, y desde el cliché del género, Riddick desafía a los grandes títulos del cine comercial americano con una propuesta contradictoria que es a la vez, heterodoxa y clásica por reivindicar las historia como principal atractivo.
Y no es que la historia sea nada del otro mundo.
Un héroe enfrentado al imposible de sobrevivir en un planeta hostil en el que ha sido abandonado y que además se propone el mayor imposible de abandonarlo. Para ello, y como extremismo de lo que es todo el tiempo una situación extrema, utilizará el reclamo de la recompensa que existe por su cabeza para atraer a sus cazadores, buscando la posibilidad de escape que ofrecen sus naves.
Un tercer elemento, la hostil naturaleza del planeta, intervendrá para complicar aún más las cosas convirtiéndose en un mortal enemigo que obligará a cazadores y a presa a unirse contra un enemigo común.
A este respecto, y tras un preámbulo que enlaza con la segunda película, Mortíferos incluidos, (la peor de las tres para mi gusto), "Riddickk" vuelve al universo narrativo de su primera entrega, "Pich Black", un body count que sucede en un planeta hostil salpicado de personajes y diálogos con el preciso interés, dentro de una narración equilibrada que dosifica perfectamente los niveles de acción.
Con su testosterónica voz de lija, Riddick vuelve a sus orígenes para no dejar de estar al límite. Marca de fábrica de la franquicia, todo un ejemplo del respetuoso mantenimiento del espíritu del cine de género.
Entretenida.
Riddick es la tercera entrega de la franquicia cinematográfica que tiene por protagonista a este Furyano, último superviviente de su especie, una cruel raza guerrera de inspiración espartana a la que han terminado yendo tan mal las cosas que su último hijo (de puta) ha terminado siendo uno de los criminales más buscados de la galaxia.
Las películas de Riddick combinan la ciencia-ficción con el cine de acción "muscular" de los ochentas del siglo pasado cuyos mascarones de proa fueron Silvester Stallone y Arnold Schwartzenegger. En este sentido, Vin Diesel interpreta a este musculoso y despiadado calvo llamado Riddick con la habitual economía de gestos que caracteriza a las interpretaciones de estos héroes musculosos de acción, estoicismo interpretativo que permite entre otras cosas que podamos decir sin sentir desprecio por nosotros mismos que Chuck Norris es actor.
Y en este sentido la franquicia Riddick es una pervivencia de un género ya pasado que, sin embargo, incorpora la promesa de buen cine de entretenimiento, promesa que esta tercera entrega cumple de largo.
Sin duda a ello contribuye que las tres películas han sido escritas y dirigidas por David Twohy, un guionista que encontró en la saga de Riddick la posibilidad de meterse en director. Y digo que contribuye no por el mayor o menor talento de Twohy para dirigir (que mucho hay) sino por el hecho de que su carácter originario de guionista imprime a las historias una preocupación esencial por la narración en sí, por la historia y por los personajes que forman parte de ella.
Las películas de Riddick carecen de esa pretensión difusa por entretener que tiene el cine comercial americano de gran presupuesto, pretensión que se articula en torno a la espectacularidad casi operística del efecto especial, en lo superestructural, obviando aspectos más infraestructurales esenciales como son la historia, los diálogos y los personajes.
En todo este sentido, y desde el cliché del género, Riddick desafía a los grandes títulos del cine comercial americano con una propuesta contradictoria que es a la vez, heterodoxa y clásica por reivindicar las historia como principal atractivo.
Y no es que la historia sea nada del otro mundo.
Un héroe enfrentado al imposible de sobrevivir en un planeta hostil en el que ha sido abandonado y que además se propone el mayor imposible de abandonarlo. Para ello, y como extremismo de lo que es todo el tiempo una situación extrema, utilizará el reclamo de la recompensa que existe por su cabeza para atraer a sus cazadores, buscando la posibilidad de escape que ofrecen sus naves.
Un tercer elemento, la hostil naturaleza del planeta, intervendrá para complicar aún más las cosas convirtiéndose en un mortal enemigo que obligará a cazadores y a presa a unirse contra un enemigo común.
A este respecto, y tras un preámbulo que enlaza con la segunda película, Mortíferos incluidos, (la peor de las tres para mi gusto), "Riddickk" vuelve al universo narrativo de su primera entrega, "Pich Black", un body count que sucede en un planeta hostil salpicado de personajes y diálogos con el preciso interés, dentro de una narración equilibrada que dosifica perfectamente los niveles de acción.
Con su testosterónica voz de lija, Riddick vuelve a sus orígenes para no dejar de estar al límite. Marca de fábrica de la franquicia, todo un ejemplo del respetuoso mantenimiento del espíritu del cine de género.
Entretenida.