Más que interesante el articulo que leo en el número 110 de la REIS (Revista Española de Investigaciones sociológicas).
En "La cultura del horror en las sociedades avanzadas: de la sociedad centrípeta a la sociedad centrífuga", Eduardo Bericat reflexiona sobre el papel que cumplen las emociones colectivas en el mantenimiento del orden social.
El punto de partida es el hecho de que las noticias más importantes que aparecen en los medios de comunicación sean noticias de horror.
Muy interesante la visión sociológica de algo tan eminentemente irracional como el horror:
"Pero el orden social sólo queda perfecta y nítidamente delimitado cuando establece las fronteras del mal que le separan del caos o la contingencia absoluta. Esta frontera define su identidad frente a todo aquello que pueda considerarse aborrecible, brutal, demoníaco, inhumano, bárbaro, malévolo y monstruoso. El horror es el abrupto sentimiento colectivo evocado en aquellas situaciones en las que las oscuras fuerzas del mal contenidas más allá de las murallas de la ciudad logran abrir una brecha y penetrar en su interior poniendo en riesgo su propia identidad y supervivencia."
El horror habita en las sombras que la luz de nuestra conciencia no puede iluminar dentro de nosotros mismos.
En ese continuo y mortalmente ilegal flujo fronterizo entre humanidad e inhumanidad el horror existe como señal de alarma. Nos indica que hemos alcanzado un peligroso límite y nos conmina a trabajar para suturar la grieta y reestablecer el orden."En el origen no existe ni Bien ni Mal sino una monstruosa brutalidad, un absoluto desorden, un caos primordial necesario para superar y vencer al caos mismo. Tras una intensa lucha aparece el acto creativo que establece
distinciones, que separa, que mide y que pone orden en el mundo (Ricoeur, 1967:
175). En suma, Bien y Mal constituyen dos naturalezas extrañas e inconmensurables, pero el Bien -de la misma forma que el orden social- se construye desde el horizonte del Caos, se nutre de la materia del Mal. Ambos, por estas razones, siempre andan estrechándose la mano en una compleja y aparentemente extraña unidad. Y de ahí emerge fundamentalmente el horror, pues el caos y el desorden palpitan en una especie de interior-exterior de la naturaleza erigida por el orden social"
Dicho ésto, Bericat define dos tipos de sociedades.
Las sociedades centrífugas son aquellas que se centran en un sólido núcleo moral de valores que las orientan hacia el futuro. La legitimidad y el orden de esas sociedades descansa en la adhesión
inquebrantable de sus miembros a esas creencias, a esos grandes valores que
los individuos hacen suyos y los convierten en guía de sus vidas.
Las sociedades centrípetas son sociedades que han perdido el poder de atracción gravitacional que les proporcionaba ese núcleo y por tanto tienden a la dispersión. El orden racional que las sustentaba han perdido ese fascinador poder de atracción. Es cuestionado. Ya nadie lo cree con la suficiente intensidad como para sentirse atraído por él.
El resultado es la tendencia a la dispersión moral de sus miembros.
Para mantener el orden social se recurre a engrosar esa barrera que separa el orden del desorden. Se trabaja en el horror para mantener a los individuos dentro de la muralla.
El continuo recuerdo de las brutalidades exteriores termina conduciendo a una ceremonia de afirmación de la propia identidad: Nosotros no somos capaces de éso.
Posteriormente, Bericat considera que las sociedades modernas fueron paradigma de sociedades centrífugas hasta que por una serie de circunstancias han entrado en crisis en la segunda mitad del siglo XX y se ha convertido en centripeta."Cada ritual del horror es como una piedra que se añade en la muralla que delimita el contorno de la ciudad"
Las razones de esa crisis son complejas y han sido muy bien contadas por los miembros de la Escuela de Frankfurt: Horkheimer, Adorno, ...
En esta sociedad centrípeta los medios de comunicación social cumplen esa función de escenificación continua y diaria del horror ante nuestros ojos:
"El horror que hoy nos provocan los desastres naturales no derivaSomos todos uno, los que se horrorizan.
de la absoluta devastación que causan, sino de la vergüenza que nos produce
comprobar nuestra impotencia frente a unas fuerzas que creíamos ya dominadas...
Somos la causa del mal y somos nosotros quiénes debemos transformar la
naturaleza humana y social para evitar el espectáculo del horror"