Tiene muchas cosas interesantes esta película que cuenta los complicados y controvertidos orígenes de Facebook, la red social que empieza a reemplazar a google como expresión metonímica de Internet.
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Por un lado, la fuente irracional que se esconde en el impulso que genera una idea y toda su racionalidad posterior. Porque el origen primordial de Facebook está en un desengaño amoroso de su creador, Mark Zuckerberg... Como si la racionalidad no fuese en todos los casos la causa que creemos sino un simple efecto, inevitable consecuencia de una necesidad sentida como inevitable e insoslayable.
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Por otro, lo complicado que resulta poseer una idea de forma privada y que tiene que ver con otra ficción que quiere convertir en individuales ciertos procesos de producción y que soslaya el carácter social que convierte a esos procesos de producción en lo que son. Porque una de las mejores cosas que tiene "The social network" es el modo en que muestra la manera en que la idea que da lugar a Facebook va cuajando; una idea de la que Zuckerberg se apropia obviando las colaboraciones decisivas que otros tienen en la generación de ese resultado final, desde su amigo Eduardo Savarin escribiendo un algoritmo en una ventana hasta los hermanos Wincklevoss expresándole su deseo de crear una red social en Harvard pasando por el propio Zuckerberg que intuye lo que es importante y lo que no en el contenido de esa red social o los maliciosos e interesados consejos del libertino Sean Parker que convierten en ambicioso el proyecto de Zuckerberg.
Y este es un aspecto muy, muy interesante especialmente en lo que tiene que ver en sus derivaciones hacia el concepto de la propiedad privada aplicado a las ideas (y por qué no, a todo lo demás), un concepto que decanta hacia lo individual un algo complejo que también tiene una realidad eminentemente colectiva y social.
Nadie consigue nada sólo por si mismo, siempre lo hace con la inestimable ayuda de amigos y enemigos. Y este sentido es un buen punto de ataque para el liberalismo de la propiedad privada y de la todo poderosa individualidad que nos está llevando a la deshumanización y al desastre y lo es porque lo convierte en una ficción, la ficción del vencedor que se apodera de la autoría del todo, reclamando para si el derecho al disfrute de un algo que en absoluto ha conseguido de modo absoluto por si mismo. Y esta ficción de la individualidad nos priva de una visión de lo social como un entramado integrado de acciones y reacciones en las que todos los individuos tienen que ver con todos y en la que cualquier cosa es importante en el sentido de que, por ejemplo, aquel que te vende el pan todas las mañanas también te está ayudando a conseguir tus objetivos .
Una visión comunitaria de las cosas que convierte a los individuos en partes de un todo que les pertenece en su totalidad y no en aisladas individualidades persiguiendo su propio beneficio. El punto de partida para una verdadera utopía socialista.
Del mismo modo que el yo y la individualidad son una ficción también conceptos del derecho nacidos de esa ficción como la propiedad privada también lo son.
No puede haber alternativa a este mundo que nos devora sin una espiritualidad comunitaria y humanamente trascendental que se traduzca en psicologías concernidas verdaderamente por un entorno que se ha convertido en parte integrante de su ser, tanto como un brazo o un pie.
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También no es menos interesante todo lo que tiene que ver con ese proceso de apropiación de la idea, un proceso en el que se revela en toda su intensa maldad el mundo de los intereses, del dinero, de los abogados, de los litigios jurídicos en los que no gana la verdad sino el más listo, el más oportuno, el más cuidadoso, el que tiene más dinero o mejores abogados.
"The social network" dedica buena parte de su metraje a mostrar ese litigio por el que Zuckerberg deviene en único propietario de la idea de Facebook y en ese sentido tiene interés por si mismo el modo frío en que muestra ese pleito desalmado en el que todo vale, un modo analítico de hacer justicia que intenta descomponer los hechos, los desmenuza buscando pros y contras obviando un sentido global de verdad y generando un sentido complejo en el que cualquier aspecto puede ser decisivo en uno u otro sentido.
Y hay algo siniestro en ese modo de hacer justicia.
Viendo esas escenas de enfrentamiento entre partes y abogados uno tiene la sensación de estar asistiendo a algo sombrío y siniestro, una especie de misa negra cuya verdadera razón de suceder es imposible y que, a cambio, sólo busca separar a los fuertes de los débiles para sacrificar a estos últimos en beneficios de los primeros.
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Resumiendo...
Contándonos el origen de Facebook, el mascarón proa de lo mejor de nuestra sociedad y cultura proyectada hacia el futuro, "The social network" nos muestra entre líneas algo mucho más importante: la dudosa levedad, la creciente inmoralidad de alguno de los pilares sobre los que se asienta su idea.
Revela un mecanismo de gestión y apropiación que fácilmente convierte los sueños en pesadillas y que no deja otra cosa que no sea dinero como recompensa.