Bastante tiene con lo que tiene John Galliano... No se por qué, pero tengo la impresión de que los nazis estarían interesados en otro tipo de desfiles muy diferentes a los que él suele organizar y estoy convencido de que el propio Galliano está bastante lejos de ser el prototipo de hombre del Reich. ¿Por qué? Quizá porque es demasiado moreno, quizá porque es demasiado mujer... Pero allá él. Cada uno es responsable de sus filias y de sus fobias por muy absurdas que puedan resultar a los demás.
En cualquier caso me llama la atención el hecho mismo.
Un hombre muy, muy borracho es filmado en la intimidad de su borrachera mientras ofende verbalmente a unas personas que desde la otra mesa le están grabando.
Y la primera reflexión que me viene a la cabeza es que no es la primera vez que veo a alguien complementar su proceso episódico o sostenido de autodestrucción física con la autodestrucción moral de pronunciarse a favor de lo que mas odia, buscando hacer daño con la palabra, queriendo generar rechazo o ser odiado.
Y es que uno lleva la vida que lleva y a lo largo de la misma he tenido la ocasión de escuchar los pensamientos maullados de personas muy borrachas, incluyéndome a mi por supuesto, a avanzadas horas de la madrugada. Y seguramente alguno de ellos a tenor de las palabras pronunciadas al calor del desamor en un bar podría hacerse acreedor de ser sentado en algún banquillo. Pero en su momento se entendió la situación. No se la exageró en busca de chivos expiatorios y mucho menos se nos ocurrió tomar nota palabra por palabra para venderla al mejor postor al día siguiente. Como máximo alguna sórdida pelea de perros de callejón con predominio de golpes lanzados al aire buscando torpemente hacer justicia divina en la tierra. Pero nada más.
Hay muchas formas de aullar a la luna, de expresar el dolor o la frustración y no me preocupa tanto que alguien en plena borrachera exprese su deseo de gasear a toda la humanidad, me preocupa mucho más los que se levantan todos los días puntualmente a las siete de la mañana y dedican todo su esfuerzo racional y consciente a hacerlo. Pero esos, los que verdaderamente hacen daño, no beben ni pierden los papeles. Se limitan a grabar a un borracho profiriendo blasfemias y luego se esfuerzan en sentirse ofendidos, que también se lleva mucho... porque si te ofendes es porque tienes un punto de vista sobre las cosas (no al revés).
Emprenderla con locos y borrachos, reprocharles lo que dicen mientras están siendo lo que son también es un signo de totalitarismo... y del peligroso, del nuevo.
Las cosas que importan seguramente se dicen hablando en sueños o en estado de embriaguez, pero las que verdaderamente deben contar son las que se dicen a las diez de la mañana, con la cara lavada y recién peinada, en plena posesión de las facultades mentales, con tranquilidad y mirando a los ojos.
Y lo normal es que un borracho se cague en Dios... cosa que entiendo dadas las circunstancias de la vida.
¿Los quemamos a todos?
Por lo menos, esperemos a que estén sobrios y veamos qué dicen. Aguantémonos las ganas de linchar las anécdotas mientras nos comemos diaria y cobardemente el amargo sapo de lo esencial.
Démosles esa oportunidad para mentir y ser políticamente correctos que disfrutamos todos.
Se nos nota demasiado.