Es evidente que existe un sistema de intereses comunes entre el Partido Popular y el Partido ¿Socialista?, pero también no es menos cierto que existen las diferencias.
También no es menos cierto que mientras los acuerdos pertenecen al orden de lo estratégico, las diferencias pertenecen al orden de lo táctico.
Las diferencias deben existir. Son esenciales precisamente para, usando en beneficio propio debilidades humanas como la pereza intelectual o la negación, ocultar la esencial existencia de ese acuerdo en lo fundamental entre las partes, acuerdo que es el alma de este régimen que agoniza y que como todos los seres vivientes se resiste y resistirá a morir.
En su ensimismamiento y consciente de su incontestada presencia hegemónica el sistema condujo a un debate político que precisamente ponía el acento en el acuerdo entre las partes. Era ese debate del "y tú partido también" o "y tu partido más", un debate que ponía el énfasis en una esencial igualdad cualititativa y en el que sólo las diferencias cuantitativas eran posibles.
En un error estratégico como consecuencia de un inevitable descuido ante la experiencia de total de dominación, el sistema intentó zanjar sus pequeñas disputas internas cerrando filas, apelando a una igualdad en los intereses y comportamientos frente a aquellos que se presentaban como diferentes, como discordantes con respecto a esa actitud.
Todos tenemos corruptos, todos tenemos amigos a quienes hemos beneficiado... en un exceso de confianza el sistema mostró su vergüenza sabedor que nadie se atrevería a gritar que el rey estaba desnudo.
Los medios de comunicación de masas, actuando como capataces de la plantación, se encargaron de reducir el debate público a unos términos considerados aceptables, unos términos que degradaban el debate y la opinión pública, pero que servían a un claro interés.
Los moderadores dejaron de moderar y los periodistas descubrieron no solo que la falta de objetividad era posible sino también la subjetividad, deviniendo a objetos, puros terminales que vehiculaban un discurso o una posición.
La aparición de un tercero como "Podemos" ante este tinglado hace que el sistema reaccione casi como un organismo enfrentado ante un anticuerpo: rodeándole e intentando aplastarle aprovechando sus presuntos defectos y debilidades.
En este sentido, llama la atención el modo tan virulento en que las terminales periodistas del sistema han reaccionado de manera unánime haciendo, salvo excepciones, el mismo tipo de preguntas pareciendo mucho más importante las preguntas controvertidas sobre Venezuela o la violencia callejera, intuyendo las posibles respuestas como una invitación a la indignación puesta en bandeja, una indignación cuyo objetivo es una impostada indignación que hace imposible el debate merced al no reconocimiento del otro como un igual.... como escribo se ha dado más importancia a las superficiales preguntas sensacionalistas que a la indagación de razones, motivos y propósitos más propia de una sociedad democrática y civilizada.
El sistema juzga pero no puede ser juzgado. Decide lo que está bien y lo que está mal... y además, lo que está verdadera y autenticamente mal: decir que lo que está bien, en realidad está mal
Y con estas reglas, cada día, los medios de comunicación como fundamentales ejecutores ponen en escena el espectáculo virtual de la opinión pública de una sociedad libre.
Y con estas reglas, los nuevos competidores deben estar marcados como mínimo con la duda acerca de la bondad de sus propósitos
Los portavoces de Podemos, como ya le sucedió a UPyD en su momento, son culpables sin que exista la menor intención de demostrar lo contrario.
Cualquier alternativa que aparezca tendrá que dar cuenta ante el tribunal de los medios de culpabilidades que enseguida, en un par de opiniones indignadas, pasan de presuntas a reales.
Siempre hay algo malo que decir de los nuevos competidores y los medios de comunicación se encargan de ello, de escarbar, de sacar punta, de acentuar.
Es necesario que exista algo de lo que los recién llegados tienen que callar.
Lo que es peor... tiene que existir.
En nuestra corrupción, el sistema lo supone y nosotros, lo dominados, lo esperamos.
Este es el infierno en el que vivimos tan cómodamente instalados.
También no es menos cierto que mientras los acuerdos pertenecen al orden de lo estratégico, las diferencias pertenecen al orden de lo táctico.
Las diferencias deben existir. Son esenciales precisamente para, usando en beneficio propio debilidades humanas como la pereza intelectual o la negación, ocultar la esencial existencia de ese acuerdo en lo fundamental entre las partes, acuerdo que es el alma de este régimen que agoniza y que como todos los seres vivientes se resiste y resistirá a morir.
En su ensimismamiento y consciente de su incontestada presencia hegemónica el sistema condujo a un debate político que precisamente ponía el acento en el acuerdo entre las partes. Era ese debate del "y tú partido también" o "y tu partido más", un debate que ponía el énfasis en una esencial igualdad cualititativa y en el que sólo las diferencias cuantitativas eran posibles.
En un error estratégico como consecuencia de un inevitable descuido ante la experiencia de total de dominación, el sistema intentó zanjar sus pequeñas disputas internas cerrando filas, apelando a una igualdad en los intereses y comportamientos frente a aquellos que se presentaban como diferentes, como discordantes con respecto a esa actitud.
Todos tenemos corruptos, todos tenemos amigos a quienes hemos beneficiado... en un exceso de confianza el sistema mostró su vergüenza sabedor que nadie se atrevería a gritar que el rey estaba desnudo.
Los medios de comunicación de masas, actuando como capataces de la plantación, se encargaron de reducir el debate público a unos términos considerados aceptables, unos términos que degradaban el debate y la opinión pública, pero que servían a un claro interés.
Los moderadores dejaron de moderar y los periodistas descubrieron no solo que la falta de objetividad era posible sino también la subjetividad, deviniendo a objetos, puros terminales que vehiculaban un discurso o una posición.
La aparición de un tercero como "Podemos" ante este tinglado hace que el sistema reaccione casi como un organismo enfrentado ante un anticuerpo: rodeándole e intentando aplastarle aprovechando sus presuntos defectos y debilidades.
En este sentido, llama la atención el modo tan virulento en que las terminales periodistas del sistema han reaccionado de manera unánime haciendo, salvo excepciones, el mismo tipo de preguntas pareciendo mucho más importante las preguntas controvertidas sobre Venezuela o la violencia callejera, intuyendo las posibles respuestas como una invitación a la indignación puesta en bandeja, una indignación cuyo objetivo es una impostada indignación que hace imposible el debate merced al no reconocimiento del otro como un igual.... como escribo se ha dado más importancia a las superficiales preguntas sensacionalistas que a la indagación de razones, motivos y propósitos más propia de una sociedad democrática y civilizada.
El sistema juzga pero no puede ser juzgado. Decide lo que está bien y lo que está mal... y además, lo que está verdadera y autenticamente mal: decir que lo que está bien, en realidad está mal
Y con estas reglas, cada día, los medios de comunicación como fundamentales ejecutores ponen en escena el espectáculo virtual de la opinión pública de una sociedad libre.
Y con estas reglas, los nuevos competidores deben estar marcados como mínimo con la duda acerca de la bondad de sus propósitos
Los portavoces de Podemos, como ya le sucedió a UPyD en su momento, son culpables sin que exista la menor intención de demostrar lo contrario.
Cualquier alternativa que aparezca tendrá que dar cuenta ante el tribunal de los medios de culpabilidades que enseguida, en un par de opiniones indignadas, pasan de presuntas a reales.
Siempre hay algo malo que decir de los nuevos competidores y los medios de comunicación se encargan de ello, de escarbar, de sacar punta, de acentuar.
Es necesario que exista algo de lo que los recién llegados tienen que callar.
Lo que es peor... tiene que existir.
En nuestra corrupción, el sistema lo supone y nosotros, lo dominados, lo esperamos.
Este es el infierno en el que vivimos tan cómodamente instalados.