Es evidente que Podemos nace de las catacumbas de la extrema izquierda con todo lo que ello implica de posicionamiento político con respecto, por ejemplo, a las realidades independentistas que existen en algunas autonomías españolas o a los también reales triunfos de la izquierda en América Latina.
Es también no menos evidente que la irrupción de Podemos en el inmovilista panorama político del régimen constitucional del 78 ha supuesto como mínimo un factor de inquietud entre las filas de la política ortodoxa.
Y ya parece claro que nuestra casta política y sus terminales mediáticas van a utilizar como armas de opinión pública los posicionamientos extremos que forman parte del ADN político de los miembros de Podemos.
En este mundo de listos que ellos mismos han creado, sería de tontos si no lo hicieran.
Y lo hacen con Venezuela, que ya es de facto una dictadura en la opinión pública de nuestro país, y lo hacen también con el posicionamiento heterodoxo de los miembros de Podemos con respecto al movimiento abertzale vasco que, ante la falta de asesinatos por parte de la verdadera ETA, han sido asimilados de manera sumaria con los ausentes que apretaban el gatillo.
Así, en este país, coincidir en algún planteamiento político o sociológico con un abertzale es ser un terrorista. Si coincides con Otegui en que mañana lloverá date por muerto.
Y por supuesto que no se nos olvide: Méjico y Colombia son democracias avanzadas.
En este sentido, el régimen constitucional del 78, incapaz de gestionar el problema de las minorías independentista desde una visión de España heredada desde el mismo Caudillo se cierra las puertas de cualquier evolución, pero, y al mismo tiempo, señala también los límites de su patética impotencia para entender todo lo que va más allá de su ombligo.
Porque, al final, y tal como concluía aquella lógicamente denostada película de Julio Medem llamada "La pelota vasca", el sistema se niega a reconocer la realidad de un número determinado de personas que se despiertan no sintiéndose españoles... y ante esa disyuntiva, el régimen del 78 reacciona llamándoles etarras.
Como ya he escrito más de una vez, pasarán diez y quince años y algunos seguirán diciendo que ETA mata en Presente de Indicativo.
Pero esa es otra historia, otra disyuntiva que habla de una incapacidad y de una limitación.
La disyuntiva que me interesa es la de Podemos porque debe formar parte de su nueva forma de hacer política el afirmar taxativamente que Venezuela no es una dictadura y que defender políticamente planteamientos independentistas no es ser un terrorista.
Afirmar un punto de vista y no pretender alcanzar ese centro político que es el basurero de la política porque allí anida la indeterminación y la necesidad de defender una cosa y su contraria que tanto daño a hecho a la política.
La nueva política debe dejar la responsabilidad al elector de decidir entre opciones que no se muestran absolutas e inequívocas sino que se presentan limitadas e imperfectas.
Debe ser el elector quién decida si cenar con abertzales es ser un terrorista.
La nueva política no debe aspirar a salvar a la gente en contra de su voluntad.
Si una opción de la nueva política como Podemos no consigue el respaldo del electorado mostrándose tal y como es, en sus contradicciones, debe marcharse a casa en lugar de quedarse e intentar arrebatar al contrario medio acre de votos con silencios y medias verdades.
La soberanía reside en el pueblo español también a ese nivel.
La nueva política es ser, no estar.
Es también no menos evidente que la irrupción de Podemos en el inmovilista panorama político del régimen constitucional del 78 ha supuesto como mínimo un factor de inquietud entre las filas de la política ortodoxa.
Y ya parece claro que nuestra casta política y sus terminales mediáticas van a utilizar como armas de opinión pública los posicionamientos extremos que forman parte del ADN político de los miembros de Podemos.
En este mundo de listos que ellos mismos han creado, sería de tontos si no lo hicieran.
Y lo hacen con Venezuela, que ya es de facto una dictadura en la opinión pública de nuestro país, y lo hacen también con el posicionamiento heterodoxo de los miembros de Podemos con respecto al movimiento abertzale vasco que, ante la falta de asesinatos por parte de la verdadera ETA, han sido asimilados de manera sumaria con los ausentes que apretaban el gatillo.
Así, en este país, coincidir en algún planteamiento político o sociológico con un abertzale es ser un terrorista. Si coincides con Otegui en que mañana lloverá date por muerto.
Y por supuesto que no se nos olvide: Méjico y Colombia son democracias avanzadas.
En este sentido, el régimen constitucional del 78, incapaz de gestionar el problema de las minorías independentista desde una visión de España heredada desde el mismo Caudillo se cierra las puertas de cualquier evolución, pero, y al mismo tiempo, señala también los límites de su patética impotencia para entender todo lo que va más allá de su ombligo.
Porque, al final, y tal como concluía aquella lógicamente denostada película de Julio Medem llamada "La pelota vasca", el sistema se niega a reconocer la realidad de un número determinado de personas que se despiertan no sintiéndose españoles... y ante esa disyuntiva, el régimen del 78 reacciona llamándoles etarras.
Como ya he escrito más de una vez, pasarán diez y quince años y algunos seguirán diciendo que ETA mata en Presente de Indicativo.
Pero esa es otra historia, otra disyuntiva que habla de una incapacidad y de una limitación.
La disyuntiva que me interesa es la de Podemos porque debe formar parte de su nueva forma de hacer política el afirmar taxativamente que Venezuela no es una dictadura y que defender políticamente planteamientos independentistas no es ser un terrorista.
Afirmar un punto de vista y no pretender alcanzar ese centro político que es el basurero de la política porque allí anida la indeterminación y la necesidad de defender una cosa y su contraria que tanto daño a hecho a la política.
La nueva política debe dejar la responsabilidad al elector de decidir entre opciones que no se muestran absolutas e inequívocas sino que se presentan limitadas e imperfectas.
Debe ser el elector quién decida si cenar con abertzales es ser un terrorista.
La nueva política no debe aspirar a salvar a la gente en contra de su voluntad.
Si una opción de la nueva política como Podemos no consigue el respaldo del electorado mostrándose tal y como es, en sus contradicciones, debe marcharse a casa en lugar de quedarse e intentar arrebatar al contrario medio acre de votos con silencios y medias verdades.
La soberanía reside en el pueblo español también a ese nivel.
La nueva política es ser, no estar.