No suelen salpicarnos a los europeos y occidentales las consecuencias de nuestros desmanes... me refiero a las negativas porque practicamente vivimos nuestro día a día ahogados en las consecuencias positivas que generalmente se materializan en un estilo de vida basado en una abundancia que, dado el carácter limitado de los recursos materiales, tiene que generar la consiguiente y muy zen carencia en otras partes del mundo.
Pero los refugiados ahora nos salpican.
Y que no se me interprete mal porque, por lo menos, en algo van a salir beneficiados estos pobres sirios de la suma de nuestra buena y mala conciencia, pero, de ahí, los europeos no deberíamos sacar la misma conclusión autocomplaciente de siempre, la que nos permite girarnos y seguir durmiendo pensando lo buenos y solidarios que somos.
Porque ahora llega uno de esos momentos en que tan buenos somos los europeos y que consiste en ese "chuparnos las pollas" que tan gráficamente calificaba el Señor Lobo de "Pulp Fiction".
Y es que sólo hubiera faltado que los europeos no abriésemos las puertas de nuestra Europa a los sirios que desesperadamente se han acercado hasta nuestro umbral y, aunque nos ha faltado poco para no hacerlo, al final los europeos nos hemos comportado como seres humanos y desde luego y como siempre le sacaremos el suficiente partido para construir discursos que no nos revelan tan malos.
Después de todo y por lo menos, los occidentales intentamos arreglar lo que rompemos.
Pero el verdadero debate está en esa necesidad de romper, en los motivos que han traído a los sirios a nuestras calles y plazas
Los europeos únicamente nos hemos planteado resolver el conflicto cuando los refugiados han venido a molestar la neurótica tranquilidad de nuestra opulenta existencia.
Si hubieran tomado la dirección contraria, todo seguiría como está.
Pero no lo han hecho.
Saben que tenemos que estar a la altura de nuestro discurso/coartada de respeto por los derechos y libertades del hombre.
Un discurso siempre matizado en la práctica y si eres europeo por la cantidad de dinero que se disponga para poder pagarlos o, si no perteneces a Europa, por la capacidad de integrarte dentro de nuestros planes de posesión económica y política.
Y al final se trata de un planteamiento win/win.
Los sirios ganan comida y cobijo y nosotros, la salvaje Europa de los recortes, podemos decir que no somos tan terribles aunque ya haya alguna otra guerra gestándose por intereses económicos en alguna parte del planeta.
Sus humillados y ofendidos ya saben lo que tienen que hacer: acercarse lo suficiente como para salpicar nuestras camisas blancas con un poco de barro y sangre.
Pero los refugiados ahora nos salpican.
Y que no se me interprete mal porque, por lo menos, en algo van a salir beneficiados estos pobres sirios de la suma de nuestra buena y mala conciencia, pero, de ahí, los europeos no deberíamos sacar la misma conclusión autocomplaciente de siempre, la que nos permite girarnos y seguir durmiendo pensando lo buenos y solidarios que somos.
Porque ahora llega uno de esos momentos en que tan buenos somos los europeos y que consiste en ese "chuparnos las pollas" que tan gráficamente calificaba el Señor Lobo de "Pulp Fiction".
Y es que sólo hubiera faltado que los europeos no abriésemos las puertas de nuestra Europa a los sirios que desesperadamente se han acercado hasta nuestro umbral y, aunque nos ha faltado poco para no hacerlo, al final los europeos nos hemos comportado como seres humanos y desde luego y como siempre le sacaremos el suficiente partido para construir discursos que no nos revelan tan malos.
Después de todo y por lo menos, los occidentales intentamos arreglar lo que rompemos.
Pero el verdadero debate está en esa necesidad de romper, en los motivos que han traído a los sirios a nuestras calles y plazas
Los europeos únicamente nos hemos planteado resolver el conflicto cuando los refugiados han venido a molestar la neurótica tranquilidad de nuestra opulenta existencia.
Si hubieran tomado la dirección contraria, todo seguiría como está.
Pero no lo han hecho.
Saben que tenemos que estar a la altura de nuestro discurso/coartada de respeto por los derechos y libertades del hombre.
Un discurso siempre matizado en la práctica y si eres europeo por la cantidad de dinero que se disponga para poder pagarlos o, si no perteneces a Europa, por la capacidad de integrarte dentro de nuestros planes de posesión económica y política.
Y al final se trata de un planteamiento win/win.
Los sirios ganan comida y cobijo y nosotros, la salvaje Europa de los recortes, podemos decir que no somos tan terribles aunque ya haya alguna otra guerra gestándose por intereses económicos en alguna parte del planeta.
Sus humillados y ofendidos ya saben lo que tienen que hacer: acercarse lo suficiente como para salpicar nuestras camisas blancas con un poco de barro y sangre.