Al final el relato del Siglo XX puede reducirse a la lucha de la democracia contra los totalitarismos de izquierda y de derecha. Esa lucha finalmente ha terminado en una victoria que se concreta en una democracia política que sirve de marco para el desenvolvimiento de una sociedad de consumo que se extiende en mayor o menor medida por todo el mundo.
En ese relato conveniente para la legitimación de un sistema capitalista de dominación no hay lugar para lo ecológico ni tampoco para todos aquellos que se quedan fuera de la fiesta y a los que, como mínimo, se culpa de su propia desgracia.. Por no hablar de lo que les pasa cuando deciden hacer algo más que callar y morirse en un rincón.
La fiesta capitalista, la siniestra fiesta de esta máquina de movimiento perpetuo que se pretende independiente de la naturaleza, debe continuar y precisamente para prolongar esa continuidad se ha construido una coartada histórica a medida.
Esa coartada precisamente descansa en ese relato que convierte todo lo que tenemos en el fruto de una sagrada lucha en favor de la libertad y de lo mejor del ser humano.
En este sentido, lo totalitarismos han asumido ese papel de "malo", un papel que no sin esfuerzo es posible achacarles puesto que sus desmanes han sido inmensos.
Pero el interesado error consiste en considerarlos causa, olvidando que ellos mismos son el más puro efecto de una situación desequilibrada provocada por una historia anterior.
No obstante, el relato se detiene aquí sumiendo en el olvido la primera parte del siglo XX y especialmente la Primera Guerra Mundial, que sigue siendo la Gran Guerra.
Y el olvido es entendible porque es mucho más difícil construir un relato de buenos y malos sobre ella.
Después de todo, la Gran Guerra fue la consecuencia de un complejo entramado de alianzas e intereses que se venía librando entre los grandes imperios europeos desde la segunda mitad del siglo XIX, intereses siempre económicos que tenían que ver con el reparto del mundo con vistas a consumirlo en un voraz proceso de producción industrial desencadenado por un capitalismo que en su segunda fase se convertía en monopolista.
Cada imperio europeo era una sociedad desigual en la que una élite obtenía la mayoría de las ganancias de ese reparto, quedando reservadas las migajas para una inmensa mayoría sobre la que recayó sin embargo la responsabilidad de lanzarse a la masacre en los campos de batalla europeos.
El resultado fue una guerra mucho más brutal que la posterior segunda, sólo que esta contó con la siniestra guinda que puso el horror nazi.
Y no se habla mucho pero una de las consecuencias de esa Gran Guerra fue toda una sucesión de revueltas y revoluciones por casi toda Europa de las que sólo salió triunfante la Revolución Rusa, un acontecimiento histórico que no hubiera sido posible sin el tremendo shock de hambre y muerte que para la sociedad rusa supuso la guerra.
Los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial no son bárbaros totalitarios sino estados y gobiernos europeos algunos de los cuales aún mantienen una continuidad en el tiempo como sistema político.
Y el caldo de cultivo para las ideas socialistas y comunistas fue ese entorno desigual que culminó una denunciada situación de explotación con un autentico genocidio de clase social en los campos de batalla.
No es una casualidad que tras esa Gran Guerra y una vez sofocados los intentos revolucionarios por toda Europa apareciesen el sufragio universal y la sociedad de consumo.
Las masas de las potencias europeas no debían tener la sensación de haber luchado por nada.
No obstante, los desequilibrios ya estaban ahí.
El inmenso esfuerzo económico que supuso la guerra dejó tocadas a las economías europeas quienes decidieron con el mejor estilo animal y salvaje del capitalismo, subirse sobre la cabeza de lo que quedaba de la derrotada Alemania para sobrevivir.
Y este fue otro gran error, de estados y naciones como las nuestras.
Son las terribles consecuencias económicas de la paz sobre las que Keynes escribiera.
Desengáñate.
El siglo XX no empieza con los fascismos y totalitarismos, continúa con ellos.
Pregúntate por qué Hitler llegó al poder y descubrirás que por debajo de ese espléndido relato de buenos y malos funciona la realidad de un bárbaro y egoísta entramado de intereses que, de manera directa o indirecta, condujo a cientos de millones de personas a la muerte.
Y eso no es lo peor.
Envalentonado por ese relato que además culmina con la derrota del comunismo, el totalitarismo que mas frontalmente se le oponía, no ha dejado de matar y lo ha venido haciendo mostrando su verdadero rostro a través de neoliberalismo.
Incluso ahora, en su locura de crecimiento infinito y ganancias aún más infinitas está dispuesto a matar no sólo a los seres humanos sino también a todos los seres vivos que habitan el planeta comprometiendo el equilibrio ecológico de este.
Ni comunismo, ni facismo... el capitalismo es el verdadero y más peligroso "ismo".
Todo el siglo XX, desde el final de esa Gran Guerra, ha sido un inmenso proceso de control y sedación de esas masa de humillados, masacrados y ofendidos que irrumpieron en la política cabalgando sobre su propia sangre derramada.
Masa que tenía otra ética, otra cultura, un orgullo de no ser como ellos y que ahora ya no existe.
La derrota es total y no se arregla ganando unas elecciones o convocando un refererendum.
Porque estamos tan jodidos que ni siquiera sabemos que nos han vencido, que ni siquiera sabemos que no somos como ellos que nos siguen lanzando a la muerte en otros campos de batalla menos cruentos.
En ese relato conveniente para la legitimación de un sistema capitalista de dominación no hay lugar para lo ecológico ni tampoco para todos aquellos que se quedan fuera de la fiesta y a los que, como mínimo, se culpa de su propia desgracia.. Por no hablar de lo que les pasa cuando deciden hacer algo más que callar y morirse en un rincón.
La fiesta capitalista, la siniestra fiesta de esta máquina de movimiento perpetuo que se pretende independiente de la naturaleza, debe continuar y precisamente para prolongar esa continuidad se ha construido una coartada histórica a medida.
Esa coartada precisamente descansa en ese relato que convierte todo lo que tenemos en el fruto de una sagrada lucha en favor de la libertad y de lo mejor del ser humano.
En este sentido, lo totalitarismos han asumido ese papel de "malo", un papel que no sin esfuerzo es posible achacarles puesto que sus desmanes han sido inmensos.
Pero el interesado error consiste en considerarlos causa, olvidando que ellos mismos son el más puro efecto de una situación desequilibrada provocada por una historia anterior.
No obstante, el relato se detiene aquí sumiendo en el olvido la primera parte del siglo XX y especialmente la Primera Guerra Mundial, que sigue siendo la Gran Guerra.
Y el olvido es entendible porque es mucho más difícil construir un relato de buenos y malos sobre ella.
Después de todo, la Gran Guerra fue la consecuencia de un complejo entramado de alianzas e intereses que se venía librando entre los grandes imperios europeos desde la segunda mitad del siglo XIX, intereses siempre económicos que tenían que ver con el reparto del mundo con vistas a consumirlo en un voraz proceso de producción industrial desencadenado por un capitalismo que en su segunda fase se convertía en monopolista.
Cada imperio europeo era una sociedad desigual en la que una élite obtenía la mayoría de las ganancias de ese reparto, quedando reservadas las migajas para una inmensa mayoría sobre la que recayó sin embargo la responsabilidad de lanzarse a la masacre en los campos de batalla europeos.
El resultado fue una guerra mucho más brutal que la posterior segunda, sólo que esta contó con la siniestra guinda que puso el horror nazi.
Y no se habla mucho pero una de las consecuencias de esa Gran Guerra fue toda una sucesión de revueltas y revoluciones por casi toda Europa de las que sólo salió triunfante la Revolución Rusa, un acontecimiento histórico que no hubiera sido posible sin el tremendo shock de hambre y muerte que para la sociedad rusa supuso la guerra.
Los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial no son bárbaros totalitarios sino estados y gobiernos europeos algunos de los cuales aún mantienen una continuidad en el tiempo como sistema político.
Y el caldo de cultivo para las ideas socialistas y comunistas fue ese entorno desigual que culminó una denunciada situación de explotación con un autentico genocidio de clase social en los campos de batalla.
No es una casualidad que tras esa Gran Guerra y una vez sofocados los intentos revolucionarios por toda Europa apareciesen el sufragio universal y la sociedad de consumo.
Las masas de las potencias europeas no debían tener la sensación de haber luchado por nada.
No obstante, los desequilibrios ya estaban ahí.
El inmenso esfuerzo económico que supuso la guerra dejó tocadas a las economías europeas quienes decidieron con el mejor estilo animal y salvaje del capitalismo, subirse sobre la cabeza de lo que quedaba de la derrotada Alemania para sobrevivir.
Y este fue otro gran error, de estados y naciones como las nuestras.
Son las terribles consecuencias económicas de la paz sobre las que Keynes escribiera.
Desengáñate.
El siglo XX no empieza con los fascismos y totalitarismos, continúa con ellos.
Pregúntate por qué Hitler llegó al poder y descubrirás que por debajo de ese espléndido relato de buenos y malos funciona la realidad de un bárbaro y egoísta entramado de intereses que, de manera directa o indirecta, condujo a cientos de millones de personas a la muerte.
Y eso no es lo peor.
Envalentonado por ese relato que además culmina con la derrota del comunismo, el totalitarismo que mas frontalmente se le oponía, no ha dejado de matar y lo ha venido haciendo mostrando su verdadero rostro a través de neoliberalismo.
Incluso ahora, en su locura de crecimiento infinito y ganancias aún más infinitas está dispuesto a matar no sólo a los seres humanos sino también a todos los seres vivos que habitan el planeta comprometiendo el equilibrio ecológico de este.
Ni comunismo, ni facismo... el capitalismo es el verdadero y más peligroso "ismo".
Todo el siglo XX, desde el final de esa Gran Guerra, ha sido un inmenso proceso de control y sedación de esas masa de humillados, masacrados y ofendidos que irrumpieron en la política cabalgando sobre su propia sangre derramada.
Masa que tenía otra ética, otra cultura, un orgullo de no ser como ellos y que ahora ya no existe.
La derrota es total y no se arregla ganando unas elecciones o convocando un refererendum.
Porque estamos tan jodidos que ni siquiera sabemos que nos han vencido, que ni siquiera sabemos que no somos como ellos que nos siguen lanzando a la muerte en otros campos de batalla menos cruentos.