viernes, febrero 22, 2013


La ciudad está llena de oficinistas
que no saben bien si son ellos
o si, por el contrario, se trata de algo más cierto,
pero que, en cualquier caso, sienten con desconcierto
el cansancio de salir de casa por la mañana,
el cansancio de llegar a casa por la noche,
cuando debieran ser, por lo menos, 
incontestables soberanos de su opulento reino
de mientras tantos y para siempres.

Y tampoco es que estén completamente seguros,
demasiado ocupados están intentando llegar a tiempo,
pero algo han oído hablar de un barco que se está hundiendo
y, aunque no terminen de creerlo, puede que sea cierto 
y después de todo se trate de agua éso que,
al llegar a casa por la noche,
al salir de casa por la mañana,
se abraza a sus tobillos
y les hiela los huesos.
CLOUD ATLAS

Primero de todo y aunque no lo parezca, decir que Cloud Atlas es una película de autor, independiente. Ningún estudio de Hollywood se atrevió a poner el dinero que exigía esta película tan aparentemente complicada pues narra de manera paralela seis historias que suceden en diferentes momentos del pasado, presente y futuro de la humanidad.

Basada en la novela del mismo nombre escrita por David Mitchell, novela que confieso no haber leído, Cloud Atlas es una de esas películas difíciles de ver: seis historias en paralelo, mismo actores que encarnan diferentes personajes -alguno de ellos muy distintos de lo que ellos mismos representan-, una aparente falta de hilación que puede desesperar el mas palomitero... Pero también Cloud Atlas es una película especial. Sin duda alguna, y para mi gusto, una de las mejores películas del año.

Lo que Cloud Atlas nos cuenta es una visión muy particular de nuestra historia como humanidad. A través de esas seis historias el espectador asiste a la puesta por obra  de los esfuerzos que la bondad hace por sobreponerse al entorno de maldad que la rodea, pequeñas luchas cotidianas narradas de forma simultánea y en las que el mal termina prevaleciendo configurando un futuro cada vez más sombrío y hostil para el propio hombre portador de esa sordera hacia la bondad.

No obstante, el esfuerzo de esos portadores del bien sólo resulta un fracaso aparente.

Como bien nos dice el maestro Malick en su maravillosa "El árbol de la vida", hay dos maneras de enfrentar la vida: el modo de la naturaleza y el modo de la gracia. Y mientras la naturaleza sólo busca satisfacerse a sí misma y encuentra mil maneras para no disfrutar de las cosas, el camino de la gracia no busca esa auto-satisfacción, acepta ser engañada y desairada por ese instinto animal y egoísta de satisfacción en tanto espera pacientemente su momento. Y al mismo tiempo nos dice que los que optan por el camino de la gracia jamás encuentran un mal final.

"Cloud Atlas" desarrolla este planteamiento de forma menos poética, de manera más exhaustiva mostrando al espectador la historia de la humanidad como una larga lucha entre esos dos instintos y haciéndolo con pretensiones de totalidad, extendiendo ese relato hacia el futuro y mostrando un cierre que básicamente descansa en un agotamiento de esa capacidad de egoísmo, una completa consunción que deja al hombre a solas con su verdadera esencia de bondad en un futuro muy, muy lejano.

Rousseau, Emerson, Whitman... En contra de esa visión negativa del ser humano, "Cloud Atlas" nos recuerda que existe un reverso luminoso en toda esa oscuridad que es la mierda que pensamos los unos de los otros hoy en día. En pocas palabras, nos dice que nuestro destino es un destino de amor y bondad, que nuestro camino más propio es el de la gracia, porque el de la naturaleza nos convierte nada más que un animal con conciencia.

Yo me apunto a ese rollo.

Los esfuerzos y sacrificios por la bondad no caerán (ni caen) en saco roto. A través del tiempo todos estamos unidos en un esfuerzo por una gracia que va más allá de lo religioso (sexo es a amor lo mismo que la religión es a la gracia) y que nos justifica.

Y además "Cloud Atlas" es una buena película, bien terminada y bien contada.... si acaso, hay que saber escuchar para poder apreciarla.

Más de tres horas de magia que se hacen cortas.

Obra maestra.


jueves, febrero 21, 2013

ARGO

Escribe Harold Bloom en su maravillosa obra "¿Dónde se encuentra la sabiduaía?" que Ralph Waldo Emerson es el teólogo de la religión americana de la confianza en uno mismo, un elemento esencial sobre el que se construye toda la metafísica de éso que el propio Bloom llama religión americana.

De todo modo, Emerson es el Homero capaz de glosar la areté, la excelencia del ser americano, verbalizando el esfuerzo por llegar a ser de una nación que ha dominado (y domina) la historia del mundo desde hace por lo menos un siglo (y casi nunca de buenos modos como corresponde con el papel de gran potencia).

Se ha escrito y hablado mucho, pero esa poética de la confianza en uno mismo subyace como elemento esencial de esa mística del individuo que compone ese modo de entender las cosas tan americano y que tanto nos cuesta entender a los europeos.

Y en este sentido "Argo" es una película muy, muy americana.

Tony Mendez, el personaje protagonista, pone por obra esa areté del individuo que confía en su propio instinto contra todo y todos desencadenando con su decisión de seguir adelante con la operación todo el mecanismo dramático de una historia que descansa sobre tres atractivos:

- la angustiosa salida de los rehenes, en algunos momentos excesiva e innecesariamente demorada y sobrecargada, aunque nunca termina a llegar a molestar pese a que se transparente demasiado el esfuerzo por subir los niveles de adrenalina del espectador
- la presentación de un mundo desconocido para el espectador occidental como es el Irán de Jomeini: el factor llamemosle documental nunca es desdeñable y suele aportar un importante intangible atmosférico al atractivo seductor de una película
- y las ácidas reflexiones sobre el mundo del cine que los personajes interpretados brillantemente por Goodman y Arkin dan vida con la maestría habitual, en lo que parece una película dentro de otra, y que añaden un componente de comedia ácida llena de diálogos brillantes y graciosos.

Pero para los americanos, la figura de Méndez y su gesto de continuar supone un cuarto e innegable atractivo: el compromiso ante la palabra dada, la pureza de las intenciones... La misma llamada a la moralidad que el viejo maestro Eastwood viene predicando, con su republicanismo clásico, en el desierto de una américa en crisis espiritual, abandonada al Tea Party y al dinero.

No descubro nada cuando digo que el cine ha sido el principal difusor de ese estilo de vida americano y en este sentido Mendez conecta con toda una larga tradición de héroes americanos cinematográficos que van desde el demócrata Atticus Finch de "Matar a un ruiseñor" al más republicano Ethan Edwards de "Centauros del desierto", héroes que expresan puntualmente esa areté de absoluta confianza en uno mismo basada en una visión benevolente de la naturaleza humana que está muy lejos de planteamientos hobbesianos menos comprensivos:

"Me atrevo a intentar trazar mi propio camino
En el que todo lo que me complace será Bueno
En el que lo que yo no quiera, indiferente,
En el que lo que odio es Malo. No hay más que hablar.
Ya partir de aquí, por favor, Dios, renuncio para siempre
Al yugo de las opiniones de los hombres. Seré
Alegre como un pájaro y viviré con Dios.
Le encuentro en el fondo de mi corazón
Oigo continuamente allí su Voz
Y libros, y sacerdotes, y mundos, aprecio menos
¿Quién dice que el corazón es un guía ciego? No es cierto."


Bloom cita este poema de juventud de Emerson como expresión precisa de esta idea que bebe de las mismas raíces en donde Rousseau encontró su buen salvaje; una idea de la que Emerson es el ideólogo y Whitman el poeta.

Desgraciadamente, la visión hobbesiana y conflictiva aportada por toda la rama de pensamiento que sirvió de contexto al pensamiento económico liberal venido de Europa constituye una oscuridad contaminante que ha configurado de manera definitiva esa visión conservadora cruel que es el mascarón de proa del pensamiento americano y del imperio, pero que conste que la idea de esa individualidad pura y libre, capaz de realizar la belleza que hay en uno mismo es algo puramente americano. Todo lo otro, el temor y el miedo vinieron de la vieja y cínica Europa que terminó convirtiendo a los Estados Unidos en una especie de Frankenstein de sí misma...  Y lo lógico es que el relato continúe y la bestia destruya a su creador... justo, por cierto, lo que está sucediendo ahora.

Por todo ésto, "Argo" me parece una buena película.

La realidad puede cambiarse y son los individuos agrupados en colectivos quienes las cambian. Lincoln se carteaba con Marx. Hay mucho pensamiento utópico de raíz común al Europeo en el perdido corazón de aquella América, poblada por todos aquellos miserables de los que Victor Hugo hablaba.

Por todo ésto, y de manera sutil, "Argo" me parece una estupenda película política que nos habla de la soberanía individual, del poder que tiene cada individuo y de la necesidad de ponerlo en práctica si uno quiere que las cosas cambien y llega el momento.

Al final no fue el presidente Carter quién dijo lo que Mendez debía hacer, fue Méndez quién obligó a su presidente a rectificar por una buena casa que básicamente tiene que ver con algo tan sencillo, y que tanto brilla por su ausencia hoy en día: hacer honor a la palabra dada.

Merece la pena ver "Argo" por todo ésto y por la maravillosa música de ese genio que se llama Alexandre Desplat.


miércoles, febrero 20, 2013

MACCHERONI

Si hay algo que creo es bastante propio del cine italiano es el ternurismo.

El ternurismo implica muchas cosas, pero principalmente se trata de una visión cariñosa y compasiva, casi siempre melancólica y algunas veces amarga de personajes y situaciones. Grandes ternuristas son por ejemplo Fellini o De Sica, directores de los que el director de Maccheroni, Ettore Scola, alguna vez se ha confesado continuador.

El ternurismo es una manera de hacer crítica social sin hacerla. Llevado a cabo por los directores que politicamente se posicionan más cerca de la democracia cristiana que del partido comunista, se trata de una denuncia "soft", basada en la lágrima, la emoción y la pena, pero también en la alegría y la risa, expresadas por unos personajes que se sobreponen como pueden a las circunstancias de una existencia complicada y eso si... siempre sin cuestionar esa existencia de una manera global porque un elemento esencial del ternurismo es la aceptación de ese destino, casi siempre cruel, que sus víctimas hacen con una sonrisa entre los labios como la fellininana Gelsomina.

Los designios del señor son inescrutables.

Y en este sentido, el ternurismo se trata de una critica sin crítica social que busca la aceptación resignada de una realidad incuestionable e incuestionada, mostrando el espectáculo edificante de la resignación cristiana ante los avatares que presenta este mundo... Se trata de un mecanismo de escape, una suerte de vida de santos gentiles que busca conmover y hacer reir con la pequeña comedia humana que componen individuos sometidos a la tiranía de un destino que escapa a su control, pero que asumen sin dar una voz más alta que otra.

Ettore Scola, que dirige Maccheroni en 1985, se sitúa dentro de esta corriente cristiana y humanista, siendo un heredero directo de toda esa tradición que componen directores como De Sica, Fellini, Comencini o Risi.

Protagonizada por dos grandes actores como Marcello Mastroianni y Jack Lemmon, Maccheroni es un buen ejemplo de ese cine ternurista. A través de los dos personajes protagonistas, que ambos incorporan con el talento habitual, Maccheroni contrapone dos estilos de vida presentados con trazo grueso, desde el tópico y la superficialidad: el mediterráneo y hedonista que encarna Antonio (Mastroianni) y el atlántico y apolíneo que encarna Robert (Lemmon). Este último regresa a Napoles para hacer negocios cuarenta años después de su última estancia, durante la segunda guerra mundial para darse de bruces con Antonio y su fascinante mundo construido a partes iguales con realidad y fantasía

Maccheroni es una película desigual, construida sobre una idea bastante vulgar de contraposición de estilos de vida desde el más chirriante tópico, que sin embargo tiene su culmen en un maravilloso y mágico final

Sin ser del todo despreciable, Maccheroni en absoluto se encuentra para mi gusto entre lo mejor de la filmografía de Scola.

La película nos cuenta la seducción que el fascinante Antonio lleva a cabo de el aburrido Jack, presentando una defensa bastante convencional de un estilo de vida a través de un personaje muy especial, muy bien construido (que es lo mejor de la historia); un personaje que Mastroianni borda, como no podía ser de otra forma, y ante cuyo despliegue de guiños y carantoñas un estólido y aburrido Lemmon, que entiende muy bien lo que la historia demanda de él, se limita a reaccionar desde la indiferencia hasta la inevitable fascinación.

El personaje de Antonio pretender ser lo mejor de la Italia del Sur buscando seducir al gris y encorbatado norteño y también al espectador con esa puesta en escena de lo que se pretende sea contagiosa humanidad que caracteriza al ternurismo.

Scola consigue ese objetivo por momentos, con escenas maravillosas como la representación teatral que incluyo abajo en esta entrada o el mágico final entre macarrones con tomate del que he hablado con anterioridad.

Sólo por Lemmon y Mastroianni, por sus interpretaciones, Maccheroni nos parece mejor película de lo que en realidad es, siendo un espectáculo aceptable en cualquier caso.

Y todo dentro de esa fascinante ciudad del exceso, de lo malo y de lo bueno, que se llama Napoles.

Entretenida...

lunes, febrero 18, 2013

BOSS

Definitivamente... No puedo hacer otra cosa que colocar a esta serie producida por Starz en el Olimpo, justo a la derecha del padre, que por supuesto es The Wire.

Definitivamente... Porque en ésta, su segunda temporada, Boss se supera y superarse significa partir desde el maravilloso "muy arriba" en donde las cosas quedaron en la anterior temporada para llegar aún más alto, a mostrarnos durante diez intensos capítulos el terrible y acojonante trabajo de maquiavelismo y maldad que hace ese personaje tremendo que es Tom Kane.

Porque si algo consigue esta segunda temporada es que el espectador se sienta tan burlado y por los suelos como muchos de los personajes que el mefistofélico Kane usa y tira en función de su necesidad y voluntad.

No hay más que víctimas alrededor de Kane. Y en este sentido merece la pena llegar a esa conversación que el diabólico alcalde tiene con la idealista Mona Fredericks, merece la pena escuchar lo que le dice y la dureza con que lo expresa... para mi gusto uno de los grandes momentos de la historia de la ficción televisiva... más o menos.... sólo quería saber qué se siente al estar al lado de alguien tan idealista como tú y ahora ya lo se, no hace falta que pases por tu despacho a recoger tus cosas.... ¡Brutal!

Del mismo modo que en la primera temporada, el espectador asiste al planteamiento de una situación que parece colocar al viejo político diabólico contra las cuerdas... su enfermedad, un proyecto que le enfrenta con su red clientelar habitual, un atentado, las investigaciones de la prensa... parece que todo está en su contra, que la verdad y la justicia se impondrán, pero, y ésto es lo fascinante del personaje y de la historia, el viejo Kane se las arreglará para dar la vuelta a la situación, convirtiendo a los cazadores en cazados y, lo que es más importante, sin parar en los medios necesarios para conseguirlo.

El personaje de Thomas Kane presenta mejor que ninguno que ahora recuerde esa imagen oscura y malvada de la política que todos tenemos y buena parte de ese éxito descansa en el talento actoral de Kelsey Grammer, capaz de saltar de un registro a otro con la rapidez y eficiencia de un maestro produciendo como resultado un personaje que termina dando a quién les escribe literalmente miedo.

Magnífica serie Boss!

Ya está tardando la tercera temporada.

miércoles, febrero 13, 2013

ACTIVISTAS

Las sociedades, mientras van bien, son gestionadas por los ortodoxos, los fieles seguidores de la ley y de la norma, pero, cuando las cosas se estropean, éstos se convierten en un obstáculo con su inevitable apelación al respeto por la tradición y la norma, cuando no parte de la propia estructura ineficiente y progresivamente deslegitimada por acción convencida u omisión de crítica.

Pero son los heterodoxos, los activistas, los que nos sacan las castañas del fuego cuando las cosas se complican. Son ellos los que dan la cara, y se la juegan denunciando sociedades acabadas, legislaciones ineficientes y situaciones legítimas que son injustas.

Su atrevimiento y su apuesta son máximos. La victoria les convierte en héroes y la derrota en criminales, porque casi siempre se dan situaciones de todo o nada en las que el fin justifica los medios.

Su soledad también es máxima. Frente a ellos, los que son cuestionados y alrededor, los que no les entienden. Pero nadie más que los activistas se atreve o reacciona. Pocos consideran su visión, porque siempre hay algo de calma que perder. Y si alguno se atreve a mirar por las aperturas que muestran el nuevo mundo propuesto o exigido, los más convenientemente les juzgan atendiendo sólo a sus faltas.

Pero, y en cualquier caso, no estaría de más tener en cuenta su importancia en esta sociedad que se cree cómodamente instalada en la estabilidad inmutable del fin de la historia. Cuando se produce una situación injusta hay mucha gente que habla y muy poca gente que actúa. y el sistema, la ortodoxia, lo sabe.

Y en este sentido, las manifestaciones de los activistas pueden resultarnos extremas, a veces incomprensibles, siempre molestas. Después de todo nos asaltan en nuestra tranquilidad de cada día y nos obligan a posicionarnos, porque su sola presencia establece en la inane cotidianidad una frontera entre lo que está bien y lo que está mal, entre los que escuchan y los que no, entre los que permiten y los que no se dejan... y nosotros sin saberlo.

Nos enfrentan a la insospechada presencia de decisiones que han de tomarse en el momento de la verdad, decisiones que resultan incómodas para todos aquellos que si acaso nos conmovemos lo justo con la realidad que vivimos, cuidadosamente, con la inteligencia emocional lo suficiente como para evitar dejarnos otra opción que salir a la calle y engrosar las filas de un bando u otro, descubriendo así que la historia y el conflicto están ahí, descubriendo así la gran mentira de la tranquilidad, las sombras de control y dominación que se ocultan tras tanta paz y calma.

Siempre recuerdo lo que Hannah Arendt escribió en "Eichmann en Jerusalen", obra capital para entender el corazón de la opulenta cobardía que rige nuestros tiempos, a propósito de aquellos que, en los territorios ocupados por los nazis, hicieron resistencia activa contra el holocausto... civiles alemanes que cobijaron a judíos, militares que se negaron a cumplir con su deber de fusilar o arrestar, autoridades que dijeron no lisa y claramente a las demandas de colaboración para concentrar a los judíos de su territorio. Héroes anónimos que realmente se conmovieron, que cruzaron la línea entre el hablar y el hacer dispuestos a no consentir y a pagar el correspondiente precio.

Fueron pocos pero existieron.

Y nos falta la necesaria didáctica para una vida verdaderamente libre que encierra su posicionamiento, una didáctica que implica la negación de la unilateralidad e inevitabilidad de eso que los que la poseen llaman realidad. Porque siempre se puede hacer algo... si se está dispuesto a pagar un precio.

Y lo que es un escándalo es que no sepamos sus nombres ni en qué consistieron sus gestos, que solo hablemos de las victimas pero no de los que murieron resistiendo, anteponiendo la conmoción moral a cualquier otro interés o planteamiento.

Se juzgó y condenó a las bestias humanas. Es cierto. Pero hay algo oscuro en la evidencia de que no se pusiera el mismo esfuerzo en reivindicar la figura de estas personas que se les resistieron, portadores de lo mejor y más esencial del ser humano, de esa épica de la defensa de un planteamiento moral contra todo riesgo tan necesaria en todos los tiempos y en este sentido comparto con Arendt, la idea difícil de que esa cuidadosa y limitada conmoción de los muchos hace imposible la reivindicación del gesto de esos pocos, siempre para beneficio de los poderosos.

Y esa oscuridad existe porque vencedores y vencidos al final, cuanto todo pasases, nos querían mansos como ahora somos, fervientes defensores de las bondades de la obediencia, siempre bordeando la peligrosa frontera de la conmoción cuidadosa ante la injusticia.

Y luego llega el mecanismo de la negación dentro de cada individuo para tapar los huecos que queden por cubrir para que la dominación quede asegurada.

Porque por encima de la deslegitimación moral de la Alemania Nazi siempre ha existido un bien superior: el respeto de la autoridad del estado. Por éso, nunca se ha puesto énfasis en el reconocimiento de quienes se negaron a acatar la voluntad de una autoridad desde una obediencia civil que a casi todos los costó la vida. Tenía ciertos incómodos efectos colaterales y, después de todo, con la terrible desgracia de las víctimas había suficiente lección.

De hecho, el propio Eichmann basó su defensa en el acatamiento ciego de un orden establecido, el del estado nación, pero ya era demasiado tarde para él. Se había convertido en metáfora de una barbarie y por lo tanto en un comportamiento extremo de esa obediencia que se nos desea a todos como la mayor de las bendiciones que puede recaer sobre un ciudadano... pero él esperaba ser entendido y salvarse anclado en esa banalización del mal que es esconderlo tras la legalidad.

Y precisamente lo que pone en valor la posición de Eichman es un tema importante: el de los límites de la obediencia a una ley y a un orden establecido, el de la desobediencia civil... No es casualidad que no haya trascendido dentro del imaginario de la resistencia al nazismo los episodios de resistencia y desobediencia civil dentro de la propia Alemania y del propio ejército alemán o de la resistencia a la voluntad nazi en bastantes territorios ocupados. Los casos de Bulgaria y Dinamarca a este respecto son sorprendentes por si alguien quiere investigar en ellos.

Por increíble que parezca, la desobediencia civil de los resistentes no era algo edificante. Se trataba de un peligroso precedente.

Esa y no otra es para mi la razón de la increíble falta de interés por rescatar y subir a los altares a los mil y un  mártires de la resistencia civil bajo el dominio nazi. Hubiera sido más difícil rescatar la moralidad del resto del pueblo alemán, aquellos que obedientes hicieron lo correcto, no fueron activistas y dejaron de preguntarse de dónde veían las cenizas que les caían en el pelo, que se conmovieron lo justo, privándoles de un incómodo espejo en el que mirarse y en el que mirarnos las nuevas y futuras generaciones.

Y por eso no nos da demasiada vergüenza ahora, en estos tiempo, quedarnos en casa cuando tantas cosas están sucediendo.

Pero, y afortunadamente, están ellos. Si hay un mundo mejor, si alguna vez superamos todo ésto, el mundo futuro se lo deberemos a ellos, y no a nuestro diario silencio. Por eso, y por siempre, un respeto por los activistas, los que se atreven a pasar de las palabras a los hechos.

Ahora más que nunca.

El reino de los cielos de la verdadera libertad, no esta cosa vaga y lacia de la que disfrutamos mientras apenas la comprometemos, nace y muere con ellos.

martes, febrero 12, 2013

No entiendo por qué se dejan de lado las repercusiones que en lo estrictamente teológico y religioso tiene la dimisión del papa. Y es extremadamente sorprendente especialmente porque se trata de un institución religiosa cuyos efectos van más allá de lo administrativo, a la raíz del comportamiento moral quien olvida semejantes implicaciones. Pero lo cierto es que de religión es lo último de lo que los religiosos y creyentes hablan.
En pocas palabras, se supone que la voluntad de Dios se manifiesta a través del colegio cardenalicio y que el nombramiento del papa es un encargo que llega directamente desde el último piso, que no se puede rechazar porque, entre otras cosas, el creador no se equivoca... sus designios son inescrutables.
Pero ahora este insignificante detalle, la voluntad de Dios, se deja de lado.
Y entiendo los motivos personales que ha podido tener el anciano Ratzinger para dimitir de las responsabilidades que su propio Dios le ha investido, pero me sorprende que esa comprensión que la Iglesia muestra con Ratzinger no la muestre con otros, sometidos a los rigores de una vida injusta y miserable, que también no pueden seguir la inflexible voluntad del creador.
Y me pregunto si las circunstancias personales de una mujer que decide abortar no merecen ser tenidas en cuenta ni son tan importantes como las presuntas razones del propio Ratzinger, que imagino que no habrá dimitido por capricho, pero es que tampoco se comportan por capricho muchas personas cuyas conductas y acciones la iglesia desaprueba, cuando no condena.
Se que supone un desacato a la voluntad de Dios abortar o usar condón, pero me parece que para quienes, desde dentro de la iglesia disculpan al Papa, todavía hay clases.
Y volvemos a lo mismo, a la raíz de la corrupción que transversalmente asola nuestro mundo y nuestro tiempo: el desdoblamiento moral... lo que me exijo a mí y a los míos no es lo mismo que exijo a los demás, a los otros, entre otras cosas porque siempre encuentro una razón para entenderme, para disculparme, sobre todo si mi principio de placer entra en conflicto con las exigencias de la realidad o del principio del dolor... pero eso sí, no me importa tanto que los demás sufran.
Y está claro que ni siquiera el primero de los cristianos está a salvo de semejante corrupción.
Mal asunto.
THE LOVED ONE

Nacido en 1903 y muerto en 1966, Evelyn Waugh es uno de los grandes nombres de la heterodoxa variante satírica de la literatura británica. Aunque tiene alguna obra seria reconocida como la estupenda "Retorno a Brideshead", la obra de Waugh se caracteriza por un carácter vitriólico y mordaz aplicado a la crítica de los valores de la modernidad, centrándose especialmente en la alta sociedad y la aristocracia británica.

En 1947, Waugh hizo un viaje a Hollywood con el fin de explorar la posible adaptación al cine de "Retorno a Brideshead". Waugh nunca puso demasiado énfasis en el proyecto, pero su sentido crítico europeo se vió muy estimulado por el contacto con otra clase alta, la norteamericana, encarnada en las gentes del mundo del cine y quienes les rodean.

El resultado fue "The loved one", una divertida, ácida y satirica novela que ofrece la visión de Waugh acerca del naciente american way of live.

En 1965 fue adaptada al cine por Terry Southern, el mismo guionista de "Teléfono rojo: volamos hacia Moscú", escritor satírico, fundador del Nuevo Periodismo y guionista de otras películas de culto como "Barbarella" o "Easy  rider", lo cual añade otra vuelta de tuerca de mordacidad, y sobre un guión previo de otro ángel de la heterodoxia como fue el escritor Christopher Isherwood.

Y por si fuera poco, el proyecto se dejó en manos de Tony Richardson.

Richardon, jundo a Lindsay Anderson y Karel Reisz, compone la santísima trinidad del Free cinema británico, movimiento renovador del cine de las islas y equivalente a la nouvelle vague francesa. En sus comienzos Richardson mostró especial interés por mostrar en sus películas las peocupaciones, necesidades y constricciones de otra Gran Bretaña, la de las clases obreras y humildes, la marginalidad y la juventud. En esta fase, lo característico de Richardson es combinar el realismo social con el lirismo para la presentación de una serie de personajes: delincuentes, parados, madres solteras; sometidos a constricciones de todo tipo desde un planteamiento de lucha de clases.

Posteriormente, con su Tom Jones, una película de corte más convencional, obtuvo un éxito global que cristalizó en dos Oscars de Hollywood. Este éxito le permitió abordar una serie de proyectos de carácter muy heterogéneo, saltando de un género a otro, pero siempre conservando una cierta actitud crítica e irreverente propia del autor.

"The loved one" es la primera de todas, en 1965, dos años después de su maravillosa y loca Tom Jones, basada en el texto clásico y picaresco de Henry Fielding... que tengo que revisar un día de estos.

"The loved one" es lo que llamaría una película olvidada, una clásico a descubrir, que ofrece un retrato vitriólico y satírico, en cuya elaboración participan los talentos que he citado, de una locura, la locura capitalista, el absurdo de negocio llevado a los extremos, que hoy en día quizá esté más vigente que nunca.

Dennis (Robert Morse), un joven poeta inglés, viaja a la ciudad de Los Angeles para visitar a su tio Sir Francis, que trabaja para la industria del cine.

A través de los ojos de Dennis el espectador hará un viaje por determinados aspectos de la vida americana como es el negocio del cine y el negocio de las funerarias,. que servirán de metáforas para expresar una visión crítica de un estilo de vida enloquecido que parece poner precio a todo y cuya capacidad para etiquetar las cosas parece no tener fin.

Y ese maravilloso Mr. Joyboy que está a diez minutos de convertirse en uno de esos personajes soñados por el mismísimo Fellini.

Merece la pena verla.

lunes, febrero 11, 2013

TROUBLE WITH THE CURVE

Vaya por delante que "Trouble with the curve" no es en absoluto una película redonda.

Por encima de todo "Trouble with the curve" es una de esas historias que no terminan de sacar todo lo que llevan dentro, que no terminan de explicarse de manera sincera al espectador optando por la facilidad del cliché y lo previsible para mostrarse y buscar su aceptación. No se si por timidez o por falta de talento o por las dos cosas el que les escribe intuye en esta película una historia mejor que la que acaba siendo contada.

En "Trouble with the curve" subyace la tensión generacional que Eastwood como creador ha plasmado en bastantes de las películas que componen la filmografía de sus últimos años como cineasta. La visión de un mundo nuevo que ha cambiado a peor observada desde la amargura de alguien que ha tenido la desgracia de vivir lo suficiente como para ver su mundo desaparecido. Frente a esa mirada nostálgica de ese tiempo convertido en un irrecuperable paraíso perdido se contrapone el infierno real y presente de un mundo actual mercantilizado y desnaturalizado, donde los valores grupales y comunitarios han perdido el sentido y todo parece guiado por un desconsiderado interés hacia lo accesorio que en absoluto tiene en cuenta los verdadero y esencial.

Sobre esta tensión el viejo Eastwood ha compuesto un personaje entre huraño y nostálgico que ha repetido puntualmente en todas sus últimas apariciones como actor, desde la infravalorada "Space Cowboys" hasta esta "Trouble with the curve", desarrollando en paralelo una labor de director cuyos trabajos se han dedicado bien a mostrar a ese personaje y ese conflicto entre su mirada y la realidad, bien a mostrar en otras obras que suceden en un tiempo pasado lo mejor del modo de ser perdido.

No es extraño que el viejo Eastwood abandonase su declarado retiro como actor tras "Gran Torino".

En esta película, el director Robert Lorentz, criado a los pechos del maestro como asistente o director de la segunda unidad, ofrece a Eastwood la posibilidad de continuar con su cruzada con un personaje enteramente hecho a su medida.

En "Trouble with the curve", Eastwood interpreta a Gus, un veterano ojeador de beisbol que se enfrenta al cuestionamiento del tiempo y de quienes le rodean y dudan de sus capacidades. El consejo de un buen amigo pondrá a su hija, Mickey, una magnífica Amy Adams, como escolta de viejo Gus en el desempeño de su trabajo visionando partidos y jugadores en el circuito de promesas de las dos Carolinas.

El carácter de Gus chocará con el de su hija dentro de una relación familiar que guarda cuentas pendientes, pero chocará también con la moderna visión tecnificada de su trabajo, lleno de jóvenes que creen saberlo todo y en el que no parece haber lugar para el saber y la intuición de los veteranos.

El punto de partida es perfecto... y además está el béisbol como metáfora de lo mejor del estilo de vida americano como marco incomparable donde desplegar el interés de Eastwood por reivindicar una manera de ser, pero "Trouble with the curve", sin resultar en absoluto despreciable, no termina de dar en la tecla que le permita dar el salto del nivel "una película más" al más elevado nivel de "película para recordar".

En cualquier caso, tiene sus momentos.

Aceptable.

EL AÑO PASADO EN MARIENBAD

En un abigarrado y geométrico "chateau" versallesco, un hombre intenta persuadir a una mujer casada para que abandone a su marido y se fugue con él. Pese a sus esfuerzos cada vez más desesperados, la mujer parece no recordar la promesa de escapar con él que le hizo el año anterior, en Marienbad.

Dirigida en 1961 por el francés Alain Resnais "El año pasado en Marienbad" es por encima de todo, y a mi entender, un estimulante ensayo filosófico, puesto en imágenes, sobre la soledad y el sentido.

Del mismo modo que hombre y mujer no se ponen de acuerdo sobre lo sucedido en el pasado verano, tampoco coinciden en la interpretación que los dos hacen de un grupo escultórico de los muchos que figuran en los versallescos jardines del "chateau". Mientras él cree que el hombre protege a la mujer de un peligro, ella ve a ella indicándole a él la presencia de algo maravilloso.

Ambos ponen de manifiesto, en la interpretación del verano y de la estatua, el abismo que les separa generando como primera y principal consecuencia la imposibilidad de una verdadera y completa comunicación entre los dos. Y el resultado de esa incomunicación es la soledad que la poética realización de Resnais pone de manifiesto presentando a los personajes aislados y estilizados como maniquíes en el aplastante escenario que componen tanto los abigarrados y barrocos interiores como los geométricos y amplios jardines del chateau.

El resultado es una suerte de retablo en el que los personajes caminan como fantasmas perdidos en el laberinto de un propio sentido que. amargamente, resulta incomprensible para el otro, un paisaje frío y nihilista de estilizada incomunicación en el que la comprensión no viene del entendimiento sino de la cesión del más débil hacia el deseo del más fuerte, como sucede en el melancólico final de la historia.

Pese a algunos momentos que resultan excesivos dentro de lo ya oscuro y complejo de la fórmula propuesta o que resultan directamente demasiado pedantes (y que ponen las cosas difíciles al espectador de buena voluntad), "El año pasado en Marienbad" transmite un mensaje complejo que hunde sus raíces en lo mejor del pensamiento existencialista. Desprovisto del referente colectivo que proporcionaban lo que los postmodernos llaman grandes relatos, el hombre se ve relegado al relato justificador de la propia subjetividad, del propio sentido y del propio deseo, el resultado es un individualismo moral que genera un espacio de subjetividades autojustificadas insertas en un mundo vacío de sentido, que se convierte en mero escenario para el juego de las necesidades y los deseos de los individuos que siguen un camino propio, inasequible al entendimiento de los otros.

El resultado es este frío infierno de otros que Resnais tan aplicadamente nos muestra en su propuesta cinematográfica (que en algunos aspectos casi se asemeja a una suerte de paleo videoarte), un infierno del que es metonímica piedra de toque la inasequible belleza de ella, la inolvidable actriz y directora Delphine Seyrig..

Difícil obra maestra.



Los papas no dimiten desde hace siglos y esto no es una casualidad.
No dimiten porque su nombramiento es voluntad de Dios... y salvo que Dios les diga personalmente que lo dejen, cosa imposible porque no existe, un papa que dimite iría en contra de los dictados de la divinidad. Entiendo que, si crees realmente en tu creador, la elección esun encargo que no puedes rechazar, como si el El Padrino te pidiera reemplazar a Luca Brasi.
No puedes negarte.
Y ante dios, cuyos designios son inescrutables, uno puede ser cualquier cosa menos una nenaza. En este sentido, este papa resignante debería mirarse en el espejo de su predecesor, un recio polaco que se vestía por los pies y que  aguantó hasta incluso después de perder la salud.
No es un chollo ser papa, desde luego.
Los que lo son se convierten en instrumentos de la voluntad de dios y pastores de un rebaño, la responsabilidad es inmensa,... pero este papa ha hecho una excepción consigo mismo, una excepción que por cierto y con severidad no permite a otros, como las mujeres que abortan, a los que intenta imponer la voluntad de Dios incluso cuando no son creyentes.
Desde fuera, siempre me pareció que este papa era un papa moderno, pero no en el sentido de estar en Internet o de aparecer en los medios sino en el sentido de ser un funcionario, un funcionario que cree más en la organización que en el propio dios y que por lo tanto puede poner los rigores de lo físico entre sus deberes y lo moral... de su moral... como ahora Benedicto ha hecho anteponiendo la paz de unos últimos años terrenales al premio de esa vida eterna a la derecha del padre a la que los cristianos aspiran.
Lo creo y lo mantengo: un creyente de verdad jamás dimitiría.
Y en lo personal esta dimisión revela la tragedia personal de un creyente que no cree porque uno no puede engañarse a si mismo todo el tiempo.
Y en lo colectivo esta dimisión no hace otra cosa que mostrar las vergüenzas de una creencia que agoniza y de un Dios que también muere porque, y pese a su palabra, quienes creen en él lo están dejando morir. Esa realidad de la que tanto se habla, lo hace en su contra. El mundo al que vamos, el mundo de la globalización y de precariedad, es cualquier cosa menos cristiano.
Y muchos de los que se dicen creyentes son sus inflexibles agentes.
Y recordemos que, si mal no recuerdo, Jesucristo expulsó a los mercaderes a latigazos de la casa de su padre.
Mi candidato es Mario Draghi.


martes, enero 29, 2013

HOLY MOTORS

Fascinante, buñuelesca y muy difícil de ver.

"Holy motors" es la nueva locura del loco director francés Leos Carax... sublime locura.

La historia nos cuenta un día entero en la vida de un misterioso personaje con nombre, señor Oscar, magníficamente interpretado por Denis Lavant, el actor de cabecera de Carax y como se suele decir alter ego del director.

Este personaje se dedica a recorrer Paris en una enorme limusina en cuyo interior tiene todo lo que necesita para encarnar una serie de personajes a los que interpreta en una serie de situaciones que nada tienen que ver la una con la otra: modelo, monstruo, padre de familia, mendigo.

Poco a poco, con cada hora que pasa, con cada personaje que encarna, el misterioso protagonista irá acumulando un melancólico cansancio que seguramente es de índole física, pero sin duda también metafísica, un cansancio que culmina en el revelador plano en que apura un último cigarro antes de entrar en la casa e interpretar su último personaje del día: el de padre de familia.

En esa sola secuencia se transparenta, junto a esa cansada melancolía, el absurdo de un modo de vivir que el protagonista parece aceptar de una manera resignada y consciente, como si vivir fuese aquel oficio destructor del que el poeta Pavese hablaba.

Y en esa nostalgia hay muchas cosas, pero sobre todo la nostalgia de una comunidad, de un colectivo al que realmente se pertenece y cuya pertenencia proporciona una identidad que se mantiene estable a lo largo de un día, a lo largo de los diferentes y deslabazados roles que, como un actor, el individuo desempeña a lo largo del día.

Y en este sentido este misterioso personaje se convierte en metáfora del hombre actual desprovisto del sólido sentido de la identidad que proporciona la conciencia de pertenecer a un colectivo y arrojado diariamente al absurdo de una vida que, como un ciego mecanismo sin fin, le propone el desempeño de diferentes tareas y obligaciones, de diferentes roles. que, como un espectáculo, se interpretan para un fantasmagórico público que nunca termina de estar presente.

"Holy Motors" es cine puro, generador de imágenes potentes... aunque, tras el ruido y la furia que generan otras imágenes mas sensacionales y sensacionalistas a lo largo de la película, la más potente de todas sea ese último cigarrillo que el protagonista se permite bajo el cada vez más insoportable peso del absurdo en que está sumido.

"Holy Motors" pone por obra ante los ojos del espectador un vacío, la imposibilidad de ser en el incesante baile de sucesivas máscaras que el absurdo de la realidad en que se muestran ordena como estilo de vida al protagonista, un estilo de vida que el personaje acepta con absoluta obediencia y profesionalidad aunque poco a poco el hecho de ser un profesional se la vaya quedando corto, demasiado corto.

Obra maestra.

sábado, enero 19, 2013


Delicadamente engarzado en su silencio,
con maneras de continente perdido
esperando la mirada y el momento de ser descubierto
se encontraba la exacta forma de su secreto.

Era como una huella abandonada sobre la arena,
contorno y limites existiendo de una forma vaga,
reflejo que deslumbra,
entreverado espejismo,
titilante luz apenas sentida en la distancia.

Un complejo misterio
cifrándose y descifrándose
en las vueltas y revueltas
de su simple y hermoso estar tendido
como recién lavado,
al mar, la arena y el viento

domingo, enero 13, 2013

Así es...

"La deshonestidad en el discurso político que padecemos los ciudadanos es formidable. Pretenden decirnos que no es así; que, bien al contrario, es muy honesto porque nos cuenta lo que pasa con rectitud. Como cuando el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, comparece tristemente ante nosotros para anunciarnos que hace “lo único que puede hacer”.
En eso consiste la deshonestidad política: lo que se pretende es mantener la realidad, no transformarla. Se hacen discursos llenos de lo que alguien calificó muy felizmente como “acelerones en punto muerto”, que dejan el coche donde estaba y la realidad sin tocar."
(leer más)

viernes, enero 04, 2013

NICE & DRUNK

Sonaba la última canción
y ardía entre sus dedos el último cigarrillo.
Hasta el propio Gatsby había ya desaparecido,
dejando que la fiesta languideciera a su suerte,
abandonada a la deriva,
flotando como el naufragio
todavía por naufragar que en verdad era,
inexorablemente dirigida contra los acantilados
de un amanecer inevitable que ya destellaba
purpura, naranja y frambuesa en la lejanía.

Sonaba la última canción
y esa alucinación podría ser tan cierta
como el proteico y cambiante humo gris
que con lentitud exhalaban sus pulmones
como si no fueran suyos
y él ya no estuviera allí….

martes, enero 01, 2013


La ciudad está llena de oficinistas
que miran a un lado y a otro
cada vez que pasan una página
o trazan su firma, más o menos inteligible,
sobre el diario engaño del blanco papel
que se extiende ante sus ojos puntual cada mañana.

Y es perfectamente entendible…

Bajo el estimable peso de esos cientos de pequeñas palabras
que constantemente se pronuncian o escriben en su nombre,
pero que incesantemente  se les escapan de entre las manos
como arena del desierto o agua de la playa
temen que ninguna precaución baste
y terminen con la poca esperanza que les resta
devorada por uno de esos voraces animales de traje azul
que, si nada quieren, parecen tan humanos como ellos
pero que, si algo desean, agazapados les aguardan
tras la perfecta trama del respeto y los modales,
calculando incansables las probabilidades
y las posibilidades de todo,
sin tener jamás suficiente de nada
perfectamente lavados, planchados, peinados y vestidos.

lunes, diciembre 24, 2012

Ni por ser más viejo
Ni tampoco por más diablo.
Se es más sabio por resucitado.
Por de entre los muertos sobrevivir
a las inaplazables circunstancias
que deparan el tiempo y el espacio,
a los inevitables desastres
que siempre acompañan
a lo que por naturaleza es frágil,
a los pequeños y grandes
apocalipsis personales
que siempre suceden puntuales.
Por sobreponerse a las heridas
que, con manos blancas o negras,
la vida tan inocentemente infringe.
Por aprender a reconocer
la tipología de diferentes filos
que ciegamente las producen
cada vez como si fuera la primera.
Por no permitir que esa heridas
vivan tu vida voraces y yermas por ti.
Por dejar ser para poder existir…
                                                      supongo.
Todo lo supongo.

lunes, diciembre 17, 2012

El presidente de la Comunidad de Madrid, a favor de una gestión privada del Apocalipsis...

domingo, diciembre 16, 2012

EL HOBBIT

Por encima de todo la obra literaria homónima en que se inspira esta película de Peter Jackson, que Tolkien ideó inicialmente con la única intención de entretener a sus hijos, los británicos son así de civilizados, es un novela de iniciación a la vida (en la Tierra Media, pero a la vida después de todo) del joven y poco experimentdo Bilbo Bolsón.

Como bien le dice Gandalf al comienzo de la historia, si Bilbo decide aceptar el viaje, la aventura, regresará cambiado. No será nunca más el mismo.

Y en este sentido, y dejando de lado los aspectos mas fantásticos del relato, El Hobbit no es una historia en absoluto despreciable. Todo lo contrario, se trata de un relato iniciático como ese Dios que jamás ha existido manda.

El material es bueno y, de cara a su adaptación cinematográfica, sólo necesitaba de alguien con el suficiente talento como para entenderlo y afortunadamente Peter Jackson lo es.

Se decía del ya fallecido David Lean que era el único profesional dentro de la industria capaz de realizar proyectos de más de dos horas conservando el ritmo y la unicidad del relato en todo momento, porque no hay nada más difícil que hacer una película de larga duración sin perder el pulso de la narración ni por un momento. Y está claro que Peter Jackson es digno sucesor del genial director británico.

Ya lo demostró en la trilogía de El señor de los anillos y vuelve  hacerlo con esta primera entrega de lo que va a ser una segunda trilogía en torno a El Hobbit, obra que cronológicamente tanto fuera como dentro del mundo mítico de Tolkien precede a la anterior.

Hacía tiempo que no disfrutaba del sentimiento infantil "pero se acaba ya" que sentí cuando fui consciente de que las casi tres horas de duración de la película habían pasado en un suspiro y la película llegaba a su fin.

De hecho, El Hobbit ha conseguido que quiera volver a escribir sobre un película este blog... y eso que no he dejado de ver cine desde el último comentario.

Porque El Hobbit es un obra maestra que nada tiene que envidiar a sus predecesoras de El señor de los anillos", compartiendo con ellas todo lo mejor: la espectacularidad de la narración, el sentido pictórico de todas y cada una de las imágenes, la épica de la lucha contra el mal y la épica también de la reivindicación del bien, de la bondad y de la generosidad en un mundo cada vez más oscuro en el que triunfan relatos más cínicos como Juego de Tronos... Pero contando en su beneficio con el hecho de que la historia que Tolkien nos narra en El Hobbit es mucho mejor.

El maravilloso e inolvidable viaje de Bilbo con Gandalf y la mágica y alegre compañía de enanos ha comenzado y Jackson consigue que seamos uno más.

Obra maestra.



viernes, diciembre 14, 2012


No hay más cera que la que arde
ni más luz que la que brilla
pero por ahora bastan…

Y además está la eterna danza del mar.
Y también la eterna sombra alargada
que proyectan las dudas  y las preguntas…

¿Qué son todos estos años comparados con este instante?
Éste en el que el corazón late
¿Qué son todos estos años comparados con el tiempo del mar?
Éste que los ojos contemplan.

Preguntas que sobrevuelan
el misterio de una posible respuesta
que justifique la inevitable traición del tiempo,
lo olvidado y lo que está aún por olvidar,
como efímeras mariposas blancas de blanca espuma centelleante
que se esconden esquivas entre sus labios.

Es cierto.
No hay más cera que la que arde
Ni más luz que la que brilla
Pero el verdadero misterio es descubrir
que Itaca no era una ciudad,
que en realidad era una playa
a espaldas de una tierra no tan firme
y a la espera de un mar
que nunca termina completamente de llegar.