Dirigida en 1928 por el sueco Victor Sjöström, "El viento" es una de las grandes películas del último cine mudo.
Se trata de un melodrama en el que su protagonista Letty, interpretada por Lillian Gish, pasará de la civilizada y tranquila Virgina a las duras condiciones de vida en el estado de Texas.
Esta dureza del territorio estará encarnada y resumida por el viento que constantemente azota el territorio donde los rancheros se han asentado e intentan salir adelante.
Asimismo, Letty se convertirá en el vértice de un triangulo amoroso que protagonizarán el ranchero Lige y el comerciante Roddy, ambos representarán a su vez y respectivamente el definitivo anclaje en ese territorio inhóspito y una posibilidad de escape.
Ambas exigirán un precio elevado de pagar para la protagonista quién a lo largo de toda la historia se ve sometida a una constante presión que el viento simboliza con su constante presencia: presión por adaptarse a una nueva y difícil vida, presión para elegir entre el hombre que la obligará a permanecer en el territorio o el hombre que la ofrece escapar.
Lillian Gish ofrece una magnífica interpretación de Letty, mostrando en su estar los efectos desgarradores de esa inclemente presión que las nuevas circunstancias de su vida le deparan; presión que conducirá inevitablemente al desgarramiento dramático de un final en que la muerte estará presente.
Un final impuesto a Sjöström que por otra parte resulta demasiado apresurado y acomodaticio, y que en absoluto se corresponde con la escalada dramática que el director propone a lo largo de toda la película y que en absoluto parece dejar lugar a la posibilidad del final feliz que efectivamente se produce.
En cualquier caso, y pese a su decepcionante final feliz, "El viento" es un extraordinario espectáculo visual que recuerda al espectador que el cine nunca ha necesitado hablar para ser poderoso y elocuente.
Los planos de la arena impulsada por el viento como metáfora de las ineludibles exigencias de la realidad que Letty debe afrontar en su nueva vida definen un contexto duro e inapelable que poco a poco van haciendo mella, erosionando, su carácter.
Brillante.
Se trata de un melodrama en el que su protagonista Letty, interpretada por Lillian Gish, pasará de la civilizada y tranquila Virgina a las duras condiciones de vida en el estado de Texas.
Esta dureza del territorio estará encarnada y resumida por el viento que constantemente azota el territorio donde los rancheros se han asentado e intentan salir adelante.
Asimismo, Letty se convertirá en el vértice de un triangulo amoroso que protagonizarán el ranchero Lige y el comerciante Roddy, ambos representarán a su vez y respectivamente el definitivo anclaje en ese territorio inhóspito y una posibilidad de escape.
Ambas exigirán un precio elevado de pagar para la protagonista quién a lo largo de toda la historia se ve sometida a una constante presión que el viento simboliza con su constante presencia: presión por adaptarse a una nueva y difícil vida, presión para elegir entre el hombre que la obligará a permanecer en el territorio o el hombre que la ofrece escapar.
Lillian Gish ofrece una magnífica interpretación de Letty, mostrando en su estar los efectos desgarradores de esa inclemente presión que las nuevas circunstancias de su vida le deparan; presión que conducirá inevitablemente al desgarramiento dramático de un final en que la muerte estará presente.
Un final impuesto a Sjöström que por otra parte resulta demasiado apresurado y acomodaticio, y que en absoluto se corresponde con la escalada dramática que el director propone a lo largo de toda la película y que en absoluto parece dejar lugar a la posibilidad del final feliz que efectivamente se produce.
En cualquier caso, y pese a su decepcionante final feliz, "El viento" es un extraordinario espectáculo visual que recuerda al espectador que el cine nunca ha necesitado hablar para ser poderoso y elocuente.
Los planos de la arena impulsada por el viento como metáfora de las ineludibles exigencias de la realidad que Letty debe afrontar en su nueva vida definen un contexto duro e inapelable que poco a poco van haciendo mella, erosionando, su carácter.
Brillante.