Los antropólogos nos advierten con sensatez sobre las recetas de “crecimiento” que toleren sin más la existencia de una clase permanentemente empobrecida, pero la gente de Mission Hills no se altera lo más mínimo. Puede que sean demasiado educados para decirlo en voz alta, pero saben que la pobreza tiene su lado positivo. La pobreza es rentable. La pobreza hace que las acciones suban y la mano de obra baje.
martes, enero 10, 2017
The capitalist state, Bob Jessop
"Industria de la ideología", un término muy afortunada para una realidad que pasa por ser medios de comunicación:
"This is accompanied by a massive extension of monopoly control over the means of mental production such as education, advertising, and the mass media. Indeed, following the transition from the nightwatchman state with its limited franchise to the interventionist state with its popular suffrage, monopoly capital is obliged to intensify its ideological control over voters and a veritable ‘ideology industry’ has been created by the state and monopolies".
"This is accompanied by a massive extension of monopoly control over the means of mental production such as education, advertising, and the mass media. Indeed, following the transition from the nightwatchman state with its limited franchise to the interventionist state with its popular suffrage, monopoly capital is obliged to intensify its ideological control over voters and a veritable ‘ideology industry’ has been created by the state and monopolies".
viernes, enero 06, 2017
Trump, Brexit y el ardor
Perezosamente anclada en los viejos discursos de siempre, la políica "mainstream", la responsable y constructiva, la formal, tampoco es que haya hecho demasiado por impedir la ocurrencia de esos eventos que, como el Brexit o la victoria de Trump, van en contra de esa agenda cuyos propósitos de dominación ya se confunden sin ambages con lo correcto,
Confiada en que hay cosas que no serán votadas porque sencillamente son pecado se ha limitado a subir a los púlpitos y recitar su parte y ahora, en la derrota, se limita a ser ese que no es traidor y que avisa de catástrofes futuras, como si la política ya fuese una fuerza de la naturaleza como los terremotos y los huracanas para cuyos azotes hay que prepararse y no una obra humana y como tal resultado de la humana voluntad.
Aceptando el principal argumento de la radical imposibilidad de su puesta en obra, no se entiende que los discursos populistas tienen algo bueno y eso que es bueno es algo tan esencial como ofrecer esperanza.
Frente a los políticos que se encogen de hombros y se limitan a argumentar que nada se puede en contra de la realidad, los discursos populistas ofrecen la esperanza de poder.
Y esta esperanza conecta con el deseo de la mayorías de no resignarse a hacer lo que se les manda y estar responsablemente jodidas.
El plenipotenciario yo de la sociedad de consumo, el que todo lo puede desear y conseguir si con la suficiente fuerza lo desea, de pronto se encuentra sometido a un ámbito restringido donde no todo es posible.
En política no se puede desear cualquier cosa, pero, y sin embargo, los discursos populistas les ofrecen esa cualquier cosa y a ella se entregan, porque así están siendo educados y socializados.
Los discursos populistas son discursos del deseo y frente a ellos poco se puede hacer porque es consustancial a nuestro capitalismo de consumo la ausencia de responsabilidad frente al propio deseo.
Y por supuesto, tampoco se hace pedagogía al respecto.
No se enseña la necesidad de responsabilidad porque, y ante personas verdaderamente responsables para con ellos mismos, el futuro y el planeta, este sistema del que emana la política no sería posible.
Es el ardor del deseo el que nos gobierna.
Y hay una relación directa entre la esperanza y ese deseo.
Y a través de esa esperanza debería regresar la verdadera política, la que tiene que ver con la estructuración de esa esperanza, la que nos lleva a preguntarnos por qué hay personas que piensan que cosas hechas por el hombre no pueden ser cambiadas, transformadas.
Pero aun no hemos llegado ahí.
Todavía nos debatimos entre populistas y formales, pero ese ardor del deseo está ahí, intacto en aquellos que no se resignan a ocupar el papel de responsablemente perjudicados dentro de una realidad hecha a medida de otros que son beneficiados, que es su propiedad y como tal es una marca registrada.
Pura dialéctica, pura historia todavía en movimiento.
Por eso la mayoría vota soluciones que según el pensamiento responsable y formal les perjudica.
Porque en el fondo no se conforman, porque verdaderamente quieren algo mejor y si no pueden conseguirlo saliendo por la puerta, están dispuestos a conseguirlo saltando por la ventana.
Es el ardor.
Confiada en que hay cosas que no serán votadas porque sencillamente son pecado se ha limitado a subir a los púlpitos y recitar su parte y ahora, en la derrota, se limita a ser ese que no es traidor y que avisa de catástrofes futuras, como si la política ya fuese una fuerza de la naturaleza como los terremotos y los huracanas para cuyos azotes hay que prepararse y no una obra humana y como tal resultado de la humana voluntad.
Aceptando el principal argumento de la radical imposibilidad de su puesta en obra, no se entiende que los discursos populistas tienen algo bueno y eso que es bueno es algo tan esencial como ofrecer esperanza.
Frente a los políticos que se encogen de hombros y se limitan a argumentar que nada se puede en contra de la realidad, los discursos populistas ofrecen la esperanza de poder.
Y esta esperanza conecta con el deseo de la mayorías de no resignarse a hacer lo que se les manda y estar responsablemente jodidas.
El plenipotenciario yo de la sociedad de consumo, el que todo lo puede desear y conseguir si con la suficiente fuerza lo desea, de pronto se encuentra sometido a un ámbito restringido donde no todo es posible.
En política no se puede desear cualquier cosa, pero, y sin embargo, los discursos populistas les ofrecen esa cualquier cosa y a ella se entregan, porque así están siendo educados y socializados.
Los discursos populistas son discursos del deseo y frente a ellos poco se puede hacer porque es consustancial a nuestro capitalismo de consumo la ausencia de responsabilidad frente al propio deseo.
Y por supuesto, tampoco se hace pedagogía al respecto.
No se enseña la necesidad de responsabilidad porque, y ante personas verdaderamente responsables para con ellos mismos, el futuro y el planeta, este sistema del que emana la política no sería posible.
Es el ardor del deseo el que nos gobierna.
Y hay una relación directa entre la esperanza y ese deseo.
Y a través de esa esperanza debería regresar la verdadera política, la que tiene que ver con la estructuración de esa esperanza, la que nos lleva a preguntarnos por qué hay personas que piensan que cosas hechas por el hombre no pueden ser cambiadas, transformadas.
Pero aun no hemos llegado ahí.
Todavía nos debatimos entre populistas y formales, pero ese ardor del deseo está ahí, intacto en aquellos que no se resignan a ocupar el papel de responsablemente perjudicados dentro de una realidad hecha a medida de otros que son beneficiados, que es su propiedad y como tal es una marca registrada.
Pura dialéctica, pura historia todavía en movimiento.
Por eso la mayoría vota soluciones que según el pensamiento responsable y formal les perjudica.
Porque en el fondo no se conforman, porque verdaderamente quieren algo mejor y si no pueden conseguirlo saliendo por la puerta, están dispuestos a conseguirlo saltando por la ventana.
Es el ardor.
martes, noviembre 15, 2016
"En junio de 2015 Donald Trump anunció su candidatura a la presidencia e inmediatamente se irguió en candidato apoyado en la fuerza de su agresiva posición antiinmigración. Como contaba con su propio dinero y fama basada en sus medios, Trump no necesitaba recurrir a la música pro austeridad, pro inmigración y pro libre comercio a la que habían apelado otros candidatos par sacudir el árbol del dinero de los grandes constribuyentes del Partido Republicano. No tenía nada más que anunciar su candidatura diciendo que todo estaba corrompido y él era el único en que cabía confiar y que no tenía un supercomité de acción política. Y podía hablar a los votantes republicanos de clase trabajadora que habían sido dejados de lado en el marco económico vigente diciendo que iría a por China y les proporcionaría seguridad social y Medicare y perseguiría a los artistas de la estafa de los fondos especulativos.
Les pareció bien. Durante décadas se les había dicho, por razones partidistas, que Washington era corrupto y que todos los políticos de Washington eran malos y corruptos. Ahora, por fin, tenían a alguien que podía decir esas cosas sin encarnar los signos de tales defectos, alguien que podía, por fin, aludir en voz alta a todas las acciones corruptas que perpetraban las mismas figuras del propio establishment republicano"
(Polarización política y perspectiva futura de los partidos norteamericanos, Lee Drutman)
Les pareció bien. Durante décadas se les había dicho, por razones partidistas, que Washington era corrupto y que todos los políticos de Washington eran malos y corruptos. Ahora, por fin, tenían a alguien que podía decir esas cosas sin encarnar los signos de tales defectos, alguien que podía, por fin, aludir en voz alta a todas las acciones corruptas que perpetraban las mismas figuras del propio establishment republicano"
(Polarización política y perspectiva futura de los partidos norteamericanos, Lee Drutman)
viernes, noviembre 11, 2016
Paradojas del populismo
Si somos realmente demócratas deberíamos tener claro que lo mismo vale el voto de un catedrático de Berkeley que el voto de un empleado de una gasolinera en medio de alguna ninguna parte de Wyoming.
La virtud de Trump, una virtud que hay que reconocerle, es haber conseguido que ese blanco de Wyoming se decidiera a votar por primera vez en mucho tiempo.
La victoria de Trump se ha basado en una genial solución "out of the box" de la política norteamericana, una política que durante mucho tiempo ha seguido la agenda de luchar por el voto de las principales minorías y, al mismo tiempo, ignorando la existencia de ese elefante en la habitación que era la mayoría blanca. Trabajadores de cuello azul y blanco despojados y degradados por el proceso de deslocalización que implica la globalización.
En sus reflexiones post-electorales, los propios demócratas reconocen haberlos dejado de lado, pero lo cierto es que existían a merced de un astuto oportunista como Trump, un Trump que no ha hecho otra cosa que hablar a las tripas del corazón de una américa deseosa de revancha, pero también ante el impotente escándalo de la otra américa, que no ha hecho otra cosa que descalificarle convirtiendose así en su principal agente reclutador de votos.
Y lo cierto es que el populismo existe, pero no es menos cierto que en los países del primer mundo también existen esas bolsas de mayorías descontentas y que ven degradadas sus condiciones de vida, incapaces de disfrutar de la opulencia que les rodea como ciegos en Gaza.
Y lo peor es que la política tradicional una vez más se equivoca tomando el efecto por causa, convirtiendo en problema al populismo cuando en realidad el problema es la existencia de esas bolsas de descontento que van a la abstención y que se convierten en una ignorada gran mayoría a la espera de tipos astutos como Trump.
Por ahora, y en nuestro país, Rajoy puede referirse a una poderosa realidad frente a cuyos matemáticos designios uno debe plegarse mientras las filas del abstencionismo se engrosan a la espera de la llegada de alguien como Trump. Pero ese alguien no tardará en llegar porque una sociedad no puede nunca construirse a la espalda de las mayorías y lo que ha sucedido en los Estados Unidos es una toma de contacto con su propia realidad después de años de neurosis.
Nada más sano que conocer la propia sombra y en los Estados Unidos esa mayoría que Trump ha invocado es real, es el monstruo que la tendencia totalitaria del capitalismo de consumo genera, una tendencia a la ignorancia que es buena mientras esté desmovilizada politicamente que es como habia estado, calladita y sin molestar, hasta que ese aprendiz de brujo llamado Trump se ha atrevido a invocar.
Por eso criticar a Trump o a esa América es lo más cómodo, otro síntoma más de la brutalización y degradación a la que la sociedad de consumo nos somete. La única diferencia es que ese sintoma afecta ahora a los estratos ilustrados que parecen contentarse con patalear desde la superioridad moral.
Pero nuestro problema no es Trump sno el estilo de vida que llevamos.
Y deberíamos estar agradecidos a Trump por ofrecernos la viva imagen de esa sombra que también forma parte de la sociedad en que vivimos.
Esas mayorías desafectas no están conformes con quedarse fuera de la fiesta y existen a merced de populistas. dispuestas a agitarse para sorpresa y escandalo de un establishment que, como minimo, ya se cree su propia mentira.
En nuestros sueños, Hillary debiera haber ganado, tendría que ganar, pero todavía no comprendemos que se trata de eso, de un sueño.
Porque lo cierto es que Clinton consiguió sus números y podría haber ganado si los que siempre se callan hubieran seguido en silencio y no nos hubieran reventado la fiesta perpetua de los elegidos.
Por eso, no hay nada más democrático ahora mismo que el propio populismo, dedicado a dar voz a esa masa silenciosa que es peligrosa porque es incontrolable, porque se trata de unos otros que empiezan a construir su identidad a espaldas de nuestro mundo de elegidos. manifestando una irrecuperable escisión que hace imposible ese concepto de sociedad integrada en el que todavía creemos vivir.
El mundo sigue cambiando.
El movimiento perpetuo de la dialéctica continúa.
Nos pongamos como nos pongamos, la historia no se detiene.
La tésis sigue generando su antitesis,
Y por ahora hemos escogido la solución menos humana, la menos inteligente: meter la cabeza en un agujero y descalificar.
Pero entérate de que ésto va mucho más allá de un señor terrible que manipula a una mayoría para ganar unas elecciones, que ésto tiene que ver con una sociedad y un estilo de vida incapaz de generar bienestar para todos sus miembros y que, como es lógico, los perjudicados no se van a callar.
Humano, demasiado humano.
La virtud de Trump, una virtud que hay que reconocerle, es haber conseguido que ese blanco de Wyoming se decidiera a votar por primera vez en mucho tiempo.
La victoria de Trump se ha basado en una genial solución "out of the box" de la política norteamericana, una política que durante mucho tiempo ha seguido la agenda de luchar por el voto de las principales minorías y, al mismo tiempo, ignorando la existencia de ese elefante en la habitación que era la mayoría blanca. Trabajadores de cuello azul y blanco despojados y degradados por el proceso de deslocalización que implica la globalización.
En sus reflexiones post-electorales, los propios demócratas reconocen haberlos dejado de lado, pero lo cierto es que existían a merced de un astuto oportunista como Trump, un Trump que no ha hecho otra cosa que hablar a las tripas del corazón de una américa deseosa de revancha, pero también ante el impotente escándalo de la otra américa, que no ha hecho otra cosa que descalificarle convirtiendose así en su principal agente reclutador de votos.
Y lo cierto es que el populismo existe, pero no es menos cierto que en los países del primer mundo también existen esas bolsas de mayorías descontentas y que ven degradadas sus condiciones de vida, incapaces de disfrutar de la opulencia que les rodea como ciegos en Gaza.
Y lo peor es que la política tradicional una vez más se equivoca tomando el efecto por causa, convirtiendo en problema al populismo cuando en realidad el problema es la existencia de esas bolsas de descontento que van a la abstención y que se convierten en una ignorada gran mayoría a la espera de tipos astutos como Trump.
Por ahora, y en nuestro país, Rajoy puede referirse a una poderosa realidad frente a cuyos matemáticos designios uno debe plegarse mientras las filas del abstencionismo se engrosan a la espera de la llegada de alguien como Trump. Pero ese alguien no tardará en llegar porque una sociedad no puede nunca construirse a la espalda de las mayorías y lo que ha sucedido en los Estados Unidos es una toma de contacto con su propia realidad después de años de neurosis.
Nada más sano que conocer la propia sombra y en los Estados Unidos esa mayoría que Trump ha invocado es real, es el monstruo que la tendencia totalitaria del capitalismo de consumo genera, una tendencia a la ignorancia que es buena mientras esté desmovilizada politicamente que es como habia estado, calladita y sin molestar, hasta que ese aprendiz de brujo llamado Trump se ha atrevido a invocar.
Por eso criticar a Trump o a esa América es lo más cómodo, otro síntoma más de la brutalización y degradación a la que la sociedad de consumo nos somete. La única diferencia es que ese sintoma afecta ahora a los estratos ilustrados que parecen contentarse con patalear desde la superioridad moral.
Pero nuestro problema no es Trump sno el estilo de vida que llevamos.
Y deberíamos estar agradecidos a Trump por ofrecernos la viva imagen de esa sombra que también forma parte de la sociedad en que vivimos.
Esas mayorías desafectas no están conformes con quedarse fuera de la fiesta y existen a merced de populistas. dispuestas a agitarse para sorpresa y escandalo de un establishment que, como minimo, ya se cree su propia mentira.
En nuestros sueños, Hillary debiera haber ganado, tendría que ganar, pero todavía no comprendemos que se trata de eso, de un sueño.
Porque lo cierto es que Clinton consiguió sus números y podría haber ganado si los que siempre se callan hubieran seguido en silencio y no nos hubieran reventado la fiesta perpetua de los elegidos.
Por eso, no hay nada más democrático ahora mismo que el propio populismo, dedicado a dar voz a esa masa silenciosa que es peligrosa porque es incontrolable, porque se trata de unos otros que empiezan a construir su identidad a espaldas de nuestro mundo de elegidos. manifestando una irrecuperable escisión que hace imposible ese concepto de sociedad integrada en el que todavía creemos vivir.
El mundo sigue cambiando.
El movimiento perpetuo de la dialéctica continúa.
Nos pongamos como nos pongamos, la historia no se detiene.
La tésis sigue generando su antitesis,
Y por ahora hemos escogido la solución menos humana, la menos inteligente: meter la cabeza en un agujero y descalificar.
Pero entérate de que ésto va mucho más allá de un señor terrible que manipula a una mayoría para ganar unas elecciones, que ésto tiene que ver con una sociedad y un estilo de vida incapaz de generar bienestar para todos sus miembros y que, como es lógico, los perjudicados no se van a callar.
Humano, demasiado humano.
miércoles, noviembre 09, 2016
Trump
Muchas lecciones y enseñanzas encierra la sorprendente victoria de Trump,
Ahora hay dos opciones: seguir optando por la pereza intelectual y continuar descalificandole tanto a él como a las personas que le han votado o aceptar el reto intelectual de entender contracorriente los porques de su victoria.
Primero hay que contextualizar.
Y hay que enlazar con eso que nos está pasando y que llamamos "crisis" aunque en realidad estamos viendo que es algo más permanente, un ajuste neoliberal que tiene que ver con la deslocalización de la riqueza.
Los privilegios ahora son transversales.
Antes, por el hecho de ser ciudadanos del primer mundo, uno tenía ciertas ventajas y privilegios que se agrupaban en torno al concepto del estado del bienestar.
Ahora, eso ya no es posible.
Mayorías del primer mundo están siendo despojadas de ese estatus importando modelos sociales basados en la desigualdad que rigen extra muros del primer mundo.
Ya no hay para todos y hay que hacer sitio a los privilegiados del tercer mundo.
La riqueza se deslocaliza y se descentraliza.
Se quiere imponer un modelo global de islas de privilegio en océanos de desgracia.
Toda esta gente está siendo sometida a un proceso de perdida de derechos frente a eso que Rajoy llama "realidad" cuyo brazo ejecutor son los mercados.
Por primera vez las mayorías pueden equivocarse.
Hay una superestructura que define esa "realidad".
Por primera vez hay respuestas correctas, cuando no únicas y la democracia cada vez más es el arte de hacer que las mayorías se definan por la respuesta correcta,
Este proceso implica pérdida, desposesión, perdida de estatus, la sensación nueva de que los hijos van a tener peor estilo de vida que los padres y el sistema no tiene respuestas para mitigar este proceso entre otras cosas porque esa respuesta implica un estado de bienestar que precisamente el propio proceso de desposesión desmonta.
El resultado es que no hay respuestas.
Si te va mal, mala suerte.
Echate a un lado y muerete, pero no molestes.
La fiesta debe continuar.
El único problema es que en el primer mundo cada cuatro años hay que votar y es el único momento susceptible a la falta de control, a que todos esos humillados y ofendidos puedan expresarse.
Y si en el resto del mundo se expresaron a través de populismos deizquierdas puesto que las mayorías sociológicas no tenían nada que conservar, en el primer mundo esos populismos solo pueden ser de derechas dado que las mayorias sociológicas han perdido, quieren recuperar y pueden se nostálgicas de un pasado mejor.
En los Estados Unidos el populismo de izquierdas que representaba Sanders ha tenido un techo que Trump no ha tenido.
Trump ha conectado perfectamente con la minoría más importante de todas, la blanca: principal perjudicada por ese proceso de ajuste y que estaba desmovilizada electoralmente.
Cincuenta y tantos millones de personas que no se veían reflejadas en la política, que se sentían abandonadas.
Trump ha sido más listo que todos los listos que aun ahora le critican incapaces de entender un mundo que ha cambiado y en el que, por increible que parezca, puede que sea la derecha conservadora la encargada de librar la batalla contra el neoliberalismo.
Algo que, de ser verdadero, será muy duro para el ego intelectual y emocional de una izquierda que aún no ha entendido que no ser puede sorber y soplar al mismo tiempo.
El tiempo dirá.
Pero evitemos la pereza intelectual de no introducir variables y opciones nuevas aunque no nos gusten.
Parafraseando a Einstein, si quieres obtener resultados diferentes debes empezar por no hacer las mismas cosas.
Y desde luego Trump es diferente.
Otro síntoma más de una resistencia a un proceso plenipotenciario y poderoso.
Ahora hay dos opciones: seguir optando por la pereza intelectual y continuar descalificandole tanto a él como a las personas que le han votado o aceptar el reto intelectual de entender contracorriente los porques de su victoria.
Primero hay que contextualizar.
Y hay que enlazar con eso que nos está pasando y que llamamos "crisis" aunque en realidad estamos viendo que es algo más permanente, un ajuste neoliberal que tiene que ver con la deslocalización de la riqueza.
Los privilegios ahora son transversales.
Antes, por el hecho de ser ciudadanos del primer mundo, uno tenía ciertas ventajas y privilegios que se agrupaban en torno al concepto del estado del bienestar.
Ahora, eso ya no es posible.
Mayorías del primer mundo están siendo despojadas de ese estatus importando modelos sociales basados en la desigualdad que rigen extra muros del primer mundo.
Ya no hay para todos y hay que hacer sitio a los privilegiados del tercer mundo.
La riqueza se deslocaliza y se descentraliza.
Se quiere imponer un modelo global de islas de privilegio en océanos de desgracia.
Toda esta gente está siendo sometida a un proceso de perdida de derechos frente a eso que Rajoy llama "realidad" cuyo brazo ejecutor son los mercados.
Por primera vez las mayorías pueden equivocarse.
Hay una superestructura que define esa "realidad".
Por primera vez hay respuestas correctas, cuando no únicas y la democracia cada vez más es el arte de hacer que las mayorías se definan por la respuesta correcta,
Este proceso implica pérdida, desposesión, perdida de estatus, la sensación nueva de que los hijos van a tener peor estilo de vida que los padres y el sistema no tiene respuestas para mitigar este proceso entre otras cosas porque esa respuesta implica un estado de bienestar que precisamente el propio proceso de desposesión desmonta.
El resultado es que no hay respuestas.
Si te va mal, mala suerte.
Echate a un lado y muerete, pero no molestes.
La fiesta debe continuar.
El único problema es que en el primer mundo cada cuatro años hay que votar y es el único momento susceptible a la falta de control, a que todos esos humillados y ofendidos puedan expresarse.
Y si en el resto del mundo se expresaron a través de populismos deizquierdas puesto que las mayorías sociológicas no tenían nada que conservar, en el primer mundo esos populismos solo pueden ser de derechas dado que las mayorias sociológicas han perdido, quieren recuperar y pueden se nostálgicas de un pasado mejor.
En los Estados Unidos el populismo de izquierdas que representaba Sanders ha tenido un techo que Trump no ha tenido.
Trump ha conectado perfectamente con la minoría más importante de todas, la blanca: principal perjudicada por ese proceso de ajuste y que estaba desmovilizada electoralmente.
Cincuenta y tantos millones de personas que no se veían reflejadas en la política, que se sentían abandonadas.
Trump ha sido más listo que todos los listos que aun ahora le critican incapaces de entender un mundo que ha cambiado y en el que, por increible que parezca, puede que sea la derecha conservadora la encargada de librar la batalla contra el neoliberalismo.
Algo que, de ser verdadero, será muy duro para el ego intelectual y emocional de una izquierda que aún no ha entendido que no ser puede sorber y soplar al mismo tiempo.
El tiempo dirá.
Pero evitemos la pereza intelectual de no introducir variables y opciones nuevas aunque no nos gusten.
Parafraseando a Einstein, si quieres obtener resultados diferentes debes empezar por no hacer las mismas cosas.
Y desde luego Trump es diferente.
Otro síntoma más de una resistencia a un proceso plenipotenciario y poderoso.
domingo, octubre 02, 2016
Condiciones de gobernabilidad
No ha tardado demasiado el Partido Popular en reconocer lo obvio.
Una obviedad que nace ese relato totalitario que, desde la responsabilidad mal entendida, prácticamente conmina al PSOE a abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy, el líder del primer partido político imputado por corrupción.
Como no era dificil suponer, siempre y cuando no se abandonara el intelecto a la confortable calidez de ese relato único, esa abstención sin más no garantiza una legislatura estable a los populares.
Y sabiendo que yendo a unas terceras elecciones obtendría mejores resultados, los populares quieren más.
Publica El Mundo lo siguiente: "En caso de no obtenerlas, previsiblemente el candidato del PP no consideraría factible la investidura porque conduciría a la formación de un Ejecutivo sometido a continuos vaivenes e incapaz, muy probablemente, de aprobar los Presupuestos Generales del Estado" (Leer más)
Y ahora para terror de los formales y responsables llega la segunda parte del relato que no es otra cosa que ese chantaje de la investidura extendido a cuatro años.
Así, en España, podríamos asistir a la presión antidemocrática de un partido obligado a abstenerse hasta la eternidad porque, y si nos ponemos estupendos, dónde termina ese sentido de la responsabilidad.
Será la cobardía de unos y el poder de los otros quienes definan ese límite, pero lo único seguro es que en este juego miserable y perverso se está poniendo por delante los intereses del Partido Popular con respecto a los planteamientos del resto de partidos y, por extensión, de los ciudadanos que les votan.
Haciendo una reducción al absurdo podríamos llegar a la locura de un partido obligado por su sentido de la responsabilidad a favorecer la gobernabilidad del país por parte de otro partido con quien dice tener diferencias irreconciliables durante toda la legislatura.
¿Dónde está la política? ¿Y la democracía?
Ese perverso sentido de la responsabilidad anula la existencia de otros mundos, de otras maneras de hacer las cosas que llevan a decir no... porque, en el fondo, es necesario y obligatorio decir sí.
Alguien, por encima del pueblo español, ha decidido que sea Rajoy quien gobierne y todos los que se opongan serán pulverizados.
Si no hay condiciones de gobernabilidad, habrá terceras elecciones y os aseguro que el Partido Popular no será presionado como lo está siendo el PSOE, la culpa seguirá siendo de estos porque la línea que define la responsabilidad se habrá extendido al interior de la legislatura.
Consignas y débiles mentales para creerlas y expandirlas no van a faltar... por algo los políticos nos toman por tontos.
La hoja de ruta continua.
Vamos a terceras elecciones o a una legislatura con los votos del PSOE gentilmente cedidos al PP en los asuntos esenciales por los tuercebotas que lideran ese cadaver con sedes y seguidores por toda España.
La burla de la democracia.
Una obviedad que nace ese relato totalitario que, desde la responsabilidad mal entendida, prácticamente conmina al PSOE a abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy, el líder del primer partido político imputado por corrupción.
Como no era dificil suponer, siempre y cuando no se abandonara el intelecto a la confortable calidez de ese relato único, esa abstención sin más no garantiza una legislatura estable a los populares.
Y sabiendo que yendo a unas terceras elecciones obtendría mejores resultados, los populares quieren más.
Publica El Mundo lo siguiente: "En caso de no obtenerlas, previsiblemente el candidato del PP no consideraría factible la investidura porque conduciría a la formación de un Ejecutivo sometido a continuos vaivenes e incapaz, muy probablemente, de aprobar los Presupuestos Generales del Estado" (Leer más)
Y ahora para terror de los formales y responsables llega la segunda parte del relato que no es otra cosa que ese chantaje de la investidura extendido a cuatro años.
Así, en España, podríamos asistir a la presión antidemocrática de un partido obligado a abstenerse hasta la eternidad porque, y si nos ponemos estupendos, dónde termina ese sentido de la responsabilidad.
Será la cobardía de unos y el poder de los otros quienes definan ese límite, pero lo único seguro es que en este juego miserable y perverso se está poniendo por delante los intereses del Partido Popular con respecto a los planteamientos del resto de partidos y, por extensión, de los ciudadanos que les votan.
Haciendo una reducción al absurdo podríamos llegar a la locura de un partido obligado por su sentido de la responsabilidad a favorecer la gobernabilidad del país por parte de otro partido con quien dice tener diferencias irreconciliables durante toda la legislatura.
¿Dónde está la política? ¿Y la democracía?
Ese perverso sentido de la responsabilidad anula la existencia de otros mundos, de otras maneras de hacer las cosas que llevan a decir no... porque, en el fondo, es necesario y obligatorio decir sí.
Alguien, por encima del pueblo español, ha decidido que sea Rajoy quien gobierne y todos los que se opongan serán pulverizados.
Si no hay condiciones de gobernabilidad, habrá terceras elecciones y os aseguro que el Partido Popular no será presionado como lo está siendo el PSOE, la culpa seguirá siendo de estos porque la línea que define la responsabilidad se habrá extendido al interior de la legislatura.
Consignas y débiles mentales para creerlas y expandirlas no van a faltar... por algo los políticos nos toman por tontos.
La hoja de ruta continua.
Vamos a terceras elecciones o a una legislatura con los votos del PSOE gentilmente cedidos al PP en los asuntos esenciales por los tuercebotas que lideran ese cadaver con sedes y seguidores por toda España.
La burla de la democracia.
Comité Federal
Sólo hay una manera de hacer las cosas.
El relato aparece en los medios, se repite una y otra vez encontrando apropiado eco en quienes se supone nos representan.
Sólo hay una manera de hacer las cosas, la apropiada y correcta manera que se dicta para hacer las cosas que verdaderamente importa en la gestión del destino de nuestra sociedad.
Pero esto no es una dictadura, Eres libre, como el sol cuando amanece, para decidir sobre todo lo que no importa tanto y, por supuesto, también eres libre para decidir ser sensato y aceptar esa única manera de hacer las cosas... o, como Pedro Sanchez, acabarás siendo pulverizado.
No es que Sánchez sea santo de mi devoción, pero es mucho peor la otra opción, la que se ha repetido una y otra vez porque es hipócrita, porque es mentirosa, porque no tiene lógica,
Abstenerse y favorecer la gobernabilidad de un pais.
Abstenerse para que un partido con cuyas políticas al menos nominalmente no estás de acuerdo pueda intentar ejercerlas.
Abstenerse para favorecer la construcción de un país que en teoría no quieres.
Estaríamos de acuerdo en el hecho de que el mismo que se abstiene en la investidura podría votar negativamente contra las leyes más importantes de la legislatura del partido cuyo gobierno ha permitido, es decir, les impediría gobernar; aquello que precisamente se ha permitido con la abstención.
Pero no se ha hablado de ésto, de tan flagrante contradicción.
Y es imposible que se hable porque no se trata de un debate sustancial, de ideas.
Sólo existe esa apariencia de debate que siempre rodea a estas cosas que sólo pueden hacerse de una sola manera.
Un debate en el que quienes repiten la consigna son escuchados con el respeto de quienes con sensatez comprenden la compleja realidad y quienes la contradicen son vilipendiados.
Pero las posibilidades están ahí, las otras posibilidades que ese discurso único, al ser de parte. no prevé.
¿Alguien se ha planteado cuál será la principal consecuencia de esa abstención que se exige?
¿Alguien e ha planteado como será esa legislatura?
Porque quizá esa presión hacia la abstención podría repetirse cada vez que el PP tuviera que aprobar una ley importante.
No aprobando una ley presupuestaria el PSOE seguiría bloqueando y el partido gobernante bien podría disolver la cámara y convocar esas terceras elecciones.
Si el PSOE efectivamente fuera de izquierdas, el enconamiento de estos meses se trasladaría al interior de la legislatura, cada vez que los votos de Populares y Ciudadanos no fuesen suficientes para consagrar sobre nuestras tumbas este nuevo mundo neoliberal
Quizá esas terceras elecciones que este discurso único convierte en abominables en el fondo sean necesarias, una pura verdad a la que nos aboca la fragmentación del voto que producen los nuevos partidos y la existencia de aspectos en los que no es posible estar de acuerdo.
Quizá esas terceras elecciones son inevitables... si el PSOE efectivamente es un partido de izquierdas.
Y si no lo es, y todo lo permite, acabará emparedado entre Ciudadanos y Podemos aunque sólo sea porque sus dos posiciones, a favor y en contra del sistema, son más naturales y autenticas.
Por lo tanto, y en cualquier caso, el futuro del PSOE es terrible si se abstiene.
Con la espada de Damocles de esa responsabilidad siempre sobre sus cabezas, habiendo mostrado ser los tontos útiles ya una vez y entre la espada y la pared de no poder impedir aparecer más cercanos al PP de lo que en realidad dicen estar, no oponiéndose en buena parte de la acción política de su legislatura, o.por el contrario oponiéndose y, por lo tanto, bloqueando un gobierno que quizá decida disolver la cámara y convocar esas terceras elecciones de las que ahora se huye manteniendo contra el PSOE el ganador discurso de bloqueo.
¿Qué prefieres? ¿Susto o muerte?
El futuro del PSOE es terrible... y merecido.
El relato aparece en los medios, se repite una y otra vez encontrando apropiado eco en quienes se supone nos representan.
Sólo hay una manera de hacer las cosas, la apropiada y correcta manera que se dicta para hacer las cosas que verdaderamente importa en la gestión del destino de nuestra sociedad.
Pero esto no es una dictadura, Eres libre, como el sol cuando amanece, para decidir sobre todo lo que no importa tanto y, por supuesto, también eres libre para decidir ser sensato y aceptar esa única manera de hacer las cosas... o, como Pedro Sanchez, acabarás siendo pulverizado.
No es que Sánchez sea santo de mi devoción, pero es mucho peor la otra opción, la que se ha repetido una y otra vez porque es hipócrita, porque es mentirosa, porque no tiene lógica,
Abstenerse y favorecer la gobernabilidad de un pais.
Abstenerse para que un partido con cuyas políticas al menos nominalmente no estás de acuerdo pueda intentar ejercerlas.
Abstenerse para favorecer la construcción de un país que en teoría no quieres.
Estaríamos de acuerdo en el hecho de que el mismo que se abstiene en la investidura podría votar negativamente contra las leyes más importantes de la legislatura del partido cuyo gobierno ha permitido, es decir, les impediría gobernar; aquello que precisamente se ha permitido con la abstención.
Pero no se ha hablado de ésto, de tan flagrante contradicción.
Y es imposible que se hable porque no se trata de un debate sustancial, de ideas.
Sólo existe esa apariencia de debate que siempre rodea a estas cosas que sólo pueden hacerse de una sola manera.
Un debate en el que quienes repiten la consigna son escuchados con el respeto de quienes con sensatez comprenden la compleja realidad y quienes la contradicen son vilipendiados.
Pero las posibilidades están ahí, las otras posibilidades que ese discurso único, al ser de parte. no prevé.
¿Alguien se ha planteado cuál será la principal consecuencia de esa abstención que se exige?
¿Alguien e ha planteado como será esa legislatura?
Porque quizá esa presión hacia la abstención podría repetirse cada vez que el PP tuviera que aprobar una ley importante.
No aprobando una ley presupuestaria el PSOE seguiría bloqueando y el partido gobernante bien podría disolver la cámara y convocar esas terceras elecciones.
Si el PSOE efectivamente fuera de izquierdas, el enconamiento de estos meses se trasladaría al interior de la legislatura, cada vez que los votos de Populares y Ciudadanos no fuesen suficientes para consagrar sobre nuestras tumbas este nuevo mundo neoliberal
Quizá esas terceras elecciones que este discurso único convierte en abominables en el fondo sean necesarias, una pura verdad a la que nos aboca la fragmentación del voto que producen los nuevos partidos y la existencia de aspectos en los que no es posible estar de acuerdo.
Quizá esas terceras elecciones son inevitables... si el PSOE efectivamente es un partido de izquierdas.
Y si no lo es, y todo lo permite, acabará emparedado entre Ciudadanos y Podemos aunque sólo sea porque sus dos posiciones, a favor y en contra del sistema, son más naturales y autenticas.
Por lo tanto, y en cualquier caso, el futuro del PSOE es terrible si se abstiene.
Con la espada de Damocles de esa responsabilidad siempre sobre sus cabezas, habiendo mostrado ser los tontos útiles ya una vez y entre la espada y la pared de no poder impedir aparecer más cercanos al PP de lo que en realidad dicen estar, no oponiéndose en buena parte de la acción política de su legislatura, o.por el contrario oponiéndose y, por lo tanto, bloqueando un gobierno que quizá decida disolver la cámara y convocar esas terceras elecciones de las que ahora se huye manteniendo contra el PSOE el ganador discurso de bloqueo.
¿Qué prefieres? ¿Susto o muerte?
El futuro del PSOE es terrible... y merecido.
sábado, septiembre 10, 2016
Acuerdos y desacuerdos
Definitivamente, la gran política parece haber muerto.
Y por gran política me refiero al encuentro entre diferentes puntos de vista sobre lo estratégico. Parece que no haya lugar para las maneras distintas de concebir la sociedad en que vivimos enfrentándose de manera irreconciliable.
La caída del telón de acero y el posterior consenso neoliberal resumido de manera metonímica en el final de la historia han dejado lugar a un pensamiento estructural-funcionalista dedicado a la consagración de un eterno presente encarnado por una máquina de funcionamiento perpetuo que es el sistema capitalista.
No se plantean discrepancias en lo esencial.
Se presume un acuerdo tácito de todos los actores en la teoria que perfila la funcionalidad de esa máquina que, por nuestro bien y el de todos, no debe detenerse.
Por ello, el acuerdo siempre es posible.
Empeñarse en la discrepancia es un acto injustificado, casi terrorismo intelectual que sólo busca poner palos en las ruedas de esta fiesta perpetua de consumo en que nos ha convertido el capitalismo.
Es por ello que, en nuestro país, un partido como Ciudadanos parece dispuesto a estar de acuerdo con unos y con otros. Porque no hay nada más importante que la máquina siga funcionando en todo su esplendor.
Sin embargo, el propio funcionamiento excesivo, triunfal y descontrolado de esa máquina está produciendo zonas donde impera la diferencia más radical, donde sólo es posible el desacuerdo en lo esencial.
En los extremos de esas zonas están las personas que saltan por las ventanas de sus pisos embargados o menores que buscan componentes en playas alicatadas hasta el techo de basura.
Pura entropía que compromete el relato de la fiesta perpetua que, de manera tácita, conmina siempre al acuerdo en lo esencial, a una nueva variante de esa fascista adhesión inquebrantable a los principios del régimen.
En este sentido, y en nuestro país, el funcionamiento de esa maquinaria que se pretende infalible y divina ha generado una minoría social que no está conforme con el acuerdo por el acuerdo. Entre otras cosas porque ya sabe que esos acuerdos pueden matarla.
Y este desacuerdo tan denostado por las terminales mediáticas del régimen quizá no sea tan malo, seguramente sea lo más autentico que en términos políticos está viviendo este país desde las calles de la transición.
La manifestación de la existencia de visiones diferentes e irreconciliables sobre el estado de las cosas.
La imposibilidad del acuerdo por el acuerdo porque empieza a ser demasiado grave lo que está en juego y cuando escribo grave en realidad debería escribir vidas humanas que se niegan a inmolarse porque sí ante esa picadora de carne en que hemos convertido nuestras sociedades.
Miles de años de evolución para construirnos, con las selvas de verdad, otra selva no menos verdadera, pero de cemento y bites.
El capitalismo convertido en un absurdo de Ionesco y la necesidad, casi higiénica, del desacuerdo para combatirlo.
Y una de las perversiones del capitalismo es convertir lo correcto y necesario como el derecho a la discrepancia en incorrecto.
Y todo a cambio del confort que proporcionan las cosas que nos da por no tan módicos precios, un confort al que todos nos acabamos vendiendo en el presentey que nos va a acabar costando muy caro en el futuro.
El desacuerdo es un elemento esencial en democracia.
Y está claro que quienes lo condenan sin paliativos estarían más cómodos formando parte de otros regímenes políticos menos "cool" por supuesto y también menos "perfectos" que esta democracia que se nos sugiere en el que la mayoría social, cuando se le pregunta, parece estar obligada a pronunciarse por la respuesta correcta, la que viene bien a la máquina.
Y por gran política me refiero al encuentro entre diferentes puntos de vista sobre lo estratégico. Parece que no haya lugar para las maneras distintas de concebir la sociedad en que vivimos enfrentándose de manera irreconciliable.
La caída del telón de acero y el posterior consenso neoliberal resumido de manera metonímica en el final de la historia han dejado lugar a un pensamiento estructural-funcionalista dedicado a la consagración de un eterno presente encarnado por una máquina de funcionamiento perpetuo que es el sistema capitalista.
No se plantean discrepancias en lo esencial.
Se presume un acuerdo tácito de todos los actores en la teoria que perfila la funcionalidad de esa máquina que, por nuestro bien y el de todos, no debe detenerse.
Por ello, el acuerdo siempre es posible.
Empeñarse en la discrepancia es un acto injustificado, casi terrorismo intelectual que sólo busca poner palos en las ruedas de esta fiesta perpetua de consumo en que nos ha convertido el capitalismo.
Es por ello que, en nuestro país, un partido como Ciudadanos parece dispuesto a estar de acuerdo con unos y con otros. Porque no hay nada más importante que la máquina siga funcionando en todo su esplendor.
Sin embargo, el propio funcionamiento excesivo, triunfal y descontrolado de esa máquina está produciendo zonas donde impera la diferencia más radical, donde sólo es posible el desacuerdo en lo esencial.
En los extremos de esas zonas están las personas que saltan por las ventanas de sus pisos embargados o menores que buscan componentes en playas alicatadas hasta el techo de basura.
Pura entropía que compromete el relato de la fiesta perpetua que, de manera tácita, conmina siempre al acuerdo en lo esencial, a una nueva variante de esa fascista adhesión inquebrantable a los principios del régimen.
En este sentido, y en nuestro país, el funcionamiento de esa maquinaria que se pretende infalible y divina ha generado una minoría social que no está conforme con el acuerdo por el acuerdo. Entre otras cosas porque ya sabe que esos acuerdos pueden matarla.
Y este desacuerdo tan denostado por las terminales mediáticas del régimen quizá no sea tan malo, seguramente sea lo más autentico que en términos políticos está viviendo este país desde las calles de la transición.
La manifestación de la existencia de visiones diferentes e irreconciliables sobre el estado de las cosas.
La imposibilidad del acuerdo por el acuerdo porque empieza a ser demasiado grave lo que está en juego y cuando escribo grave en realidad debería escribir vidas humanas que se niegan a inmolarse porque sí ante esa picadora de carne en que hemos convertido nuestras sociedades.
Miles de años de evolución para construirnos, con las selvas de verdad, otra selva no menos verdadera, pero de cemento y bites.
El capitalismo convertido en un absurdo de Ionesco y la necesidad, casi higiénica, del desacuerdo para combatirlo.
Y una de las perversiones del capitalismo es convertir lo correcto y necesario como el derecho a la discrepancia en incorrecto.
Y todo a cambio del confort que proporcionan las cosas que nos da por no tan módicos precios, un confort al que todos nos acabamos vendiendo en el presentey que nos va a acabar costando muy caro en el futuro.
El desacuerdo es un elemento esencial en democracia.
Y está claro que quienes lo condenan sin paliativos estarían más cómodos formando parte de otros regímenes políticos menos "cool" por supuesto y también menos "perfectos" que esta democracia que se nos sugiere en el que la mayoría social, cuando se le pregunta, parece estar obligada a pronunciarse por la respuesta correcta, la que viene bien a la máquina.
domingo, agosto 28, 2016
El Becario
Nancy Meyers lo tiene muy claro.
Primero como escritora de guiones y posteriormente como responsable de la puesta en escena de esos guiones, tiene muy claro que a nadie le amarga un dulce.
Por eso, con mermelada, mazapán, leche condensada y bombones varios Meyers construye sus historias que siempre tienen las relaciones personales como punto de partida.
Y esta "El Becario" es el nuevo pastel de Meyers,
Nos cuenta la historia de un hombre mayor y de la influencia positiva que, como becario senior, con su experiencia y buen carácter, ejerce sobre un grupo de personas más jóvenes que él, especialmente sobre Jules, la supermujer que intenta conciliar vida personal con la laboral consistente en dirigir la empresa que ha contratado a ese becario.
Meyers trabaja con mimbres buenos.
La reivindicación de la experiencia en un mundo donde la juventud parece tener un valor absoluto. la redefinición del rol del hombre dentro de la comedia romántica... Y está muy bien que las mujeres definan su idea del hombre y la pongan por obra, pero Meyers lo recubre todo con azúcar glas y no va demasiado lejos entre otras cosas porque "El Becario" es un producto que necesita funcionar en las mayorías, circular entre ellas realizando valor.
Al final se impone el ternurismo y por supuesto la super-mujer no es tal y necesita de los hombres para encontrar un sentido cosa que no siempre sucede en el sentido contrario.
No obstante, insisto, me agradó ver al hombre ocupando un papel diferente al de creador de mundos y sentido que es el habitual en el imaginario simbólico de nuestra opulenta tribu occidental.
Algún día escribiremos historias en las que las mujeres no necesiten del hombre para existir en nuestro imaginario narrativo (porque en la vida real ya no nos necesitan).
Paciencia.
En cualquier caso, y una vez perdida la esperanza de estar ante una historia diferente, me concentré en ese fantástico enigma que es la extraña relación entre Robert De Niro y la comedia.
El Ben Whitakker que De Niro interpreta comparte una característica transversal con todos los personajes de comedia que el gran actor ha interpretado. Todos se caracterizan por una suerte de, como describirlo, resignado nihilismo y como si en el fondo reír y hacer reír no fueran con ellos demasiado.
Así, Ben Whitakker es interpretado por De Niro como si estuviese asistiendo por obligación a una fiesta en la que no le apetece nada estar.
Como si para el De Niro de "Malas Calles" o "Taxi Driver", la comedia fuese algo desagradable que de cuando en cuando hay que hacer.
Es curiosa y muy extraña la relación que De Niro tiene con la comedia queriendo siempre para sí el papel de payaso serio como si prefiriese lo salado y lo amargo frente a lo dulce.
No obstante, y aunque en alguna ocasión parezca que va a sacar un arma, se las arregla para sacar adelante a su personaje y dar la réplica a una estupenda Anne Hathaway a la que este tipo de papeles, muy emocionales, le van como anillo al dedo.
Justo lo opuesto a De Niro.
Si te gusta el dulce, no debes perderte "El Becario".
Primero como escritora de guiones y posteriormente como responsable de la puesta en escena de esos guiones, tiene muy claro que a nadie le amarga un dulce.
Por eso, con mermelada, mazapán, leche condensada y bombones varios Meyers construye sus historias que siempre tienen las relaciones personales como punto de partida.
Y esta "El Becario" es el nuevo pastel de Meyers,
Nos cuenta la historia de un hombre mayor y de la influencia positiva que, como becario senior, con su experiencia y buen carácter, ejerce sobre un grupo de personas más jóvenes que él, especialmente sobre Jules, la supermujer que intenta conciliar vida personal con la laboral consistente en dirigir la empresa que ha contratado a ese becario.
Meyers trabaja con mimbres buenos.
La reivindicación de la experiencia en un mundo donde la juventud parece tener un valor absoluto. la redefinición del rol del hombre dentro de la comedia romántica... Y está muy bien que las mujeres definan su idea del hombre y la pongan por obra, pero Meyers lo recubre todo con azúcar glas y no va demasiado lejos entre otras cosas porque "El Becario" es un producto que necesita funcionar en las mayorías, circular entre ellas realizando valor.
Al final se impone el ternurismo y por supuesto la super-mujer no es tal y necesita de los hombres para encontrar un sentido cosa que no siempre sucede en el sentido contrario.
No obstante, insisto, me agradó ver al hombre ocupando un papel diferente al de creador de mundos y sentido que es el habitual en el imaginario simbólico de nuestra opulenta tribu occidental.
Algún día escribiremos historias en las que las mujeres no necesiten del hombre para existir en nuestro imaginario narrativo (porque en la vida real ya no nos necesitan).
Paciencia.
En cualquier caso, y una vez perdida la esperanza de estar ante una historia diferente, me concentré en ese fantástico enigma que es la extraña relación entre Robert De Niro y la comedia.
El Ben Whitakker que De Niro interpreta comparte una característica transversal con todos los personajes de comedia que el gran actor ha interpretado. Todos se caracterizan por una suerte de, como describirlo, resignado nihilismo y como si en el fondo reír y hacer reír no fueran con ellos demasiado.
Así, Ben Whitakker es interpretado por De Niro como si estuviese asistiendo por obligación a una fiesta en la que no le apetece nada estar.
Como si para el De Niro de "Malas Calles" o "Taxi Driver", la comedia fuese algo desagradable que de cuando en cuando hay que hacer.
Es curiosa y muy extraña la relación que De Niro tiene con la comedia queriendo siempre para sí el papel de payaso serio como si prefiriese lo salado y lo amargo frente a lo dulce.
No obstante, y aunque en alguna ocasión parezca que va a sacar un arma, se las arregla para sacar adelante a su personaje y dar la réplica a una estupenda Anne Hathaway a la que este tipo de papeles, muy emocionales, le van como anillo al dedo.
Justo lo opuesto a De Niro.
Si te gusta el dulce, no debes perderte "El Becario".
jueves, agosto 25, 2016
Corrupción
Una de las principales conclusiones que se extraen de los papeles de Barcenas es el propio mecanismo de la corrupción,
A cambio de dinero, y por indicación del partido político beneficiado con ese capital, la administración controlada por ese partido concedía a los empresarios que habían dado ese dinero determinados concursos públicos.
O bien el pliego se amañaba directamente, o bien se tomaba la decisión en contra de la recomendación técnica si esta se producía.
En este sentido, la corrupción está relacionada de manera directa con la prevaricación.
Sin embargo, parece que queda fuera del concepto de corrupción que Partido Popular y Ciudadanos están definiendo, creando la necesaria letra pequeña que permite que se puede hacer lo contrario de lo que dice la letra grande.
Y esto también es corrupción.
Porque lo que se está haciendo es utilizar lo accesorio y excepcional para definir la normalidad de un concepto,
Utilizar el enriquecimiento bruto, metiendo la mano en la caja y dejando marcas de chorizo en los billetes, para definir la corrupción es evitar la posibilidad de que el frío mecanismo de financiación ilegal de los partidos quede fuera, pero precisamente éste es el corazón de la corrupción en nuestro país como puede deducirse de Andalucía, Madrid y Valencia.
A cambio de dinero, empresarios obtienen contratos cuya obtención implica intervenir sobre los mecanismos de contratación del estado.
Es el enriquecimiento sutil y tranquilo, el habitual.
Los gañanes que meten la mano en la caja son minoría, el chivo expiatorio necesario para que el sistema siga existiendo, un chivo expiatorio que de manera corrupta esta nueva definición interesada y táctica de la corrupción consagra.
Y en este sentido nuestros legisladores se mantienen en su linea de legislar más contra los que roban peras y melones saltando la tapia que contra aquellos que para robar lo que hay detrás de la tapia deciden comprar el solar entero.
Hecha la ley, hecha la trampa.
Las buenas palabras que recogen las leyes necesitan de reglamentos que desarrollen de manera operativa la posibilidad de hacer lo que se legisla, necesitan que la letra pequeña desarrolle y esté a la altura de lo que dice la letra grande.
Pero también hay corrupción cuando la letra pequeña contradice lo que expresa la letra grande.
Y lo hacen al aire libre, delante de tu cara.
Y si les pides que te lo expliquen, te lo explican,
Y además te reconocen que el hecho de basar la regla en la excepción es lo mejor porque, de lo contrario, la gran mayoría de los políticas tendrian que dimitir.
De manera directa, te reconocen que la corrupción es algo generalizado en todas las administraciones de nuestro país.
Por eso, y a la hora de definir qué es corrupción, hay que restringir el concepto orientandolo a la consagración de los chivos expiatorios como tales.
Muy edificante todo.
Palabras y más palabras buscando construir una confortable realidad a medida.
La nueva política de Ciudadanos es hacer la vieja por otros medios.
Porque no olvides que la corrupción política no sólo tiene que ver con el enrequecimiento sino con el uso del poder público para obtener cualquier ventaja ilegítima para uno mismo o para terceros.
Toma nota.
Para nuestros políticos, el Watergate no sería corrupción.
De locos.
A cambio de dinero, y por indicación del partido político beneficiado con ese capital, la administración controlada por ese partido concedía a los empresarios que habían dado ese dinero determinados concursos públicos.
O bien el pliego se amañaba directamente, o bien se tomaba la decisión en contra de la recomendación técnica si esta se producía.
En este sentido, la corrupción está relacionada de manera directa con la prevaricación.
Sin embargo, parece que queda fuera del concepto de corrupción que Partido Popular y Ciudadanos están definiendo, creando la necesaria letra pequeña que permite que se puede hacer lo contrario de lo que dice la letra grande.
Y esto también es corrupción.
Porque lo que se está haciendo es utilizar lo accesorio y excepcional para definir la normalidad de un concepto,
Utilizar el enriquecimiento bruto, metiendo la mano en la caja y dejando marcas de chorizo en los billetes, para definir la corrupción es evitar la posibilidad de que el frío mecanismo de financiación ilegal de los partidos quede fuera, pero precisamente éste es el corazón de la corrupción en nuestro país como puede deducirse de Andalucía, Madrid y Valencia.
A cambio de dinero, empresarios obtienen contratos cuya obtención implica intervenir sobre los mecanismos de contratación del estado.
Es el enriquecimiento sutil y tranquilo, el habitual.
Los gañanes que meten la mano en la caja son minoría, el chivo expiatorio necesario para que el sistema siga existiendo, un chivo expiatorio que de manera corrupta esta nueva definición interesada y táctica de la corrupción consagra.
Y en este sentido nuestros legisladores se mantienen en su linea de legislar más contra los que roban peras y melones saltando la tapia que contra aquellos que para robar lo que hay detrás de la tapia deciden comprar el solar entero.
Hecha la ley, hecha la trampa.
Las buenas palabras que recogen las leyes necesitan de reglamentos que desarrollen de manera operativa la posibilidad de hacer lo que se legisla, necesitan que la letra pequeña desarrolle y esté a la altura de lo que dice la letra grande.
Pero también hay corrupción cuando la letra pequeña contradice lo que expresa la letra grande.
Y lo hacen al aire libre, delante de tu cara.
Y si les pides que te lo expliquen, te lo explican,
Y además te reconocen que el hecho de basar la regla en la excepción es lo mejor porque, de lo contrario, la gran mayoría de los políticas tendrian que dimitir.
De manera directa, te reconocen que la corrupción es algo generalizado en todas las administraciones de nuestro país.
Por eso, y a la hora de definir qué es corrupción, hay que restringir el concepto orientandolo a la consagración de los chivos expiatorios como tales.
Muy edificante todo.
Palabras y más palabras buscando construir una confortable realidad a medida.
La nueva política de Ciudadanos es hacer la vieja por otros medios.
Porque no olvides que la corrupción política no sólo tiene que ver con el enrequecimiento sino con el uso del poder público para obtener cualquier ventaja ilegítima para uno mismo o para terceros.
Toma nota.
Para nuestros políticos, el Watergate no sería corrupción.
De locos.
Suicide Squad
Si no hubiese escuchado todo ese mar de fondo en redes sociales contra la película, seguramente que me hubiese parecido peor película de lo que me ha parecido.
En este caso, el traicionero juego de las expectativas ha jugado en favor de "Suicide Squad" y lo ha hecho en en el sentido de que no me parece ni mejor ni peor que la gran mayoría de productos que Hollywood está sacando con el mundo del comic como argumento.
Como en casi todas abunda la cantidad, la acumulación de personajes, disparos, explosiones sobre la calidad, buscando sin duda sepultar al espectador bajo una cascada de luces y sonidos en la mejor línea de las atracciones circenses.
Como si se tratase de una marisquería de polígono, la historia se sirve rebosando la bandeja de la pantalla
Pero detrás de todo ese ruido narrativo, de toda esa furia visual apenas hay nada.
Argumentos nimios en los que el bien lucha contra el mal casi por obligación administrativa, porque el bien es el bien y el mal es el mal; argumentos básicos que sirven de base al principal atractivo de este tipo de historias: la generación táctica de personajes con gancho y la interacción entre ellos.
Y si no fuera por Margot Robbie dando vida con talento al personaje de Harley Quinn el panorama sería mucho peor, porque tampoco ese que el resto de los personajes, su personalidad y sus motivaciones sean fascinantes, cuando no resultan estupidamente previsibles.
El resultado en cualquier caso no es demasiado bueno.
Podríamos hablar de desequilibrado en general y aburrido por momentos
"Suicide Squad" resulta demasiado morosa en el planteamiento, llegando incluso a resultar aburrida con el tratamiento tan grandilocuente que da a la previsible de su trama, para luego presentar el desenlace de manera acelerada, casi descuidada, en cualquier caso, y como todas las prisas poco sexy.
Algo así como el niño que se pasa media tarde colocando los soldaditos sobre un campo de batalla cuidadosamente diseñado, para luego resolver la batalla en cinco minutos derribandolos a manotazos.
Y exactamente es eso lo que sucede en la pantalla.
En lugar de ser cinematográfico y presentar a los personajes a través de la propia acción, el guión opta por complicar la trama con subtramas que únicamente se justifican por la necesidad de presentar la tonelada de personajes que componen la escuadra.
Y esto no es una buena idea porque descuenta valor a la historia ya que lo que se añade de un lado debe quitarse de otro y ese otro es la supuesta razón que une a los personajes que se han presentando tan cuidadosamente al espectador.
Para semejante viaje no hacían falta tantas alforjas.
Y al final uno se queda como pidiendo más y no porque lo haya disfrutado sino porque la propia coherencia interna del relato, la complejidad de su planteamiento y exposición, demandaban un desenlace menos sumario, que concediese más valor al malvado antagonista, aspecto fundamental de cualquier película de este tipo y que, de manera sorprendente y suicida (je, je, je), "Suicide Squad" no tiene en cuenta.
En este sentido, la película intenta ser innovadora por el camino estúpido, es decir, haciendo algo que nadie hace no por otra razón diferente a no ser una buena idea.
Porque lo mismo les hubiera dado montar todo este lío para rescatar a un gatito que no sabe bajar de un árbol que montar todo este comando suicida para eliminar a un antagonista quizá más adecuado para los cazafantasmas
Resumiendo, "Suicide Squad" no puede superar las insuficiencias de un guión torpe y erróneamente estructurado, pese a algún momento bueno que ya sería delito que no tuviera con todo lo que ha costado.
Y como escribo la mayoría de ellos tienen que ver con Harley Quinn, el único personaje realmente interesante de esta "Suicide Squad" porque además no es que tampoco brille mucho el desarrollo de ese guión en cuanto a diálogos y perfilado de los personajes.
No señor.
Prometía mucho, "Suicide Squad".
La campaña comercial ha sido mucho mejor que el producto que se promocionaba.
Decepcionante.
En este caso, el traicionero juego de las expectativas ha jugado en favor de "Suicide Squad" y lo ha hecho en en el sentido de que no me parece ni mejor ni peor que la gran mayoría de productos que Hollywood está sacando con el mundo del comic como argumento.
Como en casi todas abunda la cantidad, la acumulación de personajes, disparos, explosiones sobre la calidad, buscando sin duda sepultar al espectador bajo una cascada de luces y sonidos en la mejor línea de las atracciones circenses.
Como si se tratase de una marisquería de polígono, la historia se sirve rebosando la bandeja de la pantalla
Pero detrás de todo ese ruido narrativo, de toda esa furia visual apenas hay nada.
Argumentos nimios en los que el bien lucha contra el mal casi por obligación administrativa, porque el bien es el bien y el mal es el mal; argumentos básicos que sirven de base al principal atractivo de este tipo de historias: la generación táctica de personajes con gancho y la interacción entre ellos.
Y si no fuera por Margot Robbie dando vida con talento al personaje de Harley Quinn el panorama sería mucho peor, porque tampoco ese que el resto de los personajes, su personalidad y sus motivaciones sean fascinantes, cuando no resultan estupidamente previsibles.
El resultado en cualquier caso no es demasiado bueno.
Podríamos hablar de desequilibrado en general y aburrido por momentos
"Suicide Squad" resulta demasiado morosa en el planteamiento, llegando incluso a resultar aburrida con el tratamiento tan grandilocuente que da a la previsible de su trama, para luego presentar el desenlace de manera acelerada, casi descuidada, en cualquier caso, y como todas las prisas poco sexy.
Algo así como el niño que se pasa media tarde colocando los soldaditos sobre un campo de batalla cuidadosamente diseñado, para luego resolver la batalla en cinco minutos derribandolos a manotazos.
Y exactamente es eso lo que sucede en la pantalla.
En lugar de ser cinematográfico y presentar a los personajes a través de la propia acción, el guión opta por complicar la trama con subtramas que únicamente se justifican por la necesidad de presentar la tonelada de personajes que componen la escuadra.
Y esto no es una buena idea porque descuenta valor a la historia ya que lo que se añade de un lado debe quitarse de otro y ese otro es la supuesta razón que une a los personajes que se han presentando tan cuidadosamente al espectador.
Para semejante viaje no hacían falta tantas alforjas.
Y al final uno se queda como pidiendo más y no porque lo haya disfrutado sino porque la propia coherencia interna del relato, la complejidad de su planteamiento y exposición, demandaban un desenlace menos sumario, que concediese más valor al malvado antagonista, aspecto fundamental de cualquier película de este tipo y que, de manera sorprendente y suicida (je, je, je), "Suicide Squad" no tiene en cuenta.
En este sentido, la película intenta ser innovadora por el camino estúpido, es decir, haciendo algo que nadie hace no por otra razón diferente a no ser una buena idea.
Porque lo mismo les hubiera dado montar todo este lío para rescatar a un gatito que no sabe bajar de un árbol que montar todo este comando suicida para eliminar a un antagonista quizá más adecuado para los cazafantasmas
Resumiendo, "Suicide Squad" no puede superar las insuficiencias de un guión torpe y erróneamente estructurado, pese a algún momento bueno que ya sería delito que no tuviera con todo lo que ha costado.
Y como escribo la mayoría de ellos tienen que ver con Harley Quinn, el único personaje realmente interesante de esta "Suicide Squad" porque además no es que tampoco brille mucho el desarrollo de ese guión en cuanto a diálogos y perfilado de los personajes.
No señor.
Prometía mucho, "Suicide Squad".
La campaña comercial ha sido mucho mejor que el producto que se promocionaba.
Decepcionante.
miércoles, agosto 24, 2016
Mascotas
Chris Meledandri es un tipo a seguir.
En los años que estuvo en la Fox fue el responsable de esa mina de dinero que es la franquicia "Ice Age" y trasladado a la Universal, a través de la compañía Illumination Entertainment es el responsable de otra mina de oro, la que representan esas criaturas nacidas para servir al mal llamadas Minions.
Meledandri tiene el poder y sabe cómo utilizarlo.
Su último producto es esta deliciosa película llamada "Mascotas" y que construye todo su argumento sobre una pregunta: qué diablos hacen nuestras mascotas cuando nos vamos a trabajar.
Sin duda, y dentro del cine comercial, el cine de animación es uno de los géneros cinematográficos que más ha apostado por el guión y el preciso perfilado de los personajes.
Meledandri es un perfecto alumno, continuador de la tradición que iniciase Pixar hace más de 20 años y en el caso de "Mascotas" invoca desde la excelencia las claves del género: una serie de personajes muy bien definidos se ven enfrentados a una situación que deben resolver y que se convierte en la base de la historia que se nos cuenta.
En este caso, el regreso a casa de los perros Max y Duke.
El resultado es una comedia positiva y optimista, que, aunque se olvida rápidamente, se disfruta mientras se ve.
Entretenida.
En los años que estuvo en la Fox fue el responsable de esa mina de dinero que es la franquicia "Ice Age" y trasladado a la Universal, a través de la compañía Illumination Entertainment es el responsable de otra mina de oro, la que representan esas criaturas nacidas para servir al mal llamadas Minions.
Meledandri tiene el poder y sabe cómo utilizarlo.
Su último producto es esta deliciosa película llamada "Mascotas" y que construye todo su argumento sobre una pregunta: qué diablos hacen nuestras mascotas cuando nos vamos a trabajar.
Sin duda, y dentro del cine comercial, el cine de animación es uno de los géneros cinematográficos que más ha apostado por el guión y el preciso perfilado de los personajes.
Meledandri es un perfecto alumno, continuador de la tradición que iniciase Pixar hace más de 20 años y en el caso de "Mascotas" invoca desde la excelencia las claves del género: una serie de personajes muy bien definidos se ven enfrentados a una situación que deben resolver y que se convierte en la base de la historia que se nos cuenta.
En este caso, el regreso a casa de los perros Max y Duke.
El resultado es una comedia positiva y optimista, que, aunque se olvida rápidamente, se disfruta mientras se ve.
Entretenida.
sábado, agosto 20, 2016
Sonatine
La sonata es una forma compositiva basada en el contraste entre dos temas musicales diferentes y la sonatina no es otra cosa que la aplicación de esta forma compositiva a piezas pequeñas, tan pequeñas de tamaño como lo es la isla de Okinawa a la que Murazawa, el gangster protagonista de esta película, es enviado desde Tokyo, la capital del país.
Dirigida en 1993 por Takeshi Kitano, "Sonatine" nos cuenta la historia de Murazawa y su esfuerzo por mediar en un sangriento conflicto entre bandas en una isla al sur del archipiélago principal que compone Japón.
Y lo que ofrece precisamente esta historia, protagonizada, escrita, dirigida y montada por Kitano es precisamente el contraste entre el tiempo que Murazawa dedica a la labor para la que ha sido enviado a Okinawa y los tiempos muertos, de espera, que se abren dentro de esa labor.
Sin duda, por esto, "Sonatine" es la maravillosa película que es pues termina mostrándonos una especie de arcadia que los gangsters se montan en una casa junto a la playa, un lugar en el que se dedican a jugar y pasar el rato mientras llegan los momentos en que deben matar o ser muertos por sus enemigos.
La alegre luminosidad de un día de playa tiene así un efecto turbador que Kitano, consciente de que ese contraste es el aspecto esencial de la película, potencia generando un inesperado, para el espectador, conjunto de relaciones que se establecen entre los gangsters que los devuelve de su condición de animalidad primaria a una suerte de humanidad sorprendente y turbadora.
Algo así como si en los bajos de una sangrienta película de gangsters funcionase el pulso maravilloso del cineasta francés Jean Renoir que sabía dar dimensión y profundidad a acontecimientos tan banales como una excursión campestre ("Una partida de campo", 1936).
Como un compositor musical, Kitano simplemente se limita a desarrollar de manera paralela esos dos temas, mostrando el contraste entre ambos y colocando al nihilista Murazawa bajo la luminosa solaridad de lo intrascendente: la alegría del juego, la camaradería y el compañerismo que se establece entre quienes juegan...
Y el resultado como casi todo lo que Kitano hace resulta fascinante por su rareza pero también hermoso porque ese contraste es resuelto por el nihilista Murazawa mediante una tranquila pero determinada desesperación que será la base del sorprendente final que corona la película con sublime acierto.
Para algunos poetas románticos, la belleza y su contemplación podrían tener efectos fulminantes y destructivos sobre aquellos que una vez han estado ante ella deben regresar de nuevo a la oscuridad.
Su poderosa luz arrasa, quema y consume.
Y cuando uno se acerca lo suficiente a ella, como Icaro, sólo queda la recompensa de precipitarse al abismo.
Sin duda, Murazawa es uno de aquellos, pero a diferencia de Icaro no será de los que caiga sólo.
Obra maestra.
Dirigida en 1993 por Takeshi Kitano, "Sonatine" nos cuenta la historia de Murazawa y su esfuerzo por mediar en un sangriento conflicto entre bandas en una isla al sur del archipiélago principal que compone Japón.
Y lo que ofrece precisamente esta historia, protagonizada, escrita, dirigida y montada por Kitano es precisamente el contraste entre el tiempo que Murazawa dedica a la labor para la que ha sido enviado a Okinawa y los tiempos muertos, de espera, que se abren dentro de esa labor.
Sin duda, por esto, "Sonatine" es la maravillosa película que es pues termina mostrándonos una especie de arcadia que los gangsters se montan en una casa junto a la playa, un lugar en el que se dedican a jugar y pasar el rato mientras llegan los momentos en que deben matar o ser muertos por sus enemigos.
La alegre luminosidad de un día de playa tiene así un efecto turbador que Kitano, consciente de que ese contraste es el aspecto esencial de la película, potencia generando un inesperado, para el espectador, conjunto de relaciones que se establecen entre los gangsters que los devuelve de su condición de animalidad primaria a una suerte de humanidad sorprendente y turbadora.
Algo así como si en los bajos de una sangrienta película de gangsters funcionase el pulso maravilloso del cineasta francés Jean Renoir que sabía dar dimensión y profundidad a acontecimientos tan banales como una excursión campestre ("Una partida de campo", 1936).
Como un compositor musical, Kitano simplemente se limita a desarrollar de manera paralela esos dos temas, mostrando el contraste entre ambos y colocando al nihilista Murazawa bajo la luminosa solaridad de lo intrascendente: la alegría del juego, la camaradería y el compañerismo que se establece entre quienes juegan...
Y el resultado como casi todo lo que Kitano hace resulta fascinante por su rareza pero también hermoso porque ese contraste es resuelto por el nihilista Murazawa mediante una tranquila pero determinada desesperación que será la base del sorprendente final que corona la película con sublime acierto.
Para algunos poetas románticos, la belleza y su contemplación podrían tener efectos fulminantes y destructivos sobre aquellos que una vez han estado ante ella deben regresar de nuevo a la oscuridad.
Su poderosa luz arrasa, quema y consume.
Y cuando uno se acerca lo suficiente a ella, como Icaro, sólo queda la recompensa de precipitarse al abismo.
Sin duda, Murazawa es uno de aquellos, pero a diferencia de Icaro no será de los que caiga sólo.
Obra maestra.
jueves, agosto 18, 2016
Academia Rushmore
Como en todos los personajes de Wes Anderson, hay algo entre triste y enternecedor en Max Fischer, el principal protagonista de Academia Rushmore.
En su caso, Fischer ha escogido permanecer en la academia convirtiendose en un eterno estudiante, haciendo un lugar para estar de lo que para la mayoría sólo es un lugar para pasar.
Por esto, y sólo por esto, estudiar es lo menos importante porque precisamente es lo que te hace pasar y no quedarte. Lo más importante cuando se quiere permanecer es ocuparse y Max se ocupa en mil tareas, eventos, jornadas que hacen de él una estrafalaria presencia, una suerte de increíble protagonista único de lo que vendría ser una especie de estilo de vida alternativo en el que lo anecdótico por asociado a lo académico se convierte en esencial para asombro de todos.
Pero el encanto de Max no termina aquí porque Max también es un eterno adolescente que intenta procesar los eventos de la vida con una impostada madurez, pura apariencia y forma que encierra el niño que aún no ha dejado de ser.
Y es aquí donde, para mi gusto, este Max se convierte en un personaje esencial para entender la peculiar y fascinante mirada de Wes Anderson.
Porque todos sus personajes tienen algo de Max.
No tengo la menor duda de que el mecanismo de encanto y fascinación que es el cine de Anderson funciona a dos niveles: uno de ellos es transversal a todas las películas y de cuyo seno emana el otro que se corresponde con todas y cada una de sus películas, convertidas (si nos ponemos moderadamente semióticos) en el significante que expresa ese mismo significado.
Y precisamente la clave para entender ese significado está en Max.
Las historias de Anderson tienen un fundamental componente teatral. Son una especie de teatrillo en el que niños intentan interpretar a adultos enfrentados a asuntos y problemas propios de su edad, imaginando lo que será o podria ser desde su falta de experiencia, con una pura simpleza naif en donde precisamente reside el encanto con el que transcurren y se resuelven los problemas y situaciones.
Todos juegan a ser adultos, pero esa infantilidad que llevan dentro es lo único que tienen para enfrentarse a la densidad dramática a la que Anderson les somete.
Por así decirlo, un teatrillo infantil en que Bergman o Strindberg son interpretados por niños.
Es en esa distancia donde radica el encanto especial de las historias de Anderson, el encanto especial y complejo de Max Fischer ante cuya magia se rinden tanto el espectador como el resto de personajes que le rodean al otro lado de la pantalla en su romántico intento de ser adulto en contra de su propia realidad.
Wes Andeson es uno de los pocos autores que el cine americano puede ofrecer al mundo y "Academia Rushmore" es otro magnífico ejemplo de su talento.
Enfrentarse a la realidad siendo un niño, con maneras y corazón de niño.
Esa es la materia de la que están hechos los sueños de Anderson.
Imprescindible.
En su caso, Fischer ha escogido permanecer en la academia convirtiendose en un eterno estudiante, haciendo un lugar para estar de lo que para la mayoría sólo es un lugar para pasar.
Por esto, y sólo por esto, estudiar es lo menos importante porque precisamente es lo que te hace pasar y no quedarte. Lo más importante cuando se quiere permanecer es ocuparse y Max se ocupa en mil tareas, eventos, jornadas que hacen de él una estrafalaria presencia, una suerte de increíble protagonista único de lo que vendría ser una especie de estilo de vida alternativo en el que lo anecdótico por asociado a lo académico se convierte en esencial para asombro de todos.
Pero el encanto de Max no termina aquí porque Max también es un eterno adolescente que intenta procesar los eventos de la vida con una impostada madurez, pura apariencia y forma que encierra el niño que aún no ha dejado de ser.
Y es aquí donde, para mi gusto, este Max se convierte en un personaje esencial para entender la peculiar y fascinante mirada de Wes Anderson.
Porque todos sus personajes tienen algo de Max.
No tengo la menor duda de que el mecanismo de encanto y fascinación que es el cine de Anderson funciona a dos niveles: uno de ellos es transversal a todas las películas y de cuyo seno emana el otro que se corresponde con todas y cada una de sus películas, convertidas (si nos ponemos moderadamente semióticos) en el significante que expresa ese mismo significado.
Y precisamente la clave para entender ese significado está en Max.
Las historias de Anderson tienen un fundamental componente teatral. Son una especie de teatrillo en el que niños intentan interpretar a adultos enfrentados a asuntos y problemas propios de su edad, imaginando lo que será o podria ser desde su falta de experiencia, con una pura simpleza naif en donde precisamente reside el encanto con el que transcurren y se resuelven los problemas y situaciones.
Todos juegan a ser adultos, pero esa infantilidad que llevan dentro es lo único que tienen para enfrentarse a la densidad dramática a la que Anderson les somete.
Por así decirlo, un teatrillo infantil en que Bergman o Strindberg son interpretados por niños.
Es en esa distancia donde radica el encanto especial de las historias de Anderson, el encanto especial y complejo de Max Fischer ante cuya magia se rinden tanto el espectador como el resto de personajes que le rodean al otro lado de la pantalla en su romántico intento de ser adulto en contra de su propia realidad.
Wes Andeson es uno de los pocos autores que el cine americano puede ofrecer al mundo y "Academia Rushmore" es otro magnífico ejemplo de su talento.
Enfrentarse a la realidad siendo un niño, con maneras y corazón de niño.
Esa es la materia de la que están hechos los sueños de Anderson.
Imprescindible.
martes, agosto 16, 2016
Los duelistas
Basada en un relato corto del genial escritor Joseph Conrad, "Los duelistas" fue la primera película que produjo Enigma Productions, productora de David Puttnam uno de los grandes productores independientes del cine europeo.
Posteriormente llegaron "Carros de Fuego", "Local Hero", "The Killing Fields" o "La Misión", éxitos de público y critica que condujeron a Puttnam al timón de la Columbia, una de las grandes majors del cine de Hollywood en una apuesta contratendencia que terminó siendo un desastre de apenas un año y medio de duración.
A un Hollywood donde campaba a sus anchas la propuesta de Lucas y Spielberg, la infantilización de las historias, la simplificación de las temáticas, el regreso de algún modo al cine de serie B convertido en una de las Bellas Artes, la Columbia apostó por un regreso a un cine de temática adulta que de alguna manera buscaba conectar con la fracasada línea del director como autor emprendida en la pasada década de los setentas, cuyo fracaso (fundamentalmente en la taquilla) precisamente había dejado espacio para que Lucas y Spielberg mostraran su talento.
"Los duelistas" fue la primera película que Puttnam abordó con su productora Enigma Production y, aunque no fue un éxito de taquilla, sí obtuvo el suficiente reconocimiento de la critica especializada incluyendo un premio en Cannes al mejor director novel para Ridley Scott, talento reconocido en el mundo de la publicidad y que debutaba en el cine.
Desde 1977, año de producción de "Los duelistas" Puttnam tardó cuatro años en reunir financiación suficiente para en 1981 producir la exitosa "Carros de Fuego", pero esta es otra historia. Lo cierto es que "Los duelistas" reúne todas las características de las producciones de Puttnam: temática seria y adulta, producción cuidada al máximo, excelentes técnicos al mando de la fotografía, el diseño de producción o la música...
En este sentido, "Los duelistas" ofrece un magnífico retrato de época.
Predominan la estética y la puesta en escena en esta película y esto siempre ha sido una seña de identidad del cine de Scott especialmente interesado en la producción convincente de ambientes más que en la profundización dramática en la historia y los personajes.
Esta manera de entender el cine fue una virtud en clásicos firmados por el director británico como "Alien" o "Blade Runner" pero sin duda es un defecto que lastra a esta "Los Duelistas" que por momentos resultando demasiado fria, por momentos resultando demasiado disgresora y difusa, no ofrece por desgracia toda la potencia que encierra esta historia, basada en hechos reales, del eterno estado de duelo que vivieron dos oficiales del ejército de Napoleón.
No obstante, y pese a sus defectos, "Los duelistas" no deja de ser una película más que interesante y que incluso puede llegar a ser inolvidable si la mirada del espectador pone toda la carne en el asador que la historia tímida y correcta en absoluto propone.
Merece la pena verla.
Posteriormente llegaron "Carros de Fuego", "Local Hero", "The Killing Fields" o "La Misión", éxitos de público y critica que condujeron a Puttnam al timón de la Columbia, una de las grandes majors del cine de Hollywood en una apuesta contratendencia que terminó siendo un desastre de apenas un año y medio de duración.
A un Hollywood donde campaba a sus anchas la propuesta de Lucas y Spielberg, la infantilización de las historias, la simplificación de las temáticas, el regreso de algún modo al cine de serie B convertido en una de las Bellas Artes, la Columbia apostó por un regreso a un cine de temática adulta que de alguna manera buscaba conectar con la fracasada línea del director como autor emprendida en la pasada década de los setentas, cuyo fracaso (fundamentalmente en la taquilla) precisamente había dejado espacio para que Lucas y Spielberg mostraran su talento.
"Los duelistas" fue la primera película que Puttnam abordó con su productora Enigma Production y, aunque no fue un éxito de taquilla, sí obtuvo el suficiente reconocimiento de la critica especializada incluyendo un premio en Cannes al mejor director novel para Ridley Scott, talento reconocido en el mundo de la publicidad y que debutaba en el cine.
Desde 1977, año de producción de "Los duelistas" Puttnam tardó cuatro años en reunir financiación suficiente para en 1981 producir la exitosa "Carros de Fuego", pero esta es otra historia. Lo cierto es que "Los duelistas" reúne todas las características de las producciones de Puttnam: temática seria y adulta, producción cuidada al máximo, excelentes técnicos al mando de la fotografía, el diseño de producción o la música...
En este sentido, "Los duelistas" ofrece un magnífico retrato de época.
Predominan la estética y la puesta en escena en esta película y esto siempre ha sido una seña de identidad del cine de Scott especialmente interesado en la producción convincente de ambientes más que en la profundización dramática en la historia y los personajes.
Esta manera de entender el cine fue una virtud en clásicos firmados por el director británico como "Alien" o "Blade Runner" pero sin duda es un defecto que lastra a esta "Los Duelistas" que por momentos resultando demasiado fria, por momentos resultando demasiado disgresora y difusa, no ofrece por desgracia toda la potencia que encierra esta historia, basada en hechos reales, del eterno estado de duelo que vivieron dos oficiales del ejército de Napoleón.
No obstante, y pese a sus defectos, "Los duelistas" no deja de ser una película más que interesante y que incluso puede llegar a ser inolvidable si la mirada del espectador pone toda la carne en el asador que la historia tímida y correcta en absoluto propone.
Merece la pena verla.
sábado, agosto 13, 2016
The legend of Tarzan
¿Era necesaria otra versión cinematográfica del personaje creado por Edgar Rice Burroughs al principio del siglo pasado?
Seguramente, no.
Pero puestos a ser honestos también hay que decir que esta "The legend of Tarzan" se las arregla para contar esa misma historia de siempre que todos ya sabemos de otra relativamente diferente manera. Y esto siempre es de agradecer.
La película resulta entretenida y tal y esas cosas, pero si esperas que escriba sobre la película vas listo.
Tampoco da para tanto.
Mi relación con Tarzan es ambivalente.
Por un lado forma parte de mi memoria emocional, de las películas que los sábados por la tarde se emitían después de comer en la primera cadena de la por entonces única televisión, la española, RTVE, pero por otra este personaje resume como ninguno, hasta casi la caricatura, la ideología de supremacía del hombre blanco que formaba parte del aire que se respiraba en el principio del siglo donde fue concebido.
Ningún zulú abandonado en los muelles de Nueva York podría llegar a ser el rey de la ciudad.
Resultaría inconcebible.
Sin embargo, resulta mucho más razonable que un blanco se haga con el control de un lugar como la selva africana.
Y no es que se las apañe para sobrevivir convirtiéndose en un nativo más, que sería el máximo razonable. Eso es demasiado poco para un hombre blanco que no puede aspirar a menos que ser el rey de un entorno absolutamente opuesto a su civilizado lugar de procedencia: la aristocracia inglesa.
En este sentido, y haciendo honor a sus orígenes pulp, la serie de Tarzan creada por Burroughs habla al vientre del hombre blanco que las compra apelando a temas tan mediavales como la calidad superior de los que están arriba.
Así, el hijo de un noble inglés puede perfectamente imponer la calidad de su sangre en un entorno hostil y muy diferente al suyo.
La calidad del hombre blanco que le permite gobernar la selva del mismo modo que, en aquella época, gobernaba al mundo amparado en su poderío industrial y tecnológico consecuencia del proceso de modernidad desencadenado por la ilustración.
Y lo pulp está precisamente en que Tarzan no necesita la ayuda de esa tecnología.
Reducido a la animalidad, igualado con las bestias, su aristocrática calidad siempre se impone.
En 1912, año que vio nacer a Tarzan, el hombre blanco era mucho hombre blanco. Sobre sus hombros recaía la responsabilidad de la civilización y de civilizar. Ese "White man's burden" que citaba Rudyard Kipling.
El morbo que aporta Burroughs a sus lectores es el de la superioridad del hombre blanco sin el apoyo de su civilización.
Ser el mejor jugando la lógica bestial de los animales y de las razas inferiores.
Ganar el partido jugando fuera de casa.
Seguramente, no.
Pero puestos a ser honestos también hay que decir que esta "The legend of Tarzan" se las arregla para contar esa misma historia de siempre que todos ya sabemos de otra relativamente diferente manera. Y esto siempre es de agradecer.
La película resulta entretenida y tal y esas cosas, pero si esperas que escriba sobre la película vas listo.
Tampoco da para tanto.
Mi relación con Tarzan es ambivalente.
Por un lado forma parte de mi memoria emocional, de las películas que los sábados por la tarde se emitían después de comer en la primera cadena de la por entonces única televisión, la española, RTVE, pero por otra este personaje resume como ninguno, hasta casi la caricatura, la ideología de supremacía del hombre blanco que formaba parte del aire que se respiraba en el principio del siglo donde fue concebido.
Ningún zulú abandonado en los muelles de Nueva York podría llegar a ser el rey de la ciudad.
Resultaría inconcebible.
Sin embargo, resulta mucho más razonable que un blanco se haga con el control de un lugar como la selva africana.
Y no es que se las apañe para sobrevivir convirtiéndose en un nativo más, que sería el máximo razonable. Eso es demasiado poco para un hombre blanco que no puede aspirar a menos que ser el rey de un entorno absolutamente opuesto a su civilizado lugar de procedencia: la aristocracia inglesa.
En este sentido, y haciendo honor a sus orígenes pulp, la serie de Tarzan creada por Burroughs habla al vientre del hombre blanco que las compra apelando a temas tan mediavales como la calidad superior de los que están arriba.
Así, el hijo de un noble inglés puede perfectamente imponer la calidad de su sangre en un entorno hostil y muy diferente al suyo.
La calidad del hombre blanco que le permite gobernar la selva del mismo modo que, en aquella época, gobernaba al mundo amparado en su poderío industrial y tecnológico consecuencia del proceso de modernidad desencadenado por la ilustración.
Y lo pulp está precisamente en que Tarzan no necesita la ayuda de esa tecnología.
Reducido a la animalidad, igualado con las bestias, su aristocrática calidad siempre se impone.
En 1912, año que vio nacer a Tarzan, el hombre blanco era mucho hombre blanco. Sobre sus hombros recaía la responsabilidad de la civilización y de civilizar. Ese "White man's burden" que citaba Rudyard Kipling.
El morbo que aporta Burroughs a sus lectores es el de la superioridad del hombre blanco sin el apoyo de su civilización.
Ser el mejor jugando la lógica bestial de los animales y de las razas inferiores.
Ganar el partido jugando fuera de casa.
miércoles, agosto 10, 2016
Primos
En la filmografía de Daniel Sánchez Arevalo, "Primos" precede a "La Gran Familia Española", su última película y, en mi opinión, resulta evidente que ambas destilan la misma seductora luminosidad que hace que resulten ligeras, positivas y, en definitiva, fáciles de ver.
Seguramente los guiones no son perfectos, hay situaciones y personajes más brillantes, más perfilados que otras y otros, pero sin duda Daniel Sánchez Arevalo tiene la capacidad de generar encanto desde una mirada alegre y optimista que pone toda su atención en el ser humano concebido, en su complejo marasmo de virtudes y defectos, como una de las bellas artes.
Todos sus personajes luchan contra lo peor de sí mismos siempre en favor de lo mejor que siempre encierran y terminan mostrando.
Las taras se procesan siempre con un sentido del humor muy vitalista y positivo, nada cínico y emboscado y este procesado casi siempre desde lo verbal convierte a sus personajes en una suerte de buenos salvajes entregados en cuerpo y alma a la búsqueda de una felicidad que casi siempre se encuentra resumida, de manera metafórica, en el amor romántico.
En este sentido, sus historias son viajes en el que sus personajes se embarcan en busca de la ballena blanca de ese final feliz al que Sánchez Arevalo se las arregla siempre para llegar en el momento justo, nunca antes ni tampoco nunca después.
Porque el ritmo, algo esencial en la comedia, es el elemento fundamental, el más cuidado en las máquinas de hace sentir bien al espectador que Sánchez Arevalo construye.
"Primos" precisamente parte del desamor hacia el encuentro de ese amor romántico y ofrece de manera muy divertida y luminosa el viaje de tres primos a Santander en busca de un polvo de revancha que uno de ellos necesita como el comer.
El mecanismo funciona a la perfección merced también al trabajo actoral que en las peliculas de Sanchez Arevalo suele ser de primera.
Así Quim Gutierrez, Raul Arevalo, Antonio de la Torre o Inma Cuesta están brillantes aportando con inteligencia la profundidad emocional que la historia propone.
Merece la pena verla.
Seguramente los guiones no son perfectos, hay situaciones y personajes más brillantes, más perfilados que otras y otros, pero sin duda Daniel Sánchez Arevalo tiene la capacidad de generar encanto desde una mirada alegre y optimista que pone toda su atención en el ser humano concebido, en su complejo marasmo de virtudes y defectos, como una de las bellas artes.
Todos sus personajes luchan contra lo peor de sí mismos siempre en favor de lo mejor que siempre encierran y terminan mostrando.
Las taras se procesan siempre con un sentido del humor muy vitalista y positivo, nada cínico y emboscado y este procesado casi siempre desde lo verbal convierte a sus personajes en una suerte de buenos salvajes entregados en cuerpo y alma a la búsqueda de una felicidad que casi siempre se encuentra resumida, de manera metafórica, en el amor romántico.
En este sentido, sus historias son viajes en el que sus personajes se embarcan en busca de la ballena blanca de ese final feliz al que Sánchez Arevalo se las arregla siempre para llegar en el momento justo, nunca antes ni tampoco nunca después.
Porque el ritmo, algo esencial en la comedia, es el elemento fundamental, el más cuidado en las máquinas de hace sentir bien al espectador que Sánchez Arevalo construye.
"Primos" precisamente parte del desamor hacia el encuentro de ese amor romántico y ofrece de manera muy divertida y luminosa el viaje de tres primos a Santander en busca de un polvo de revancha que uno de ellos necesita como el comer.
El mecanismo funciona a la perfección merced también al trabajo actoral que en las peliculas de Sanchez Arevalo suele ser de primera.
Así Quim Gutierrez, Raul Arevalo, Antonio de la Torre o Inma Cuesta están brillantes aportando con inteligencia la profundidad emocional que la historia propone.
Merece la pena verla.
domingo, julio 31, 2016
Ligeramente cambia.
Se mueve en miles
de diferentes direcciones
mientras duermes.
No te espera.
Se transforma
ajeno a la fragilidad
de tu palabra,
de tu voluntad,
de tu deseo.
Ese lento trabajo
que es tu reino en la tierra
se descompone al viento
si tu palabra,
tu voluntad,
tu deseo
están ausentes
y no pueden respaldarlo
con el habitual esfuerzo
por ser de siempre.
Es contingente y relativo
ese absoluto tuyo de cada día
con el que mides y cifras
tu aquí y ahora,
tu espacio y tu tiempo.
Ligeramente cambia
y solo la triste vanidad
de volver a ser ese mismo
que ciegamente te supones
te encuentra despierto cada mañana
y te acompaña en el sordo esfuerzo
de vestirte ese escuálido orden
que eres tu mismo una vez más
mientras inocentemente te esfuerzas
por reconocerte de nuevo
en el esquivo reflejo
que pacientemente te devuelve
la infedilidad callada del espejo
Clinton vs. Trump
Desde que Bill Clinton se presentara por segunda y última vez a las elecciones, ningún candidato a la presidencia de los Estados Unidos contaba con unos porcentajes relevantes de desaprobación como los que presentan Hillary Clinton y Donald Trump.
Los números dejan con la boca abierta.
En esta ocasión, el sistema político norteamericano ha sido más que nunca incapaz de ofrecer a su electorado unos candidatos ilusionantes.
Estas elecciones a la presidencia de los Estados Unidos tienen el dudoso honor de ser históricas en el sentido que los dos candidatos cuentan con unos elevados indices de desaprobación, superiores al 50%.
Por supuesto. Trump va por delante de Clinton, pero esta tampoco queda demasiado atrás hasta el punto de que Clinton, sobre el papel y según publica el Wall Street Journal, habría tenido poco que hacer, en cuanto a imagen, con ningún candidato republicano presentado a las elecciones a lo largo de los últimos 25 años.
Ver para creer.
Lo curioso es que el énfasis que se está poniendo en las zonas oscuras y erróneas del histriónico Trump está generando, para mi gusto, un distractivo efecto pantalla sobre el hecho de que, y como mal menor, la Casa Blanca pudiera llegar a ser ocupada por una candidata que siempre ha tenido más sombras que claros, unas sombras que el propio electorado norteamericano no tiene la menor duda existen.
No hay más que ver los problemas que Sanders ha dado a Clinton, más de imagen y contenido que de números, en la campaña para la nominación demócrata, pero no dejan de ser relevantes las victorias de Sanders sobre Clinton por todo el país.
En este sentido, no tengo la menor duda de que a Clinton le ha venido a ver la virgen con la candidatura de Trump.
Percibida por su electorado como fría, distante, interesada, prepotente, pro-establishment, profesional en el sentido negativo de la palabra, la imagen pública de Clinton es desastrosa y tampoco la propia trayectoria, su propia carrera habla demasiado a su favor desde su inicial implicación con las aseguradoras médicas privadas hasta su implicación en el desastre en que los Estados Unidos han sumido el Oriente Medio o la propia Libia.
La realidad es que pocas cosas buenas tiene a su favor Hillary Clinton por si misma.
Es la comparacion con Trump la que hace de ella un mejor candidato de lo que en realidad es. Y esto también vale.
El problema será cuando desaparezca el punto de comparación, pero no deja de resultar irónico que, amparado en el divertimento histriónico que ofrece Trump, se cuele en la Casa Blanca otro político lobista, la quinta esencia del detestado político de Washington, que nunca ha gustado demasiado por sí mismo y cuya imagen pública resume todos los rasgos del candidato perdedor, un candidato que ni siquiera gusta a las mujeres como mujer.
Por eso creo que Trump tiene más opciones de las que parecen, pero también creo que Clinton las tiene.
Y también creo que será una dura campaña a la defensiva, en la que los dos candidatos intentarán controlar sus zonas erróneas (que son demasiadas) a la espera del error del adversario, un error que su propio electorado aguarda porque más que nunca sabe que sus candidatos van a intentar engañarles.
Los errores si existen serán decisivos por lo que tengo la sensación que las primarias van a mostrar más vida e interés que una campaña a la presidencia donde el menos malo tendrá las opciones de ganar.
Los asesores de imagen más que nunca van a ser decisivos y la propia Clinton ya trabaja en reinventarse con la asesora de Michelle Obama.
Veremos que sucede, pero no es una buena noticia para el mundo la victoria de cualquiera de los dos.
Me temo que cada uno de ellos será nefasto a su manera y que habrá motivos para el que quiera engañarse pueda hacerlo pensando que Clinton es mejor solamente porque no es Trump (y viceversa), pero, ya se sabe, para gustos los colores.
Y estoy seguro de que la victoria de Clinton será la victoria del mal menor.
Los números dejan con la boca abierta.
En esta ocasión, el sistema político norteamericano ha sido más que nunca incapaz de ofrecer a su electorado unos candidatos ilusionantes.
Estas elecciones a la presidencia de los Estados Unidos tienen el dudoso honor de ser históricas en el sentido que los dos candidatos cuentan con unos elevados indices de desaprobación, superiores al 50%.
Por supuesto. Trump va por delante de Clinton, pero esta tampoco queda demasiado atrás hasta el punto de que Clinton, sobre el papel y según publica el Wall Street Journal, habría tenido poco que hacer, en cuanto a imagen, con ningún candidato republicano presentado a las elecciones a lo largo de los últimos 25 años.
Ver para creer.
Lo curioso es que el énfasis que se está poniendo en las zonas oscuras y erróneas del histriónico Trump está generando, para mi gusto, un distractivo efecto pantalla sobre el hecho de que, y como mal menor, la Casa Blanca pudiera llegar a ser ocupada por una candidata que siempre ha tenido más sombras que claros, unas sombras que el propio electorado norteamericano no tiene la menor duda existen.
No hay más que ver los problemas que Sanders ha dado a Clinton, más de imagen y contenido que de números, en la campaña para la nominación demócrata, pero no dejan de ser relevantes las victorias de Sanders sobre Clinton por todo el país.
En este sentido, no tengo la menor duda de que a Clinton le ha venido a ver la virgen con la candidatura de Trump.
Percibida por su electorado como fría, distante, interesada, prepotente, pro-establishment, profesional en el sentido negativo de la palabra, la imagen pública de Clinton es desastrosa y tampoco la propia trayectoria, su propia carrera habla demasiado a su favor desde su inicial implicación con las aseguradoras médicas privadas hasta su implicación en el desastre en que los Estados Unidos han sumido el Oriente Medio o la propia Libia.
La realidad es que pocas cosas buenas tiene a su favor Hillary Clinton por si misma.
Es la comparacion con Trump la que hace de ella un mejor candidato de lo que en realidad es. Y esto también vale.
El problema será cuando desaparezca el punto de comparación, pero no deja de resultar irónico que, amparado en el divertimento histriónico que ofrece Trump, se cuele en la Casa Blanca otro político lobista, la quinta esencia del detestado político de Washington, que nunca ha gustado demasiado por sí mismo y cuya imagen pública resume todos los rasgos del candidato perdedor, un candidato que ni siquiera gusta a las mujeres como mujer.
Por eso creo que Trump tiene más opciones de las que parecen, pero también creo que Clinton las tiene.
Y también creo que será una dura campaña a la defensiva, en la que los dos candidatos intentarán controlar sus zonas erróneas (que son demasiadas) a la espera del error del adversario, un error que su propio electorado aguarda porque más que nunca sabe que sus candidatos van a intentar engañarles.
Los errores si existen serán decisivos por lo que tengo la sensación que las primarias van a mostrar más vida e interés que una campaña a la presidencia donde el menos malo tendrá las opciones de ganar.
Los asesores de imagen más que nunca van a ser decisivos y la propia Clinton ya trabaja en reinventarse con la asesora de Michelle Obama.
Veremos que sucede, pero no es una buena noticia para el mundo la victoria de cualquiera de los dos.
Me temo que cada uno de ellos será nefasto a su manera y que habrá motivos para el que quiera engañarse pueda hacerlo pensando que Clinton es mejor solamente porque no es Trump (y viceversa), pero, ya se sabe, para gustos los colores.
Y estoy seguro de que la victoria de Clinton será la victoria del mal menor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)