lunes, marzo 11, 2013

11M

Recuerdo muy bien aquel día.

Y sobre todo recuerdo tres cosas:

1.- Tras el shock inicial, cualquier persona informada y con dos dedos de frente que se hubiera puesto a pensar hubiese tenido grandes problemas para imaginar seriamente que las explosiones formasen parte de un atentado de ETA.

Primeramente porque hubiera sido un evento que contradiría la lógica del fenómeno terrorista puesto que fundamentalmente los atentados se hacen para ser reivindicados. A este respecto,  y en primera instancia, ya salió Arnaldo Otegui, el portavoz de ETA en aquel momento, para negar toda participación de los terroristas vascos en el atentado. Posteriormente, y por si quedaba alguna duda y viendo la deriva interesada de la posición del gobierno español, fue la propia organización terrorista la que en un comunicado negó toda relación, cosa que nunca antes había sucedido y, como es lógico, jamás volvió a suceder.

Por otro lado, y entendiendo todo acto terrorista como lo que es: un cruel acto de comunicación, las explosiones de los trenes de cercanías implicaban un claro cambio de emisor. Por aquella época, ETA había dejado de matar de una manera fluida, sus atentados eran esporádicos y localizados. Principalmente, explosiones aisladas en polígonos en medio de ninguna parte y alguna que otra ejecución. Actos que reflejaban su incapacidad y agotamiento y en este sentido el tremendo atentado de volar varios trenes por los aires supone 16 inesperadas vueltas de tuerca en el proceder de una organización a la que además se acusaba por aquella época de haber perdido incluso calidad en sus acciones. Recuerdo perfectamente que portavoces políticos y policiales hablaban de una ETA descabezada sumida en un profundo cambio generacional que llenaba sus filas de terroristas jóvenes y faltos de experiencia... y de pronto llegaba la mañana del 11 de Marzo. La voladura de los trenes. Su carácter indiscriminado y brutal, su tamaño y alcance, su vertiente suicida, lo emparejaban más con los terroristas islámicos que por aquel entonces se volaban en las calles comerciales de Tel Aviv  que con los que asesinaban a un guardia civil en una perdida carretera de Navarra o se volaban por los aires intentando poner una bomba...

Los datos estaban ahí y decían que se trataba claramente de un nuevo interlocutor.

2.- En otro orden de cosas, estaban las consecuencias que para el gobierno del Partido Popular estaba implicando el sorprendente apoyo incondicional a la intervención americana en Irak, sellado con fotografía y todo en las Azores. Apoyo que ya había producido amenazas aisladas desde las filas de los islamistas, incluyendo delirantes discursos de reconquista del perdido Al-Andalus, tema favorito para explayarse por buena parte de los tertulianos de derechas.

De todos modos, y dentro de lo posible, el mayor peligro que podía afrontar el Partido Popular de cara a la opinión pública española como consecuencia de la guerra de Irak era un atentado islamista como el del metro de Londres.

Algún artículo y alguna opinión ya se habían vertido a este respecto.

Una acción así podía desbordar de sus límites ideológicos el amplio movimiento social de No a la Guerra con el que buena parte de la sociedad civil respondió a la decisión del gobierno de Aznar de apoyar la incuestionablemente injusta segunda guerra de Irak. Y este desborde de límites podría afectar a bolsas de voto con las que por el momento contaban los populares para ganar y continuar en el gobierno, victoria que las encuestas les otorgaban por una cierta holgura.

Y en este sentido, nada podría ser peor que se produjera además el atentado con apenas dos días de distancia de las elecciones... y uno de ellos la jornada de reflexión. Toda información que cada día apuntase a los islamistas significaría sin duda una prolongación de la hemorragia de votos que se temía. Bastaban un par de declaraciones y otro par de titulares para llegar a la más temida simplificación: nos ponen la bomba por ir a una guerra en la que no deberíamos estar.

Y todos sabemos, populares incluídos, que esta democracia neurótica nuestra que tiene tan buena opinión de si misma y tan decepcionante realidad se mueve a golpes de simplificaciones como ésta . Es por ésto que el gobierno explotó hasta el extremo la inexistente pista etarra.... con llamadas personales del presidente del gobierno incluidas a los directores de medios garantizando la veracidad de semejante mentira.

Además, todo lo que fuera una respuesta agresiva de ETA ante la dureza del gobierno Aznar... respuesta que nunca se produjo sino de manera aislada beneficiaba a los populares proporcionando una prueba que respaldaba la adecuación a la realidad de su discurso.

En aquel momento, la hipótesis de ETA no tenía mas que ventajas y entiendo que el escenario que manejaban los populares era mantener semejante hipótesis un par de días, lo suficiente para confirmar la victoria electoral que se predecía, y posteriormente, con cuatro años por delante, empezar a manejar la otra innombrable hipótesis, pero la realidad les superó. No eran tan duros como sus abdominales posteriormente nos quieren hacer pensar.

3.- Subido al caballo de la sociedad civil del No a la Guerra, el Partido Socialista jugó muy bien sus cartas, alguna de ellas de una manera no muy honesta, pero, y con independencia de participaciones puntuales, fue principalmente el sentido común de la sociedad civil el que se negó a aceptar una mentira que ya era insostenible al segundo día, el de la jornada de reflexión, castigando electoralmente al mentiroso.

La no reivindicación por parte de ETA, la constatación de manera concreta del carácter suicida del atentado y de manera genérica de su escenografía brutal y desproporcionada, unido a la revelación de las identidades magrebíes de los actores últimos fueron suficiente prueba para la duda de muchos y en este aspecto, confundiendo realidad con deseo, el gobierno de Aznar, en un acto de supina soberbia que ya empezaba a  caracterizar al principal responsable, prefirió mantenerse en la certeza de una explicación que resultó aún mucho más mentirosa ante la falta de respuestas a preguntas que ya se revelaban como fundamentales.

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