jueves, marzo 28, 2013

ISADORA

Dirigida en 1968 por el británico Karel Reisz, Isadora es una de esas películas perdidas, que cuando uno las ve se pregunta dónde diablos han estado metidas.

También es un ejemplo de película destrozada por la escasa o nula confianza que la productora tuvo en un proyecto de 168 minutos de duración que contaba la vida de una bailarina loca, madre soltera dos veces, casada con un soviético y que además estaba dirigido por uno de los principales impulsores del free cinema británico.

La historia del cine está lleno de cientos de películas destrozadas en un "sensato" afán de "arreglarlas" y nunca he podido entender muy bien cómo los propios ejecutivos de la majors eran capaces de tomar decisiones que en la mayoría de los casos resultaron catastróficas arruinando su propio producto. No obstante siempre he tenido claro que la estupidez ignorante de los propios límites combinada con un cierto machoalfismo suicida de hombre de negocios límite siempre han tenido mucho que ver en estas locuras que generalmente han hecho mas mal que bien.

Como escribo, Isadora es una de estas películas... Cortada en su duración y bastante poco promocionada, casi relegada a un nivel de película de calidad para la que apenas existían circuitos en Estados Unidos, Isadora terminó teniendo peor suerte de la que merecía. Si bien no se pudo poner sordina a la arrolladora y llena de sensibilidad interpretación de una Vanessa Readgrave que, en uno de los papeles más emblemáticos de su carrera, ofrece toda una clase magistral de talento interpretativo.

Basándose fundamentalmente en el flashback, la película nos muestra los últimos días de la vida de Isadora Duncan en la Costa Azul, una Isadora desesperada y decadente que vive momentos y situaciones que ofrecen, en la mejor línea de la más sabrosa magdalena proustiana, puntos de anclaje para el recuerdo de los aspectos más esenciales de su vida. Y en este sentido, Isadora es un verdadero ejercicio de inteligencia y delicadeza que basa su planteamiento discursivo en el aserto poético que nos habla de la pervivencia del pasado en el presente, convertido el primero en otro nivel paralelo que impregna de memoria y profundidad la superficie de la realidad visible. No obstante, el verdadero mérito de la película no es proponerlo sino presentarlo de una manera convincente y eficaz.

Isadora hace memoria con el espectador mostrando a su protagonista encerrada en un resonante presente del que ni puede ni debe escapàr... salvo que el bólido de Bugatti que con tanta desesperación desea montar sea capaz de correr mucho más rápido que sus fantasmas y recuerdos.

Y luego está ella, una hermosa y carismática Venessa Redgrave vistiendo, en el esplendor de su belleza casi renacentista, como un bello guante la belleza de otro ser humano hermoso en el sentido más trascendental de la palabra como fue Isadora Duncan, un ser libre que hizo con su vida lo que quiso y que fue capaz de evolucionar el lenguaje del ballet de una manera total y copernicana, hacia una expresión más libre y física que lo devolvía directamente a sus orígenes... pero ésta es otra historia.

Brillante.




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