JEUX D'ENFANTS
Amo esta película... Que todo el mundo lo sepa.
El cine de catastrofes, seguramente inaugurado por esta película, es un inevitable hijo de su época.
La década de los setentas del siglo pasado fué una década de incertidumbre y crisis económica para un primer mundo que basaba su crecimiento en un producto, el petróleo, que estaba en su mayor parte controlado por declarados enemigos del estado de Israel, uno de los principales aliados de los Estados Unidos.
En su momento, el petróleo se convirtió en un arma política de presión económica contra Estados Unidos y su mundo que descubrió conceptos como paro, inflación o déficit a la gente de la calle que hasta entonces había vivido en el mejor de los mundos de la opulenta sociedad de la década de los sesentas.
En este sentido, el público norteamericano encontró en este género una suerte de verbalización visual para su angustia colectiva. No en vano, en dos películas padres de éste género como la que nos ocupa y "El coloso en llamas", la catastrofe se declara durante una fiesta (año nuevo e inauguración de un rascacielos que esconde muchos defectos y problemas) y sus protagonistas pasan de la más despreocupada alegría a tener que luchar por sus vidas en un entorno cruel que no está dispuesto a perdonarles el menor error.
Desde ese momento el género propone el desencadenamiento de una escalada de situaciones a cada cual más peligrosa que debe afrontar el grupo de personajes en su empeño casi biológico de escapar, escalada que se convierte en un body count que va mermando las filas de ese grupo en una especie de darwinismo narrativo y aleatorio en la que casi ninguno tiene la garantía de supervivencia conferida al héroe. Para muestra el destino del predicador maravillosamente interpretado por Gene Hackman obsesionado por sacar a su rebaño de las entrañas del Poseidón.
Merece la pena destacar el discurso teológico que este sacerdote pone en práctica como energía inspiradora en toda su escapada barco arriba: Dios no ayuda a quienes no se ayudan a sí mismos. Mensaje absolutamente calvinista y que sin duda debió encontrar algún tipo de eco en el inconsciente colectivo del público norteamericano, ya que en él se basa buena parte del edificio de su moral grupal:
"Reverend Frank Scott: So what resolution should we make for the new year? It's to let God know that you have the guts and the will to do it alone. Resolve to fight for yourselves, and for others, for those you love. And that part of God within you will be fighting with you all the way."
Por lo demás, por si misma y aunque haya pasado el tiempo por algunos de sus efectos especiales, "La aventura del Poseidón" es una gran película de acción contada en la clave de ritmo perfecta por su director , el británico Ronald Neame, responsable de las maravillosas "I could go on singing" y "Tunes of glory" a principio de la década de los sesentas del siglo pasado... Además de magníficamente interpretada por su elenco principal presidido por la eterna tensión entre dos grandes de la acción como Gene Hackman y Ernest Borgnine... Dos actores que siempre están bien.
Estas cualidades intrínsecas de "La aventura del Poseidón", que hacen de ella una gran película por sí misma, han hecho que sobreviva a su tiempo y a las razones extrínsecas que llevaron a su éxito para convertirse en un magnífico referente del cine de acción y quizá la mejor película dentro de su ya extinto género.
Fui un chaval afortunado.
En su momento, vi "La Guerra de las galaxias" y "En busca del arca perdida" con la adolescente edad justa para creer la quimera de la aventura y vivirla como si fuera cierta... Entre los quince y los veinte años. Quizá por ello guardo un recuerdo imborrable de ambas... y eso que aún sigo siendo un adolescente de 42 años... pero esa es otra historia.
Lo cierto es que quisiera escribir otra cosa, pero no puedo. La última entrega de las aventuras de Indiana Jones me ha resultado decepcionante.
No diré que sea una mala película, porque resulta entretenida casi siempre y las escenas de acción están muy bien rodadas y son emocionantes, pero todo en ella resulta previsible como un viejo esqueleto recubierto con piel de diferente color... Al final, la forma es la misma. Los rasgos son los mismos. Absolutamente reconocibles en su eterno grado de repetición de fórmula segura de éxito.
No hay nada atrevido ni diferente en esta casi segura despedida para siempre del Dr. Jones. Tampoco hay magia ni misterio y uno tiene la impresión que Lucas y Spielberg no han querido arriesgar con una historia que podría haber derivado por caminos mucho más interesantes que la mera repetición de una fórmula de éxito por cuarta vez.
El aventurero Jones merecía que alguien con espíritu de aventura -y no comercial- pensara su última historia... que amenaza con derivar hacia una factoría tipo agente 007 protagonizada por un Shia Le Beuf que va a tener que currarselo mucho para ganarse mi cariño..
Después de más de quince años, quién les escribe esperaba algo más que un más de lo mismo cambiando marco incomparable por marco incomparable y villano por villano.
A mi entender falla el guión, por demasiado rutinario y por descuidar el corazón de los personajes secundarios que, a diferencia de las otras películas de la saga, se limitan a acompañar a Jones sin sobrepasar la categoría de comparsas.
Pero no me hagan mucho caso.
Son cosas mías.
Aunque bajo la apariencia de cine independiente, "Broken English" es una comedia romántica (sin demasiada comedia) que nos cuenta el largo viaje hacia el amor de una treinteañera neoyorquina sin demasiada suerte con sus parejas.
Escrita y dirigida por Zoe Cassavetes, hija del legendario John Cassavettes, "Broken english" centra todo su esfuerzo en la construcción del personaje protagonista, en la presentación de sus frustraciones y miedos, y lo hace con éxito, de una forma atractiva y convincente que capta al espectador y, lo que es más importante, a su corazón.
Buena parte de ese éxito, junto a un guión lleno de verdad, es la interpretación de Parker Posey, su protagonista, que sabe dar la justa medida a cada situación y sentimiento, sin caer en los excesos al que su personaje oudiera estar abonado.
El tono general es suave y tranquilo y la película se deja ver porque casi siempre interesa lo que está sucediendo en la pantalla. Y éso ya es suficiente éxito para esta modesta película cuya única ambición es la de contar una historia con personajes creíbles que sienten emociones próximas y reconocibles.
No le veo el punto yo a este biopic sobre la vida de la escritora británica de libros infantiles Beatrix Potter. Y tampoco me ayuda el hecho de que su protagonista sea René Zellweger, una actriz cuyos extraños pucheros tanto para reir como para llorar me producen un rechazo casi físico que llega a la más profunda nausea metafísica.
Probablemente exista un mensaje edificante en la vida de Beatrix Potter pero la transmisión de esa energía, de esa fuerza, de ese mensaje se queda en el intento. El tono de la narración se contagia un poco de la flemática frialdad victoriana que exhiben los personajes hasta el exceso y no consigue transmitir la energía y la fuerza que Beatrix Potter debió desplegar para hacer su camino en la Inglaterra de finales del siglo XIX.
En cualquier caso, el esfuerzo queda del lado del espectador, pero la película tampoco le lleva a implicarse más allá del tópico de creer en uno mismo y en el fruto de sus propio esfuerzo... Mensajes que llenan cientos de películas en las estanterías de cualquier gran superficie.
El único aspecto que pudiera haber hecho la película especial e interesante, el hecho de que los dibujos de la Potter cobrasen vida y se convirtieran en apoyo y testimonial réplica de su esfuerzo, pasa totalmente desapercibido limitándose a algún pequeño guiño. Lo cual me parece una lástima, porque llendo por ese camino hubiéramos podido tener una cierta personalidad diferente de la que sin ninguna duda la película, a mayor gloria de los pucheros de la Zellweger, se hubiera beneficiado.
No es la primera vez que veo esta obra maestra de ese genio del cine español llamado Luis García Berlanga, ni tampoco será la última.
Mucho se ha escrito sobre ella.
Preferentemente lo político y lo social, la crítica de una españa negra (de la que afortunadamente cada vez estamos más lejos) en el inicio del largo camino hacia otra mejor, han sido los vértices del debate. Comparto todos esos planteamientos, pero, y de siempre, lo que más me conmueve de esta película es el inclemente retrato de una España llena de miseria y mezquindad.
La escena en que Nino Manfredi y Emma Penella aprovechan una música que escuchan para bailar y la forma desairada en que, el propietario de la radio, se marcha impidiéndoles escuchar la música de su aparato siempre me ha conmovido en lo más profundo. me deja espantado. Sin habla.
"Que se traigan su propia radio los caraduras" les espeta al marcharse ese personaje terrible y brutal.
En "El verdugo", y salvo honrosas excepciones, todos los personajes se gritan, están malhumorados, se producen sin respeto y de forma desagradable en sus relaciones. Nadie está dispuesto a hacer nada por nadie y todo a cambio de un justo precio.
Constantemente tengo la sensación de estar en un mundo cruel y negro lleno de gente cruel y negra que todavía está luchando en el día por su propia supervivencia.
Y vuelvo a hora sobre ese personaje cuya mezquindad me obsesiona, que prefiere marcharse antes de permitir que otros escuchen su radio, que no está dispuesto a compartir su música en la libertad del aire, que parece más preocupado por impedir el placer de los otros que por procurarse el suyo propio y que probablemente buscará un lugar solitario para escuchar esa maldita radio.
Hay algo de aguafuerte goyesco en esa actitud tan agresiva y destemplada hacia el otro, tan contrastada y de trazo grueso.
La España terrible que el genio aragonés pintó también asoma por ahí... y no estoy seguro de que hoy en día no siga asomando, pero esa es otra historia.
La filmografía de Federico Fellini encierra, en mi opinión, un progresivo abandono de la realidad en favor de un mundo interno y propio, rebosante de hermosas locuras y rayantes obsesiones.
Cada nueva película del director nacido en Rimini se convertía en una complicada apuesta. Fellini proponía al espectador atravesar, como Alicia, el espejo y zambullirse en su profundo mundo de obsesiones personales.
En este sentido, sólo puedo hablar de mí y he de decir que siempre me gustó nadar en Fellini, que aún sigue gustándome bucear en su abigarrado mundo de imágenes sugerentes y situaciones excesivas. Un mundo en el que siempre terminaba apareciendo la belleza que destilaba su brillante mirada de creador único.
"Ocho y medio" y "Giulietta de los Espíritus" suponen, a mediados de la década de los 60, la ruptura de Fellini con la realidad y la inversión definitiva de los términos. El inicio del viaje interior, libre de ataduras, del creador hacia el final de sus propias obsesiones e intereses.
"E la nave va" es una muestra emblemática de esta segunda época. Para mi gusto tan importante como pudiera serlo "Amarcord" o su "Casanova".
El cine de Fellini es eminentemente poético y supone siempre un reto para el espectador acostumbrado a descansar su mirada y su entendimiento en la confortabilidad de un hilo narrativo.
En el cine donde predomina lo poético la historia no es tan importante como los sucesivos hallazgos de interesante belleza que el espectador puede encontrar a lo largo de la historia y en "E la nave va" Fellini ofrece la garantía de suficientes encuentros, momentos inolvidables como el funeral de la diva Edmea Tetua, el hitchcockiano "macguffin" que convoca a todos los personajes en el barco:
Escrita y dirigida por el estupendo y olvidado Richard Brooks, "Los profesionales" es un western romántico y crepuscular encabezado por un magnífico reparto capaz de dar justa vida a los magníficos diálogos que encierra la película, unos diálogos llenos de poesía y melancolía que nos hablan del amor y la revolución como causas perdidas.
Un grupo de mercenarios, formado por los estupendos Lee Marvin, Burt Lancaster, Robert Ryan y Woody Strode, recibe el encargo de un potentado americano (Ralph Bellamy) de rescatar a su esposa (Claudia Cardinale), secuestrada por Raza (Jack Palance), un temible revolucionario mexicano.
El trabajo de liberarla supondrá para algunos de ellos el amargo reencuentro con un nada dulce pasado de revolucionarios ideales perdidos y también el descubrimiento de la verdad que hay tras esa acusación de secuestro, una verdad que les llevará a redimirse de su pasado poniéndose una vez más del lado perdedor en favor de otro ideal no demasiado diferente.
"Los profesionales" es la melancólica historia de un inevitable fracaso aparente, de restos de naufragio intentando recomponerse para continuar adelante, de hombres integros en un mundo que no lo es tanto, de un destino lleno de sombras para corazones repletos de luz y todo aderezado con maravillosos diálogos como éstos:
- "Nos quedamos porque nos enamoramos. Nos vamos porque nos desencantamos. Regresamos porque nos sentimos solos. Morimos porque es inevitable. "
- "Son ustedes unos hijos de puta. Sí, señor, pero lo nuestro es de nacimiento y, sin embargo, usted se ha hecho a sí mismo"... "
- "Quizá sólo ha habido una re única revolución desde el principio, la de los buenos contra los malos. La cuestión es saber quiénes son los buenos."
¡Bravo!
Amo estos diálogos.
¿Quién no?
Aunque de poética diferente, "Los profesionales" y "Grupo Salvaje" guardan grandes parecidos en cuanto a las emociones que laten en su interior. Las dos películas están protagonizadas por un grupo de tipos que quizá demasiado tarde descubren quiénes son los buenos y se ponen de su lado asumiendo todas las consecuencias que ello supone y por costosas que sean.
No es una cuestión baladí saber cuál es el lado de los buenos. Junto al tema de llevarse siempre a la chica, saber cuál es el lado donde están los buenos son los dos criterios que rigen mi actuar en la vida. Se esté donde se esté uno tiene que estar en el lado correcto y con la chica correcta. Todo lo demás es secundario, aunque personalmente no suela acertar ¡jajajajjaja!. Después de todo, la lógica de la vida suele ser intentar acertar y casi siempre fracasar.
En cualquier caso, uno siempre tiene que intentar estar en el lado correcto y con la mujer correcta. Todo lo demás no importa. Son leves circunstancias pasajeras, mucho más que la corrección de ese lado o la idoneidad de la mujer... que también pasan. No nos hagamos un lío.
Mención aparte merece el personaje de Raza, un enamorado revolucionario mejicano que, seguramente demasiado tarde, ha descubierto que toda revolución siempre empieza por uno mismo. Memorable ese bandolero perdidamente enamorado que compone Jack Palance con su habitual maestría de principalísimo actor de carácter.
En fin, "Los profesionales" es una de las películas de mi vida. Debería serlo también d ela vuestra.
Hay mucha verdad en ella.
Ha pasado poco tiempo desde la primera vez, pero no he podido esperar más tiempo para revisitar esta obra maestra basada en un no menos maestro relato de Cormac McCarthy.
La primera constatación es que el talento breathtaking de Javier Bardem eclipsa muchos aspectos y detalles de esta película, incluso elementos que resultan esenciales para la comprensión profunda del sentido del relato. Uno se pasa el tiempo deseando que su psicópata aparezca y. cuando aparece, temiendo lo que va a suceder. Ante él, el melancólico y cansado sheriff que, con no menos maestría, interpreta el genial Tommy Lee Jones pasa relativamente desapercibido con sus silencios y su amargo sentido del humor.
La persecución que mantienen los personajes que interpretan Josh Brolin y Bardem son la presentación metonímica de ese mundo ante el que el sheriff se siente sobrepasado, incapacitado para la comprensión y por lo tanto para la respuesta. En la película ambas líneas argumentales están unidas y parecen tener el mismo peso narrativo, pero, e incuestionablemente, la esencia poética de la trama descansa en el sheriff.
La amarga constatación del paso del tiempo, acompañado de otro no menos amargo descubrimiento: nada ha cambiado o, incluso, las cosas han ido a peor. Nada puede hacerse. Ni siquiera Dios sirve como explicación... Lo mejor es echarse a un lado con el propio asombro y continuar envejeciendo mientras sea posible.
En"No es país para viejos", abunda un existencialismo del Lejano Oeste. La constatación de que la brutal lucha por la supervivencia sigue sucediendo en un paisaje duro, que no deja lugar a la menor de las concesiones y envejecer es una de ellas.
El aspecto animal del ser humano que es parte consustancial, muchas veces negada, de ese pequeño ser que tiene conciencia y reflexiona constantemente está ahí, dispuesto a echar abajo el cuidadoso y delicado trabajo de la otra parte, la moral, social y ética. Sabiendo que no hay mucho tiempo que perder y que hay, cogiendo sin el menor escrúpulo las rápidas líneas rectas que nos acercan a la imprescindible satisfacción de nuestras carencias. Pensando sólo en él.
El encuentro entre una y otra parte, la visión del esfuerzo contradictorio que constantemente llevan a cabo ambas en ese valle de Elías que es nuestra conciencia, genera ese vacío que como un cáncer crece y crece dentro de la cabeza del sheriff.
El asombro y la parálisis ante en absurdo que nos hace.
Quizá hacerse viejo sea llegar a la clara convicción de que nada tiene sentido y que todo esfuerzo en realidad siempre es en vano, porque el componente pulsional, animal y no razonado siempre termina venciendo por su propio peso... Después de todo, antes de juzgar si algo es bueno o malo, primero hay que estar vivo y respirar.
Como para dejarlo todo y jubilarse de una maldita vez ¿no?
No es país para viejos... Desde luego que no.
Aspero mundo.
Tras dos años de rodaje, Fritz Lang estrenó en 1924 el díptico "Los Nibelungos" basado en El cantar de los Nibelungos poema medieval escrito en el siglo XIII.
La película se divide en dos partes: La muerte de Sigfrido y La venganza de Krimilda, y alcanza las cinco horas de metraje. Por su mismas características de duración, Los Nibelungos es una película que requiere tiempo y dedicación por parte del espectador. Si éste se deja llevar, la experiencia en absoluto le decepcionará.
Merece la pena ver este espectáculo total gobernado por una fatal y dramática lógica zen. Un primer error suscita siempre la circunstancia que convoca a otro y así hasta el impresionante final.
Poco a poco, todos los personajes van sumergiéndose en las aguas pantanosas del desastre pugnando por internarse más y más mientras se dejan llevar por las emociones más primarias. Desde la muerte de Sigfrido hasta la terrible venganza de Krimilda, su enamorada, no hay lugar para la esperanza. Todo y todos parecen abocados a un desastre que sus propios miedos y fobias van forjando.
Los nibelungos es un clásico del cine magistralmente dirigido por Fritz Lang, un drama basado en el amor, la venganza y las pasiones de diferente altura. Un regalo selecto para espectadores con tiempo suficiente para disfrutarlo.“No me pregunten por qué… El privilegio del cine es permitir a un gran número de personas soñar el mismo sueño juntos y presentar la ilusión como si fuese la pura realidad…” Y el sueño que Jean Cocteu propone al espectador en la fascinante "El testamento de Orfeo" es un paseo por sus obsesiones como ser humano y artista.
Elegante, inteligente, sofisticada, culta, ... "El testamento de Orfeo" se convierte en un vivo retrato de su propio protagonista desgranándose en una fascinante sucesión de imagenes poderosas que llenan hasta rebosar los ojos que las contemplan.
De carácter no lineal, absolutamente metafórica, Cocteau demuestra la capacidad del cine para generar imágenes poéticas de potencia. Aspecto que quizá sólo el cineasta griego Theo Angelopoulos sea capaz hoy en día de reflejar sobre una gran pantalla.
El uso de la camara lenta para construir una destrozada flor o de la música para sugerir estados emocionales intensos son potentes brillos emitidos por esta preciosa joya nacida de las inagotables capacidades para el arte de un talento sin par.
Termino de ver la quinta temporada, su explosivo e inesperado final, y no puedo dejar de hablar de esta serie, parte esencial del olimpo de series televisivas que desde principios de este siglo están lustrando el panorama de las ficciones televisivas generando una suerte de edad de oro de la ficción dramática: Los soprano, The wire, Mujeres desesperadas, Deadwood, A seis pies bajo tierra, Expediente X, ....
Muchas de estas series son o fueron de la HBO, principal agente de esta edad de oro de las series televisivas con su reducción del número de capítulos por temporada casi a la mitad, lo que ha permitido a los guionistas dar, con una cierta tranquilidad, lo mejor de sí mismos... Pero ésta es, como siempre, otra historia.
The shield cuenta las peripecias del personal de una comisaría de Los Angeles y, especialmente, las andanzas del equipo de asalto en su lucha por contener el incontenible mundo de la violencia, la droga y las bandas en el gran los Angeles.
A lo largo de sus cinco temporadas, y junto a otras historias no menos jugosas, The shield es la historia del descenso a los infiernos de los miembros de ese grupo.
Entre el blanco y el negro, acostumbrados o moverse por necesidad en los diferentes matices de gris que llenan las calles, los miembros del grupo de asalto acaban por estar demasiado cerca del negro absoluto, comprometiendo sus vidas personales y profesionales casi sin quererlo.
Por acción u omisión, los miembros del equipo de asalto terminan convirtiéndose en una parte de aquello contra lo que cada día luchan.
Como si después de dar vueltas alrededor del infierno, a uno siempre le estuviera reservado el destino de quemarse.
Como si existiera una extraña, irresistible y muy humana ley de la gravedad que irremediablemente nos atrae hacia el mal.
Como si el mal fuese un potentísimo veneno transmisible por el aire y por la simple acción. Una especie de karma de acciones y reacciones que desencadenado ya no se puede detener y que hunde cada vez más profundamente en su lógica de pagos y deudas a quién lo despierta. Un karma negro del que sólo se puede escapar amputandose un pedazo de vida y, quizá, un pedazo aún mas grande de alma.
La vida en los grises es así. Por todo, siempre hay un precio a pagar.
Maravillosa, The Shield.
Lo confieso.
Me gusta mucho ésta última cabalgada de Rajoy contra todos y después de muerto.
Ha esperado mucho, tánto que ya es demasiado tarde para él, pero ése no es el problema. Ahora, se trata de marcharse quedándose a gusto, haciendo las cosas con su gente y a su manera. No le saldrá bien seguramente, porque su perfil nunca ha sido el agresivo de un candidato. Rajoy tenía que ser el gestor de la herencia de Aznar, no un candidato dispuesto a conquistar un imperio. Y eso siempre se le ha notado
Rajoy es un cadaver político, pero todavía hay un poco de vida en su muerte. La suficiente como para buscar la redención, la autoestima. Rodearse de su propio equipo e intentarlo desafiando todas las circunstancias y riesgos.
Hay un western estupendo en su actitud, que me parece muy Peckinpah.
Dar la batalla final aunque ya esté perdida ¿Por qué no? Aquel que quiera su corona tendrá que arrebatárselo del helado abrazo de sus manos muertas.
No sólo se define el modo de ganar, sino también el modo en que uno quiere perder.
Tiene mérito ser Berlusconi y no haber muerto (real o simbólicamente) en el intento.
En mi caso, personalmente, creo que no hubiera podido jamás llegar a serlo. El éxito arrollador me hubiera triturado, hubiera hecho de mi un guiñapo.
Estoy seguro.
Pensadlo bien.
Empresario de éxito, dueño de un club de fútbol también de éxito, político de éxito, productor de todo un paquete de medidas legislativas que le benefician a él mismo y a su negocio y, por si ya faltaba algo, vuelve a ganar unas elecciones. Un nuevo éxito... Berlusconi ha vuelto a contar con la confianza del pobre pueblo italiano.
¿Donde está el limite?
Es difícil saberlo cuando todo parece salirte tan bien. El fracaso nos mide, nos limita, nos hace cuestionarnos, nos vuelve prudentes, nos impide decir todo lo que pensamos, pero este no es el caso de Berlusconi.
De forma evidente ha utilizado los mecanismos del estado italiano para beneficiarse y protegerse y los italianos han vuelto a votarle en masa... Es difícil pensar para su autor que el show Berlusconi tenga temas que no deban ser tocados, límites.
Por eso la emprende con el gobierno femenino y feminista de nuestro presidente Zapatero.
¿Qué mas da?
Berlusconi ya está por encima del bien y del mal. Sus propios compatriotas, como los alemanes votando a Hitler (aunque haya que salvar bastantes distancias), le han colocado allí, en el Olimpo de "i vitelloni".
Y el lo sabe y su confianza en su magia es por tanto absoluta...
No descartaría que se presentara a su investidura luciendo una bandana... Miramos hacia Italia. Grandes prodigios de todo a cien empiezan a dibujarse en sus cielos.
A veces me equivoco con las películas.
No siempre, pero a veces me equivoco. Y este es el caso de "El Orfanato". Demasiado convencido estaba yo de que no iba a gustarme y por eso he terminado viéndola en una versión pirata, baja de la mula, en un día tonto, terminada toda la munición.
Y el caso es que me ha gustado.
Seguramente por motivos ajenos a la película, unos motivos que sólo están en mi cabeza, como cuando te enamoras de una mujer que sólo está siendo amable contigo.
Y me gusta "El orfanato" como un extremo cuento iniciático sobre el eterno asunto de encontrar tu lugar en el mundo.
En el caso de la protagonista, de la casualidad es que ese lugar esta fuera del mismo mundo, cuidando a unos niños abandonados en la vida y en la muerte. Victimas de entre todas las victimas. Chivos expiatorios de todos los pecados. Los niños están aguardando que Laura regrese para poder por fin jugar eternamente por los pasillos y los salones de una casa que ya se confunde con sus propios sueños.
O tenía el día tonto o "El orfanato" me pareció una película muy emocionante.
La amistad y la solidaridad de un grupo sentida incluso más allá de la propia vida y en la propia muerte.
Encontrar a los tuyos y sentir la inmensa obligación de deberte a ellos hasta el final... que curiosamente es el comienzo.