
Ha elegido con relativa oportunidad las historias, ha contado con grandes actores para protagonizarlas, pero a estas alturas de la historia me queda bastante claro que el prestigio que goza Scott como director está muy por encima de su talento real.
La isla es algo más que una isla.
Es una red con una oculta voluntad propia que se extiende en el espacio y en el tiempo para atrapar entre sus garras a los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic Airlines.
La cuarta temporada de "Lost" termina con bastantes más interrogantes de los que resuelve... pero las certezas son lo menos importante. El constante estado de incertidumbre es la única certeza que de forma incesante alimenta el inevitable deseo de descubrir las respuestas, de saber de una vez por todas lo que realmente sucede.
Lo que más me gusta de "Lost" es que juega habilmente con la necesidad pulsional de certidumbre que el ser humano siente. En este sentido, la isla se convierte en la más perfecta némesis con su absoluta capacidad para generar misterio e incertidumbre.
Cualquier cosa puede pasar. Cualquier cosa puede ser.
El grado cero del enigma... Todo lo que sucede puede significar cualquier cosa.
Las preguntas se agolpan en la profundidad de sus cavernas y selvas a la espera de respuestas que quizá nunca lleguen.
En esta cuarta temporada el presente de la isla se convierte en pasado. Algunos han conseguido lo que más desean, escapar, pero en flash forward del futuro se nos muestra que quizá no haya sido tan buena idea, que no es tan fácil de escapar del largo brazo de la isla. Y ésta empieza a revelarse como una singularidad regida por unas leyes diferentes a las que gobiernan nuestra euclidiana realidad. El tiempo se dilata y se contrae, los cadaveres llegan a las playas antes de ser asesinados, el futuro puede ser imaginado y el pasado reconstruido.
Y para colmo Jeremy Bentham ha muerto cuando nadie lo esperaba... Quizá todos deban volver a la isla con su cadaver. Seguramente nunca se han marchado.
Es una lástima.
"No te mueras sin decirme a dónde vas" podría haber sido la mejor película de Eliseo Subiela. Probablemente él imaginara lo mismo mientras escribía la historia de estas dos almas que van encontrándose en el tiempo el uno al otro, bajo distinta apariencia, en distinta situación, pero las buenas intenciones no han traspasado de forma conveniente el horizonte de sucesos que vuelven tangibles las ideas.
Por primera vez, Subiela abandona la estructura narrativa sencilla, el simple relato de una simple historia y la cambia por un complejo entramado en el que se entrecruzan diferentes líneas argumentales: el viejo del cine, el amigo inventor, la planta, el robot.. Y todas conviven en el espacio de la pantalla, con su propia carga emocional, abundando en intensidad y restando protagonismo narrativo y emocional a la historia de fantasmales encuentros y desencuentros entre Hipólito y Raquel.
Y para contarlo todo la película se vuelve demasiado larga... o por lo menos así se me termina apareciendo.
Las historias se detienen para continuar contando otras que también fueron detenidas para poder a su vez contra otras que en su momento también fueron interrumpidas y el resultado es deslabazado. Las emociones se acumulan, las palabras pierden anclaje. Todo resulta demasiado intenso, porque no hay lugar para transiciones nimias que permitan al espectador descansar entre descarga emocional y descarga emocional. Hay demasiadas cosas que decir de demasiadas historias. Falta espacio.
Y la película, que pese a todo tiene buenos momentos, termina por hacerse incómoda hasta culminar en uno de esos pretendidos finales grandes, construidos a base de la sucesiva acumulación de pequeños finales en los que la película parece atrancarse, no querer terminar, rematando interminablemente un lazo narrativo con otro lazo más.
Y es una pena... porque la pequeña historia de Hipólito y Raquel podría haber transcurrido hermosa y grande, sin disgresiones ni distracciones, en el tránsito entre dos frases: "Soñé con usted, pero no con su nombre" y "La próxima vez no te mueras sin decirme a dónde vas".
Seguramente las historias pequeñas en fondo y forma son el territorio donde Subiela y sus personajes dan lo mejor de sí mismos.
Un sólo capítulo y la cuarta temporada de Lost ya tiene toda mi atención.
¡Brillante!
Han conseguido dar una vuelta de tuerca más y presentar un escenario aún más sorprendente... Si en las primeras tres temporadas las tribulaciones de los protagonistas en la isla aparecían salpicadas de recuerdos del pasado de los personajes, ahora esos recuerdos han desaparecido. Han sido reemplazados por... momentos del futuro de forma que lo que sucede en la isla se ha convertido en un pasado cuyo desenlace en lo que afecta al presente que se nos muestra se nos aparece absolutamente impredecible.
Algunos han conseguido salir de la isla y otros, parece, se han quedado... Y hay algo que huele a podrido destruyendo a aquellos que han conseguido escapar... lo que más deseaban.
No se si conseguiré apartarme del ordenador...
El territorio narrativo donde suceden las historias de Subiela es el cuento, la fábula, .... un lugar bastante parecido a la realidad, pero en el que es bastante probable que lo diferente y lo extraordinario puedan tener un lugar.
Todo está relacionado.
El cuento es un lugar perfecto en el que sus personajes pueden existir impunes en la impostura de su discurso sin resultar demasiado comprometidos por una realidad demasiado pura y dura.
Hay un momento en "Hombre mirando al sudeste" en el que el doctor se niega a medicar al paciente que sice ser un extraterrestre aduciendo que ese deliro es lo único que ese personaje tiene. Lo que le mantiene vivo frente al desorden de un mudo al que ha decidido dar la espalda con todas las consecuencias.
En este sentido, "Hombre mirando al sudeste" resume los planteamientos narrativos de Subiela. Es una historia que narra cómo un individuo se refugia en la confortabilidad de una historia para poder seguir existiendo y esa realidad virtual se convierte en una realidad tan real como la que creen estar viviendo el resto de los personajes.
La propia convicción con la que Rantés existe en su mundo aparte se convierte en la principal fuente de credibilidad con la que éste cuenta para llenar de dudas a todos aquellos que atentamente le observan.
Rantés no está menos loco que, por ejemplo, el protagonista de "El lado oscuro del corazón". Ambos se mueven, sobreviven en los márgenes de la sociedad empeñados en un imposible discurso humanista acerca del amor y de las emociones como única forma de salvación del ser humano, de ellos mismos. Son voces en el desierto que denuncian y profetizan un sinsentido, que se erigen en mesías y abanderados de los humillados, de los ofendidos, de los débiles aplastados por ese desorden en que el ser humano se convierte en un extraño de sí mismo.
Si queremos, siempre podremos dudar sobre la verdadera identidad de Rantés, pero lo que no encierra ninguna duda es se trata de un ser especial con un discurso diferente, lleno de compasión, altruismo empatía y luz, tan especial y diferente como podría serlo un verdadero extraterrestre.
No soy muy partidario de las películas que banalizan algo tan serio como la violencia, pero tengo que reconocer que "Shoot'em up" es una película curiosa.
En ella confluyen lo peor de ese banalizador de algo de por si tan banal como el exploit llamado Quentin Tarantino con lo mejor del cartoon. Porque "Shoot'em up" no es otra cosa que unos dibujos animados protagonizados por actores de carne y hueso.
Durante toda la película Smith, interpretado con correcta estolidez por el siempre correcto y estólido Clive Owen no deja de ser perseguido por Hertz, el personaje que interpreta Paul Giamatti con su habitual saber hacer.
De alguna forma, ambos reproducen el esquema persecutorio mil y una veces sucedido entre el coyote y el correcaminos o bugs bunny y elmer... incluso Smith no deja de comer zanahorias durante toda la película... dando lugar, con la violencia como pretexto, a las situaciones más disparatadas de combate en las que Smith elimina pistoleros con la misma facilidad con que devora zanahorias. En este sentido, resulta fascinante y ejemplar, en cuanto al tono buscado por Michael Davis, director y guionista de la película, la secuencia del parto en medio de un tiroteo que Smith protagoniza sin apenas parpadear.
Este "core" narrativo sucede además en un mundo exploit y amoral, muy Tarantiniano de pistoleros sin escrúpulos que parecen embarcados en una competición de crueldades y frases brillantes... y con un recién nacido de por medio.
La combinación funciona a casi todos los niveles, aunque la película termina resultando reiterativa en su "tour de force" de situar a Mr Smith en situaciones cada vez más complicadas de las que, por supuesto, consigue salir casi sin despeinarse. Quince o veinte minutos menos en la sala de montaje no habrían venido mal a "Shoot'em up"... si bien la película se sigue con suficiente interés en su más difícil todavía salpicado de buenas gotas de humor negro... y de Mónica Bellucci... por supuesto.
Ya no conecto tanto.
Uno de los dos ha cambiado... O la película o yo... y lo más probable es que se trate de mí.
Siempre me pareció que la pelicula omite precisamente el momento más trascendente en la evolución emocional del personaje protagonista. Al principio no me importaba tanto, con mis veinte años gozaba cada segundo de esa impostura vital que el personaje, magnificamente interpretado por Dario Grandinetti, exhibe ante todo y contra todos, como un pendón, pero, y conforme voy haciéndome mayor, la idea de que la historia me hurta la parte más valiosa ha ido creciendo y creciendo hasta generar una distancia cada vez más grande entre la película y yo.
Me parece que a "El lado oscuro del corazón" le sobran poemas de amor y le faltan, precisamente, poemas que hablen de ese lado oscuro donde van a parar nuestros fracasos. Ana le ilumina ese lugar a Oliverio, le indica su existencia rechazándole pero el autor, Eliseo Subiela, pasa demasiado de puntillas sobre ese momento, sobre ese lugar.
Todo se reduce a una frase de ella y a un agradecimiento de él, pero Subiela no se introduce en absoluto en ese lado oscuro... y no por falta de poesía y de poetas..
¡Fueron largos y ardientes los veranos!
Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.
Nos sonaban las voes encendidas de luna,
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasa eternos, y eramos sólo tiempo.
Se borraban los astros al amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso, y delicado se iniciaba el amor.
Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!
(Lo veranos, Francisco Brines. El Otoño de las rosas)
Ya no conecto tanto como tampoco leo en la misma medida a Benedetti... He ido creciendo, envejeciendo y descubriendo a otros poetas que precisamente no se quedan en las puertas de ese lado oscuro que conforme nos hacemos mayores va creciendo y creciendo.
No es la película, soy yo.
Es emocionante comprobar como Fox permanecerá vivo en el agradecido corazón del joven Mohune.
Es emocionante comprobar la redención en el último momento del libertino Fox y el meticuloso cuidado con que deja de existir, con que se disuelve ante los inocentes ojos llenos de sueños del joven Mohune.
"Los contrabandistas de Moonfleet" es una obra maestra que me hace pensar en el mar como algo más que una inabarcable extensión de agua y que convierte a la esperanza en un sentimiento emocionante por la fragilidad eminentemente humana de los elementos que la constituyen.
"Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.
Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.
Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!
El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar."
(El Albatros. Las flores del mal. Charles Baudelaire)
... Y a sus ojos apenas es nada que signifique algo,
un extranjero propietario de un idioma incomprensible,
una voz que genera en su derredor el desierto que no la escucha.
"Geoffrey Fielding: [about Pandora and the Dutchman] I know now that they were in love. But I have a feeling that they never spoke of it."Porque hay cosas de las que no hay que hablar, que existen y punto. Basta con reconocer su existencia... Hablar está sobrevalorado... especialmente entre aquellos que no tienen nada que decir y que sólo aspiran a llenar el aire de palabras, cuantas más mejor.