LANCELOT DU LAC
Dentro de las obras de este singular y genial corredor de fondo del cine francés llamado Robert Bresson, está Lancelot du Lac no está desde luego entre mis favoritas.
Ya he escrito alguna vez sobre Robert Bresson, ejemplo perfecto de una actitud inner directed de autentico macho alfa intelectual que le ha conducido a ser autor, con todas las letras mayúsculas, de una obra corta pero absolutamente especial y singular.
De esencia fudamentalmente metafísica, el cine de Bresson vive enganchado a la necesidad de mostrar al ser humano atrapado en su laberinto más propio y personal, ese interminable bucle que tiene que ver con la inevitabilidad del pecado y la posibilidad de la redención siempre abriéndose paso tras la larga trayectoria en el desierto de la culpa; un sentimiento de culpa en cuyo tormentoso seno los protagonistas de Bresson terminan descubriéndose en la necesidad de purificarse pagando un determinado precio que siempre supone un coste importante en su relación con la realidad.
Nada es gratis en la vida para Bresson.
Todo tiene un precio y en el proceso de descubrirlo se encierra gran parte de la magia de su cine. Como el carterista de Pickpocket o el condenado de Un condenado a muerte se ha escapado, sus personajes siempre sufren un proceso introspectivo de depuración que les lleva a apartarse del mundo y sus tentaciones, inductores eternos de esa acción infortunada que origina esa culpa, para encontrar dentro de si mismos ese sentido moral del bien que les llevará a trascenderse en ese acto final de liberación que pondrá fin a la culpa y, por lo tanto, al relato.
En este sentido, el cine de Bresson es espiritual... pero sobre todo moral.
Sus personajes siempre son ejemplares, figuras icónicas que representan para Bresson la mejor de las prácticas de una manera casi impersonal, contribuyendo a ello el planteamiento irrenunciable del director francés de recurrir a personas sin experiencia como actores para representar sus personajes
A estas alturas del relato está claro la procedencia de la visión bressoniana del hombre, una visión humanista cristiana de inspiración protestante y jansenista en la que el alma del hombre se encuentra eterna e inevitablemente expuesta a la tensión que ejercen de manera contrapuesta el bien y el mal. Una tensión que sus personajes suelen resolver en favor del bien aun pagando ese inevitable precio.
Y en este sentido, el cine de Bresson es un cine optimista pues nos dice que a solas consigo mismo el hombre siempre se decanta por la bondad.
Todo ésto está presente en esta incursión personalisima de Bresson en las leyendas artúricas, pero, y para mi gusto, la película no termina de funcionar.
Lancelot du Lac está llena de hermosas imágenes que sin duda inspiraron a John Boorman para su posterior Excalibur, el profundo verde del bosque y las doradas armaduras de los caballeros, los interiores apenas iluminados por las velas, pero también termina resultando un espectáculo demasiado moroso, como si Bresson se manejase mejor en la contemporaneidad para expresar los tiempos muertos que abundan en su cine como lugar para metaforizar la reflexión y no supiera muy bien qué hacer a la hora de expresarlos en el espacio simbólico de una leyenda. Asi, y por ejemplo, terminan por resultar absurdos los constantes ires y venires de los caballeros por el castillo por no hablar de la poca verosimilitud de los pocos momentos de combate, escenas más propias de un cine espectacular que está en las antipodas de la mirada que Bresson representa y que, todo hay que decirlo, Bresson no sabe resolver con un mínimo de credibilidad.
Como resultado, Lancelot du Lac tiene dentro de si misma aspectos que ponen en tela de juicio la credibilidad de la propuesta bressoniana mostrando seguramente los límites de la mirada y del talento del director francés.
En definitiva, todo lo que en Lancelot du Lac rodea a la esencia del cine de Bresson, a los actores y lo que dicen y les pasa, resulta poco creíble y esa falta de verosimilitud, de artificio, paradójicamente, se vuelve en contra de la mirada del director francés comprometiéndola.
Da para mas, pero no quiero aburrir... mas.
Si tienes curiosidad por el cine de Bresson y quieres ver tu primera película, no empieces por esta limitada Lancelot du Lac. ¡Por lo que mas quieras!
Dentro de las obras de este singular y genial corredor de fondo del cine francés llamado Robert Bresson, está Lancelot du Lac no está desde luego entre mis favoritas.
Ya he escrito alguna vez sobre Robert Bresson, ejemplo perfecto de una actitud inner directed de autentico macho alfa intelectual que le ha conducido a ser autor, con todas las letras mayúsculas, de una obra corta pero absolutamente especial y singular.
De esencia fudamentalmente metafísica, el cine de Bresson vive enganchado a la necesidad de mostrar al ser humano atrapado en su laberinto más propio y personal, ese interminable bucle que tiene que ver con la inevitabilidad del pecado y la posibilidad de la redención siempre abriéndose paso tras la larga trayectoria en el desierto de la culpa; un sentimiento de culpa en cuyo tormentoso seno los protagonistas de Bresson terminan descubriéndose en la necesidad de purificarse pagando un determinado precio que siempre supone un coste importante en su relación con la realidad.
Nada es gratis en la vida para Bresson.
Todo tiene un precio y en el proceso de descubrirlo se encierra gran parte de la magia de su cine. Como el carterista de Pickpocket o el condenado de Un condenado a muerte se ha escapado, sus personajes siempre sufren un proceso introspectivo de depuración que les lleva a apartarse del mundo y sus tentaciones, inductores eternos de esa acción infortunada que origina esa culpa, para encontrar dentro de si mismos ese sentido moral del bien que les llevará a trascenderse en ese acto final de liberación que pondrá fin a la culpa y, por lo tanto, al relato.
En este sentido, el cine de Bresson es espiritual... pero sobre todo moral.
Sus personajes siempre son ejemplares, figuras icónicas que representan para Bresson la mejor de las prácticas de una manera casi impersonal, contribuyendo a ello el planteamiento irrenunciable del director francés de recurrir a personas sin experiencia como actores para representar sus personajes
A estas alturas del relato está claro la procedencia de la visión bressoniana del hombre, una visión humanista cristiana de inspiración protestante y jansenista en la que el alma del hombre se encuentra eterna e inevitablemente expuesta a la tensión que ejercen de manera contrapuesta el bien y el mal. Una tensión que sus personajes suelen resolver en favor del bien aun pagando ese inevitable precio.
Y en este sentido, el cine de Bresson es un cine optimista pues nos dice que a solas consigo mismo el hombre siempre se decanta por la bondad.
Todo ésto está presente en esta incursión personalisima de Bresson en las leyendas artúricas, pero, y para mi gusto, la película no termina de funcionar.
Lancelot du Lac está llena de hermosas imágenes que sin duda inspiraron a John Boorman para su posterior Excalibur, el profundo verde del bosque y las doradas armaduras de los caballeros, los interiores apenas iluminados por las velas, pero también termina resultando un espectáculo demasiado moroso, como si Bresson se manejase mejor en la contemporaneidad para expresar los tiempos muertos que abundan en su cine como lugar para metaforizar la reflexión y no supiera muy bien qué hacer a la hora de expresarlos en el espacio simbólico de una leyenda. Asi, y por ejemplo, terminan por resultar absurdos los constantes ires y venires de los caballeros por el castillo por no hablar de la poca verosimilitud de los pocos momentos de combate, escenas más propias de un cine espectacular que está en las antipodas de la mirada que Bresson representa y que, todo hay que decirlo, Bresson no sabe resolver con un mínimo de credibilidad.
Como resultado, Lancelot du Lac tiene dentro de si misma aspectos que ponen en tela de juicio la credibilidad de la propuesta bressoniana mostrando seguramente los límites de la mirada y del talento del director francés.
En definitiva, todo lo que en Lancelot du Lac rodea a la esencia del cine de Bresson, a los actores y lo que dicen y les pasa, resulta poco creíble y esa falta de verosimilitud, de artificio, paradójicamente, se vuelve en contra de la mirada del director francés comprometiéndola.
Da para mas, pero no quiero aburrir... mas.
Si tienes curiosidad por el cine de Bresson y quieres ver tu primera película, no empieces por esta limitada Lancelot du Lac. ¡Por lo que mas quieras!