jueves, agosto 25, 2016

Suicide Squad

Si no hubiese escuchado todo ese mar de fondo en redes sociales contra la película, seguramente que me hubiese parecido peor película de lo que me ha parecido.

En este caso, el traicionero juego de las expectativas ha jugado en favor de "Suicide Squad" y lo ha hecho en en el sentido de que no me parece ni mejor ni peor que la gran mayoría de productos que Hollywood está sacando con el mundo del comic como argumento.

Como en casi todas abunda la cantidad, la acumulación de personajes, disparos, explosiones sobre la calidad, buscando sin duda sepultar al espectador bajo una cascada de luces y sonidos en la mejor línea de las atracciones circenses.

Como si se tratase de una marisquería de polígono, la historia se sirve rebosando la bandeja de la pantalla

Pero detrás de todo ese ruido narrativo, de toda esa furia visual apenas hay nada.

Argumentos nimios en los que el bien lucha contra el mal casi por obligación administrativa, porque el bien es el bien y el mal es el mal; argumentos básicos que sirven de base al principal atractivo de este tipo de historias: la generación táctica de personajes con gancho y la interacción entre ellos.

Y si no fuera por Margot Robbie dando vida con talento al personaje de Harley Quinn el panorama sería mucho peor, porque tampoco ese que el resto de los personajes, su personalidad y sus motivaciones sean fascinantes, cuando no resultan estupidamente previsibles.

El resultado en cualquier caso no es demasiado bueno.

Podríamos hablar de desequilibrado en general y aburrido por momentos

"Suicide Squad" resulta demasiado morosa en el planteamiento, llegando incluso a resultar aburrida con el tratamiento tan grandilocuente que da a la previsible de su trama, para luego presentar el desenlace de manera acelerada, casi descuidada, en cualquier caso, y como todas las prisas poco sexy.

Algo así como el niño que se pasa media tarde colocando los soldaditos sobre un campo de batalla cuidadosamente diseñado, para luego resolver la batalla en cinco minutos derribandolos a manotazos.

Y exactamente es eso lo que sucede en la pantalla.

En lugar de ser cinematográfico y presentar a los personajes a través de la propia acción, el guión opta por complicar la trama con subtramas que únicamente se justifican por la necesidad de presentar la tonelada de personajes que componen la escuadra.

Y esto no es una buena idea porque descuenta valor a la historia ya que lo que se añade de un lado debe quitarse de otro y ese otro es la supuesta razón que une a los personajes que se han presentando tan cuidadosamente al espectador.

Para semejante viaje no hacían falta tantas alforjas.

Y al final uno se queda como pidiendo más y no porque lo haya disfrutado sino porque la propia coherencia interna del relato, la complejidad de su planteamiento y exposición, demandaban un desenlace menos sumario, que concediese más valor al malvado antagonista, aspecto fundamental de cualquier película de este tipo y que, de manera sorprendente y suicida (je, je, je), "Suicide Squad" no tiene en cuenta.

En este sentido, la película intenta ser innovadora por el camino estúpido, es decir, haciendo algo que nadie hace no por otra razón diferente a no ser una buena idea.

Porque lo mismo les hubiera dado montar todo este lío para rescatar a un gatito que no sabe bajar de un árbol que montar todo este comando suicida para eliminar a un antagonista quizá más adecuado para los cazafantasmas

Resumiendo, "Suicide Squad" no puede superar las insuficiencias de un guión torpe y erróneamente estructurado, pese a algún momento bueno que ya sería delito que no tuviera con todo lo que ha costado.

Y como escribo la mayoría de ellos tienen que ver con Harley Quinn, el único personaje realmente interesante de esta "Suicide Squad" porque además no es que tampoco brille mucho el desarrollo de ese guión en cuanto a diálogos y perfilado de los personajes.

No señor.

Prometía mucho, "Suicide Squad".

La campaña comercial ha sido mucho mejor que el producto que se promocionaba.

Decepcionante.




miércoles, agosto 24, 2016

Mascotas

Chris Meledandri es un tipo a seguir.

En los años que estuvo en la Fox fue el responsable de esa mina de dinero que es la franquicia "Ice Age" y trasladado a la Universal, a través de la compañía Illumination Entertainment es el responsable de otra mina de oro, la que representan esas criaturas nacidas para servir al mal llamadas Minions.

Meledandri tiene el poder y sabe cómo utilizarlo.

Su último producto es esta deliciosa película llamada "Mascotas" y que construye todo su argumento sobre una pregunta: qué diablos hacen nuestras mascotas cuando nos vamos a trabajar.

Sin duda, y dentro del cine comercial, el cine de animación es uno de los géneros cinematográficos que más ha apostado por el guión y el preciso perfilado de los personajes.

Meledandri es un perfecto alumno, continuador de la tradición que iniciase Pixar hace más de 20 años y en el caso de "Mascotas" invoca desde la excelencia las claves del género: una serie de personajes muy bien definidos se ven enfrentados a una situación que deben resolver y que se convierte en la base de la historia que se nos cuenta.

En este caso, el regreso a casa de los perros Max y Duke.

El resultado es una comedia positiva y optimista, que, aunque se olvida rápidamente, se disfruta mientras se ve.

Entretenida.

sábado, agosto 20, 2016

Sonatine

La sonata es una forma compositiva basada en el contraste entre dos temas musicales diferentes y la sonatina no es otra cosa que la aplicación de  esta forma compositiva a piezas pequeñas, tan pequeñas de tamaño como lo es la isla de Okinawa a la que Murazawa, el gangster protagonista de esta película, es enviado desde Tokyo, la capital del país.

Dirigida en 1993 por Takeshi Kitano, "Sonatine" nos cuenta la historia de Murazawa y su esfuerzo por mediar en un sangriento conflicto entre bandas en una isla al sur del archipiélago principal que compone Japón.

Y lo que ofrece precisamente esta historia, protagonizada, escrita, dirigida y montada por Kitano es precisamente el contraste entre el tiempo que Murazawa dedica a la labor para la que ha sido enviado a Okinawa y los tiempos muertos, de espera, que se abren dentro de esa labor.

Sin duda, por esto, "Sonatine" es la maravillosa película que es pues termina mostrándonos una especie de arcadia que los gangsters se montan en una casa junto a la playa, un lugar en el que se dedican a jugar y pasar el rato mientras llegan los momentos en que deben matar o ser muertos por sus enemigos.

La alegre luminosidad de un día de playa tiene así un efecto turbador que Kitano, consciente de que ese contraste es el aspecto esencial de la película, potencia generando un inesperado, para el espectador, conjunto de relaciones que se establecen entre los gangsters que los devuelve de su condición de animalidad primaria a una suerte de humanidad sorprendente y turbadora.

Algo así como si en los bajos de una sangrienta película de gangsters funcionase el pulso maravilloso del cineasta francés Jean Renoir que sabía dar dimensión y profundidad a acontecimientos tan banales como una excursión campestre ("Una partida de campo", 1936).

Como un compositor musical, Kitano simplemente se limita a desarrollar de manera paralela esos dos temas, mostrando el contraste entre ambos y colocando al nihilista Murazawa bajo la luminosa solaridad de lo intrascendente: la alegría del juego, la camaradería y el compañerismo que se establece entre quienes juegan...

Y el resultado como casi todo lo que Kitano hace resulta fascinante por su rareza pero también hermoso porque ese contraste es resuelto por el nihilista Murazawa mediante una tranquila pero determinada desesperación que será la base del sorprendente final que corona la película con sublime acierto.

Para algunos poetas románticos, la belleza y su contemplación podrían tener efectos fulminantes y destructivos sobre aquellos que una vez han estado ante ella deben regresar de nuevo a la oscuridad.

Su poderosa luz arrasa, quema y consume.

Y cuando uno se acerca lo suficiente a ella, como Icaro, sólo queda la recompensa de precipitarse al abismo.

Sin duda, Murazawa es uno de aquellos, pero a diferencia de Icaro no será de los que caiga sólo.

Obra maestra.



jueves, agosto 18, 2016

Academia Rushmore

Como en todos los personajes de Wes Anderson, hay algo entre triste y enternecedor en Max Fischer, el principal protagonista de Academia Rushmore.

En su caso, Fischer ha escogido permanecer en la academia convirtiendose en un eterno estudiante, haciendo un lugar para estar de lo que para la mayoría sólo es un lugar para pasar.

Por esto, y sólo por esto, estudiar es lo menos importante porque precisamente es lo que te hace pasar y no quedarte. Lo más importante cuando se quiere permanecer es ocuparse y Max se ocupa en mil tareas, eventos, jornadas que hacen de él una estrafalaria presencia, una suerte de increíble protagonista único de lo que vendría ser una especie de estilo de vida alternativo en el que lo anecdótico por asociado a lo académico se convierte en esencial para asombro de todos.

Pero el encanto de Max no termina aquí porque Max también es un eterno adolescente que intenta procesar los eventos de la vida con una impostada madurez, pura apariencia y forma que encierra el niño que aún no ha dejado de ser.

Y es aquí donde, para mi gusto, este Max se convierte en un personaje esencial para entender la peculiar y fascinante mirada de Wes Anderson.

Porque todos sus personajes tienen algo de Max.

No tengo la menor duda de que el mecanismo de encanto y fascinación que es el cine de Anderson funciona a dos niveles: uno de ellos es transversal a todas las películas y de cuyo seno emana el otro que se corresponde con todas y cada una de sus películas, convertidas (si nos ponemos moderadamente semióticos) en el significante que expresa ese mismo significado.

Y precisamente la clave para entender ese significado está en Max.

Las historias de Anderson tienen un fundamental componente teatral. Son una especie de teatrillo en el que niños intentan interpretar a adultos enfrentados a asuntos y problemas propios de su edad, imaginando lo que será o podria ser desde su falta de experiencia, con una pura simpleza naif en donde precisamente reside el encanto con el que transcurren y se resuelven los problemas y situaciones.

Todos juegan a ser adultos, pero esa infantilidad que llevan dentro es lo único que tienen para enfrentarse a la densidad dramática a la que Anderson les somete.

Por así decirlo, un teatrillo infantil en que Bergman o Strindberg son interpretados por niños.

Es en esa distancia donde radica el encanto especial de las historias de Anderson, el encanto especial y complejo de Max Fischer ante cuya magia se rinden tanto el espectador como el resto de personajes que le rodean al otro lado de la pantalla en su romántico intento de ser adulto en contra de su propia realidad.

Wes Andeson es uno de los pocos autores que el cine americano puede ofrecer al mundo y "Academia Rushmore" es otro magnífico ejemplo de su talento.

Enfrentarse a la realidad siendo un niño, con maneras y corazón de niño.

Esa es la materia de la que están hechos los sueños de Anderson.

Imprescindible.



martes, agosto 16, 2016

Los duelistas

Basada en un relato corto del genial escritor Joseph Conrad, "Los duelistas" fue la primera película que produjo Enigma Productions, productora de David Puttnam uno de los grandes productores independientes del cine europeo.

Posteriormente llegaron "Carros de Fuego", "Local Hero", "The Killing Fields" o "La Misión", éxitos de público y critica que condujeron a Puttnam al timón de la Columbia, una de las grandes majors del cine de Hollywood en una apuesta contratendencia que terminó siendo un desastre de apenas un año y medio de duración.

A un Hollywood donde campaba a sus anchas la propuesta de Lucas y Spielberg, la infantilización de las historias, la simplificación de las temáticas, el regreso de algún modo al cine de serie B convertido en una de las Bellas Artes, la Columbia apostó por un regreso a un cine de temática adulta que de alguna manera buscaba conectar con la fracasada línea del director como autor emprendida en la pasada década de los setentas, cuyo fracaso (fundamentalmente en la taquilla) precisamente había dejado espacio para que Lucas y Spielberg mostraran su talento.

"Los duelistas" fue la primera película que Puttnam abordó con su productora Enigma Production y, aunque no fue un éxito de taquilla, sí obtuvo el suficiente reconocimiento de la critica especializada incluyendo un premio en Cannes al mejor director novel para Ridley Scott, talento reconocido en el mundo de la publicidad y que debutaba en el cine.

Desde 1977, año de producción de "Los duelistas" Puttnam tardó cuatro años en reunir financiación suficiente para en 1981 producir la exitosa "Carros de Fuego", pero esta es otra historia.  Lo cierto es que "Los duelistas" reúne todas las características de las producciones de Puttnam: temática seria y adulta, producción cuidada al máximo, excelentes técnicos al mando de la fotografía, el diseño de producción o la música...

En este sentido, "Los duelistas" ofrece un magnífico retrato de época.

Predominan la estética y la puesta en escena en esta película y esto siempre ha sido una seña de identidad del cine de Scott especialmente interesado en la producción convincente de ambientes más que en la profundización dramática en la historia y los personajes.

Esta manera de entender el cine fue una virtud en clásicos firmados por el director británico como "Alien" o "Blade Runner" pero sin duda es un defecto que lastra a esta "Los Duelistas" que por momentos resultando demasiado fria, por momentos resultando demasiado disgresora y difusa, no ofrece por desgracia toda la potencia que encierra esta historia, basada en hechos reales, del eterno estado de duelo que vivieron  dos oficiales del ejército de Napoleón.

No obstante, y pese a sus defectos, "Los duelistas" no deja de ser una película más que interesante y que incluso puede llegar a ser inolvidable si la mirada del espectador pone toda la carne en el asador que la historia tímida y correcta en absoluto propone.

Merece la pena verla.


sábado, agosto 13, 2016

The legend of Tarzan

¿Era necesaria otra versión cinematográfica del personaje creado por Edgar Rice Burroughs al principio del siglo pasado?

Seguramente, no.

Pero puestos a ser honestos también hay que decir que esta "The legend of Tarzan" se las arregla para contar esa misma historia de siempre que todos ya sabemos de otra relativamente diferente manera. Y esto siempre es de agradecer.

La película resulta entretenida y tal y esas cosas, pero si esperas que escriba sobre la película vas listo.

Tampoco da para tanto.

Mi relación con Tarzan es ambivalente.

Por un lado forma parte de mi memoria emocional, de las películas que los sábados por la tarde se emitían después de comer en la primera cadena de la por entonces única televisión, la española, RTVE, pero por otra este personaje resume como ninguno, hasta casi la caricatura, la ideología de supremacía del hombre blanco que formaba parte del aire que se respiraba en el principio del siglo donde fue concebido.

Ningún zulú abandonado en los muelles de Nueva York podría llegar a ser el rey de la ciudad.

Resultaría inconcebible.

Sin embargo, resulta mucho más razonable que un blanco se haga con el control de un lugar como la selva africana.

Y no es que se las apañe para sobrevivir convirtiéndose en un nativo más, que sería el máximo razonable. Eso es demasiado poco para un hombre blanco que no puede aspirar a menos que ser el rey de un entorno absolutamente opuesto a su civilizado lugar de procedencia: la aristocracia inglesa.

En este sentido, y haciendo honor a sus orígenes pulp, la serie de Tarzan creada por Burroughs habla al vientre del hombre blanco que las compra apelando a temas tan mediavales como la calidad superior de los que están arriba.

Así, el hijo de un noble inglés puede perfectamente imponer la calidad de su sangre en un entorno hostil y muy diferente al suyo.

La calidad del hombre blanco que le permite gobernar la selva del mismo modo que, en aquella época, gobernaba al mundo amparado en su poderío industrial y tecnológico consecuencia del proceso de modernidad desencadenado por la ilustración.

Y lo pulp está precisamente en que Tarzan no necesita la ayuda de esa tecnología.

Reducido a la animalidad, igualado con las bestias, su aristocrática calidad siempre se impone.

En 1912, año que vio nacer a Tarzan, el hombre blanco era mucho hombre blanco. Sobre sus hombros recaía la responsabilidad de la civilización y de civilizar. Ese "White man's burden" que citaba Rudyard Kipling.

El morbo que aporta Burroughs a sus lectores es el de la superioridad del hombre blanco sin el apoyo de su civilización.

Ser el mejor jugando la lógica bestial de los animales y de las razas inferiores.

Ganar el partido jugando fuera de casa.


miércoles, agosto 10, 2016

Primos

En la filmografía de Daniel Sánchez Arevalo, "Primos" precede a "La Gran Familia Española", su última película y, en mi opinión, resulta evidente que ambas destilan la misma seductora luminosidad que hace que resulten ligeras, positivas y, en definitiva, fáciles de ver.

Seguramente los guiones no son perfectos, hay situaciones y personajes más brillantes, más perfilados que otras y otros, pero sin duda Daniel Sánchez Arevalo tiene la capacidad de generar encanto desde una mirada alegre y optimista que pone toda su atención en el ser humano concebido, en su complejo marasmo de virtudes y defectos, como una de las bellas artes.

Todos sus personajes luchan contra lo peor de sí mismos siempre en favor de lo mejor que siempre encierran y terminan mostrando.

Las taras se procesan siempre con un sentido del humor muy vitalista y positivo, nada cínico y emboscado y este procesado casi siempre desde lo verbal convierte a sus personajes en una suerte de buenos salvajes entregados en cuerpo y alma a la búsqueda de una felicidad que casi siempre se encuentra resumida, de manera metafórica, en el amor romántico.

En este sentido, sus historias son viajes en el que sus personajes se embarcan en busca de la ballena blanca de ese final feliz al que Sánchez Arevalo se las arregla siempre para llegar en el momento justo, nunca antes ni tampoco nunca después.

Porque el ritmo, algo esencial en la comedia, es el elemento fundamental, el más cuidado en las máquinas de hace sentir bien al espectador que Sánchez Arevalo construye.

"Primos" precisamente parte del desamor hacia el encuentro de ese amor romántico y ofrece de manera muy divertida y luminosa el viaje de tres primos a Santander en busca de un polvo de revancha que uno de ellos necesita como el comer.

El mecanismo funciona a la perfección merced también al trabajo actoral que en las peliculas de Sanchez Arevalo suele ser de primera.

Así Quim Gutierrez, Raul Arevalo, Antonio de la Torre o  Inma Cuesta están brillantes aportando con inteligencia la profundidad emocional que la historia propone.

Merece la pena verla.


domingo, julio 31, 2016

Ligeramente cambia.
Se mueve en miles
de diferentes direcciones
mientras duermes.
No te espera.
Se transforma
ajeno a la fragilidad
de tu palabra,
de tu voluntad,
de tu deseo.
Ese lento trabajo
que es tu reino en la tierra
se descompone al viento
si tu palabra,
tu voluntad,
tu deseo
están ausentes
y no pueden respaldarlo
con el habitual esfuerzo
por ser de siempre.
Es contingente y relativo
ese absoluto tuyo de cada día
con el que mides y cifras
tu aquí y ahora,
tu espacio y tu tiempo.
Ligeramente cambia
y solo la triste vanidad
de volver a ser ese mismo
que ciegamente te supones
te encuentra despierto cada mañana
y te acompaña en el sordo esfuerzo
de vestirte ese escuálido orden
que eres tu mismo una vez más
mientras inocentemente te esfuerzas
por reconocerte de nuevo
en el esquivo reflejo
que pacientemente te devuelve
la infedilidad callada del espejo

Clinton vs. Trump

Desde que Bill Clinton se presentara por segunda y última vez a las elecciones, ningún candidato a la presidencia de los Estados Unidos contaba con unos porcentajes relevantes de desaprobación como los que presentan Hillary Clinton y Donald Trump.

Los números dejan con la boca abierta.

En esta ocasión, el sistema político norteamericano ha sido más que nunca incapaz de ofrecer a su electorado unos candidatos ilusionantes.

Estas elecciones a la presidencia de los Estados  Unidos tienen el dudoso honor de ser históricas en el sentido que los dos candidatos cuentan con unos elevados indices de desaprobación, superiores al 50%.

Por supuesto. Trump va por delante de Clinton, pero esta tampoco queda demasiado atrás hasta el punto de que Clinton, sobre el papel y según publica el Wall Street Journal, habría tenido poco que hacer, en cuanto a imagen, con ningún candidato republicano presentado a las elecciones a lo largo de los últimos 25 años.

Ver para creer.

Lo curioso es que el énfasis que se está poniendo en las zonas oscuras y erróneas del histriónico Trump está generando, para mi gusto, un distractivo efecto pantalla sobre el hecho de que, y como mal menor, la Casa Blanca pudiera llegar a ser ocupada por una candidata que siempre ha tenido más sombras que claros, unas sombras que el propio electorado norteamericano no tiene la menor duda existen.

No hay más que ver los problemas que Sanders ha dado a Clinton, más de imagen y contenido que de números, en la campaña para la nominación demócrata, pero no dejan de ser relevantes las victorias de Sanders sobre Clinton por todo el país.

En este sentido, no tengo la menor duda de que a Clinton le ha venido a ver la virgen con la candidatura de Trump.

Percibida por su electorado como fría, distante, interesada, prepotente, pro-establishment, profesional en el sentido negativo de la palabra, la imagen pública de Clinton es desastrosa y tampoco la propia trayectoria, su propia carrera habla demasiado a su favor desde su inicial implicación con las aseguradoras médicas privadas hasta su implicación en el desastre en que los Estados Unidos han sumido el Oriente Medio o la propia Libia.

La realidad es que pocas cosas buenas tiene a su favor Hillary Clinton por si misma.

Es la comparacion con Trump la que hace de ella un mejor candidato de lo que en realidad es. Y esto también vale.

El problema será cuando desaparezca el punto de comparación, pero no deja de resultar irónico que, amparado en el divertimento histriónico que ofrece Trump, se cuele en la Casa Blanca otro político lobista, la quinta esencia del detestado político de Washington, que nunca ha gustado demasiado por sí mismo y cuya imagen pública resume todos los rasgos del candidato perdedor, un candidato que ni siquiera gusta a las mujeres como mujer.

Por eso creo que Trump tiene más opciones de las que parecen, pero también creo que Clinton las tiene.

Y también creo que será una dura campaña a la defensiva, en la que los dos candidatos intentarán controlar sus zonas erróneas (que son demasiadas) a la espera del error del adversario, un error que su propio electorado aguarda porque más que nunca sabe que sus candidatos van a intentar engañarles.

Los errores si existen serán decisivos por lo que tengo la sensación que las primarias van a mostrar más vida e interés que una campaña a la presidencia donde el menos malo tendrá las opciones de ganar.

Los asesores de imagen más que nunca van a ser decisivos y la propia Clinton ya trabaja en reinventarse con la asesora de Michelle Obama.

Veremos que sucede, pero no es una buena noticia para el mundo la victoria de cualquiera de los dos.

Me temo que cada uno de ellos será nefasto a su manera y que habrá motivos para el que quiera engañarse pueda hacerlo pensando que Clinton es mejor solamente porque no es Trump (y viceversa), pero, ya se sabe, para gustos los colores.

Y estoy seguro de que la victoria de Clinton será la victoria del mal menor.

sábado, julio 30, 2016

Varas de medir

Durante esta semana ha surgido de la noticia del procesamiento del Partido Popular por la destrucción de los discos duros de los ordenadores de Luis Bárcenas, uno de sus contables y gerentes.

Esta destrucción no significa otra cosa que el partido político más votado por los ciudadanos de nuestro país está siendo procesado por destrucción de posibles pruebas y, consiguientemente, obstrucción a la justicia dentro de un proceso de investigación asociado a la financiación ilegal del propio partido mediante la corrupción.

Si uno se lee los papeles no puede tener la menor duda de que del, llamemosle, especial ensañamiento con el que los imputados borraron los discos duros la existencia de información en esos discos: repetición del proceso 35 veces, rallado fisico del hardware, rotura con martillo... No creo que se trate del proceso habitual de borrado de un disco, especialmente si se argumenta que los ordenadores eran del partido y se preparaban para quedar disponibles para otro usuario.

Pero nunca se sabe.

La corrupción puede haber colocado a un tonto y a otro más tonto en las posiciones a las que correspondía tomar esta clase de decisiones en el organigrama del partido.

En cualquier caso, y teniendo en cuenta el incidente televisivo con el diputado y jornalero Diego Cañamero, esperaba ver en la red algún vídeo viral en el que tertulianos y periodistas televisivos acosaran a algún portavoz del Partido Popular en alguna televisión cualquiera.

Bueno, en realidad, no lo esperaba.

La rotundidad implacable de los atildados defensores de la verdad con un Cañamero defendiendo la inocencia de Andrés Bodalo ya juzgado y condenado por desacato a la autoridad ha brillado en general por su ausencia con respecto a un Partido Popular al que se acusa de hacer lo que se espera que haga el malo en cualquier película policiaca: destruir pruebas.

Sobre esto, y con alguna honrosa excepción, la guapa prensa mediática ha pasado de puntillas.

Las reglas de enfrentamiento que se aplican a la gente de Podemos cuando se les enfrenta a sus posibles contradicciones o a puntos potencialmente débiles como defender la inocencia de alguien ya condenado son mucho más severas.

No veremos nunca a ningún portavoz del PP en la posición de Cañamero y no lo veremos porque las reglas de enfrentamiento que se aplican a los nuestros frente a las que se deben aplicar a los otros no pueden ser otra cosa que diferentes.

Porque, y por encima de las diferencias reales o escenificadas, hay un escenario mediático que, cada día, representa la consagración de lo que es correcto y la condena de lo que es incorrecto... Y en esto todos coinciden.

El entramado ideológico que sustenta este sistema se representa y pone por obra en los medios de comunicación.

Se cumple la esencial función de informar en su sentido más literal, es decir, dar o transmitir una forma a algo que no lo tiene (nuestra percepción de las cosas).

Y en este sentido, el objetivo principal es la construcción de un nosotros frente a un otros, bárbaros que están en las puertas y que las merodean en busca de la mejor manera de penetrarlas.

Dentro todo siempre es matizable.

La mesura debe imperar entre los iguales.

Pero para los otros, para sus debilidades, contradicciones y limitaciones la dureza es de obligado cumplimiento.

Así, hemos escuchado que alguien que dice "poblema" no debería ser diputado pero no escucharemos jamás que alguien que no ve un problema en que su partido sea imputado no debería ser diputado.

Sería demasiado duro.

Porque el objetivo es abordar la relación con esos otros desde el cuestionamiento, desde la duda, conseguir la desligitmación desde el inicio.

Es la doble vara de medir que permite a los medios realizar una suerte de pastoreo de la opinión pública orientada al mantenimiento del orden establecido.

Los otros son mentirosos, estúpidos, peligrosos o, como mínimo, lo mismo que nosotros en lo peor.

Lo importante no es lo que se dice sino quien lo dice.

El lío viral siempre se monta en torno a los mismos con matemática precisión.

El respeto siempre se pierde con esos mismos.

Como si no hubiera motivo para liarla con los demás pero precisamente son tratados con ese siniestro respeto que define la distancia que separa a los suyos de los nuestros.

Porque todavía hay clases.

jueves, julio 28, 2016

Stranger Things

Los actores infantiles tienen algo en común con los actores profesionales.

En su libro "El tiempo de lo sagrado", el cineasta Pier Paolo Pasolini expresa, a mi entender, muy bien ese punto en común que, por añadidura, es su principal virtud.

Pasolini habla de la necesidad de darse por completo a sí mismos para interpretar. Los no profesionales por falta de técnica y oficio, los niños la falta de una madurez que les permita mediar entre ellos mismos y ese personaje.

El resultado siempre es pura potencia.

"Stranger things" lleva a la excelencia la pura potencia que ofrecen los actores infantiles que la protagonizan, especialmente Millie Bobby Brown que compone un inolvidable personaje, el de Eleven, cuya presencia abarca los ochos capítulos de la serie con el poderoso magnetismo de sus silencios y de su elocuente mirada.

Por supuesto, "Stranger Things" también es un magnífico cóctel construido con el espíritu del mejor cine comercial de los ochentas del siglo pasado.

Por un lado, el imaginario spilbergeriano en el que la poderosa voluntad mágica de la infancia, convertida en principio del deseo, es puesta siempre a prueba por el mundo de los adultos, convertido en el aguafiestas y castrador principio de la realidad. En esa pugna el cine producido por Amblin Enterteinment generó todo un universo en el que la infancia se convertía en una suerte de interpretante heroico del complejo y retorcido mundo de los adultos.

Por otro, el cine exploit de directores como John Carpenter, un cine protagonizado por esos monstruos que tan queridos son precisamente por ese mundo de los niños para constituir un relato en el que precisamente encarnan metafóricamente ese principio de realidad, de muerte, que sin comprenderlo del todo se aprende a temer como parte de un proceso de maduración que erosiona la propia infancia.

Todo esto está en "Stranger Things", una serie que con encantadora modestia se presenta como un magistral cuento de miedo en el que un grupo de niños deben enfrentar a un monstruo que es fruto de ese sueño de la razón, el único sueño al que los adultos pueden ya abandonarse.

Pero sobre todo, "Stranger Things" es la conmovedora historia de Eleven, con un pie en el mundo de los niños y el otro en el mundo de los adultos.

No te la puedes perder.

Brillante.

domingo, julio 24, 2016

Zulú

Me gustan los "thrillers" que no son un paseo triunfal para el héroe y no lo son porque lo ponen a prueba precisamente en su incuestionable papel de héroe.

Lo hieren, lo golpean, lo transforman hasta el punto de que, para seguir siendo el héroe, tiene que para siempre dejar de serlo, descubrir un lado oscuro, el territorio donde viven todos esos malvados villanos contra los que lucha.

Y todo porque la realidad que enfrenta es mucho más compleja y difícil, un espacio de lucha entre iguales por la supervivencia en el que la ética es un síntoma de debilidad.

Manda el animal.

Las cosas siempre son mucho más complicadas de lo que uno imagina y la vida, cuando pone a prueba, lo hace a saco y sin concesiones... y casi siempre uno sobrevive de milagro si es que consigue regresar al otro lado: el de la verdad, la lucidez y la claridad... que, por si no lo sabes, son esquivas y siempre se cobran su precio.

Es imposible regresar intacto cuando uno se mueve desde la idea a la cosa.

Y en ese viaje uno puede quedar tan expuesto como para llegar a perderlo todo.

"Zulú" es uno de esos "thrillers" y, por supuesto, me entusiasma.

Ya tenía en los altares a su director, el francés Jerome Salle.

Su talento ha parido "Anthony Zimmer", una de mis películas favoritas de siempre, una de las películas más de Hitchcock sin Hitchcock y teñida de un elegante romanticismo salvaje que todavía, después de cinco o seis visiones, sigue pudiendome,

Ya lo tenía en los altares, como digo, pero ahora le tengo aún más con esta tremenda "Zulú".

Situada en la compleja realidad sudafricana, la historia nos presenta a dos policías: Ali Sokhela (Forest Witaker) y Brian Epkeen (Orlando Bloom).

El primero es un zulú idealista, empeñado en la justicia y en que su trabajo puede marcar la diferencia, mientras que el segundo, un blanco, se mueve más entre los grises de una vida compleja y difícil que le hace estar siempre pisando líneas que no deben ser cruzadas.

Ambos se enfrentarán a una trama de corrupción y narcotráfico que les llevará al límite y, especificamente, a Sokhela a un proceso de descomposición de su radiante armadura de héroe, convirtiendole en una suerte de prototipo de personaje romántico consumido por una realidad a la que se enfrenta armado con el idealismo de su pensamiento.

En cierto sentido, "Zulú" consume el retrato idealista de la Sudáfrica de Mandela a través del personaje de Sokhela.

Ya nada queda de aquel sueño.

Ya nada está a salvo de la abyección del dinero.

Estupenda.




domingo, julio 17, 2016

Money Monster

¿Quién no querría ver a uno de esos tiburones de las finanzas, responsable de esto que algunos llaman crisis, desenmascarado y ajusticiado publicamente?

"Money Monster" se encarga de hacerlo.

Ya que en la vida real no ha sucedido. "Money  Monster" es una historia que sin el menor escrúpulo se dirige al vientre del espectador para mostrarle un algo que sin duda es una confesada fantasía.

Pero es precisamente éso lo que me incomoda: la ficción reemplazando a la realidad en una situación donde esta debiera haber proporcionado el sentido que aquella ofrece.

Y tengo que confesar que encuentro perversas todas estas películas que intentan narrar una situación y una crisis.

Encuentro perverso que los escenarios reales que constituyen la política y la justicia tengan que ser reemplazados por la ficción en un tema que tiene tan claras repercusiones en nuestras vidas.

Las cosas están muy mal, tan mal que el propio sistema que nos destroza utiliza sus propios desmanes como carnaza que pone a la venta para reproducirse como tal, como si los verdaderos efectos de esa crítica fuesen imposibles y todo estuviera atado y bien atado (que lo está).

¿Te imaginas una película de la Alemania nazi describiendo a un protagonista de raza judía condenando y luchando contra el exterminio de los suyos dentro de la propia Alemania?

Ellos no llegaron tan lejos, pero el capitalismo neoliberal sí.

Hemos cruzado demasiadas líneas rojas y hemos ido demasiado lejos, tan lejos que ya ni siquiera sabemos donde estamos: sólo queremos vender y consumir.

Todo lo demás no importa.

Y "Money Monster" estaría bien si generase un debate en torno al por qué la verdadera justicia en determinados aspectos está quedando relegada a la ficción, como si el mundo feliz de la sociedad abierta que decimos ser hubiera quedado relegado a la condición de imposible sueño que el espectador debe realizar de manera privada y de pensamiento en la sala oscura del cine.

Porque las cosas son mucho más complicadas ahí fuera, donde crece la luz y los malvados se salen con la suya con la novedad, como decía Godard, de ni siquiera tener que disimular que lo son

La justicia relegada a un mero asunto de ficción cuya exposición pública ni siquiera incomoda al sistema como hace 40 años.

Por algo será.

Antes estas tramas de injusticia sucedían en remotos lugares de Oriente Medio, Asia o Latino América, ahora suceden en nuestras calles.

Pero esto no parece importarnos demasiado.

El resultado de todo el proceso de ilustración y modernidad inaugurado en el siglo XVIII parace haber desembocado en un mundo donde el vientre (y no la cabeza) tiene el control.

Estamos fatal de los nuestro.



viernes, julio 15, 2016

Independence Day 2: Contrataque

Veinte años después de la primera "Independence Day" nos llega en este verano de 2016 una segunda entrega que, más o menos, viene a ofrecernos lo mismo sólo que incrementando en volumen y seguramente en espectacularidad.

Nadie como el alemán Ronald Emmerich para imaginar diferentes y variados apocalipsis de los que la raza humana consigue escapar siempre por un muy escaso margen y, por supuesto, apelando a unos valores y virtudes como especie que parece sólo encuentran ocasión de aflorar cuando las cosas están realmente jodidas.

Mientras tanto nos sacamos las tripas los unos a los otros en la mejor línea del capitalismo salvaje que poco a poco nos está convirtiendo en unos sofisticados monstruos de apariencia civilizada... pero esa es otra historia.

Desde los desastres climáticos que asolaban el planeta en "El día de mañana" o "2012" hasta estas dos entregas protagonizadas por esta incompetente raza de extraterrestres que, con toda la poderosa tecnología que tienen, son incapaces de pulverizarnos de una maldita vez, a Emmerich se le da muy bien manejar el desastre desde un eficaz despliegue de efectos especiales que en absoluto descuida el desarrollo de personajes con una mínima identidad sobre la que construir el preciso anclaje emocional imprescindible para que las historias.

En este sentido, esta segunda entrega de "Independence Day" sitúa al espectador en un futuro utópico en el que la humanidad se las ha arreglado para reciclar tecnología extraterrestre y crear un mundo mejor en el que, y en la mejor línea del nuevo sueño americano, prepararse para la guerra es un aspecto esencial de ese estilo de vida.

Y, por supuesto, la preparación para la guerra no puede ser infructuosa-

Y muchos más extraterrestres en una nave más grande regresan buscando revancha a nuestro pequeño planeta azul.

Y es imposible que nadie nos pueda vencer, cuando nos lo tomamos en serio y nos ponemos de verdad a ello.

Nacionalismo planetario del bueno.

domingo, julio 10, 2016

Magical Girl

Las claves para procesar "Magical Girl" son proporcionadas por su director, Carlos Vermut, en la primera secuencia de la película.

En esta se nos presenta a Barbara y Damian.

Damián es un profesor que considera que las matemáticas son la única y verdadera realidad mientras Barbara es una alumna adolescente que es capaz de jugar con él haciendo desaparecer una nota.

Posteriormente, y de manera tangencial, a través de otros personajes unidos por el azar, la relación que con el tiempo han venido manteniendo Damián y Bárbara desde una distancia sin duda impuesta por la cordura básica que impone el propio instinto de auto-conservación.

Vemos que a ninguno de los dos le ha ido bien: Bárbara tiene problemas psiquiátricos que se combinan con un pasado oscuro como prostituta mientras Damián ha pasado buena parte de su vida en la cárcel.

Sin embargo, veremos, y como consecuencia de la aparición de esos personajes a través de los cuales Vermut aproxima al espectador a la historia de Damián y Bárbara... veremos, como escribo, que esa distancia no lo es tal cuando uno de los dos cree necesitar al otro.

Y enseguida se adivina que Vermut juega con las claves narrativas del fim noir para ofrecer una versión fronteriza entre lo castizo y lo ilustrado del género que funciona a las mil maravillas.

Porque Bárbara es esa mujer fatal, esa mujer del cuadro, recordando el film de Fritz Lang, que seduce al hombre envenenándole con el misterio de una inclasificable fascinación que siempre está relacionada con la presentación de la mujer como una suerte de existencia telúrica, en inestable y volátil contacto con sus propia emociones que en a mejor y más aceptable de sus versiones le convierte en un egoísta animal depredador que persigue por encima de todas las cosas su propio interés.

En este sentido, y para mi gusto, Bárbara es una de las grandes mujeres fatales del cine y la fascinación magnética que ejerce sobre el espectador es total, gracias fundamentalmente al gran talento de Vermut para construir el personaje y el no menor talento de Barbara Lennie para encarnarlo.

En realidad, todo gira en torno a Bárbara en "Magical Girl", convertida en una especie de sol negro que todo lo devora con el oscuro magnetismo de un encanto indefinido que sólo puede explicarse con la palabra "peligro".

No en vano su psiquiatra marido tiene que esperar a que ella duerma profundamente para poder abandonarla.

Bárbara es la mujer fatal, pero la mujer fatal sin un claro objeto de deseo y por lo tanto, general y universalmente peligrosa para sí misma y para todos los que de alguna manera u otra tienen que ver con ella.

Y resulta magistral en modo en que Vermut la introduce en la historia, presentándola como un personaje débil y dependiente para, poco a poco, mostrar ante la encantada mirada del espectador el personaje poderoso, de influencia magnética sobre su entorno, que en realidad Bbárbara es.

Sin duda, ésto es para mi gusto lo mejor de "Mágical Girl": el modo pasivo-agresivo en que Bárbara se apodera de la historia y de todos los personajes que la protagonizan, pasando de victima a verdugo, aún siendo ella misma victima.

Bárbara es esa magical girl, pero su magia siempre termina resultando letal y peligrosa.

Parafraseando los versos de Cesare Pavese, son los ojos de Bárbara con los que te mira la muerte cuando viene.

Magistral.


sábado, julio 09, 2016

Está bien ser un santo.
Está bien ser un santo sin todo lo malo
que tiene ser un santo:
tener poco, con desear nada,
con dar más de lo que es conveniente,
con todas esas cosas tan molestas,
tan dificiles de cumplir hoy en día
cuando, con el aplauso general,
uno es orgulloso y confeso animal
solo racional a veces.

Está bien regresar a casa sin mancha,
oliendo a santidad de rosas,
pero en realidad podrido,
con manchas y sin rosas.
Tenerlo todo,
la buena conciencia
y las malas acciones.
Tener a dios preso,
al otro lado del espejo
y sacarlo a pasear
las mañanas de Domingo
y demás fiestas de guardar.
Tener todas las ventajas del mal
y también, de propina.
las hermosas y embellecedoras,
ventajas que siempre tiene el bien
cuando uno lo viste de buena mañana
con la cara lavada y recién peinado

Nueva y vieja política

Escuchando la reflexión que Pablo Iglesias hace sobre el "contratiempo" sufrido por Podemos en las pasadas elecciones del 26J me queda cada vez más claro que la nueva política no es otra cosa que, parafraseando la definición que Clausewitz hacía de la guerra, la ejecución de la vieja política por otros medios y con otras palabras.

Iglesias dice que Podemos es demasiado nueva, tan nueva que muchos españoles, enfrentados a la posibilidad de una victoria de Podemos en las elecciones, se han echado atrás optando por cualquier otra opción, por supuesto más conservadora.

Esta reflexión me recuerda bastante a esa situación tan hipócrita que se da en las entrevistas de trabajo y en la que el entrevistador te pregunta por tus defectos y tu vas y dices que te entregas demasiado o que trabajas demasiado... En realidad, no comentas un defecto sino una virtud llevada al exceso y como tal, por excesiva, convertida en defecto con la boca pequeñita y de piñón.

Algo así, tan hipócrita,  la base de la reflexión de Pablo Iglesias.

Siguen siendo nuevos y, lo que es peor, el país no está preparado aún para ellos.

Hemos pasado de ser un movimiento transversal que encarnaba la opinión de una mayoría social y que estaba predestinado a alcanzar el poder, a ser un movimiento avanzado a su época que, por sociología, no puede alcanzar mayorías estables aún.

Lo opuesto y su contrario dicho en apenas dos años de diferencia.

Cero de autocrítica.

O sea, la vieja política de siempre y su obsesión por gobernar, por no aparecer como equivocada, por encima de todas las cosas.

La vieja política no ha muerto.

Está muy viva y está comiéndose por los pies a Podemos.

Y seguramente Podemos no ha crecido lo que sus responsables esperaban no por ser demasiado nuevo sino precisamente por mostrarse demasiado vieja o, por lo menos, tan vieja como cualquiera de sus competidores.

Esa diferencia de la que se presumía de manera ostentosa no ha aparecido, no se ha visto por ningún lado... y sigue sin aparecer.

Incluso ya ha asomado en el discurso de los líderes de Podemos la palabra "responsabilidad" en cuyo nombre, como el de la "Patria", ya se están cometiendo muchos crímenes.

Y por supuesto, junto a la responsabilidad, la necesidad de ser más partido que movimiento social.

Por todo esto los votos perdidos por Podemos han pasado directamente a la abstención.

Un millón y medio de personas han visto claramente el percal que empieza a ofrecer Podemos: ser uno de los polos dentro del bipartidismo, el socialdemócrata, el bueno.

Y mola ser socialdemócrata... uno puede tener todas las ventajas de ser de izquierdas sin ninguno de sus inconvenientes... Incluso se puede ser millonario y socialdemócrata.

Entiendo perfectamente a Pablo Iglesias.




Dioses de Egipto

No creo que "Dioses de Egipto" sea demasiado diferente en sus virtudes y defectos, que son unos cuantos, del resto de productos que la industria cinematográfica pone cada semana en el escaparate de la pantalla blanca.

Argumentos inanes para los que la simpleza queda aun demasiado lejos, personajes más planos que la línea del horizonte, tramas previsibles compuestos de pedazos de otras tramas también previsibles, exceso barroco de efectos especiales, carencia de unicidad orgánica en la historia que se nos cuenta, defectos todos asociados a la necesidad de producir puesta por encima de una voluntad verdadera de crear.

El resultado de esta necesidad convertida en preponderante como consecuencia de otra necesidad, la de seguir pagando las facturas, es la producción directa de copias, nunca de originales, que siempre son consecuencia de otro tipo de procesos mucho más cercanos a lo que podríamos llamar el evento creativo (y algunas veces artístico).

Sin embargo, la necesidad de estas copias es la de reivindicarse como originales, una de cuyas principales virtudes es su capacidad de proporcionar al espectador una experiencia que justifique el tiempo que dedica a ella, pero la realidad es mucho peor. Las coartadas del arte o del entretenimiento son meras escusas que embellecen la mera necesidad de ejecutar el acto de consumo, un acto que es inevitable, que debe ser ejecutado para que el sistema continúe reproduciendose.

No obstante, la existencia de esas escusas que son como el azul de ese cielo protector que, según Paul Bowles, nos protege de la visión del abismo negro que nos rodea y devora constantemente imponen una serie de esclavitudes que deben ser cumplidas para que precisamente funcionen como coartadas.

Y una de ellas es el debate de la calidad, de si una película-producto es buena o mala.

Un debate muy propio cuando se habla de originales, pero no necesariamente tan adecuado cuando se realiza sobre copias.

¿Podríamos decir si una coca-cola es mejor que otra?

Puede que nos encontremos con alguna caducada o que haya perdido el gas, pero, en general, la virtud del producto es la precisión en su repetición. Y de este planteamiento sólo puede deducirse que sólo a la serie de productos se le debe aplicar la cualidad de bondad o maldad, no a productos que no son más que meras partes, sin diferencia esencial que justifique un tratamiento individualizado.

No obstante, la retórica asociada a la comercialización del producto demanda que se reproduzca la ilusión de unicidad de ese producto.

Aún no existe a obligación de consumir que haría innecesaria la diferenciación de las copias y si existe un campo donde todavía somos libres es precisamente en la elección de qué copia queremos consumir, pero para ello, para arropar el efecto de realidad del mecanismo de elección, es necesario construir un espacio que proporcione elementos al consumidor para la construcción de esa misma elección.

Y en ese espacio se muestra el producto en todo su esplendor pero también es calificado, recurriendo a mecanismos de otros tiempos en los que todavía podían producirse originales porque el mercado no dominaba completamente todas las actividades artísticas.

Y dentro de ese espacio no todas las elecciones tienen que ser buenas. Debe existir el criterio que marca la línea entre lo que está bien y está mal, un criterio que define el marco asociado a cada uno de esos productos.

Y dentro de ese marco, productos como "Dioses de Egipto" lo tienen muy complicado por su extravagancia.

La necesidad de encontrar un chivo expiatorio sobre cuyo cuerpo ejecutar la ceremonia que inaugura la fantasmagoría del eje de la calidad suele cobijarse en todo aquello que se aleja de la media artimética que define el producto.

"Dioses de Egipto" se aleja bastante de la media con su propuesta de contar la mitología egipcia trufada con algunos aspectos de la hipótesis de los alienigenas ancestrales, pero honestamente no me siento capaz de decir si es mejor o peor que cualquier otro blockbuster basado en el músculo de los efectos especiales.

Y no me siento capaz de de decirlo porque en realidad no es mejor ni peor, sino una prolongación de la misma película, del mismo producto.

Ni mejor ni peor que la que estrenarán la semana que viene y que sucederá en una galaxia muy lejana.




domingo, julio 03, 2016

Pat Garrett y Billy the Kid

Una de las pocas cosas que tengo claras es que tengo que volver a ver una película de Sam Peckinpah de vez en cuando.

Su figura siempre se aborda desde el conflicto y la violencia. Por un lado, se le considera como una especie de maestro a la hora de dar a la violencia una cierta entidad, una cierta pátina que la puede hacer admisible en su presentación por exceso y por otro, su figura se aborda desde la perspectiva de un director maldito, siempre a la greña con el dinero de Hollywood y por lo tanto un perdedor incapacitado por llevar a la práctica las películas que tenía en la cabeza y en el corazón.

Y aún siendo verdades como puños, no creo que estos aspectos sean los relevantes a la hora de considerar la obra de Peckinpah.

Porque por encima de todo, Peckinpah es un autor, una imposible "rara avis" que, contra todo y todos, intentó hacer su cine a espaldas de todo lo que no fuera su cabeza y su corazón.

Un autor a la europea, con un mundo propio, lleno de una poesía elegíaca que construye sobre el eterno lamento por lo que se pierde un discurso desesperado y nihilista centrado en ese "Why not" que sus personajes repiten como un mantra transversal en todas sus películas.

En este mundo en el que el tiempo siempre pasa demasiado pronto sorprendiendo a sus personajes en posiciones desesperadas como consecuencia de intentar seguir siendo, la violencia sólo es un medio para expresar ese fin, un lenguaje a través del cual afirmar una determinada posición y expresar al mismo tiempo su dramática imposibilidad.

Peckinpah construye todo su discurso sobre eso que Georges Bataille llamaba " el consumo intenso de la vida", de una efervescencia general cuya raíz se expresa con un verso del poeta griego Yorgos Seferis: "Todo busca quemarse".

Peckinpah profundiza en nuestra sombra, encuentra un sentido a todas esas cosas que rechazamos de nosotros como seres humanos concibiendo la violencia como una expresión extrema de ese inevitable conflicto entre nosotros y el tiempo.

Y en ninguna película de su filmografía está tan claramente expresado ese carácter elegíaco como en "Pat Garrett y Billy the Kid" que para mi gusto presenta algunos aspectos como de tragedia griega presentando a los dos personajes protagonistas como representativos de dos maneras antagónicas de enfrentar el paso del tiempo.

Garrett intenta adaptarse mientras Billy the Kid se mantiene firme a un estilo de vida que los tiempos parecen haber dejado atrás.

El pragmático y el idealista.

Los dos sólo intentan seguir viviendo.

Y lo mejor del punto de vista de Peckinpah es que no hay nada personal entre ellos.

Sólo son maneras de seguir intentandolo cuando los tiempos cambian.

Simplemente no pueden evitar ser lo que son.

Obra maestra.

sábado, julio 02, 2016

Los sofistas y el 26 J

Los sofistas fueron una escuela filosófica que dominó la comunicación del saber en la Atenas del siglo V antes de Cristo.

Fueron los primeros en cobrar por enseñar una sabiduría que se les suponía como filósofos, una sabiduría especialmente orientada a los aspectos prácticos de entender y organizar la vida en sociedad.

En la Atenas del siglo V donde hablar para expresar la propia opinión de manera convincente y, lo que es más importante, saber defenderla frente a opiniones opuestas eran aspectos esenciales de la vida social los sofistas pronto se convirtieron en los maestros en el arte de convencer.

El medio pasó a convertirse en fin.

Lo importante no era convencer sino vencer.

El objetivo era vencer mediante la palabra, aunque lo que se dijese no fuese necesariamente verdad.

Lo importante era resultar eficaz y convincente en la expresión (sin el menor escrúpulo) del propio punto de vista.

Y contra los Sofistas se levantó Platón, contra el mal que estaban haciendo a la democracia griega y al pensar en general, escribiendo su famoso diálogo "El sofista o del ser"

A este respecto no me interesa tanto su influencia sobre la historia del pensamiento, que no fue del todo negativo, sino la influencia perversa que tuvieron sobre la democracia griega abordando la verdad o la falsedad de los argumentos desde un punto de vista meramente táctico y desvalorizando la necesidad de zonas de verdad y consenso compartidas por todos a las que poder regresar cuando el debate empieza a ir demasiado lejos.

Lo que preocupaba  a Platon era la posibilidad de convertir argumentos débiles en sólidos recurriendo a técnicas discursivas que convertían la verdad y la mentira en medios para conseguir un fin.

Los sofistas eran relativistas y escépticos, es decir, no creían en las verdades absolutas y tampoco creían posible alcanzar la verdad.

También eran convencionalistas, es decir, no veían ninguna diferencia entre el parecer ser y el ser de verdad.

Y a tenor de todas estas creencias, el resultdo no podía ser otro: lo político convertido en un espacio de enfrentamiento donde la verdad la definía el más fuerte... el más experto en el arte de cazar a más hombres en la red de su idea utilizando cualquier técnica o argumento.

Y en este contexto no había garantía alguna de que la moral pública coincidiera con la moral que sustentaban los argumentos de ese argumentador más fuerte.

Y el resultado era siempre el relativismo moral.

Y precisamente, para mantener una cierta cordura, Platon reivindicaba la necesidad de elementos objetivos, un terreno juego moral y cognoscitivo en el que debiera jugarse ese juego de ganar la razón en que se había convertido la política en la Atenas de hace muchos siglos.

Los peligros de aceptar que cada cual tiene su verdad asociados a la aceptación de la deshonestidad como elemento constitutivo del debate político eran claros para el filósofo griego: la versión deformada y perversa de la democracia que era la demagogia.

En la demagogia lo que se busca es cazar hombres y una de las mejores maneras de cazarlos en lo político es cazando su voto apelando a sus prejuicios, emociones, miedos y esperanzas.

Los sofistas, sin quererlo o queriendo, por precios nada módicos, proporcionaron la inteligencia para la transformación de la democracia griega en una demagogia.

A estas alturas, cualquier lector inteligente comprenderá los paralelismos entre el pasado griego y el presente de nuestro país, presente en el que algunos se sorprenden de que un partido imputado por corrupción siga siendo votado por los ciudadanos,

Y deberíamos tener claro que sólo en una consumada demagogia esas cosas son posibles.

Porque lo más perverso de la demagogia es la aceptación de la deshonestidad como un elemento más dentro del discurso político.

No hay otra verdad absoluta que la que define la posición de cada contendiente.

En realidad se trata de una guerra y de una línea del frente que separa al nosotros de todos ellos.

Y cuando entramos en una dinámica tan tribal y bárbara, le admitimos cualquier cosa a los nuestros precisamente por eso, porque son los nuestros.

El gran logro de este Occidente postmoderno está siendo llegar a la barbarie desde la idea de civilización de la que él mismo es creador.

No queremos que gobierne el mejor de nosotros sino uno de los nuestros.

Y estas cosas que nos sorprenden, que algunos prefieren que gobierne su Rajoy aunque sea el lider de un partido imputado por corrupción, no son más que ejemplos de lo lejos que estamos llegando en ponerselo fácil al animal que todos llevamos dentro.

Animales, eso sí, bien hablados y bien vestidos.

Porque al final de todo se trata de una cuestión de forma.

Porque en los bajos de nuestra civilización occidental funciona la misma y vieja jungla de siempre.

Simplemente, la embellecemos cuando ya no podamos ignorarla más.