El verdadero creador de la propaganda fue un señor llamado Eduard Bernays, sobrino de Sigmund Freud, que durante la década de los veintes del siglo pasado utilizó el paradigma de su tío para ayudar a vender productos en el capitalismo de consumo incipiente.
Del trabajo de Bernays surge todo el entramado conceptual que tiene que ver con las relaciones públicas, la publicidad y la comunicación.
Fueron trabajos de Bernays, por ejemplo, ayudar a hacer aceptable a la opinión pública norteamericana la participación del país en la Primera Guerra Mundial o conseguir hacer que fuera socialmente aceptable el que las mujeres fumaran.
Bernays no sólo se dedicó a persuadir para vender sino también aplicó sus talentos sentando las primeras bases de la comunicación política ayudando en la década de los cincuentas a políticos como Eisenhower a alcanzar el poder.
Fue en esta vertiente donde Bernays ganó una fortuna que le permitió llegar a ser centenario en la opulencia.
El término propaganda forma parte principal de uno de sus libros publicados en 1928 que se titula precisamente "Propaganda", pero lo interesante es el subtitulo: The public mind in the making. Traduciendo libremente: construyendo la opinión pública.
Gracias a Bernays, la manipulación inteligente de las masas forma parte del funcionamiento de las sociedades democráticas desde hace casi cien años y en este sentido Goebbels sólo fue un alumno aventajado que tuvo la oportunidad de llevar al extremo las ideas de Bernays.
Considerando este dato, decir que la propaganda tiene un origen en los regímenes totalitarios sólo puede deberse a la ignorancia o a la mala intención. Es el capitalismo quién crea la propaganda para en las esferas de lo económico y de lo político poder manipular a la opinión pública en el sentido de vender o de votar.
Los mecanismos de la propaganda son los mismos en las democracias que en los regímenes totalitarios, ambos se valen de sus artes persiguiendo el mismo final.
Una vez más el capitalismo se esconde detrás de los totalitarismos disimulando su culpa y presentándose como el mejor de los inocentes.
Del trabajo de Bernays surge todo el entramado conceptual que tiene que ver con las relaciones públicas, la publicidad y la comunicación.
Fueron trabajos de Bernays, por ejemplo, ayudar a hacer aceptable a la opinión pública norteamericana la participación del país en la Primera Guerra Mundial o conseguir hacer que fuera socialmente aceptable el que las mujeres fumaran.
Bernays no sólo se dedicó a persuadir para vender sino también aplicó sus talentos sentando las primeras bases de la comunicación política ayudando en la década de los cincuentas a políticos como Eisenhower a alcanzar el poder.
Fue en esta vertiente donde Bernays ganó una fortuna que le permitió llegar a ser centenario en la opulencia.
El término propaganda forma parte principal de uno de sus libros publicados en 1928 que se titula precisamente "Propaganda", pero lo interesante es el subtitulo: The public mind in the making. Traduciendo libremente: construyendo la opinión pública.
Gracias a Bernays, la manipulación inteligente de las masas forma parte del funcionamiento de las sociedades democráticas desde hace casi cien años y en este sentido Goebbels sólo fue un alumno aventajado que tuvo la oportunidad de llevar al extremo las ideas de Bernays.
Considerando este dato, decir que la propaganda tiene un origen en los regímenes totalitarios sólo puede deberse a la ignorancia o a la mala intención. Es el capitalismo quién crea la propaganda para en las esferas de lo económico y de lo político poder manipular a la opinión pública en el sentido de vender o de votar.
Los mecanismos de la propaganda son los mismos en las democracias que en los regímenes totalitarios, ambos se valen de sus artes persiguiendo el mismo final.
Una vez más el capitalismo se esconde detrás de los totalitarismos disimulando su culpa y presentándose como el mejor de los inocentes.