miércoles, febrero 07, 2007
Veo un debate absurdo en Telemadrid.
Un debate en el que nadie se escucha, en el que todos se atacan, en el que nadie dice nada interesante.... salvo un redactora jefe de El Mundo que con su cabal sensatez (¿pleonasmo?) no se qué diablos pinta en la redacción de ese periódico... Continúo... Otro debate estéril que nos volverá a dejar un poco más lejos en la loca ninguna parte en la que desde hace bastante tiempo nos encontramos.
Las dos españas... pero no la que nos imaginamos, la de la derecha y la de la izquierda. Esas no son. Pienso en la españa de los titulares de plaza y la españa de los cesantes.
Las españas en minúscula que son camisa blanca de tantas miserables esperanzas.
Escucho, veo y tengo la impresión de que la política sólo importa en este país como vehículo para dejar de ser cesante, como instrumento para continuar siendo titular de la plaza.
No encuentro otra explicación para tanta estúpida falta de sentido común.
La España politizada del siglo XXI no se diferencia mucho de la España politizada del siglo XIX, la de la alternancia entre liberales y conservadores, Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta, la de los titulares y los cesantes, la de los odios irreconciliables porque donde se tiene la olla otro intenta meter su polla para poder de ella comer.
Este país no ha cambiado tanto como cree.
Sólo somos más ricos.
Veraneamos, tenemos coches y nos apilamos cada vez más en ciudades, pero entre tanto bienestar nos siguen asomando los sucios faldones de un blusón tan sucio como el más terrible de los aguafuertes de Goya.
Nuestra particular versión de la modernidad.
Todo ha cambiado, pero todo -en el fondo- sigue igual.
martes, febrero 06, 2007
Camina y arrastra consigo, como una estela sin brillo, la pesadez de una radiante mañana que, como otras tantas, ha tenido que vender a otro.
Mentalmente repasa el calendario en busca del próximo día de vacaciones.
Los fantasmas de los días aún por llegar pasan sin dejar huella ante su conciencia mientras el metro se le escapa en un rugiente torbellino.
No le preocupa.
Habrá más.
Aún le queda mucho tiempo para esperar.
jueves, febrero 01, 2007
el inmenso y caudaloso río de la infancia,
un inmenso Missisipi
navegable desde las montañas que rozan el cielo
hasta lo más profundo del mar.
La eternidad y la inmortalidad,
sin quererlo,
sin saberlo,
en la palma de la mano.
Alas blancas, manchadas de tiza y barro,
condenadas un día cierto a volar.
INOLVIDABLE
El jurado ha dictado sentencia.
La injusticia se ha cometido. Atticus Finch ha hecho lo imposible por evitarla, pero las reglas y esclavitudes de un anquilosado y viejo estilo de vida han vuelto a perpetuarse a costa de su esfuerzo.
Derrotado y desolado,. Atticus abandona un juzgado donde no se ha hecho justicia. En el piso superior la comunidad negra del pueblo reconoce su esfuerzo. Le espera puesta en pie para demostrarle su respeto.
Entre ellos se encuentran los hijos del propio Finch, que permanecen sentados sin comprender tanto la maldad del acontecimiento que acaba de suceder como la grandeza del hombre al que ellos llaman simplemente Atticus.
El reverendo Sykes les llama la atención con la voz entrecortada por la emoción de haber estado casi a punto de conseguirlo por primera vez desde nunca jamás:
"Jean Louise. Jean Louise, stand up. Your father's passing."
Matar a un ruiseñor.
miércoles, enero 31, 2007
Vagabundeo cansinamente por El Corte Inglés en la hora de mi comida... literalmente, hora de mi comida.
El palo que aún no me ha dado Hacienda todavía me duele.
De pronto, topo con el Servicio Integral de Bodas... un mostrador blanco y vacío delante de un mural blanco y bastante vacío donde sólo pone SERVICIO INTEGRAL DE BODAS.
Me pregunto hasta dónde llegará esa integralidad proclamada.
Quizá llegue hasta el absurdo y te busquen el novio o la novia adecuada al tipo de boda que vas a pagar... No lo se.
Alguien me clava una barra de pan en la espalda.
No puedo detenerme por más tiempo.
Mi sorpresa obstruye un capilar del sistema: Nada más ni nada menos que un pasillo de El Corte Inglés. Quizá sea algo más. Puede que se trate de una vena.
martes, enero 30, 2007
(Michel de Montaigne, Ensayos)
DEADWOOD
lunes, enero 29, 2007
La única certeza con la que cuenta es que, a esa ignota cantidad, tendrá que restarle de nuevo una unidad,
pero será más adelante cuando el encendido atardecer cese
y la noche le envuelva en su abismo.
La constante presencia de la pérdida,
incesante fuga,
hemorragia lenta que nada tiene de eterna,
le acompaña mientras su mirada vuela a ventana abierta
en busca del sueño,
de la nueva incertidumbre que traerá consigo el día de mañana.
Sobre el tablero, la mano invisible
mueve una pieza.
sábado, enero 27, 2007
En alguna parte he leído que con esta aventura trepidante, Mel Gibson -su director- pretende reflexionar sobre un montón de cosas.
viernes, enero 26, 2007
Sigo diciéndolo.
Lo mantengo.
Respeto todas las opiniones, pero sigo pensando "Banderas de nuestros padres" es una gran película.
La clave para amarla -aunque no lo creeaís- está en Cernuda, en la belleza irrecuperable de algunos momentos tan bellos que nos cambian la vida por el sólo y simple hecho de vivirlos.
Todo lo demás es melancolía y mundo... mucho mundo... un mundo que casi siempre nos obliga a traicionarlos para seguir viviendo. Y todo porque la diletancia etérea del alma casi siempre es incompatible con el mecánico oficio de vivir.
"Banderas de nuestros padres" no es una película bélica.
Es una película sobre un mundo en el que la belleza casi siempre es imposible, tan imposible que su estado natural es el recuerdo.
"Banderas de nuestros padres" no es una película belíca, insisto.
Es una película sobre un mundo que casi siempre obliga al hombre a traicionar esos pequeños y pocos momentos de belleza.... Y lo que es más importante sobre la complejidad de seguir viviendo con ese nuevo pecado original sobre las espaldas.
La reflexión amarga de un maestro en su vejez, en la plenitud del Otoño de las rosas.
El hombre y sus irresolubles contradicciones, las que siempre terminan de un modo u otro destruyéndole.
El profundo lamento de una soledad entre las cosas.
"Cartas de Iwo Jima" va a ser aún mucho mejor.
Tiene que hacerlo para no escuchar los pitidos de los trenes,
su constante llamada.
El deseo de subirse a cualquiera de ellos,
indiscriminadamente.
El deseo de desaparecer.
Pacientemente esperan tendidos,
alargados como enormes leopardos,
sobre la interminables vías disparadas
en diferentes direcciones hacia el mismo horizonte.
Tiene que taparse los oídos.
Pasar una vez más a toda prisa por la estación.
"Te enamoras y de repente la vida vuelve a estar ordenada. Antes de que esta persona llegara a tu vida todo era un caos. Cuando esa persona se va, el caos regresa. Con amor hay un sensación de toalidad y el caos queda eliminado. Es la forma más perfecta de vida civilizada".
No está mal... para ser un actor.
Se supone que interpretan lo que otros escriben. No que escriben las propias líneas que interpretan.
domingo, enero 21, 2007
- el mundo de la naturaleza, de lo sensible, de lo fenomenal o reino de la causalidad y la heteronomía. En su cuerpo, en su yo empírico (subjetividad individual), en sus sentidos y en sus pasiones, el individuo depende de este mundo.
- el mundo noumenal o mundo en sí, inteligible, espiritual: el mundo de la razón y de la libertad, del reino de los fines y de la autonomía, el mundo del yo trascendental caracterizado por la voluntad libre y racional.
En esta doble pertenencia estriba la dificultad para ser moral, pues el primer mundo y sus heteronomías (impedimentos físicos, necesidades, deseos, afectos, inclinaciones, ...) interfieren sin tregua las exigencias puras de lo segundo. Estas interferencias no sólo se oponen a la moralidad, sino también a la felicidad de los seres humanos"
("La moral según la crítica de la razón práctica, Historia de la filosofía: del renacimiento a la postmodernidad, Gilbert Hottois)
O lo que es lo mismo, el origen de la tragedia.
El abismo que separa la realidad del deseo, un abismo que forma parte de cada uno de nosotros.
Todos vivimos en Hollywoodland.
Asumiendo siempre(lo queramos o no) el riesgo de la locura, de la decepción.
lunes, enero 15, 2007
Es una lástima que Hollywoodland como película no esté a la altura de la idea que -presumo- la ha inspirado.
En su transcurso, resulta en algunos momentos diletante y morosa. Dedica demasiado tiempo a personajes y tarda en resolver ciertas situaciones.... El resultado es la constante sensación de que el mecanismo no está bien engrasado, de que el girar de la historia hasta su final no es redondo y natural. Pequeñas impurezas que entorpecen el fluir natural del relato, que molestan tánto como los árboles que no te dejan ver el bosque.
No obstante, "Hollywoodland" tiene la inmensa virtud de acabar bien y lo hace -en mi opinión- porque regresa a la esencia de aquello que pretende -creo- contar y lo hace de una forma precisa y justa.
Como debe ser.
Desde el pasado, y antes de volarse la tapa de los sesos, George Reeves (Ben Affleck) parece dirigir su última mirada a un Louis Simo (Adrien Brody) que parece presenciar su silencioso drama desde el futuro.
Mismo espacio en distintos tiempos, un dormitorio.
Mismas vidas fracasadas... quizá.
El caso es que Simo parece entender el mensaje y por un momento recobra la lucidez suficiente como para descubrir lo que de verdad es bueno para él: un pequeño y confortable presente al lado de su ojos.
Hay un cierto paralelismo entre "Hollywodland" y "Mulholland Drive" de David Lynch.
Ambas nos hablan del fracaso, un fracaso que nace de una absoluta confusión entre la realidad y el deseo de la que sus protagonistas son victimas.
La constante y continúa persecución de una incierta ballena blanca en los procelosos y profundos mares del fracaso.
Demasiado tarde, Reeves descubre que su lugar en el mundo fue interpretar a Superman. Demasiado tarde comprende que se le fue la vida de tanto desearla.
Ante sus ojos el error propio se convierte en la propia vida vida y ya sólo le resta volarse la tapa de los sesos.
Otra decisión equivocada, seguramente.
Quizá la vida sea así y tan seguro se deba estar del suelo que se pisa como de los deseos que se sueñan.
Lo único cierto es que muchas veces uno no está donde tiene que estar, en el aquí y en el ahora. Tiene la cabeza en otra parte, en un lugar de ensueño, hecho a medida, que aún no existe y que, seguramente, jamás podrá existir.
El sueño se ha convertido en locura y, como siempre, el último en enterarse es su dueño.
viernes, enero 12, 2007
No se si era de Cernuda... No estoy seguro. Lo único que tengo claro es haber leído alguna vez, en algún momento, un poema sobre un baño nocturno de unos amigos en el mar.
Lo buscaré y espero encontrarlo y entonces, a la luz de su lectura, quizá vuelva a hablar de este último regalo que nos ha hecho Clint Eastwood, uno de los pocos grandes maestros que le quedan a la depauperada industria cinematográfica.
En "Banderas de nuestros padres", y por increíble que parezca, todo gira en torno al baño final que todos los soldados se dan al pie del demolido y quemado Monte Suribachi.
Todas las emociones nacen ahí, del tranquilo contacto de los cuerpos y las almas en un catárquico momento de paz en medio de una brutal matanza.
La silenciosa definición de un grupo, de una hermandad nacida de saberse victimas de un mismo sufrimiento y de una misma situación.
Eastwood tiene muy claro que el mecanismo terrible de la guerra funciona sobre la base de los más sublimes sentimientos.
Una vez que uno está allí, a merced de una azarosa muerte y rodeado de sangre y fuego, no lucha por la paz o por su país. Se lucha por uno mismo y por quienes te rodean, para que no mueran, para no morir, para conseguir el imposible de intentar llegar todos juntos hasta el final de la noche.
Pero Eastwood también tiene claro que la picadora de carne nada perdona y que el sufrimiento jamás termina cuando finalmente llega el ansiado final de la noche.
La guerra no tiene piedad ni con los vencedores.
Les obliga a convertirse en quienes no quieren ser.
Les obliga a mentir y a traicionar la profunda magia de aquel baño entre compañeros que limpió la sangre y el polvo de sus cansados cuerpos y generó un vínculo entre todos ellos que les mantuvo unidos hasta el final de sus vidas o, lo que es lo mismo, para siempre.
Son pocos los que pueden entenderlo.... Los que todavía quedan y, quizá, los esquivos fantasmas de aquellos que se fueronpeleando por media pulgada de infierno.
Es el mismo Eastwood siempre.
Brillante narrador.
Absolutamente capacitado para emocionar generando autenticidad sobre una rigurosa metafísica de las pequeñas cosas y los detalles.
Humanista y virtuoso.
Todo un genio.
martes, enero 09, 2007
El año pasado Tony, el hermanísimo de Ridley Scott llevó a la pantalla la increible peripecia vital de Dominó Harvey, la hija modelo del fallecido actor Laurence Harvey.
De hija de sesentera estrella de Hollywood a cazarrecompensas, pasando por una carrera de modelo a cazarrecompensas y acompañada por un recauchutado y bizarro Mickey Rourke -que parece empezar a encontrar su nuevo lugar bajo el californiano sol de la industria cinematográfica-... Toda una historia que Scott rodó con una cierta vocación underground, aunque se quedara en el intento y la historia terminara por resultar confusa y complicada, confusiones y complicaciones resueltas con un complicado y confuso tiroteo final.
El caso es que no recordaré esa película por mucho más que por la estelar aparición de Tom Waits. Vestido de predicador -casi como en la foto-, conduciendo un destartalado coche y probablemente viajando de una "ninguna parte" a otra diferente "ninguna parte".
La esencia del personaje.
Una suerte de Hazel Motes beatnik, siempre perseguido por mil y un demonios que por nada del mundo quieren separase de él.
Me gusta Tom Waits y su último disco, el triptico "Orphans" me parece una obra maestra excepcional.
lunes, enero 08, 2007
Sin ser -para entendernos- una obra maestra, varias cosas me gustan de "Babel", la última película de Alejandro González Iñárritu.
Por un lado, la propuesta que Guillermo Arriaga desarrolla en el guión: una serie de personas que viven en diferentes partes del mundo ven -sin conocerse- sus vidas afectadas por el simple acto de la venta de un fusil de caza mayor en el Maghreb. En este sentido, Babel es una película que abole las distancias y los tiempos para mostrar la matería de la que estamos hechos (y que por cierto es la misma ocupemos el lugar en el mundo que ocupemos). Me gusta ese mensaje humanista y también me gusta que, de paso, se nos muestre el mundo en que vivimos como una Torre de Babel en la que imperan la distancia, el miedo, el desconocimiento del otro y la incomunicación .
Me gusta ese contraste entre igualdades profundas y diferencias superficiales.
El resultado es Babel, el absurdo.
Por otro que se trata de una historia contada desde el punto de vista del tercer mundo. Arriaga e Iñárritu son mejicanos y su visión del primer mundo no es nada complaciente, una visión que puede resumirse en la crueldad con que la policía marroquí trata a sus propios ciudadanos y la paciencia con la que esos mismos policías escuchan los insultos del americano airado Brad Pitt. También ahí hay una distancia, una distancia que es la metáfora de una diferencia que implica un diferente valoración. Espléndido, por cierto, el actor que interpreta al policía marroquí que asiste impertérrito al chaparrón de gritos e insultos.
Babel es por tanto una película sobre la distancia y la diferencia y el absurdo que éstas suponen y producen. El absurdo de una torre de Babel que crece y crece, pero que no va a ninguna parte.
A destacar el espléndido casting de actores de todo el mundo. Todos están magníficos.
viernes, enero 05, 2007
jueves, enero 04, 2007
En líneas generales cuenta las pequeñas historias (grandes para ellos -como siempre-) vividas por una serie de personajes en el marco de unas fiestas de San Fermín en la España de Primo de Rivera. Y lo hace con esa suave amargura que Hemingway sabía atribuir a sus atormentados y solitarios personajes, sentimiento que el guionista Peter Viertel mantiene e incluso potencia.
Puede que sea una de mis películas favoritas y lo es por la espléndida belleza desafiante de Ava Gardner, por la propia historia de encuentros y desencuentros que vive con un herido -en todos los sentidos de la palabra- Tyrone Power y -sobre todo- por la maravillosa interpretación que Errol Flynn realiza como secundario y en el final de su carrera.
Amo a ese Mike Powell que Flynn se calza como un guante, con la naturalidad de saber que se trata de un traje hecho a la medida de su propia decadencia.
Nadie como él para entender sus esencias y motivaciones, nadie como él para interpretarlo.
Estrellado en el acantilado de la propia vida.
Cómodamente sentado sobre el cofre del muerto y bebiendo una de las últimas botellas de ron.
miércoles, enero 03, 2007
Otro argumento en contra de la pena de muerte -pienso- es que dignifica al criminal que la recibe asuma o no su destino. Y cuando escribo ésto estoy pensando en el Saddam Hussein con la mirada perdida, pero con la cara descubierta.
Menos mal que recordé a tiempo la imagen de aquel niño kurdo gaseado junto al cadaver de su madre, porque otra imagen, la del dictador intentando afrontar su propia muerte con dignidad estaba comenzando a secuestrarme. Pero la brutal frialdad del acto de administración de justicia siempre juega a favor del condenado. Porque, ante la pena de muerte y a la cálida luz de mi compasivo mirar personal, todos los condenados se transforman en víctimas.
domingo, diciembre 31, 2006
"El objeto efectivo del conocimiento o fenómeno (lo que aparece) se encuentra, en cierto modo, entre el sujeto puro y la cosa en sí. El conocimiento es, por tanto, una realidad intermedia co-constituída por el sujeto y por el mundo. Lo que conocemos no es el mundo o la cosa en sí sino la experiencia racionalmente estructurada del mundo en sí, es decir, tal como se nos aparece"
(Kant y la filosofía crítica o trascendental, Gilbert Hottois)
Resumiendo, en el acto de conocer lo externo también podemos conocernos a nosotros mismos... porque siempre percibimos nuestro punto de vista sobre las cosas, nuestra propia construcción.
Conclusión, el año será siempre bueno si el sujeto que reflexiona se encuentra bien.
La felicidad es una actitud.
La inflexible voluntad de serlo.
Consigna, hay que escapar de aquella sensación terrible cuyó más alejado extremo era escrito y descrito por Cesare Pavese:
"El sentimiento terrible de que todo lo que se hace está mal, y lo que se piensa, y lo que se es. Nada puede salvarte porque cualquier decisión que tomes sabes que estás equivocado, y también tu decisión."
(El oficio de vivir, Cesare Pavese)
Y no lo digo yo, que lo dice Kant.
Creo...
miércoles, diciembre 27, 2006
En este sentido, propongo reemplazar el niño Jesús de todos los nacimientos por una Visa... aunque sea de Lladró.
miércoles, diciembre 06, 2006
"Me volví hacia la extensión de tierras y me pregunte hasta dónde ir. Exactamente la misma pregunta que me hice antes, cuando nadaba en el oceáno. ¿A partir de qué lugar empieza a ser peligroso seguir alejándose? Y comprendí que uno se lo pregunta cuando uno ya empieza a creer que ha ido demasiado lejos"
Todo está en orden.
He vuelto a releer "Crónicas de motel" de Sam Shepard y me sigue gustando.
Considero que el hombre y obra es un constante esfuerzo en contra del destino. Coincido mucho con Montaigne y creo que el destino manda y también creo que de cuando en cuando somos capaces de arrancar de su fria e invisible mecánica ignota y transparente una pequeña o grande victoria, un plan perseguido y realizado... Pero los fracasos siempre son mayores que los éxitos. Lo normal es que no seamos capaces de imponer nuestro criterio y adaptar el jardín de las cosas que van y vienen a nuestro geométrico esquema racional o a nuestra voluntad.
Yo creo que todos sabemos eso, que no descubro nada nuevo, pero al mismo tiempo nos gusta vernos capaces de tener un plan e imponerlo. Después de todo, para eso estamos en el mundo, para realizarnos y desarrollar en su totalidad ese impulso que todos llevamos dentro.
Lo que no podemos soportar es el fracaso, que ese ser omnipotente en su capacidad de imaginar y desear que todos somos no sea un agente capaz de intervenir con éxito sobre la complejidad del mundo exhibiendo esa misma omnipotencia de puertas afuera.
Nada nos detiene cuando soñamos un futuro, pero los problemas siempre vienen luego.
Normalmente, el destino siempre vence, pero puede perder más veces si somos capaces de convertir nuestras derrotas en victorias, es decir, si somos capaces de ver las cosas buenas en lo aparentemente adverso.
No hay mal que por bien no venga, se suele decir.
Y aunque las cosas no nos salgan como pensamos, siempre podemos sentarnos junto al mar e intentar repirar el efímero aroma que deja la espuma de cada ola mientras tomamos un buen vaso de vino.
Mañana volveremos a intentarlo... o quizá el perezoso vuelo de una gaviota nos traiga un diferente y mejor plan.
Eso es lo nuevo.
(Michel de Montaigne. Ensayos.)
jueves, noviembre 30, 2006
El resultado es un inquietante aroma a frenopático, a "mundo feliz" interpretado por Mel Brooks.
Los últimos nazis que quedan se dedican a programar el hilo musical.
Prefiero el silencio.
miércoles, noviembre 29, 2006
o hubiera resultado gravemente herido por un disparo invisible,
cierra los ojos.
Son las nueve de la mañana
y con manos heladas
el mundo vuelve a manosearle el alma
con sus maneras desconsideradas,
destempladas de siempre.
Cierra los ojos.
Respira profundamente.
Toma aire para sumergirse
desesperadamente en su propia oscuridad.
Imágenes grises,
palabras abrupramente pronunciadas
mientras aprusaradamente se llega con la hora justa a todas partes.
Necesita imaginar.
Necesita soñar.
Desplegar sus propias alas y volar lejos, muy lejos
aunque sólo sea un instante, escapar.
martes, noviembre 28, 2006
(Ensayos, Michel de Montaigne)
miércoles, noviembre 08, 2006
y lo normal sea permanecer perdido,
por el mundo,
entre las personas y las cosas,
sintiendo una mayor o menor ausencia
de ese uno mismo
que nos aguarda en cualquier recodo del camino.
Seguramente, lo importante sea
la absoluta capacidad de reconocernos
en ese poco probable encuentro
y sentir en esos ojos hermanos que nos miran,
en esa sonrisa íntima que como un puente se nos tiende,
la arrebatadora sensación de haber encontrado definitivamente.
Y después, absolutamente, el valor de atreverse a ser
por encima de todos los miedos,
contra todo riesgo,
cabalgando valerosamente contra los cañones del tiempo,
colina arriba, hasta el infierno
si fuera preciso.
Ya he visto antes esta nueva película de Ridley Scott.
Su planteamiento no es nada original. Un hombre que en apariencia es un triunfador, correctamente interpretado por el habitualmente genial Russell Crowe, se encuentra y descubre que su lugar en el mundo está en un pequeño "chateau" de la Provenza francesa.
Y si el planteamiento, no es nada original la resolución tampoco... porque todos sabemos como termina esta historia.
No obstante, y aunque ya la había visto antes, tengo que decir que no me importó volver a verla. Seguramente, porque me gustan las historias de personajes perdidos que terminan por encontrarse a si mismos en un entorno que les llama y que parece estar hecho para ellos mismos.
El mito del paraíso perdido recobrado siempre a través de las más profundas emociones sobrevenidas, en este caso, bajo los rayos de un perezoso sol Provenzal.
En este sentido, "Un buen año" reproduce fielmente las claves de este improbable género cinematográfico, sin caer demasiado en el pastelero sabor dulzón de una comedia romántica. Y optando por un cierto costumbrismo tranquilo que, en la forma, aspira a alcanzar la alargada sombra del maestro Rohmer sin -por supuesto- conseguirlo. Costumbrismo tranquilo que continuamente se encuentra adornado con bastantes momentos de pura comedia, momentos de los que tanto Scott como Crowe quizá podrían haber sacado más partido.
En resumen, "Un buen año" es una película amable y suave, con vocación de obra menor, que ofrece al espectador la oportunidad de contemplar a ese gran actor que es Russell Crowe en un registro diferente. Nada del otro mundo, pero tampoco un espectáculo desdeñable si uno quiere salir del cine contento y con una sonrisa en los labios.
Aunque yo sigo quedándome con "Local Hero"...
martes, noviembre 07, 2006
lunes, noviembre 06, 2006
En el "Tio Vania" de Anton Chejov, el médico pronuncia la siguiente frase: "Cualquier cosa menos la incertidumbre".
Aún no la he olvidado y hoy la recuerdo más que nunca.
La incertidumbre -creo- es uno de los sentimientos más difíciles de sentir.
Sintiéndolo, uno se sabe en manos de otros y -principalmente- del tiempo. Quizá, se pueda hacer algo para mejorar la propia situación, pero -y se haga lo que se haga- el demonio de nuestra propia levedad se nos aparece sonriente y moviendo su larga cola como un malvado gato de Cheshire.
En la incertidumbre uno siempre aguarda. Acontecimientos, palabras, miradas o una simple llamada telefónica... En algún momento ocurrirán o quizá nunca sucedan.
El individuo se convierte en el sujeto (im)paciente de un proceso cuyo intrincado mecanismo ignora.
Espera.
Espera y sólo puede limitarse a desear que las cosas sucedan... o no, pero -lo más importante- la decisión nunca le corresponde a él.
No es tan dueño de su destino como cree. Nadie lo es.
Una espera puede volvernos locos o también hacernos más humildes.
De vez en cuando es bueno que la vida nos haga esperar.
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Fotografía: Incertidumbre Violenta
Fractal Art by Vicky Brago-Mitchell
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domingo, noviembre 05, 2006
Me gusta esta película.
Quizá porque la mayoría del tiempo sucede en la carretera, durante un viaje... Seguramente, porque uno sale contento, vistiendo la media sonrisa de los buenos momentos, cuando sale del cine.
No lo se...
El caso es que "Little Miss Sunshine" es una "road-movie" protagonizada por una familia disfuncional que se encuentra varada en la playa a donde van a parar todos los naufragios del mundo de ganadores y perdedores en que vivimos inmersos. Es en sí misma una reflexión agridulce sobre los efectos que sobre las personas ejerce ese diario desayuno de los campeones que en algunos momentos -o quizá constantemente- todos nos vemos obligados a tomar.
A mi modo de ver, lo más interesante de "Little Miss Sunshine" es la idea de que uno mismo siempre es dueño de su éxito y de su fracaso. De que todo pasa por la decisión personal e intransferible de lo que se quiere hacer y no por la imposición pura y dura de formas de comportarse y vivir.
Las raíces del éxito siempre crecen allí, en la parte más íntima de nosotros mismos donde late nuestra más profunda semilla, la que -desarrollada- nos hará ser lo que verdaderamente queremos/debemos ser o hacer.
No hay fracaso posible si uno escucha esa voz.
Por éso, al final de la película y cuando la familia regresa a su casa, ni se me pasa por la cabeza pensar que las cosas les hayan salido mal y que el largo viaje no haya merecido la pena. Después de todo, se han encontrado a sí mismos. Han hecho justo lo que han querido hacer y lo han descubierto justo a tiempo.
Ese es siempre es el más importante de los triunfos.
"Preferiría no hacerlo", decía Bartleby, el maravilloso y fascinante personaje de Herman Melville. Un casi valleinclanesco esperpento de la necesidad y el esfuerzo por ser constantemente uno mismo.
Seguramente nadie querría ser Bartleby. Sólo él... Y de eso se trata.
domingo, octubre 29, 2006
(Horacio, Odas, III. XXIX. 29 a 32 y 40 a 44)
Desde 1992, Woody Allen viene obsequiando a sus innumerables fans con, al menos, una película anual.
La entrega correspondiente al 2006 es "Scoop".
A la sombra de "Match Point", su predecesora, "Scoop" resulta una película menor, una suerte de divertimento policiaco en el que -y por encima de todo- brilla el talento de Allen para plantear historias con presupuestos muy originales (un periodista muerto recibe una exclusiva de otra fallecida mientras cruza el Leteo en compañía de la propia Muerte). Así como de su enorme inteligencia para llenar esas historias con dialogos llenos de réplicas ingeniosas ("Fui educado en el judaísmo, pero cuando crecí me pasé al narcisismo").
"Scoop" se deja ver con agrado y uno se ríe lo suficiente durante sus 96 minutos de duración como para salir contento del cine... Lo que no es poco. Pero adolece del mismo defecto que el que escribe detecta en la mayoría de las últimas películas de Allen.
Uno las olvida pronto.
Y, si acaso, sólo permanece la impresión de haber pasado un buen rato.
Mientras uno se llevaba a casa "Match Point", una de las mejores películas que Allen ha rodado nunca, "Scoop" no va más allá de las puertas del cine, como si se tratara de un habitante de "Shangri-La" incapacitado para atravesar los lindes de su territorio bajo la pena de envejecer y morir.
Hablamos de comedia de baja intensidad.... lo que por otro lado es normal, puesto que en la prolijidad el talento suele disiparse. Aunque Allen siempre tiene a su favor el hecho de que nos hace reir, y solemos perdonar casi todo a aquellos elegidos que tienen la capacidad o el don de arrancarnos una sonrisa.
Juega con esa ventaja para seguir haciendo lo que más le gusta: rodar películas.viernes, octubre 27, 2006
El incompetente y desubicado Hrundi V. Bakshi, maravillosamente interpretado por Peter Sellers, se convierte en la pesadilla del equipo que rueda una nueva versión del clásico "Gunga Din".
La desastrosa sucesión de catastrofes protagonizadas por el actor hindú culminan con la accidental voladura del fuerte, una de las escenas más importantes del film y que compromete el futuro de tan cara producción.
Apoyando el pie sobre el detonador, Bakshi entra en una lista negra que, por error, es en realidad una lista de invitados a un sofisticado guateque.
Como no podía ser menos, Bakshi llevará el desastre a las colinas de Hollywood, pero también con él habrá sido invitado un punto de vista alternativo, hippie y naif que salvará a una bella aspirante a actriz de un pequeño desastre personal.
Con la ayuda de un ballet ruso y un elefante sucio, Bakshi llenará de espuma y locura una envarada fiesta de poderosos y elegidos.
Como repite varias veces durante la película y sin que venga mucho a cuento, "la sabiduría es la virtud de los adultos, pero el corazón de un niño es puro".
Unas palabras que en realidad son una amable y bondadosa sonrisa que Bakshi nos dedica con timidez.
El guateque.
"El oficio de vivir" es el diario del escritor italiano Cesare Pavese, el día a día de una sensibilidad maldita siempre a flor de piel.
Su lectura me parece siempre recomendable y de cuando en cuando regreso a él para zambullirme al azar en cualquiera de sus entradas.
Hoy he abierto el libro por el final.
Mis ojos vagabundean por las páginas de pensamientos tachados por el propio Pavese en alguna de las entradas de este diario.
Me fascinan los tachados.
No se por qué.
Los fantasmas terribles de mis dos últimos veranos están de pie, haciendo guardia siniestra y oscura de mi fracaso.
Se que no me van a dejar nunca.
Y de pronto mi mirada emerge del libro con un tesoro cuya sugerente belleza de melancolía y paz quiero compartir con vosotros (aunque no tengáis maldita idea de la razón de ser de este escrito):
"24 de octubre (de 1940)
Es el inmóvil verano de los ojos cerrados. Tu vida continúa en los días idos como un mar de mediodía. Disfrutas del cielo con tu cuerpo de entonces"
Y recupero la alegría del verano que les precedió, el primer verano de todos mis veranos, cuando la alegría temblaba entre mis manos.
Mi fracaso se enrosca como un gato alrededor de mis pies.
Está tranquilo.
Sabe que ya no podré morir nunca.
La fotografía que véis fue realizada por el antropólogo Edward S. Curtis a principios del pasado siglo XX. se llama "La danza del eclipse" y me parece maravillosa... por eso la pongo.
Alguna vez ya he escrito en este blog sobre las viejas fotografías y la fascinación que ejercen sobre mi. No me importa repetirme... Es inevitable. Uno siempre tiene que ser uno mismo, aunque resulte aburrido. Para eso estamos aquí.
Ninguno de los guerreros fotografiados por Curtis hace casi cien años existe ya. Todos han pasado. Más pronto o más tarde, sus vidas terminaron... pero ahí están congelados en un momento de sus pequeñas vidas. Permanecen encerrados en un instante de dos dimensiones que se prolonga en el tiempo.
Una parte de su alma está ahí, ha quedado atrapada en el corto intervalo de una exposición al ojo de la cámara.
Los fantasmas existen.
Viven en la eterna medianoche de las viejas fotografías.
martes, octubre 24, 2006
Lo ha decidido.
Que le den un beso, que le hagan un guiño,
que le administren una caricia,
que le sonrían
o que, simplemente, no le digan nada...
pero que no le den las gracias.
Nunca más.
Es una palabra maldita.
Proyecta a millones de kilómetros de distancia
a las personas que la pronuncian...
aunque sigan estando a su lado.
Hace que se sienta sólo y extraño.
lunes, octubre 23, 2006
Si por algo destaca el cine de John Ford -a mi entender- es por una enorme capacidad para estilizar las imágenes y hacerlas significar, trascender.
Esta imagen procedente de "Centauros del desierto" (The searchers) es un magnífico ejemplo.
Por sí misma es bella: Dos jinetes y una montura cabalgando hacia el crepúsculo mientras continúa la infructuosa búsqueda de la niña raptada por los indios.
En sí misma encierra una belleza interior llena de silencio y poesía.
La odisea eterna del hombre atrapado entre el cielo y la tierra, convertido en apenas una insignificante y vulnerable contingencia que escasamente perturba la eterna monotonía rectilínea del horizonte.
La belleza de ese esfuerzo por existir y, lo que es más importante, por ser en ese espacio tan reducido, un espacio angosto compuesto de un número incierto de años y nacido de la proximidad entre esas dos inmensidades que constantemente amenazan con aplastarlo todo.
El cine de John Ford es un cine con alma.
I
El que desarrolla Wim Wenders es un interesante punto de vista acerca de las historias y el poder hipnótico que desde el principio de los tiempos aquellas ejercen sobre nosotros, los seres humanos:
"Pero, por supuesto, las historias tienen su interés. Son poderosas e importantes para la humanidad. Proporcionan a la gente lo que buscan y lo hacen en un nivel muy profundo -son mucho más que entretenimiento, acción y suspense. Uno de las necesidades principales de la gente es que cierta cantidad de coherencia les sea proporcionada de alguna forma y las historias proporcionan a quienes las escuchan el sentimiento de que existe un sentido. Al final y en el fondo existe un orden por debajo de la increíble y caótica confusión de las sensaciones y los fenómenos que les rodea y ese orden es lo que la gente necesita más que ninguna otra cosa. Casi diría que el concepto de orden y de historia está directamente relacionado con la idea de Dios. Las historias la substituyen o se tratan de otra forma de llamar a la misma cosa.
(...)
Las historias son mentiras. Pero son increiblemente importantes para nuestra superviviencia. Sus estructuras artificales nos yudan a superar nuestros peores miedos: la ausencia de un Dios, la idea de que no somos nada más que un conjunto de pequeñas partículas vibrantes dotadas de percepción y conciencia, pero perdidas en un universo que en su mayor medida permenece más allá de nuestra comprensión. Produciendo coherencia, las historias hacen que la vida sea soportable y combaten nuestros miedos. Esa es la razón que lleva a los niños a querer escuchar un cuento antes de dormir y también que hace de la Biblia una historia muy larga y también la razón que explica el final feliz de casi todas ellas."
(Historias imposibles, Wim Wenders)
III
Necesitamos constantemente escuchar historias.
Su mentira encierra una poderosa verdad que nos permite, a su vez, sustentar en ellas nuestra propia certeza.
La capacidad de generar un sentido, un mundo, puesta por obra ante nuestros ojos.
domingo, octubre 22, 2006
Cuando uno se pasa la vida mirando una brújula con 360 nortes es complicado poder precisar los favoritismos.
Ser un diletante de tantas cosas -y las que quedan por llegar- tiene ese pequeño inconveniente.
No obstante, y para cada regla, siempre hay excepciones. También las hay para mí.
En algunas cosas, tengo mis rotundos favoritos y, por lo que respecta a la poesía, a mis cuarenta años de vida estoy en condiciones de afirmar que siempre incluiría "El muerto" de José Hierro entre mis poemas favoritos.
Mucho tiene que cambiar todo para que sea capaz de traicionarme tan profundamente... aunque peores cosas se ven caídas sobre la corteza de este pan nuestro de cada día con cada vez menos miga.
Han pasado veinte años y aún sigue gustándome:
"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora, el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desagarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de los gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo querría poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que una vez en sentido en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado alguna vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mi"
(El Muerto, poema perteneciente a "Alegría", José Hierro)
Hace veinte años éste se me antojó el poema que siempre hubiera querido escribir... y aún me lo sigue pareciendo.
Estremecedor canto pronunciado más allá de la vida, desde la muerte.
Una vida recordada en su ausencia, sin resentimiento porque el sabor que ha dejado en esos labios borrados perdurará siempre.
Una heterodoxa visión de un extraño paraíso de sombras y olvido donde sólo existe el recuerdo de haber sido feliz y cierto.
Cielo azul bajo la negra tierra.
José Hierro fue un gran poeta... y aún lo sigue siendo, en la alegría de reencontrarse una y otra vez con su obra eterna.
miércoles, octubre 18, 2006
No sabía como hacerlo.
No conocía a nadie pero lo deseaba ardientemente... hasta que ví "Paris, Texas" de Wim Wenders en los cines Alphaville en la madrileña calle Martín de los Heros. Lo recuerdo perfectamente. Disfruté aquellos maravillosos 147 minutos de metraje como si fueran eternos (a alguno también se lo parecieron pero lo fueron en otro sentido menos poético).
Todo se me antojó perfecto (y me lo sigue pareciendo 20 años después).
Cuando salimos del cine, me recuerdo andando la calle Martín de los Heros rodeado de gente, pero en soledad, pensando que alguien había hecho ya la película que yo siempre hubiera querido hacer de haberme dedicado al mundo del cine.... y desde entonces ya no deseé tan ardientamente hacer películas.
Ya había alguién dispuesto a abastecer la sensibilidad de espectadores como yo y lo estaba haciendo bastante bien.
Podía dedicarme a seguir los locos dictados de la brújula y así lo hice.
Este fue el comienzo de mi relación afectivo-intelectual con Wim Wenders.
Después llegaron, "El relámpago sobre el agua", "El amigo americano", "En el curso del tiempo", "El estado de las cosas" y la maravillosa "El cielo sobre Berlín" y la sensación no me abandonó jamás... Ultimamente, sí lo ha hecho. Aunque siempre tienen sus momentos, las últimas películas de Wenders no están a la altura de su genio, pero yo sigo acudiendo fiel a la cita aunque sólo sea por los viejos tiempos.
En uno de esos artículos, Wenders escribe que "la realidad en si misma es la única aventura posible del cine" y se extiende:
"También aprendí que no tiene sentido introducir a la fuerza una historia dentro de una película. Una de las cosas que Ozu me enseño es que uno puede contar un film narrativo sin tener una historia lineal. Uno tiene que creer en los personajes y permitirles llegar a una historia sobre ellos mismos. En lugar de empezar con una historia y pensar en los personajes que se adecuen a ella, puedes empezar con unos personajes y, con su ayuda, llegar a la historia"
Así es como me gusta escribir mis historias.
Siempre imagino un personaje, una situación y empiezo a escribir con la aproximada intención de una dirección, de un final en mi cabeza.
Y cada página es un recodo más del camino.
martes, octubre 17, 2006
Si Stendhal concebía la novela como un espejo puesto en el camino para reflejar con exactitud la realidad que pasaba por su lado, el cineasta alemán Wim Wenders concibe el cine como una ventana abierta el mundo cuya transparencia pulcra y definitva nos permite descubrir el espectáculo de las cosas siendo.
Siempre me gustó la recuperación de esta visión casi pionera del sentido del lenguaje cinematográfico. Su propósito era recuperar el asombro de todos aquellos afortunados que sin saberlo asistieron al nacimiento del séptimo arte mientras asistían al milagro de la presentación mecánica de un pedazo de realidad.
El 22 de marzo de 18095, la "Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir" fue presentada en París ante un selecto grupo de empresarios en la Sociedad de Fomento de la Industria Nacional. Posteriormente este corto metraje, junto con otros como "Llegada de un tren a la estación de la Ciotat", fue explotada comercialmente en París, en el Salon Indien del Grand Café, en el Boulevard des Capucines. la primera sesión de pago sucedió el 28 de diciembre de 1895.
Por aquel entonces, el cine vendía el espectáculo de la realidad misma enjaulada en celuloide para asombro de quienes creían que el tren les iba a atropellar o que se apartaban de los obreros que salían en tromba de trabajar.
Más de medio siglo después, este alemán enamorado de lo americano reivindicaba la restitución de la inocencia irremediablemente perdida de un medio de expresión que ya había alcanzado su mayoría de edad .
Recupero extractos de un texto escrito por Wenders en 1987 llamado "Why do you make films?" y en el que Wenders sistematiza su visión:
"No soy un gran teórico. Tiendo a olvidar las cosas que he leído en los libros. Por eso no puedo repetir con exactitud las palabras de Béla Bálasz, pero él hablaba de la capacidad (y también de la responsabilidad) que el cine tiene de mostrar las cosas tal y como son. Y añadía que el cine puede rescatar la existencia de las cosas.
De éso se trata.
Me viene a la memoria aquello que dijo el pintor Cezanne: 'Las cosas están desapareciendo. Si quieres ver algo, tendrás que darte prisa'
Y volvemos a la pregunta de por qué hago películas y es porque algo sucede, ves que estás sucediendo y lo filmas mientras sucede. La cámara lo ve, lo graba... y puedes volver a verlo tantas veces como quieras. Eso que sucedió puede que ya no esté, pero está ahí. Puedes verlo. El hecho de su existencia no se ha perdido.
El acto de filmar es un acto heroico (no siempre, sólo algunas veces). Por un momento, la gradual destrucción del mundo de las apariencias es detenida. La cámara es un arma en contra de la tragedia de las cosas, contra su desaparición".
El diario trabajo de destrucción que el tiempo lleva a cabo diariamente con el presente resulta mitigado por la inauguración del eterno aquí y ahora que representa la filmación. Cada vez que nos asomamos a la pantalla de cristal transparente, el tren sigue llegando a la estación y los obreros siguen saliendo de la fábrica y lo hacen continuamente.
Wenders destacaba el hecho de filmar como un acto romántico de rebeldía en contra de la inexorabilidad del proceso del tiempo que, al mismo tiempo, era capaz de mostrarnos el espectáculo de la cosa misma existiendo, ardiendo, quemando su combustible de segundos frescos.
El cine como rebeldía y como descubrimiento.
Travis, protagonista de "Paris-Texas", regresa del desierto para pelear contra el tiempo buscando unir lo que éste (y aquel) han separado: una madre y un hijo.
Damiel, el angel protagonista de "El cielo sobre Berlín", renuncia a su condición inmortal para descubrir el mundo por primera vez.
Los dos protagonistas de dos de las películas esenciales en la filmografía de Wenders encarnan esas dos facetas de ese sueño que sólo fue posible cuando el niño era niño:
"Cuando el niño era niño, era el tiempo de esas preguntas.
Por qué yo soy yo, y no soy tú?
Por qué estoy aquí, en lugar de estar allí?
Cuándo empezó el tiempo, y dónde termina el espacio?
Es la vida que vivimos bajo el sol sólo un sueño?
Acaso lo que veo, escucho y huelo es el espejismo de un mundo antes del mundo?
Existe el mal, y existen los malos?
Como es posible que yo, el que soy, no existiera antes,
y que en algún momento yo, el que soy, dejaré de ser quién estoy siendo?
(Peter Handke, El cielo sobre Berlín")
Pero demasiadas imágenes han llovido desde entonces.
Y estas, a fuerza de caer, han perdido ese poder revelador de todo un mundo para terminar contándonos mil y una veces lo que ya sabemos.
lunes, octubre 16, 2006
domingo, octubre 15, 2006
I
Impresionante y sobrecogedora película sobre la imposibilidad de la belleza en un mundo cruel (que siempre es más cruel de lo que uno se imagina -y esa es la mayor de sus crueldades-).
Aunque todavía no es decir mucho, "El laberinto del fauno" es el mejor trabajo de Guillermo del Toro. Y se trata de una obra redonda y coherente donde realidad y fantasía conviven sin estorbarse y sin que nada falte o sobre.
El alma (quién la tenga) se queda con un regusto amargo y triste cuando llega el final decepcionante y abrupto del tortuoso laberinto.
II
Dicen que no hay rosas sin espinas,
pero casi siempre uno se queda enredeado en estas últimas,
asaeteado por sus punzantes filos
y desangrándose,
enrojeciendo cada irrecuperable segundo
con la riqueza de un pálpito extraordinario
que cuando se pierde jamás regresa....
Y mientras tanto la perseguida rosa brilla siempre por su ausencia,
se desvanece entre un juego de espejos
que siempre muestran,
que jamás entregan.
La perseguida rosa....
III
La perseguida rosa...
Uno tiene que reirse,
cuando cierra la mano
y cree tenerla atrapada dentro del puño.
Uno tiene que reirse,
cuando abre los dedos
y encuentra el frio lametón la decepcionante nada
en lugar del cálido abrazo del deseado todo.
El destino manda, decide y juega.
sábado, octubre 14, 2006
Esta madrugada he vuelto a verla.
Filmada en 1945, cuando la guerra mundial daba sus últimos coletazos (atómicos), "They were expendable" es una atípica película de hazañas bélicas de las que Hollywood produjo como rosquillas como el conflicto para cuidar la moral tanto en la vanguardia como en la retaguardia.
La película cuenta la historia de una derrota, la de las tropas americanas en las Filipinas y de hecho el titulo de la película se refiere a todos aquelos que fueron vencidos en la isla por las tropas japonesas, pudiendo traducirse el título original por "Fueron sacrificados". Al final, los personajes intepretados por George Montgomery y John Wayne, que han demostrado las posibilidades de las lanchas torpederas en la lucha naval hundiendo bastantes barcos japoneses defendiendo las Filipinas, escapan hacia Australia mientras su tripulación, los sacrificados, observan y escuchan volar el avión mientras escapan hacia ninguna parte perseguidos por las tropas japonesas.
Como en todas las películas de John Ford (soy fan), " They were expendable" es una película brillante llena de momentos de puro cine en los que las imágenes hacen innecesaria la presencia de cualquier palabra con su arrolladora presencia expresiva, momentos nacidos del inmenso talento del maestro para contar y también para estilizar la puesta en imágenes del espectáculo del ser humano desplegando todo su abanico de contradicciones.
Uno de esos momentos sucede cuando la derrota es inevitable, por radio se escucha el arrollador avance japonés y la rendición de las tropas americanas en Bataan.
Wayne acaba de oficiar un funeral por los miembros de su tripulación muertos en el hundimiento de la lancha torpedera que comanda. Está abatido y necesita un trago. La radio habla de derrota. Es entonces, cuando Wayne saca sus dólares americanos para pagar la botella de whisky que ha pedido.
Ford nos muestra la mesa, la botella y las manos de Wayne. Los billetes están arrugados y las manos de Wayne los sopesan para luego lanzarlos sobre la mesa.
Ya no tienen ningún valor.
Por encima de todo, y por increíble que parezca, "They were expendable" es una película sobre la esperanza, positiva y llena de fuerza que uno puede ver con emoción en todos aquellos que se quedan (inmenso Ward Bond como siempre) mientras Wayne y Montgomery vuelan a Australia para continuar la guerra.
Quiza esta cualidad sea lo que más me gusta de esta valiente rareza que Ford decidió producir y filmar en 1945, cuando ya existían muchas victorias de las que hablar y que, por cierto, está escrita por Frank "Spig" Wead; militar y escritor sobre cuya vida el propio Ford rodó en el año 1957 una -como no podía ser menos- inolvidable película, "The wings of eagles". Aquí creo que se titulo "Escrito bajo el sol".
viernes, octubre 13, 2006
Así funciona nuestro mundo actual, el que nos hace fumar y conducir deprisa:
"No importa si todo se tambalea, si las instituciones quedan en entredicho. Si las razones argumentadas no tienen consistencia, no importa. Lo realmente interesante es que el discurso consiga convencer a los afectados. Así, superamos los efectos que se han producido sobre la imagen del personaje. Ese es el objetivo, y los problemas acaban ahí. "
Ir al artículo.
Después de todo lo escuchado y visto con el tema del ácido bórico y la cinta de la Orquesta Mondragón, empiezo a pensar que todo el problema radica en que la derecha española no sabe echarse al monte.... Porque también, y para éso, hace falta una buena razón.
Es una pura cuestión genética, una insuperable barrera que sólo generaciones de mestizaje político podrán curar... supongo.
Ahora mismo, más que una peligrosa cuadrilla de francotiradores y bandoleros parecen una manada de Blanche Dubois instaladas en un continuo y constante delirio por entre los valles y las peñas, como Quijotes penitentes, igualitos, con las piernas al aire y en jubón.
Quizá se queden tranquilos si se descubre que los islamistas y los etarras escuchan el mismo tipo de música. Después de todo, éso también es una conexión.
La verdad que buscan -con la boca cada vez más pequeña (ya se están dando cuenta)- es por muchas y variadas razones un imposible.
Para la próxima, propongo que fichen a gente de Izquierda Unida o del PSOE para que les instruyan en los misterios de echarse al monte, aunque sea con corbata de seda y gomina.
jueves, octubre 12, 2006
Es curioso....
No nos damos cuenta, pero constantemente lo hacemos.
Más tarde o más temprano siempre ponemos el énfasis en los presuntos riesgos que esta u otra actividad tienen para quienes las desempeñan.
El martes pasado viajaba en el metro y a mi lado una persona leía en uno de estos periódicos de usar y tirar un artículo sobre el riesgo que los tatuajes acarreaban a quienes se los hacían.... Se trataba de la hepatitis C. Frente a mi, y en otro períódico un artículo hablaba de los riesgos del exceso de tiempo pasado frente al ordenador.
Riesgos....
En la esfera pública, y para cualquier asunto o actividad, tarde o temprano termina apareciendo alguien, generalmente un médico, que nos informa de los posibles riesgos que acarrea su práctica.
Se pone mucho énfasis en ésto.
Vivimos constantemente avisados de los posibles problemas que nos pueden producir cualquier cosa que estemos haciendo.
Riesgos....
En exceso, todo puede matarnos... como si ya no lo estuviera haciendo el tiempo sigilosamente, en las catacumbas de nuestra fisicidad mientras somos conscientes de tanto riesgo y nos cuidamos -formales que somos- de que nada malo nos pase mientras resignadamente seguimos trabajando de nueve a siete.
No debemos entregarnos a nada en exceso.
No debemos desear algo con la falta de ocntrol suficiente como para incurrir en los consabidos riesgos para la salud.
La máquina tiene que estar en perfecto funcionamiento para seguir funcionando, cumpliendo con su parte dentro del hormiguero.
Y es cierto que existen los riesgos pequeños.
Y que si no tenemos cuidado podemos caer en ellos, pero existen otros riesgos más grandes de los que nunca se habla, riesgos más globales que afectan a la persona y al lugar que ésta ocupa en el mundo.
Constantemente hablamos de estilos de vida insanos, del tabaco, de la conducción enloquecida y descuidada, del alcohol, de querer trabajar de día y vivir de noche -todo a la vez- y pensamos correctamente que son hábitos que nos producen enfermedades letales. Pero, quizá, esa corrección no sea del todo suficiente.
Es posible que esos comportamientos excesivos sean valvulas de escape para seres que viven aprisionados por las propias circunstancias. Ortega decía que el hombre era la suma de éste y de aquellas, pero qué sucede cuando el hombre sólo es la suma de sus circunstancias, cuando no hay nada más que lo que se ve y se ha comprado en una tienda.
En estos casos en que se me va la olla, siempre recuerdo un poema de Sam Shepard:
"sus canarios
caían como moscas
cada mañana
aparecía un nuevo canario
tieso
en el suelo de la jaula
el Veterano le dijo
que era por las bacterias
del agua que les daba
pero él sabía
que era
por su modo de vivir"
(Crónicas de motel)
Y de pronto me llega la cordura.
No nos mata el cáncer o la carretera.
Nos mata el modo en que vivimos, que nos hace fumar en exceso o conducir demasiado deprisa. Quizá llega un día en que abandonamos toda esperanza y nos dejamos ir y fumamos y conducimos y bebemos y follamos a diestro y siniestro sin condón y nos hacemos tatuajes y nos compramos una casa sin poder permitirnoslo y nos traen sin cuidado los riesgos porque ya estamos perdidos.
La vida que llevamos nos hace, pero también nos deshace si perdemos el rumbo o la esperanza de construir algo por pequeño que sea. La naturaleza aborrece el vacío y el espíritu tanático/autodestructivo enseguida entra a ocupar el lugar que ha dejado el espíritu erótico/constructivo.
El milagro del vivir es siempre un regalo envenenado.
martes, octubre 10, 2006
Lentamente,
con cuidado y precisión,
coloca las balas en el tambor de su revolver.
Al otro lado el desorden y el caos rugen,
arañan la puerta de su conciencia con sus mil y una garras.
Ni un paso atrás.
He decidido detenerse,.
enfrentarse a la jauría de rostros abominables
que le persiguen por los alargados pasillos de su existir.
Este sitio es tan bueno como cualquier otro
para trazar la raya que ninguno podrá atravesar.
Los conoce perfectamente.
Para cada uno de ellos tiene reservada una bala,
aunque su derrota es segura.
No se por qué suena en mi cabeza "Moon river"...
Esta mañana mi abuela ha abandonado este mundo.
Tenía 106 años y me cuentan con la voz encogida por el dolor desde la castellana Salamanca donde vivía que simplemente dejó de respirar. Su vida se fue apagando lentamente, como una llama lentamente ahogada por el viento.
.... quizá porque en mi cabeza sólo se publica la leyenda
Hacía mucho tiempo que no la veía y las pocas noticias que me llegaban procedían de una familia con la que mantengo unas relaciones no demasiado fluidas, pero -y sin embargo- en mi memoria tengo un retrato consistente de su distante presencia (que ha heredado mi padre). Impenetrable rostro inmóvil de indio de las praderas asturianas.
Muchas historias corren sobre la rama norteña de mi familia.
Nuestras pequeñas brumas de avalon han dado que hablar durante décadas: antepasados que cazaban osos pardos a cuchillos o que recibían a tiros al destacamento entero de la guardia civil o que resolvían viejas pendencias con la autoridad con autodestructivos toques peckinpahianos... , pero, y condiferencia, la mejor historia es la de mi abuela.
A principios de siglo y en el Occidente Asturiano si un chico conocía a una chica y se gustaban las cosas no eran tan fáciles y claras como ahora. Uno tenía que contar con el permiso de ambas familias y con unas ciertas "posibilidades" materiales que hicieran pensar en un futuro agradable para la novia.
Por lo visto, mi abuelo no tenía ninguna de esas cosas. Lo único que tenía eran ojos para mi abuela que pertenecía a una familia importante de la zona. Su bisabuelo, "El Chamusco" (por lo pelirrojo) había sido alcalde del Concejo de Tineo -el más grande de Asturias- por aquella época y su casa "Buenavista" (en Asturias todas las casas tienen un nombre) no era una casa cualquiera.
Mi abuelo ni siquiera pudo optar a pedir su mano.
Todo entre ellos sucedía deseperadamente en secreto.
Afortunadamente existía una solución de emergencia sólo apta para los más valientes y arrojados... Subir por la ventana, coger a la novia y raptarla. Y eso fue lo que hizo mi abuelo. Una buena noche de sus veinte años mi abuela abrió la ventana de su habitación y, con apenas lo puesto, se dejó raptar por mi abuelo.
Los dos escaparon a Cuba, perseguidos por una maldición que afectaría a todos los primogénitos de aquella espúrea línea de descedencia. Cosa que le fue contada años más tarde a mi abuela cuando no le quedó más remedio que regresar a España y maldición que mi padre esgrimió como un arma de destrucción masiva alguna vez en mi contra en alguna de nuestras interminables discusiones sin sentido entre primogénitos malditos.
Allí, en La Habana nació mi padre y también mi tía… Y allí también murió mi abuelo antes de que naciera mi padre y al que, por tanto, los dos nunca hemos conocido nada más que en el cuerpo presente de su leyenda.
Seguramente fue la gripe.
Improbablemente, la maldición.... aunque Iker Jiménez seguramente tendría algo que decir a este respecto.
Y después vino un luto de ochenta años, casi eterno… que ha terminado hoy de primera mañana. Quizás, por las mismas horas en que él la raptó.
Supongo que unos nudillos invisibles que sólo ella tenía permitido escuchar llamaron a su puerta (justo cuando yo soñaba que peleaba con mi padre una vez más) marcando la definitiva hora en punto y ella se levantó a abrir su ventana una vez más. La definitiva. Para siempre jamás.
Mi abuela era una mujer de las de antes.
Desde que la conozco e incluso antes de conocerla, en las desgastadas fotos grises y ocres de los más viejos tiempos, mi abuela siempre vistió de negro.
Hoy, 106 años después, todo ha terminado.
Y cuando la muerte llega, la realidad deja de importar.
Sólo quedan las historias, los recuerdos que persistirán mientras nuestra conciencia siga existiendo lanzada siempre hacia delante por esa desconocida fuerza que nos situó en este mundo, moviéndose por este confuso espacio rebosante de eventos y trayectotrias en el que perseguimos constantemente la victoria de encontrar un cierto camino/sentido antes de que nos suene la hora en punto y la cena se nos enfríe definitivamente.
Y estas son las historias que recuerdo.
Los otros nunca mueren.
La única muerte verdadera es la propia.
La forma más definitiva y radical del olvido.
Y lo que se recuerda son las historias.
Y tras ellas, el misterio radical de la memoria.
La nueva película de Clint Eastwood se acerca.
- Sobre la película
- Sitio oficial
lunes, octubre 09, 2006
"If the sun refuse to shine
I don't mind.
If the mountains fell in the sea
let it be.
It ain't me.
If the six turned out to be nine
I don't mind.
If all the hippies cut up all their hair
I don't care.
Cause I like my own world to live through
and i ain't gonna copy you."
(If six was nine, The Jimi Hendrix Experience)
Y no te voy a copiar,
porque tengo mi propio modo de hacer las cosas bien
y de hacer las cosas mal.
domingo, octubre 08, 2006
viernes, octubre 06, 2006
No se si la biografía de Miles es un retrato ajustado del personaje.
A lo largo de sus páginas, Kerouac se nos revela como un personaje complejo, absolutamente egoísta y únicamente preocupado por sí mismo como escritor. Uno tiene la impresión de que Miles no simpatiza en absoluto con el personaje... y la verdad es que, de ser ciertas todas las fechorías que cuenta el autor, nos sería bastante difícil tolerar en nuestras vidas a alguien tan imposible como Jack Kerouac.
Esa duda se la dejo a los eruditos expertos en la Generación Beat (entre los que en absoluto me encuentro), porque lo que más me interesa de este retrato en negro del autor de "On the road" es la puesta en evidencia de todo lo complejo y contradictorio que alberga el alma humana. Y en este sentido, el Kerouac de Miles (porque los biografiados siempre, en mayor o menor medida, son personajes de sus autores) es un buen ejemplo de esa eterna lucha antropológica del hombre contra sus propias contradicciones (una lucha que casi nunca se gana, a veces se equilibra y casi siempre se pierde).
En un momento determinado del libro, Kerouac -entrecomillado por Miles- habla con sobrecogimiento de la gran y grave responsabilidad que siente por estar vivo, una responsabilidad que experimenta constantemente como una tensión irresoluble que le hace incluso -a veces- desear estar muerto. Pero, y a la vez, esa misma tensión le llevó de forma evidente a ser quién fue: un viajero incansable en busca de si mismo con el mundo como escenario.
Para Kerouac y su gente, el acto de echarse al camino es un acto de deconstrucción en el que uno no puede llevarse nada más que a sí mismo. Las cosas sobran. Las personas vienen, van y al final, y por un puro proceso de decantación espacial y temporal, uno debiera encontrarse, en un determinado espacio y en un determinado tiempo, consigo mismo, frente a frente y quizás, y como consecuencia directa de ese hallazgo, con el propio destino brillando irresistible al final de horizonte.
El abandono de todo lo conocido y la autodestrucción social -y probablemente personal- consiguiente se convierten en una suerte de ascesis purificadora.
Retirarse al modo de los nativos norteamericanos el tiempo suficiente como para tener una visión personal e intransferible que de sentido a la propia vida, incluso los nativos cambiaban su nombre adoptando uno relativo a esa visión.
Y Kerouac siempre esperó encontrar un escritor más allá del arco iris de su propia locura de continuar siempre adelante, contra todo y todos. Esa era su visión.
Todos los que vinieron después encontraron en Kerouac al profeta de un estilo heterodoxo de vida transhumante que desafiaba la moral de la américa de la década de los 50, un país-continente en el que empezaba a imperar una sociedad de consumo que ya comenzaba a reclamar al animal que todos somos un pedazo de alma, un trozo de lucidez, a cambio de los placeres de una maravillosa comodidad homogeneizadora. Una mujer, un marido, unos hijos, una casa, un coche, un trabajo... Esa era su visión.
miércoles, octubre 04, 2006
BALAKLAWA
Cannon to right of them,
Cannon to left of them,
Cannon in front of them
Volley'd and thunder'd;
Storm'd at with shot and shell,
Boldly they rode and well,
Into the jaws of Death,
Into the mouth of Hell
Rode the six hundred.
("The charge of the light brigade", Alfred Lord Tennyson)
Y si no puede ser en las Termópilas, cabalgaremos con el vigesimoséptimo. Otra batalla desesperada librada en desventaja contra un enemigo mejor armado y posicionado... aunque en este caso la justicia de la causa sea cuestionable.
Puestos a terminar con todo ésto. No querríamos que fuese de otra forma sino cabalgando contra los cañones. Siendo uno más de los seiscientos.
martes, octubre 03, 2006
lunes, octubre 02, 2006
es una de esas películas que siempre estoy deseando ver. Todo un hallazgo lleno de talento y sensibilidad que hace trascender al cine desde su condición de simple negocio al magnífico estatus de arte.
Si alguien se muestra escéptico acerca de las posibilidades del cine como medio de expresión, debería ver esta magnífica joya nacida de la mano de Rodrigo García.
"Nueve vidas" cuenta nueve momentos en la vida de nueve mujeres y lo hace con inteligencia y sensibilidad. Cada una de ellas vive una vida diferente y deberá vivir una determinada situación en la que presente, pasado y futuro se harán presentes, aunque sólo sea como interrogación y/o exclamación.
En esta película, tan importante es lo que se cuenta como el modo en que se cuenta.
Las historias se basan en el diálogo, en la interacción entre los personajes y en la exploración exhaustiva de una situación que terminará haciéndoles decir mucho de si mismos, incluso sin hablar.
Nada falta ni sobra.
La duración es la justa y la situación termina cuando tiene que terminar, después de haber durado estrictamente lo necesario.
"Nueve vidas" es una película de voces y de miradas.
Una mirada pudorosa al abismo negro de nuestra propia condición humana y a la continua contradicción a la que aquella siempre nos aboca.
No hay juicios ni valoraciones, sólo decisiones tomadas, que se toman o que se terminarán por tomar y que llevarán a los personajes a continuar viviendo su vida siempre hacia delante. Reveladora sobre el sentido de la película será la novena y maravillosa historia protagonizada por Glenn Close.
"Nueve vidas" es una película de actores.
La decisión de rodar cada historia en un sólo plano, sin interrupción, de forma que la duración de cada sketch coincida con la duración de la situación es una decisión inteligente pues favorece el trabajo de los actores sometiéndoles a una dinámica casi teatral que redunda en un aumento del efecto de realidad.
Así todos ellos están bien, algunos mucho más que bien.
El cine resucita con películas como ésta.