Es un tema complicado el de la locura.
Y seguramente lo es porque en gran medida tiene que ver con la percepción y el sentido en una criatura que es percepción y sentido, es decir que afecta a lo antropológicamente consustancial del ser humano.
Al final probablemente se trate de líneas, de limites que se cruzan o no, pero también de la capacidad de regresar, de no ir demasiado lejos como las niñas que protagonizan ese maravilloso cuento de Paul Bowles llamado "Te en el desierto". A mi modo de ver, la más perfecta y poética descripción de la locura... Buscando la mejor duna desde la que ver el atardecer tomando el te y siempre viendo una mejor que aquella sobre la que se encuentran, las tres niñas acaban irremediablemente perdidas en el desierto.
En este sentido, y como bien dice Leopoldo María Panero, la locura puede ser un tema de ética, es decir, algo que afecta esencialmente al individuo, a su manera de percibir las cosas, pero también tiene una vertiente social. Los individuos se inscriben en una sociedad que regula y ordena, que busca garantizar un espacio común de estabilidad sobre el que construir algo en conjunto. Y es aquí donde la poesía individual de la locura colisiona con esa definición del espacio común.
No hay mas que leer la "Historia de la locura en la época clásica" de Michel Foucault para entender lo que se esconde tras la propia idea de la locura, que no es otra cosa que un proceso de normalización, el trazado de una línea con la bendición de la ciencia que separe a los individuos operativos desde un punto de vista social de los que no lo son.
Al final se trata de depurar las filas de lo social desde lo operativo- funcional y es aquí donde se inserta este estupendo documental de Joaquín Jordá llamado "Monos como Becky".
El documental narra la historia del neurólogo portugués Egas Monis, inventor de la lobotomía, una técnica agresiva de tratamiento para pacientes con enfermedades mentales consistente en la destrucción física de determinadas zonas del lóbulo cerebral frontal.
Por lo visto, a medidados del siglo pasado, Moniz asisitió a un congreso de psicología en Londres donde un biólogo americano, el Dr. Fulton, presentó a una chimpacé llamada Becky que había sido sometida a la ablación del lóbulo cerebral frontal. Como consecuencia de ello había pasado de ser una criatura violenta y agresiva a convertirse en un animal encantador. Monis puso todo su empeño en trasladar esa acción a los seres humanos olvidando que Becky era una criatura tranquila, pero también era incapaz de realizar tareas propias de animales de su edad.
Monis lo consiguió y por ello ganó el Premio Nobel, pero el documental cuestiona los resultados de una técnica que sólo parece destinada a hacer que los pacientes dejen de ser una molestia para la sociedad. La lobotomía les sume en un estado de paz y tranquilidad. No gritan ni se pelean y asi podemos continuar los que aparentemente estamos sanos sin ser molestados por sus gritos y estertores, pero también la lobotomía priva a esos pacientes, sumidos en una vida vegetativa que sólo es duración, de sentimientos y capacidades propias del ser humano que hacen de la vida algo especial y distinto para cada ser humano.
"Monos como Becky" ataca a la psiquiatría tradicional, cuestiona sus técnicas casi industriales de gestión de los enfermos que parecen buscar inhabilitarlos como fuente de distorsión del diario trabajo colectivo.
Como las mariposas atravesadas por un alfiler, los enfermos psiquiátricos ven atravesadas sus cabezas por el punzón del médico y terminan clavados en la pared de un psiquiátrico, privados para siempre de la capacidad de ser humanos en lo esencial.
"Monos como Becky" es un alegato contra la medicina hecha por y para los médicos, la que ignora los planteamiento y necesidades de los pacientes, la que no dialoga sino que impone convirtiéndose en una institución más al servicio del orden social, la que obedece a la voz de su amo y los hace callar para siempre mientras permite que los verdaderos locos, los que puntualmente se levantan a las siete de la mañana de cada día con la camisa planchada y recién peinados, campen a sus anchas por toda la sociedad.
Brillante.