lunes, marzo 18, 2013

THE FOG OF WAR

Es una buena metáfora.

The fog of war... La niebla de la guerra.... Una buena metáfora con la que designar de una manera bastante poética esas zonas oscuras del ejercicio del poder. Las sucias y escondidas salas de máquinas de la historia, donde el bien y el mal se confunden para convertirse en medios a través de los cuales conseguir un determinado fin.

En esta niebla se refugia Robert McNamara, personalidad esencial de la politica exterior estadounidense de la segunda postguerra mundial y lo hace ante el espectador en este magnífico documental, ganador del oscar 2003.

El documental recorre la vida de Robert McNamara, un tecnócrata con una trayectoria personal muy interesante. Responsable de la mejora en le eficiencia de los bombardeos de la fuerza aérea norteamericana durante la II Guerra Mundial, especialmente de la devastación criminal de las ciudades japonesas con el demoledor uso de las bombas incendiarias, sus decisiones posteriormente en la empresa privada relacionadas con el marketing y la producción de la industria automovilística que le llevóa a ser el primer presidente de la Ford Motor Company que no formaba parte de la familia Ford y lo que es el aspecto más esencial de su vida: su nombramiento como Secretario de Estado de Defensa que le llevó a servir a su país bajo los mandatos de los presidentes Kennedy y Johnson, situación que le llevó a ser el rostro visible ante sus compatriotas y el mundo de la Guerra del Vietnam.

Acompañado de un extraordinario material audiovisual combinado y presentado con mucho talento, McNamara se presenta sólo y ante la cámara, dispuesto a compartir intimamente con el espectador, ya en su vejez, las principales conclusiones de toda su vida. Esa experiencia se resume en once lecciones que McNamara va desgranando conforme el documental va repasando su trayectoria biográfica.

Sin dejar de lado los aspectos más espinosos: los bombardeos del Japón, el ataque al destructor Maddox que justificó la entrada de los Estados Unidos en la Guerra de Vietnam y la propia gestión de la guerra, Robert McNamara busca compartir con el espectador su punto de vista, una perspectiva que es la del hombre que ha vivido muchos años dentro de esa niebla de la guerra.

En este sentido McNamara aborda con franqueza su gestión, reconociendo incluso errores como la falsedad del ataque al destructor Maddox haciendo un repaso bastante critico de toda esa trayectoria, repaso que deja dos momentos de acojonante y cruda franqueza que están relacionados como anécdota y categoría.

El primero de ellos es la anecdota y tiene que ver con la campaña de bombardeos incendiarios que devastó el 60% de todas las ciudades del japón, hechas predominantemente con madera. McNamara abiertamente comenta que, d ehaber perdido la guerra, no le cabe la menor duda de que habría sido juzgado como criminal de guerra.

El segundo de ellos es la categoría y como consecuencia global de su gestión de la guerra del Vietnam.. bombardeos masivos, agente naranja. Una categoría expresada como pregunta: ¿Cuánto mal hay que estar dispuesto a hacer para conseguir el bien? Pregunta que McNamara lanza directamente a la cámara, sin contemplaciones, como una de las bombas que ordenó lanzar.

En definitiva, The fog of war es un documental magnífico que ofrece al espectador la oportunidad de escuchar la visión de un hombre de estado que no dudó en llevar hasta el extremo su desempeño en beneficio de la nación a la que servía.

Y quizá lo más sobrecogedor sea la pregunta que McNamara nunca plantea pero que flota a lo largo del documental y que tiene que ver con la necesidad de hacer el mal para conseguir el bien, pregunta que McNamara tácitamente responde de una manera afirmativa, como si la política fuese una actividad que a la larga corrompiese necesariamente al ser ese reino de la necesidad y la supervivencia donde la moral no siempre tiene el recorrido que debiera tener.

Como dice el viejo refrán, para hacer tortillas hay que romper huevos... y McNamara rompió unos cuantos y lo mejor del documental es que, de la ruptura de algunos ellos, el viejo secretario de estado se siente en su vejez culpable.

Y de todo modo, las preguntas que se formula McNamara resumen buena parte de la moralidad del siglo XX.

Brillante.


sábado, marzo 16, 2013

Rugby!!! El mejor deporte del mundo...






"Debería ser posible para cada cual el ir hasta el límite de su «capital » biológico, el disfrutar «hasta el tope» de su vida, sin violencia ni muerte precoz. Como si cada cual tuviera su pequeño esquema de vida impreso, su «esperanza normal» de vida, un «contrato de vida», en el fondo. De ahí la reivindicación social de esta cualidad de vida de la cual forma parte la muerte natural. Nuevo contrato social: es toda la sociedad, con su ciencia y su técnica, la que se vuelve solidariamente responsable de la muerte de cada individuo. Esta reivindicación puede, por otra parte, implicar un ataque al orden existente, del mismo tipo que las reivindicaciones salariales y cuantitativas: es la exigencia de una justa duración de la vida, como de una justa retribución de la fuerza de trabajo. En lo esencial, este derecho, como todos los otros, esconde una jurisdicción represiva. Cada cual tiene derecho, pero al mismo tiempo, deber de muerte natural. Porque ésta es la muerte característica del sistema de la economía política, su tipo de muerte obligado:

1. Como sistema de maximización de las fuerzas productivas (en un sistema «extensivo» de la mano de obra, no hay muerte natural para los esclavos, se les hace reventar trabajando).
11. Mucho más importante: que cada cual tenga derecho a su vida (habeas corpus-habeas vitam), es la jurisdicción social extendida a la muerte. La muerte es socializada como todo el resto: no puede ser más que natural, porque toda otra muerte es un escándalo social, no se ha hecho lo que se debía. ¿Progreso social? No: progreso de lo social, que se anexa incluso la muerte. Cada uno está desposeído de ella, ya no le será nunca posible morir como él lo entiende. Ya nunca será libre más que de vivir el mayor tiempo posible. Esto significa entre otras, la prohibición de consumir su vida sin consideración de límites. El principio de la muerte natural equivale a una neutralización de la vida, pura y simplemente..."

(El intercambio simbólico y la muerte, Jean Baudrillard)

viernes, marzo 15, 2013

JULES ET JIM

Dirigida por François Truffaut en 1962, "Jules et Jim" es el tercer largometraje del director francés, uno de los grandes nombres de la llamada "nouvelle vague".

La historia cuenta el desarrollo de un triangulo amoroso que dos hombres y una mujer mantienen en el periodo de tiempo que precede y antecede a la primera guerra mundial. Jules (Oskaer Werner) y Jim (Henri Serre), dos amigos artistas pertenecientes a  la bohemia parisina, conocen a la bella y fascinante Catharine (Jeanne Morau). Los dos caerán bajo su influjo y terminarán enamorándose de ella. Primero Jules y luego Jim, por indicación del anterior, configurando un triangulo amoroso a contracorriente y contratiempo.

"Jules et Jim" está basada en una novela homónima escrita por Henri-Pierre Roché en la que éste recuerda buena parte de su vida en los ambientes bohemios del Paris de los artistas y la Belle Epoque. Roché, un coleccionista de arte, devino a escritor en los últimos años de su vida, publicando dos novelas largas, ésta y "Deus anglaises et le continent", ambas filmadas por el director francés.

Hijo de una relación ilegitima y criado lejos de su madre, Truffaut tuvo una infancia difícil que se tradujo en delincuencia juvenil, frecuentes visitas a los correccionales e incluso la deserción del ejército francés. Afortunadamente el cine acabó atrapando al joven Truffaut convirtiendose las salas de cine en el auténtico hogar de un Truffaut siempre en relaciones conflictivas con lo emocional y sentimental.

Una de las consecuencias de esa forja del carácter del director francés es su constante interés por el amor, las relaciones afectivas y su deterioro progresivo cuando estas son sometidas al lento trabajo del tiempo. Todo el cine de Truffaut transpira una emocionante visión melancólica del amor y las relaciones humanas que, con el paso del tiempo y el olvido de todo aquel ruido coyuntural que fue la furia de la "Nouvelle Vague", se ha revelado como un aspecto esencial de su cine que le ha permitido perdurar en el tiempo.

Y en este sentido, se entiende perfectamente las razones por las que este texto de Roché capto el interés de Truffaut. "Jules et Jim" muestra como pocas historias esa visión melancólica del amor como paraíso perdido, como imposible mito deteriorado siempre por el paso del tiempo que tan presente está en su cine y que, como escribo, hace de Truffaut un autor más mayor de lo que muchos de los críticos de la nouvelle vague piensan.

Porque "Jules et Jim" muestra el paraíso y también su pérdida, pero también los esfuerzos que los tres personajes protagonistas hacen por amarse contra las circunstancias y el tiempo, esfuerzo que desemboca en un trágico final un instante antes de que se produzca la demoladora constatación de un fracaso.

Porque "Jules et Jim" huele a ese espíritu trágico del romanticismo entendido como el siempre condenado al fracaso esfuerzo del individuo por imponerse a los rigores de un destino que parece escrito para todos... Tal y como canta Catharine en Le Tourbillon, esa maravillosa canción que resume a los personajes y la historia, una canción que narra el amor de dos amantes que se encuentran y desencuentran en el torbellino de la vida y es la vida, y su dictado, lo que justo ninguno de ellos tiene en cuenta.



Para los que no tienen el amor, éste puede convertirse en un El Dorado, un escondido paraíso que encontrar... hasta que el buscador lo encuentra y descubre que, en cuanto se descuida, el tresoro ya no está y se convierte en un perdido paraíso que añorar... Y entre esos dos extremos, Truffaut sitúa su fascinación hacia el amor, su mirada melancólica dirigida hacia una entelequia que parece más nacido para ser contado, deseado o recordado que para ser tenido.

Por todo ésto, y pese a su escritura excesivamente efectista en algunos momentos, "Jules et Jim" me parece una de las mejores obras de Truffaut.

Imprescindible.


















Nadie podría jamás sospechar que conservas esa belleza demente de la infancia, ese furor contra lo útil de tu cuerpo
(Leopoldo María Panero)


No es tarea fácil la de contradecir a dios
en este gran teatro del bien y del mal
que con naturalidad perversa
transmuta lo bueno en malo… y viceversa,
Faltaría más.
Con todo lo que hay que hacer,
y todas esas cuentas pendientes,
que si uno se descuida se multiplican
-y que aunque uno se descuide crecen sin cesar-,
pero que siempre justifican y atan
como no podía ser de otra forma
estando por medio una divina voz.
En efecto, no es tarea fácil mantener la calma
cuando, y por dictamen legal,
el debe siempre supera inocentemente al haber,
mientras incesantamente se suceden vanas
y por boca de ese endemoniado dios
todas estas intercambiables esperanzas
que llenan de aire y nada
nuestro cada vez más escaso pan de cada día.












Y para qué, te dices, abrir los ojos al país de los ciegos
(Leopoldo María Panero)

miércoles, marzo 13, 2013

La ciudad está llena de oficinistas
sepultados en vida bajo la alargada sombra
de ese incómodo detalle de autenticidad
que puede traicionarles y perderles.
Y sintiendo al otro lado del cristal
el filo de cientos de ojos pendientes
de la enmarañada trama 
con pretensiones de autenticidad
que componen cada una de sus palabras,
y cada uno de sus gestos
habitan con inseguridad milenaria,
sin esperar demasiado, 
su particular tragedia diaria de destino incierto



Las sociedades verdaderamente libres crean realidad, no se adaptan a ellas:

“Una sociedad autónoma, una sociedad verdaderamente democrática, es una sociedad que cuestiona todo lo predeterminado y que, en el mismo acto, libera la creación de nuevos significados. En una sociedad así, todos los individuos son libres de crear para sus vidas los significados que quieran (y puedan)”
(Le délabrement de l’Occident, Cornelius Castoriadis)
Proud to be maladjusted!!!

"But I say to you, my friends, as I move to my conclusion, there are certain things in our nation and in the world which I am proud to be maladjusted and which I hope all men of good-will will be maladjusted until the good societies realize."

 
EL TREN DE LA VIDA

Siempre hay una primera vez para todo... dicen... en este caso, "El tren de la vida" es mi primera película rumana... y tan contento que estoy porque esta historia dirigida y escrita en 1998 por Radu Mihaileanu entra dentro de las que llamo películas con encanto.

Sin ser absoluto una película redonda, "El tren de la vida" se las arregla para mantener mi atención como espectador con su sorprendente propuesta, un tanto arriesgada, que busca combinar holocausto con un cierto realismo mágico.

Azuzados por el loco del pueblo, los judíos de una aldea rumana deciden escapar de la amenaza nazi hacia la soñada palestina en un tren de deportación falso que ellos se encargarán de construir y llenar. Sobre este planteamiento un tanto descabellado, Mihaileanu construye una historia coral que cuenta como inequívoco referente al cine del director serbio Emir Kusturica.

La película pisa en algunos momentos la línea que separa lo sublime de lo ridículo llevando a pensar al espectador generoso, y seducido por el extraño encanto de la historia, que esa acumulación de aspectos imposibles que parecen llevar la película del realismo mágico al más chapucero exploit tienen una razón de ser. Y en este sentido la película se explica a sí misma en un sorprendente final que cambia la perspectiva del espectador sobre todo lo que ha visto añadiendo una sobrecogedora dimensión poética que a estas alturas de tanta sorpresa fracasada resulta verdaderamente sorprendente.

En cualquier caso, y lindando algunas veces con lo ridículo y otras con lo directamente pueril, "El tren de la vida" es una historia más que estimable sobre esa necesidad de belleza que anida incluso en el mas loco de los seres humanos, una entrañable historia protagonizada por fantasmas y, como es la vida en terminos shakesperianos, contada por un loco.

Maravillosa... con algunos reparos que el que escribe, aún siendo consciente de ellos, se los perdonan por ser finalmente tan encantadora.

martes, marzo 12, 2013

“La irreversibilidad de la muerte biológica, su carácter objetivo y puntual, es un hecho científico moderno. Es específico de nuestra cultura. Todas las otras afirman que la muerte comienza antes de la muerte, que la vida continúa después de la vida y que es imposible discriminar la vida de la muerte. Contra la representación que ve en la una el término de la otra, hay que tratar de ver la indeterminación radical de la vida y de la muerte y la imposibilidad de autonomizarlas en el orden simbólico. La muerte no es un plazo, es un matiz de la vida, o quizá la vida es un matiz de la muerte. Pero nuestra idea moderna de la muerte está dominada por un sistema de representaciones totalmente diferente: el de la máquina y el funcionamiento. Una máquina anda o no anda. Del mismo modo, la máquina biológica está muerta o viva.”
(El intercambio simbólico y la muerte, Jean Baudrillard)
"Nada enfurecía a los ingleses tanto como el proteccionismo aduanero y a veces lo hacían saber en un lenguaje de sangre y fuego, como en la Guerra del Opio contra China. Pero la libre competencia en los mercados se convirtió en una verdad revelada para Inglaterra, sólo a partir del momento en que estuvo segura de que era la más fuerte, y después de haber desarrollado su propia industria textil al abrigo de la legislación proteccionista más severa de Europa."
(Las venas abiertas de américa latina, Eduardo Galeano)

lunes, marzo 11, 2013

"Pero precisamente Werther no es perverso, está enamorado: crea el sentido, siempre, en todas partes, de nada, y es el sentido el que lo hace estremecerse: está en el incendio del sentido"
(Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barhes)

11M

Recuerdo muy bien aquel día.

Y sobre todo recuerdo tres cosas:

1.- Tras el shock inicial, cualquier persona informada y con dos dedos de frente que se hubiera puesto a pensar hubiese tenido grandes problemas para imaginar seriamente que las explosiones formasen parte de un atentado de ETA.

Primeramente porque hubiera sido un evento que contradiría la lógica del fenómeno terrorista puesto que fundamentalmente los atentados se hacen para ser reivindicados. A este respecto,  y en primera instancia, ya salió Arnaldo Otegui, el portavoz de ETA en aquel momento, para negar toda participación de los terroristas vascos en el atentado. Posteriormente, y por si quedaba alguna duda y viendo la deriva interesada de la posición del gobierno español, fue la propia organización terrorista la que en un comunicado negó toda relación, cosa que nunca antes había sucedido y, como es lógico, jamás volvió a suceder.

Por otro lado, y entendiendo todo acto terrorista como lo que es: un cruel acto de comunicación, las explosiones de los trenes de cercanías implicaban un claro cambio de emisor. Por aquella época, ETA había dejado de matar de una manera fluida, sus atentados eran esporádicos y localizados. Principalmente, explosiones aisladas en polígonos en medio de ninguna parte y alguna que otra ejecución. Actos que reflejaban su incapacidad y agotamiento y en este sentido el tremendo atentado de volar varios trenes por los aires supone 16 inesperadas vueltas de tuerca en el proceder de una organización a la que además se acusaba por aquella época de haber perdido incluso calidad en sus acciones. Recuerdo perfectamente que portavoces políticos y policiales hablaban de una ETA descabezada sumida en un profundo cambio generacional que llenaba sus filas de terroristas jóvenes y faltos de experiencia... y de pronto llegaba la mañana del 11 de Marzo. La voladura de los trenes. Su carácter indiscriminado y brutal, su tamaño y alcance, su vertiente suicida, lo emparejaban más con los terroristas islámicos que por aquel entonces se volaban en las calles comerciales de Tel Aviv  que con los que asesinaban a un guardia civil en una perdida carretera de Navarra o se volaban por los aires intentando poner una bomba...

Los datos estaban ahí y decían que se trataba claramente de un nuevo interlocutor.

2.- En otro orden de cosas, estaban las consecuencias que para el gobierno del Partido Popular estaba implicando el sorprendente apoyo incondicional a la intervención americana en Irak, sellado con fotografía y todo en las Azores. Apoyo que ya había producido amenazas aisladas desde las filas de los islamistas, incluyendo delirantes discursos de reconquista del perdido Al-Andalus, tema favorito para explayarse por buena parte de los tertulianos de derechas.

De todos modos, y dentro de lo posible, el mayor peligro que podía afrontar el Partido Popular de cara a la opinión pública española como consecuencia de la guerra de Irak era un atentado islamista como el del metro de Londres.

Algún artículo y alguna opinión ya se habían vertido a este respecto.

Una acción así podía desbordar de sus límites ideológicos el amplio movimiento social de No a la Guerra con el que buena parte de la sociedad civil respondió a la decisión del gobierno de Aznar de apoyar la incuestionablemente injusta segunda guerra de Irak. Y este desborde de límites podría afectar a bolsas de voto con las que por el momento contaban los populares para ganar y continuar en el gobierno, victoria que las encuestas les otorgaban por una cierta holgura.

Y en este sentido, nada podría ser peor que se produjera además el atentado con apenas dos días de distancia de las elecciones... y uno de ellos la jornada de reflexión. Toda información que cada día apuntase a los islamistas significaría sin duda una prolongación de la hemorragia de votos que se temía. Bastaban un par de declaraciones y otro par de titulares para llegar a la más temida simplificación: nos ponen la bomba por ir a una guerra en la que no deberíamos estar.

Y todos sabemos, populares incluídos, que esta democracia neurótica nuestra que tiene tan buena opinión de si misma y tan decepcionante realidad se mueve a golpes de simplificaciones como ésta . Es por ésto que el gobierno explotó hasta el extremo la inexistente pista etarra.... con llamadas personales del presidente del gobierno incluidas a los directores de medios garantizando la veracidad de semejante mentira.

Además, todo lo que fuera una respuesta agresiva de ETA ante la dureza del gobierno Aznar... respuesta que nunca se produjo sino de manera aislada beneficiaba a los populares proporcionando una prueba que respaldaba la adecuación a la realidad de su discurso.

En aquel momento, la hipótesis de ETA no tenía mas que ventajas y entiendo que el escenario que manejaban los populares era mantener semejante hipótesis un par de días, lo suficiente para confirmar la victoria electoral que se predecía, y posteriormente, con cuatro años por delante, empezar a manejar la otra innombrable hipótesis, pero la realidad les superó. No eran tan duros como sus abdominales posteriormente nos quieren hacer pensar.

3.- Subido al caballo de la sociedad civil del No a la Guerra, el Partido Socialista jugó muy bien sus cartas, alguna de ellas de una manera no muy honesta, pero, y con independencia de participaciones puntuales, fue principalmente el sentido común de la sociedad civil el que se negó a aceptar una mentira que ya era insostenible al segundo día, el de la jornada de reflexión, castigando electoralmente al mentiroso.

La no reivindicación por parte de ETA, la constatación de manera concreta del carácter suicida del atentado y de manera genérica de su escenografía brutal y desproporcionada, unido a la revelación de las identidades magrebíes de los actores últimos fueron suficiente prueba para la duda de muchos y en este aspecto, confundiendo realidad con deseo, el gobierno de Aznar, en un acto de supina soberbia que ya empezaba a  caracterizar al principal responsable, prefirió mantenerse en la certeza de una explicación que resultó aún mucho más mentirosa ante la falta de respuestas a preguntas que ya se revelaban como fundamentales.

domingo, marzo 10, 2013

THE MASTER

Es cierto que la película hace honor a su titulo y está protagonizada por un maestro: el Dr. Lancaster Dodd magnificamente interpretado por Phillip Seymour Hoffmann. Un carismático paracientífico que propone un sentido y un método para entender o vivir la vida y que por lo visto está inspirado en L. Ron Hubbard, el creador de la Cienciología, aunque no veo por qué no podría ser John Harvey Kellogg, el médico inventor de los corn flakes.

Y como siempre que hay un maestro, debe haber un discípulo. En este caso, se trata de Freddie Quell, un personaje introvertido, aislado, alcohólico y autodestructivo, también brillantemente interpretado por Joaquin Phoenix. No se sabe bien si Quell está destrozado por la guerra o ya venía dañado de antes, algunos comentarios y actitudes del propio personaje me generan esa duda, pero, y en cualquier caso, Quell se convierte en un reto para ese dominador de mentes espíritus que es el Dr. Lancaster Dodd.

Buena parte de la película está dedicada a mostrar los esfuerzos que Dodd hace por hacer un adaptado del inadaptado Quell, un metodo extraño que combina la ciencia con la metafísica, la psicología con la medicina y que no termina de funcionar porque, y por encima de todo, The Master es la historia de alguien que no quiere o no puede aprender.

Y en este sentido, la película cuenta con dos momentos esenciales en la que, a mi entender, se explica de manera meridiana.

Por un lado, está la secuencia en que Dodd propone conducir una motocicleta por el desierto hasta alcanzar un objetivo fijado en la distancia. Mientras Dodd conduce moderadamente rápido hacia un objetivo cercano, mostrando de todo modo la cierta falsedad que encarna toda su propuesta, Quell, como buen converso, conduce la moto a toda velocidad hasta desaparecer.

Por otro, el discurso final en el que Dodd, sin decírselo claramente, da por perdido a Quell como discípulo argumentando su imposibilidad de fijarse el objetivo de servir a un amo criticando, sin decírselo claramente, la locura autodestructiva que se convierte en una especie de inevitable libertad que le impide atarse a nada que, a su vez, le permita medrar y tener éxito en la vida... cosa que Dodd al igual que Hubbard o Kellogg consigue finalmente hacer a costa de suministrar una pauta de conducta y vida a todos aquellos lo suficientemente débiles como para tenerla.

Y en este sentido, Quell se convierte en un tolerable límite que confirma a Dodd la realidad de su éxito; una especie de enloquecido salvaje incapaz de construir, una existencia incomprensible que sin embargo tiene su lugar en la falta de trascendencia y el olvido que implica una existencia esforzada y sin pretensiones.

Asi, el director Paul Thomas Anderson contrapone dos modos de ser extremos: uno racional, apolíneo y calculador y otro irracional, dionisiaco y pulsional; dos sensibilidades que como el agua y el aceite jamás pueden mezclar pero que no dejan de sentir una extraña e irreprimible fascinación el uno hacia el otro.

Su The master no es otra cosa que una suerte de aprendiz de brujo en el que ni el maestro ni el aprendiz pueden evitar su destino contrapuesto, un destino que por mucho que se empeñen en negar ambos desde el primer momento quieren; aspecto que de modo colateral Anderson utiliza para realizar una especie de genealogía del éxito basándose en una quirúrgica disección del concepto de self made man que ya empezó en su película anterior There will be blood.

No tengo la menor duda de que la evidente oscuridad y complejidad que caracteriza al cine de Anderson proviene de lo oscuro y complejo de sus pretensiones que, a mi entender, no son otras que revolver en el desván del mito de lo americano.

Tanto el Daniel Plainview de There will be blood como este Dr. Dodd de The Master son dos voluntades desencadenadas e imparables, dos fuerzas de la naturaleza en las que el fin lo es todo y que despliegan todo su estar siempre de una manera calculada e interesada, persiguiendo egoístamente un propio fin que, con independencia de la circunstancia personal de cada personaje, tiene como objetivo sobrevivir y medrar en  un mundo cruel... y ese ecce homo llamado Freddy Quell es una prueba viva de semejante crueldad amenazante.

Por todo ello, tengo la impresión de que ambas películas comparten un tronco común que es mostrar las oscuras raíces donde se asienta todo un modo de pensar llamado conservadurismo, republicanismo, neoliberalismo, un mundo de débiles y fuertes en donde si uno se descuida acaba como Freddy Quell, y Anderson lo hace a través de extremas aberraciones que llevan hasta las últimas consecuencias determinados modos de ser.

A Anderson le interesa por encima de todo contarnos cómo cree que son esos vencedores de la lucha por la existencia y lo hace por cierto con mucho talento.

Extraordinaria.

jueves, marzo 07, 2013

TEMPESTAD SOBRE WASHINGTON

Por encima de todo, Otto Preminger fue un tipo muy astuto, que supo entender muy bien las características del público norteamericano al que se dirigían sus películas... sobre todo sus oscuridades y debilidades.

Pero también fue lo suficiente inteligente como para saber que precisamente, y recordando a Georges Bataille en su ensayo sobre lo profano, donde uno más quiere mirar es precisamente dónde le dicen que no puede hacerlo.

Nacido en Wiznitz, una localidad que hoy en día pertenece a Ucrania, pero que en su momento formaba parte del Imperio Austro-Húngaro, Preminger forma parte de esa oleada de directores centro-europeos que por circunstancias políticas, personales y/o profesionales emigraron a los Estados Unidos.

Preminger siempre se preocupó de cultivar ese "peligroso" lado intelectual y crítico que para cierta opinión pública norteamericana, bastante contaminada por el macartismo, representaba lo europeo abordando siempre proyectos centrados en temas polémicos, y en mayor o menor medida alejados de la luminosa calle principal donde confortablemente paseaba lo aceptado y convencional.

Y así partiendo del cine negro con obras maestras como Laura o Angel o diablo, Preminger fue labrándose una sólida fama de director eficiente capaz de crear dramas estimulantes basados en temas adultos.

Dirigida en 1962, Tempestad sobre Washington forma parte de la edad de oro del director cuyo éxito, basado en el morbo que sus películas generaban en una sociedad demasiado puritana, le permitió convertirse  en su propio productor.

Esta época comienza con la adaptación de la nihilista novela de la adolescente Françoise Sagan "Buenos días tristeza" en 1958 y alcanza su momento de esplendor a principios de la década de los sesentas del siglo pasado con "Anatomía de un asesinato" (1959), "Exodo" (1960), "Tempestad sobre Washington" (1962) y la posterior "El cardenal" (1964)... todas superproducciones, con grandes repartos, bastante nominadas al premio Oscar -cuando no premiadas- y que con sólidos guiones abordaban temas -como ya he comentado- adultos: violación y racismo, holocausto y política internacional, alta política, y homosexualidad, alta religión y el bajo mundo... si mal no recuerdo.... casi nada!

"Tempestad sobre Washington" esta basada en la novela Advice and Consent que fue premio Pulitzer a finales de la década de los cincuentas y sucede dentro de un espacio que hasta el momento había sido tabú  dentro de la cinematografía norteamericana: los enredos de la alta política de Washington.

Un enfermo presidente de los Estados Unidos decide poner toda su confianza en Robert Leffingwell (Henry Fonda), un personaje polémico que desencadenará toda una trama de intereses en el senado como consecuencia de la necesidad de respaldar ese nombramiento.

De hecho, el propio titulo de la novela (que por cierto es el titulo real de la película), Advice a Consent hace referencia a una fórmula legal que acompaña a toda promulgación del poder ejecutivo que ha sido respaldada por el poder legislativo... El ejecutivo promulga con el consejo y el consentimiento del legislativo... y Tempestad sobre Washington no cuenta otra cosa que los trapos sucios que hay detrás de un acto respaldado por esa fórmula legal, en este caso el nombramiento de Leffingwell como secretario de estado.

No obstante, y si uno espera encontrar cuestionamiento en las películas de Preminger se equivoca. Otto era mucho más inteligente que eso.

Sus películas en general no se meten en ningún lio. No hay valoraciones ni tomas de postura en el cine de Preminger que siempre se limita a mostrar, a sugerir aquello de lo que no se habla o aquello que no se suele dejar ver... lo suficiente como para que las manos lleguen a los collares de perlas o se crucen las piernas en la dirección opuesta.

Preminger se limita a nombrar lo innombrable para poner sus producciones a la estela de su rebufo consiguiendo un efecto sensacionalista que acompaña lo justo y necesario a películas como ésta que nos ocupa: poderosos artefactos narrativos, llenos de interés y ritmo, que funcionan por si mismos.

Por así decirlo, debajo de cada película de Preminger funciona un preciso y eficaz artefacto de relojería narrativo que atrapa al espectador desde el primer momento tras suscitar su interés mediante el morbo que supone, en este caso, ver Washington desde dentro. Y en este sentido Tempestad sobre Washington es un magnífico ejemplo de las virtudes de Preminger como narrador.

En casi todos los casos, y como no podía ser de otra forma, el modo en que Prmeinger aborda esos tema polémicos resulta ya insuficiente, pero la solidez narrativa del producto permanece.

Asi, y hoy en día, "Tempestad sobre Washington" resulta una película brillante, un absorbente drama de personajes con la política como fondo.

Extraordinaria.

martes, marzo 05, 2013

Antes de todo.
Mucho más allá del primer momento de todos los momentos.
Antes de cualquier materia y de cualquier cuerpo.
Precediendo la posibilidad de cualquier deseo,
yendo de la mano de la propia nada en movimiento,
ya existía la alargada sombra del silencio
empapando el sueño de la materia,
deslizándose sinuosa, en el parsimonioso despertar
de lo que quiere ser, hacia lo incierto

domingo, marzo 03, 2013

DJANGO UNCHAINED

No se parece mucho este Django de Quentin Tarantino al spaghetti western dirigido por Sergio Corbucci en 1966 cuyo nombre comparte... por cierto aquel Django que interpretaba Franco Nero compartía muchas cosas con el Yojimbo de Akira Kurosawa película de la que es claramente deudora tanto en sus aciertos como en sus limitaciones.

No obstante, el propósito de Tarantino no era la revisión concreta del filme sino continuar con la tarea emprendida, seguramente desde Kill Bill, de revisar los géneros que han contado con su admiración como espectador... Y por lo visto el spaghetti wstern es uno de ellos y en este sentido el personaje de Django, presente en unos cuantos de esos productos europeos, es un buen punto de partida sobre el que construir el correspondiente compendio de lugares comunes del género.

Lo que sí está claro es que Django, con independencia de su circunstancia, se parece mucho a una película de Tarantino: episodios encadenados con un personaje principal como elemento compartido, personajes heterodoxos, situaciones de violencia excesiva y barroca, dialogos inteligentes, mucha intertextualidad de referentes que a la mayoría se nos escapan, cohabitación del sentido del humor con el drama casi en el mismo plano, banalidad tanto en sentido positivo como en negativo y una cada vez mayor experiencia para contar que redunda en beneficio general de lo que se narra.

Y en este sentido, Django se me presenta como una película más estructurada y seria que su bastarda predecesora, una propuesta más acabada y cerrada que sin dejar de tener la marca de fábrica de su autor ofrece un planteamiento narrativo más ordenado y estándar, más lindante con el cine clásico que a quién les escribe le sugiere una cierta madurez del responsable de este western situado antes de la guerra de secesión.

Parece que la forma ha dejado de ser banal para Tarantino y estoy convencido que éso terminará haciendo de él mejor director y contador de historias.

Tengo que decir que Django me entretiene a lo largo de sus casi tres horas, si bien la película tiene algún momento malo, algún giro narrativo como el episodio final de encarcelamiento y posterior huida del protagonista que no aporta demasiado a la historia, siendo además de las partes más flojas de la misma, con todo el riesgo que ello tiene... Y son frivolidades como estas las que, para mi gusto, impiden que sus películas terminen por resultar perfectas y redondas. En las películas de Tarantino siempre hay algún exceso que termina por molestarme, por estorbarme a la hora de disfrutar su cine fundamentalmente por su carácter redundante e innecesario. Y en este final, hay mucha tela que sobra.

Además, la película se resiente por el poco carisma que desprende Jamie Foxx, quién en ningún momento parece cómodo dentro del mundo de Tarantino y que resulta devorado por la presencia fascinante de tres grandes actores que bordan los maravillosos personajes que ese genial constructor de personajes y diálogos llamado Tarantino ha creado para ellos.  El frivolo y cruel Calvin Candie, Stephen el esclavo más esclavista que el amo y el maravilloso e irónico King Shultz son tres grandes personajes en los que, respectivamente, Leonardo di Caprio, Samuel L. Jackson y Christoph Waltz parecen mucho más divertidos y cómodos que el pobre Fox, a quien su Django parece apretarle por todos los lados.

No obstante, este Django de Tarantino es una película bastante entretenida que seguro hará las delicias de sus fans, pero también, y esto es una novedad, de los que no lo son tanto porque, y como comento, buena parte de los defectos que caracterizan a Quentin aparecen por primera vez, y desde quizá Jackie Brown, la más mainstream de todas sus películas, bastante minimizados.

Entretenida.

jueves, febrero 28, 2013

ZERO DARK THIRTY

En fin... Se pasan más de diez años buscándole y, una vez que lo tienen, lo matan, le hacen una polaroid guarrosa y se deshacen de él como si fuese un gatete muerto tirándole al mar, alegando un respeto a una sensibilidad musulmana que por cierto les ha traído sin cuidado en cientos de miles de situaciones anteriores, contemporáneas y futuras...

Un absoluto contrasentido que pone el perfecto colofón a toda la cadena de sinsentidos que componen la versión oficial de todo lo relacionado con Bin-Laden, Al Quaeda y el 11 de Septiembre y que sorprendentemente, confundiendo razón con negación, se acepta casi sin pestañear.

Los rebeldes libios le sacaron más partido a Gaddafi y los sirios harán lo mismo con Bashar Al-Assad cuando, como a todo puerco, le llegue su San Martín... porque, cuando tienes al malo, lo tienes que enseñar para poner el colofón de la posesión al hecho incontrovertible de la victoria.

Incluso, César llevó a Vincengetorix encadenado a Roma

Se trata de una mera cuestión de sentido común como otras tantas, pero, en fin, esa es otra historia.

En cualquier caso no deja de llamarme la atención una alarmante coincidencia.. En muchos momentos Bin Laden fue poco mas o menos que tratado como una especie de villano a lo James Bond que, desde su sofisticada guarida en las montañas afganas y utilizando su dinero y sus contactos, estaba dispuesto a comprometer lo más sagrado de nuestras sacrosantas libertades; un villano escurridizo, proteico, multiforme, capaz de estar en dos lugares al mismo tiempo poniendo en jaque a lo más granado de la inteligencia libre... y no deja de llamar la atención el tono marcadamente jamesbondiano que tiene la banda sonora de "Zero dark thirty" en todo lo que tiene que ver con la noche de su muerte...

¿Coincidencia?

Allá cada uno con su conciencia,

En cualquier caso, "Zero dark thirty" es un "thriller" impecable que mantiene interesado en todo momento al espectador con una historia cuyo final ya conoce... y ésto tiene mucho mérito.

En una serie de episodicas tomas temporales la película cubre el decenio, más o menos, que tuvo que emplear la inteligencia norteamericana en atrapar a su criminal más buscado y lo hace de la mano del periplo personal y profesional de la joven agente de la CIA Maya, a quién presta rostro y talento la magnífica Jessica Chastain.

Maya encarna de manera metafórica la obsesión por hacer justicia de la sociedad americana que la conducirá a una cacería alrededor del mundo con el Medio Oriente, especialmente Afganistán y Pakistán, como fondo; una cacería llena de fracasos y que sólo una casualidad pondrá en el verdadero camino.

En definitiva, "Zero Dark Thirty" funciona a la perfección como thriller cumpliendo a la perfección esa labor ideológica que el cine, como arte del siglo XX, ha tenido siempre para constituirse en relato de una determinada manera de ver las cosas, aportando el plus mayor de verdad que siempre trae consigo la imagen en movimiento.

Buena y eficaz.

lunes, febrero 25, 2013

las gatas insisten en que vaya a la terraza.... Creo que me piden que haya sol para que puedan tumbarse tranquilamente, todo lo largas que son... Me sobrevaloran...
SKYFALL

Surgido de la mente del escritor y periodista  Ian Fleming a mediados del siglo pasado, James Bond es sin duda uno de los incontestables iconos de la sociedad de masas del occidente opulento.

Sin duda, sus películas son un ejemplo representativo del cine en su vertiente comercial, siendo además uno de los primeros ejemplos de superproducción franquicia y acontecimiento que se ha convertido en uno de los canales de comercialización del cine como producto industrial en nuestros días.

Las películas de Bond practicamente son un compendio, casi siempre hábil, de los tics de nuestra sociedad de consumo: la acción y la violencia como evasión, las mujeres convertidas en objeto, la consagración del gadget como representación divina de los objetos como objetos del deseo, el lujo como emulación... James Bond lo tiene todo y en este sentido es un producto bien construido a lo largo de los años y cuyas claves fueron sentadas por un equipo inicial ya obligatoriamente desplazado por el inclemente paso del tiempo.... Los productores Harry Saltzman, Albert R. Broccoli y posteriormente Michael G. Wilson  a la muerte de Saltzman, los directores Terence Young, Guy Hamilton y Lewis Gilbert, el guionista Richard Maibaum, el director de producción Peter Lamont, el director de segunda unidad y posterior director John Glen, el músico John Barry, el creador de titulos de crédito Maurice Binder... El trabajo de todos ellos, y de bastantes más, creó un producto consolidado que fue una mina de oro incontestable a finales de la década de los sesentas y durante todo los setentas del siglo pasado.

Posteriormente, en los ochentas, la serie desembocó en una cierta mecanización y esquematización, precisamente en el peor de los momentos, cuando llegó la revolución del cine comercial americano de la mano de Lucas, Spielberg y sus compañías de guionistas y efectos especiales, convirtiendo al Bond que interpretaba Roger Moore en un suerte de abuelete rijoso y trasnochado que en absoluto conectaba con las nuevas generaciones jóvenes que llegaban al cine.

Tras dos películas desnortadas, poco ambiciosas y a la defensiva (pero tampoco tan malas como se dice), protagonizadas por un Bond de urgencia llamado Timothy Dalton, la franquicia despareció un para siempre que duró cinco años, el tiempo que tardó Bárbara, la hija del productor original Albert R. Broccoli, en decidir restaurar y actualizar una de las principales propiedades de la familia.

Y de todo punto Skyfall supone la culminación de ese esfuerzo en lo que es una nueva edad de oro de la franquicia, precisamente en el año en que ésta cumple los 50 años.

En este nuevo Bond que muestra la apariencia dura de Daniel Craig todo ha cambiado para que todo siga igual. Se mantienen por supuesto la presentación de esos tics de nuestra cultura de masas, pero se hace desde una mirada más contemporánea que convierte a Craig en la perfecta traducción del icono que fue el primer Bond, Sean Connery, para los ojos de los hombres y las mujeres de su época: un invencible hombre de acción que se mueve como pedro por su casa por entre lo mejor que nuestra sociedad opulenta puede ofrecer a los más privilegiados de sus integrantes... Pero el mundo ha cambiado y Bond también incorporando, por ejemplo, un físico poderoso, maquinal y casi perfecto, que suma a todos los tics el de lal forma física y del culto al cuerpo, pequeños detalles que Brosnan el anterior Bond no reunía aún y que tienen que ver con una mayor fisicidad que redunda en el mayor peso de la acción en secuencias cada vez más espectaculares y que traduce mucho más el personaje de  Bond para los ojos del espectador estándar del cine comercial actual

Bien es cierto que esa fisicidad que no tenían ni Dalton ni Connery ni Brosnan ni por supuesto Moore es mucho mayor en las dos primeras películas que en ésta, Skyfall, donde la franquicia cumple 50 años, una edad que siempre invita a la retrospectiva y, en este sentido, la película añade a su fórmula de entretenimiento habitual un intento de ahondar en las raíces del personaje permitiendo que el espectador eche una mirada por el ojo de la cerradura de la habitación más privada y secreta de Bond.

El planteamiento es esquemático, pero suma en un mecanismo engrasado que funciona beneficiándose además del talento plástico del director Sam Mendes para construir imágenes atractivas como las que rebosan la secuencia del rascacielos en Shangay o la magnífica entrada en el casino de Macao... Poco más puede añadir un director a una película de Bond que seguro que funcionan ya por si solas y en este sentido el talentoso Mendes optimiza sus posibilidades porque el guión tampoco le permite demasiadas ocasiones para dar profundidad y matiz a la dirección de actores, otro de sus talentos, en las escenas que desarrollan esa habitación privada y secreta de Bond.

El resultado es un producto ganador... que además gana prolongando la vida de la saga con lo que ya es la incontestable realidad una nueva salud de hierro.



viernes, febrero 22, 2013


La ciudad está llena de oficinistas
que no saben bien si son ellos
o si, por el contrario, se trata de algo más cierto,
pero que, en cualquier caso, sienten con desconcierto
el cansancio de salir de casa por la mañana,
el cansancio de llegar a casa por la noche,
cuando debieran ser, por lo menos, 
incontestables soberanos de su opulento reino
de mientras tantos y para siempres.

Y tampoco es que estén completamente seguros,
demasiado ocupados están intentando llegar a tiempo,
pero algo han oído hablar de un barco que se está hundiendo
y, aunque no terminen de creerlo, puede que sea cierto 
y después de todo se trate de agua éso que,
al llegar a casa por la noche,
al salir de casa por la mañana,
se abraza a sus tobillos
y les hiela los huesos.
CLOUD ATLAS

Primero de todo y aunque no lo parezca, decir que Cloud Atlas es una película de autor, independiente. Ningún estudio de Hollywood se atrevió a poner el dinero que exigía esta película tan aparentemente complicada pues narra de manera paralela seis historias que suceden en diferentes momentos del pasado, presente y futuro de la humanidad.

Basada en la novela del mismo nombre escrita por David Mitchell, novela que confieso no haber leído, Cloud Atlas es una de esas películas difíciles de ver: seis historias en paralelo, mismo actores que encarnan diferentes personajes -alguno de ellos muy distintos de lo que ellos mismos representan-, una aparente falta de hilación que puede desesperar el mas palomitero... Pero también Cloud Atlas es una película especial. Sin duda alguna, y para mi gusto, una de las mejores películas del año.

Lo que Cloud Atlas nos cuenta es una visión muy particular de nuestra historia como humanidad. A través de esas seis historias el espectador asiste a la puesta por obra  de los esfuerzos que la bondad hace por sobreponerse al entorno de maldad que la rodea, pequeñas luchas cotidianas narradas de forma simultánea y en las que el mal termina prevaleciendo configurando un futuro cada vez más sombrío y hostil para el propio hombre portador de esa sordera hacia la bondad.

No obstante, el esfuerzo de esos portadores del bien sólo resulta un fracaso aparente.

Como bien nos dice el maestro Malick en su maravillosa "El árbol de la vida", hay dos maneras de enfrentar la vida: el modo de la naturaleza y el modo de la gracia. Y mientras la naturaleza sólo busca satisfacerse a sí misma y encuentra mil maneras para no disfrutar de las cosas, el camino de la gracia no busca esa auto-satisfacción, acepta ser engañada y desairada por ese instinto animal y egoísta de satisfacción en tanto espera pacientemente su momento. Y al mismo tiempo nos dice que los que optan por el camino de la gracia jamás encuentran un mal final.

"Cloud Atlas" desarrolla este planteamiento de forma menos poética, de manera más exhaustiva mostrando al espectador la historia de la humanidad como una larga lucha entre esos dos instintos y haciéndolo con pretensiones de totalidad, extendiendo ese relato hacia el futuro y mostrando un cierre que básicamente descansa en un agotamiento de esa capacidad de egoísmo, una completa consunción que deja al hombre a solas con su verdadera esencia de bondad en un futuro muy, muy lejano.

Rousseau, Emerson, Whitman... En contra de esa visión negativa del ser humano, "Cloud Atlas" nos recuerda que existe un reverso luminoso en toda esa oscuridad que es la mierda que pensamos los unos de los otros hoy en día. En pocas palabras, nos dice que nuestro destino es un destino de amor y bondad, que nuestro camino más propio es el de la gracia, porque el de la naturaleza nos convierte nada más que un animal con conciencia.

Yo me apunto a ese rollo.

Los esfuerzos y sacrificios por la bondad no caerán (ni caen) en saco roto. A través del tiempo todos estamos unidos en un esfuerzo por una gracia que va más allá de lo religioso (sexo es a amor lo mismo que la religión es a la gracia) y que nos justifica.

Y además "Cloud Atlas" es una buena película, bien terminada y bien contada.... si acaso, hay que saber escuchar para poder apreciarla.

Más de tres horas de magia que se hacen cortas.

Obra maestra.


jueves, febrero 21, 2013

ARGO

Escribe Harold Bloom en su maravillosa obra "¿Dónde se encuentra la sabiduaía?" que Ralph Waldo Emerson es el teólogo de la religión americana de la confianza en uno mismo, un elemento esencial sobre el que se construye toda la metafísica de éso que el propio Bloom llama religión americana.

De todo modo, Emerson es el Homero capaz de glosar la areté, la excelencia del ser americano, verbalizando el esfuerzo por llegar a ser de una nación que ha dominado (y domina) la historia del mundo desde hace por lo menos un siglo (y casi nunca de buenos modos como corresponde con el papel de gran potencia).

Se ha escrito y hablado mucho, pero esa poética de la confianza en uno mismo subyace como elemento esencial de esa mística del individuo que compone ese modo de entender las cosas tan americano y que tanto nos cuesta entender a los europeos.

Y en este sentido "Argo" es una película muy, muy americana.

Tony Mendez, el personaje protagonista, pone por obra esa areté del individuo que confía en su propio instinto contra todo y todos desencadenando con su decisión de seguir adelante con la operación todo el mecanismo dramático de una historia que descansa sobre tres atractivos:

- la angustiosa salida de los rehenes, en algunos momentos excesiva e innecesariamente demorada y sobrecargada, aunque nunca termina a llegar a molestar pese a que se transparente demasiado el esfuerzo por subir los niveles de adrenalina del espectador
- la presentación de un mundo desconocido para el espectador occidental como es el Irán de Jomeini: el factor llamemosle documental nunca es desdeñable y suele aportar un importante intangible atmosférico al atractivo seductor de una película
- y las ácidas reflexiones sobre el mundo del cine que los personajes interpretados brillantemente por Goodman y Arkin dan vida con la maestría habitual, en lo que parece una película dentro de otra, y que añaden un componente de comedia ácida llena de diálogos brillantes y graciosos.

Pero para los americanos, la figura de Méndez y su gesto de continuar supone un cuarto e innegable atractivo: el compromiso ante la palabra dada, la pureza de las intenciones... La misma llamada a la moralidad que el viejo maestro Eastwood viene predicando, con su republicanismo clásico, en el desierto de una américa en crisis espiritual, abandonada al Tea Party y al dinero.

No descubro nada cuando digo que el cine ha sido el principal difusor de ese estilo de vida americano y en este sentido Mendez conecta con toda una larga tradición de héroes americanos cinematográficos que van desde el demócrata Atticus Finch de "Matar a un ruiseñor" al más republicano Ethan Edwards de "Centauros del desierto", héroes que expresan puntualmente esa areté de absoluta confianza en uno mismo basada en una visión benevolente de la naturaleza humana que está muy lejos de planteamientos hobbesianos menos comprensivos:

"Me atrevo a intentar trazar mi propio camino
En el que todo lo que me complace será Bueno
En el que lo que yo no quiera, indiferente,
En el que lo que odio es Malo. No hay más que hablar.
Ya partir de aquí, por favor, Dios, renuncio para siempre
Al yugo de las opiniones de los hombres. Seré
Alegre como un pájaro y viviré con Dios.
Le encuentro en el fondo de mi corazón
Oigo continuamente allí su Voz
Y libros, y sacerdotes, y mundos, aprecio menos
¿Quién dice que el corazón es un guía ciego? No es cierto."


Bloom cita este poema de juventud de Emerson como expresión precisa de esta idea que bebe de las mismas raíces en donde Rousseau encontró su buen salvaje; una idea de la que Emerson es el ideólogo y Whitman el poeta.

Desgraciadamente, la visión hobbesiana y conflictiva aportada por toda la rama de pensamiento que sirvió de contexto al pensamiento económico liberal venido de Europa constituye una oscuridad contaminante que ha configurado de manera definitiva esa visión conservadora cruel que es el mascarón de proa del pensamiento americano y del imperio, pero que conste que la idea de esa individualidad pura y libre, capaz de realizar la belleza que hay en uno mismo es algo puramente americano. Todo lo otro, el temor y el miedo vinieron de la vieja y cínica Europa que terminó convirtiendo a los Estados Unidos en una especie de Frankenstein de sí misma...  Y lo lógico es que el relato continúe y la bestia destruya a su creador... justo, por cierto, lo que está sucediendo ahora.

Por todo ésto, "Argo" me parece una buena película.

La realidad puede cambiarse y son los individuos agrupados en colectivos quienes las cambian. Lincoln se carteaba con Marx. Hay mucho pensamiento utópico de raíz común al Europeo en el perdido corazón de aquella América, poblada por todos aquellos miserables de los que Victor Hugo hablaba.

Por todo ésto, y de manera sutil, "Argo" me parece una estupenda película política que nos habla de la soberanía individual, del poder que tiene cada individuo y de la necesidad de ponerlo en práctica si uno quiere que las cosas cambien y llega el momento.

Al final no fue el presidente Carter quién dijo lo que Mendez debía hacer, fue Méndez quién obligó a su presidente a rectificar por una buena casa que básicamente tiene que ver con algo tan sencillo, y que tanto brilla por su ausencia hoy en día: hacer honor a la palabra dada.

Merece la pena ver "Argo" por todo ésto y por la maravillosa música de ese genio que se llama Alexandre Desplat.


miércoles, febrero 20, 2013

MACCHERONI

Si hay algo que creo es bastante propio del cine italiano es el ternurismo.

El ternurismo implica muchas cosas, pero principalmente se trata de una visión cariñosa y compasiva, casi siempre melancólica y algunas veces amarga de personajes y situaciones. Grandes ternuristas son por ejemplo Fellini o De Sica, directores de los que el director de Maccheroni, Ettore Scola, alguna vez se ha confesado continuador.

El ternurismo es una manera de hacer crítica social sin hacerla. Llevado a cabo por los directores que politicamente se posicionan más cerca de la democracia cristiana que del partido comunista, se trata de una denuncia "soft", basada en la lágrima, la emoción y la pena, pero también en la alegría y la risa, expresadas por unos personajes que se sobreponen como pueden a las circunstancias de una existencia complicada y eso si... siempre sin cuestionar esa existencia de una manera global porque un elemento esencial del ternurismo es la aceptación de ese destino, casi siempre cruel, que sus víctimas hacen con una sonrisa entre los labios como la fellininana Gelsomina.

Los designios del señor son inescrutables.

Y en este sentido, el ternurismo se trata de una critica sin crítica social que busca la aceptación resignada de una realidad incuestionable e incuestionada, mostrando el espectáculo edificante de la resignación cristiana ante los avatares que presenta este mundo... Se trata de un mecanismo de escape, una suerte de vida de santos gentiles que busca conmover y hacer reir con la pequeña comedia humana que componen individuos sometidos a la tiranía de un destino que escapa a su control, pero que asumen sin dar una voz más alta que otra.

Ettore Scola, que dirige Maccheroni en 1985, se sitúa dentro de esta corriente cristiana y humanista, siendo un heredero directo de toda esa tradición que componen directores como De Sica, Fellini, Comencini o Risi.

Protagonizada por dos grandes actores como Marcello Mastroianni y Jack Lemmon, Maccheroni es un buen ejemplo de ese cine ternurista. A través de los dos personajes protagonistas, que ambos incorporan con el talento habitual, Maccheroni contrapone dos estilos de vida presentados con trazo grueso, desde el tópico y la superficialidad: el mediterráneo y hedonista que encarna Antonio (Mastroianni) y el atlántico y apolíneo que encarna Robert (Lemmon). Este último regresa a Napoles para hacer negocios cuarenta años después de su última estancia, durante la segunda guerra mundial para darse de bruces con Antonio y su fascinante mundo construido a partes iguales con realidad y fantasía

Maccheroni es una película desigual, construida sobre una idea bastante vulgar de contraposición de estilos de vida desde el más chirriante tópico, que sin embargo tiene su culmen en un maravilloso y mágico final

Sin ser del todo despreciable, Maccheroni en absoluto se encuentra para mi gusto entre lo mejor de la filmografía de Scola.

La película nos cuenta la seducción que el fascinante Antonio lleva a cabo de el aburrido Jack, presentando una defensa bastante convencional de un estilo de vida a través de un personaje muy especial, muy bien construido (que es lo mejor de la historia); un personaje que Mastroianni borda, como no podía ser de otra forma, y ante cuyo despliegue de guiños y carantoñas un estólido y aburrido Lemmon, que entiende muy bien lo que la historia demanda de él, se limita a reaccionar desde la indiferencia hasta la inevitable fascinación.

El personaje de Antonio pretender ser lo mejor de la Italia del Sur buscando seducir al gris y encorbatado norteño y también al espectador con esa puesta en escena de lo que se pretende sea contagiosa humanidad que caracteriza al ternurismo.

Scola consigue ese objetivo por momentos, con escenas maravillosas como la representación teatral que incluyo abajo en esta entrada o el mágico final entre macarrones con tomate del que he hablado con anterioridad.

Sólo por Lemmon y Mastroianni, por sus interpretaciones, Maccheroni nos parece mejor película de lo que en realidad es, siendo un espectáculo aceptable en cualquier caso.

Y todo dentro de esa fascinante ciudad del exceso, de lo malo y de lo bueno, que se llama Napoles.

Entretenida...

lunes, febrero 18, 2013

BOSS

Definitivamente... No puedo hacer otra cosa que colocar a esta serie producida por Starz en el Olimpo, justo a la derecha del padre, que por supuesto es The Wire.

Definitivamente... Porque en ésta, su segunda temporada, Boss se supera y superarse significa partir desde el maravilloso "muy arriba" en donde las cosas quedaron en la anterior temporada para llegar aún más alto, a mostrarnos durante diez intensos capítulos el terrible y acojonante trabajo de maquiavelismo y maldad que hace ese personaje tremendo que es Tom Kane.

Porque si algo consigue esta segunda temporada es que el espectador se sienta tan burlado y por los suelos como muchos de los personajes que el mefistofélico Kane usa y tira en función de su necesidad y voluntad.

No hay más que víctimas alrededor de Kane. Y en este sentido merece la pena llegar a esa conversación que el diabólico alcalde tiene con la idealista Mona Fredericks, merece la pena escuchar lo que le dice y la dureza con que lo expresa... para mi gusto uno de los grandes momentos de la historia de la ficción televisiva... más o menos.... sólo quería saber qué se siente al estar al lado de alguien tan idealista como tú y ahora ya lo se, no hace falta que pases por tu despacho a recoger tus cosas.... ¡Brutal!

Del mismo modo que en la primera temporada, el espectador asiste al planteamiento de una situación que parece colocar al viejo político diabólico contra las cuerdas... su enfermedad, un proyecto que le enfrenta con su red clientelar habitual, un atentado, las investigaciones de la prensa... parece que todo está en su contra, que la verdad y la justicia se impondrán, pero, y ésto es lo fascinante del personaje y de la historia, el viejo Kane se las arreglará para dar la vuelta a la situación, convirtiendo a los cazadores en cazados y, lo que es más importante, sin parar en los medios necesarios para conseguirlo.

El personaje de Thomas Kane presenta mejor que ninguno que ahora recuerde esa imagen oscura y malvada de la política que todos tenemos y buena parte de ese éxito descansa en el talento actoral de Kelsey Grammer, capaz de saltar de un registro a otro con la rapidez y eficiencia de un maestro produciendo como resultado un personaje que termina dando a quién les escribe literalmente miedo.

Magnífica serie Boss!

Ya está tardando la tercera temporada.

miércoles, febrero 13, 2013

ACTIVISTAS

Las sociedades, mientras van bien, son gestionadas por los ortodoxos, los fieles seguidores de la ley y de la norma, pero, cuando las cosas se estropean, éstos se convierten en un obstáculo con su inevitable apelación al respeto por la tradición y la norma, cuando no parte de la propia estructura ineficiente y progresivamente deslegitimada por acción convencida u omisión de crítica.

Pero son los heterodoxos, los activistas, los que nos sacan las castañas del fuego cuando las cosas se complican. Son ellos los que dan la cara, y se la juegan denunciando sociedades acabadas, legislaciones ineficientes y situaciones legítimas que son injustas.

Su atrevimiento y su apuesta son máximos. La victoria les convierte en héroes y la derrota en criminales, porque casi siempre se dan situaciones de todo o nada en las que el fin justifica los medios.

Su soledad también es máxima. Frente a ellos, los que son cuestionados y alrededor, los que no les entienden. Pero nadie más que los activistas se atreve o reacciona. Pocos consideran su visión, porque siempre hay algo de calma que perder. Y si alguno se atreve a mirar por las aperturas que muestran el nuevo mundo propuesto o exigido, los más convenientemente les juzgan atendiendo sólo a sus faltas.

Pero, y en cualquier caso, no estaría de más tener en cuenta su importancia en esta sociedad que se cree cómodamente instalada en la estabilidad inmutable del fin de la historia. Cuando se produce una situación injusta hay mucha gente que habla y muy poca gente que actúa. y el sistema, la ortodoxia, lo sabe.

Y en este sentido, las manifestaciones de los activistas pueden resultarnos extremas, a veces incomprensibles, siempre molestas. Después de todo nos asaltan en nuestra tranquilidad de cada día y nos obligan a posicionarnos, porque su sola presencia establece en la inane cotidianidad una frontera entre lo que está bien y lo que está mal, entre los que escuchan y los que no, entre los que permiten y los que no se dejan... y nosotros sin saberlo.

Nos enfrentan a la insospechada presencia de decisiones que han de tomarse en el momento de la verdad, decisiones que resultan incómodas para todos aquellos que si acaso nos conmovemos lo justo con la realidad que vivimos, cuidadosamente, con la inteligencia emocional lo suficiente como para evitar dejarnos otra opción que salir a la calle y engrosar las filas de un bando u otro, descubriendo así que la historia y el conflicto están ahí, descubriendo así la gran mentira de la tranquilidad, las sombras de control y dominación que se ocultan tras tanta paz y calma.

Siempre recuerdo lo que Hannah Arendt escribió en "Eichmann en Jerusalen", obra capital para entender el corazón de la opulenta cobardía que rige nuestros tiempos, a propósito de aquellos que, en los territorios ocupados por los nazis, hicieron resistencia activa contra el holocausto... civiles alemanes que cobijaron a judíos, militares que se negaron a cumplir con su deber de fusilar o arrestar, autoridades que dijeron no lisa y claramente a las demandas de colaboración para concentrar a los judíos de su territorio. Héroes anónimos que realmente se conmovieron, que cruzaron la línea entre el hablar y el hacer dispuestos a no consentir y a pagar el correspondiente precio.

Fueron pocos pero existieron.

Y nos falta la necesaria didáctica para una vida verdaderamente libre que encierra su posicionamiento, una didáctica que implica la negación de la unilateralidad e inevitabilidad de eso que los que la poseen llaman realidad. Porque siempre se puede hacer algo... si se está dispuesto a pagar un precio.

Y lo que es un escándalo es que no sepamos sus nombres ni en qué consistieron sus gestos, que solo hablemos de las victimas pero no de los que murieron resistiendo, anteponiendo la conmoción moral a cualquier otro interés o planteamiento.

Se juzgó y condenó a las bestias humanas. Es cierto. Pero hay algo oscuro en la evidencia de que no se pusiera el mismo esfuerzo en reivindicar la figura de estas personas que se les resistieron, portadores de lo mejor y más esencial del ser humano, de esa épica de la defensa de un planteamiento moral contra todo riesgo tan necesaria en todos los tiempos y en este sentido comparto con Arendt, la idea difícil de que esa cuidadosa y limitada conmoción de los muchos hace imposible la reivindicación del gesto de esos pocos, siempre para beneficio de los poderosos.

Y esa oscuridad existe porque vencedores y vencidos al final, cuanto todo pasases, nos querían mansos como ahora somos, fervientes defensores de las bondades de la obediencia, siempre bordeando la peligrosa frontera de la conmoción cuidadosa ante la injusticia.

Y luego llega el mecanismo de la negación dentro de cada individuo para tapar los huecos que queden por cubrir para que la dominación quede asegurada.

Porque por encima de la deslegitimación moral de la Alemania Nazi siempre ha existido un bien superior: el respeto de la autoridad del estado. Por éso, nunca se ha puesto énfasis en el reconocimiento de quienes se negaron a acatar la voluntad de una autoridad desde una obediencia civil que a casi todos los costó la vida. Tenía ciertos incómodos efectos colaterales y, después de todo, con la terrible desgracia de las víctimas había suficiente lección.

De hecho, el propio Eichmann basó su defensa en el acatamiento ciego de un orden establecido, el del estado nación, pero ya era demasiado tarde para él. Se había convertido en metáfora de una barbarie y por lo tanto en un comportamiento extremo de esa obediencia que se nos desea a todos como la mayor de las bendiciones que puede recaer sobre un ciudadano... pero él esperaba ser entendido y salvarse anclado en esa banalización del mal que es esconderlo tras la legalidad.

Y precisamente lo que pone en valor la posición de Eichman es un tema importante: el de los límites de la obediencia a una ley y a un orden establecido, el de la desobediencia civil... No es casualidad que no haya trascendido dentro del imaginario de la resistencia al nazismo los episodios de resistencia y desobediencia civil dentro de la propia Alemania y del propio ejército alemán o de la resistencia a la voluntad nazi en bastantes territorios ocupados. Los casos de Bulgaria y Dinamarca a este respecto son sorprendentes por si alguien quiere investigar en ellos.

Por increíble que parezca, la desobediencia civil de los resistentes no era algo edificante. Se trataba de un peligroso precedente.

Esa y no otra es para mi la razón de la increíble falta de interés por rescatar y subir a los altares a los mil y un  mártires de la resistencia civil bajo el dominio nazi. Hubiera sido más difícil rescatar la moralidad del resto del pueblo alemán, aquellos que obedientes hicieron lo correcto, no fueron activistas y dejaron de preguntarse de dónde veían las cenizas que les caían en el pelo, que se conmovieron lo justo, privándoles de un incómodo espejo en el que mirarse y en el que mirarnos las nuevas y futuras generaciones.

Y por eso no nos da demasiada vergüenza ahora, en estos tiempo, quedarnos en casa cuando tantas cosas están sucediendo.

Pero, y afortunadamente, están ellos. Si hay un mundo mejor, si alguna vez superamos todo ésto, el mundo futuro se lo deberemos a ellos, y no a nuestro diario silencio. Por eso, y por siempre, un respeto por los activistas, los que se atreven a pasar de las palabras a los hechos.

Ahora más que nunca.

El reino de los cielos de la verdadera libertad, no esta cosa vaga y lacia de la que disfrutamos mientras apenas la comprometemos, nace y muere con ellos.

martes, febrero 12, 2013

No entiendo por qué se dejan de lado las repercusiones que en lo estrictamente teológico y religioso tiene la dimisión del papa. Y es extremadamente sorprendente especialmente porque se trata de un institución religiosa cuyos efectos van más allá de lo administrativo, a la raíz del comportamiento moral quien olvida semejantes implicaciones. Pero lo cierto es que de religión es lo último de lo que los religiosos y creyentes hablan.
En pocas palabras, se supone que la voluntad de Dios se manifiesta a través del colegio cardenalicio y que el nombramiento del papa es un encargo que llega directamente desde el último piso, que no se puede rechazar porque, entre otras cosas, el creador no se equivoca... sus designios son inescrutables.
Pero ahora este insignificante detalle, la voluntad de Dios, se deja de lado.
Y entiendo los motivos personales que ha podido tener el anciano Ratzinger para dimitir de las responsabilidades que su propio Dios le ha investido, pero me sorprende que esa comprensión que la Iglesia muestra con Ratzinger no la muestre con otros, sometidos a los rigores de una vida injusta y miserable, que también no pueden seguir la inflexible voluntad del creador.
Y me pregunto si las circunstancias personales de una mujer que decide abortar no merecen ser tenidas en cuenta ni son tan importantes como las presuntas razones del propio Ratzinger, que imagino que no habrá dimitido por capricho, pero es que tampoco se comportan por capricho muchas personas cuyas conductas y acciones la iglesia desaprueba, cuando no condena.
Se que supone un desacato a la voluntad de Dios abortar o usar condón, pero me parece que para quienes, desde dentro de la iglesia disculpan al Papa, todavía hay clases.
Y volvemos a lo mismo, a la raíz de la corrupción que transversalmente asola nuestro mundo y nuestro tiempo: el desdoblamiento moral... lo que me exijo a mí y a los míos no es lo mismo que exijo a los demás, a los otros, entre otras cosas porque siempre encuentro una razón para entenderme, para disculparme, sobre todo si mi principio de placer entra en conflicto con las exigencias de la realidad o del principio del dolor... pero eso sí, no me importa tanto que los demás sufran.
Y está claro que ni siquiera el primero de los cristianos está a salvo de semejante corrupción.
Mal asunto.