
NO TEAM FOR OLD MEN
"Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.
Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.
Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!
El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar."
(El Albatros. Las flores del mal. Charles Baudelaire)
... Y a sus ojos apenas es nada que signifique algo,
un extranjero propietario de un idioma incomprensible,
una voz que genera en su derredor el desierto que no la escucha.
"Geoffrey Fielding: [about Pandora and the Dutchman] I know now that they were in love. But I have a feeling that they never spoke of it."Porque hay cosas de las que no hay que hablar, que existen y punto. Basta con reconocer su existencia... Hablar está sobrevalorado... especialmente entre aquellos que no tienen nada que decir y que sólo aspiran a llenar el aire de palabras, cuantas más mejor.
"El hijo del hombre se marcha a la guerra para ganar una corona de oro; Su bandera, roja como la sangre, ondea a lo lejos... ¿Quién le seguirá los pasos?"
No se por qué pero al terminar de ver "Generation Kill" recuerdo esta canción que Peachey Carnehan, uno de los dos inolvidables protagonistas de "El hombre que pudo reinar", cantaba casi al final del texto y de sus días, convertido en un mendigo más de las calles de Calcuta.
Sin duda alguna, lo mejor que me ofrece "Generation Kill" es el retrato de ese músculo que, repondiendo a la pregunta de Carnehan, siguen la bandera roja que ondea a los lejos y van a la guerra.
Meros y simples peones que van desplegándose en el tablero de la estrategia como parte de decisiones tácticas que se les escapan, obedeciendo una orden detrás de otra y viendose reducidos a la mera condición inhumana de instrumentos sometidos a mil y una reglas que, de forma contradictoria, convierten el campo de batalla en un lugar civilizado.
Teniendo que esperar, teniendo que desplazarse, mientras la guerra parece siempre estar sucediendo en alguna otra parte, delante de su marcha, con un enemigo que es más una ficción construida en los mapas del alto mando que una realidad oponiéndose a su paso.
Hay mucho nihilismo y desesperación en unos profesionales que descubren poco a poco que la guerra para la que han sido entrenados nada tiene que ver con la que están luchando, en la que constantemente mueren inocentes y en la que ellos mismos se ven sometidos a decisiones absurdas, cuando no peligrosas, de unos superiores que fundamentalmente están cualificados para hacerse obedecer.
Y es que, por encima de la guerra, se impone sobre ellos, con todos sus defectos, la dinámica de dominación que supone su propio ejército como organización piramidal, requiriendo de ellos orden, disciplina y respeto por unas normas que a veces entran en conflicto con la realidad que les impone las exigencias del combate.
Y es que, de pronto, el mayor enemigo puede ser el propio oficial superior.
Del mismo modo que en The Wire, sus protagonistas son parte integrante de una dinámica global que siempre termina imponiendo sobre ellos la marca de su ciega ley, una marca que tiene como principal consecuencia una silenciosa sensación de amargura por un trabajo que no ha sido hecho como ellos hubieran querido hacerlo. Tanto en los policias de "The Wire" como en los soldados de "Generation Kill" se revelan como individuos alienados por un sistema del que forman parte y que los utiliza de una forma desconsiderada. De alguna forma, ambos se sienten decepcionados, instrumentalizados por una lógica subyacente que es mucho más real que las leyes que flotan en la superficie y por las inocentemente han intentado rejirse, una lógica en la que el más poderoso impone sus intereses sobre el más débil y en la que hacer lo correcto puede revelarse como una idea no tan buena.
Hay un interés en Burns y Simon por mostrar el funcionamiento al desnudo de nuestra sociedad através del comportamiento de algunas de sus instituciones. Lo hicieron de manera global en "The Wire" convirtiendo la ciudad de Baltimore en el escenario de una suerte de gran teatro del mundo y vuelven a hacerlo en "Generation Kill" centrándose exclusivamente en una institución como el ejército norteamericano.
La guerra es más bien una excusa, una ocasión para que la institución del ejército salga a la luz y pueda ser vista según los planteamientos de Burns y Simon, como un lugar en el que se desarrolla casi un conflicto de clase en el que unos son explotados por otros en todos los sentidos, con unas normas instrumentales y finales como coartada... unas normas que sirven en tanto en cuanto no entran en colisión con las verdaderas reglas del juego.
Como máximo resulta entretenida esta intriga cyberpunk protagonizada por el "duro" Vin Diesel en un desastroso futuro victima del caliento global.
Trazas de argumentos interesantes destellan en algún momento de su no demasiado excesivo metraje para terminar desaparecidas en la vanalidad de una historia que enseguida termina entrando dentro de lo marcado por el estereotipo del género al que se adscribe.
De todos modos, resulta curioso el modo en que nuestra sociedad se imagina su futuro.
Nunca es un lugar agradable.
Y parece mentira, con la cantidad de comodidades y cosas que tenemos...
Seguramente, la humanidad, en conjunto, nunca ha alcanzado un estado de bienestar como el que ahora disfruta y sin embargo no somos capaces de imaginarnos un futuro donde la escasez y el desorden en mayor o menor medida no dejen de estar presentes.
Como si en el fondo e inconscientemente todos supiéramos que hay algo en la realidad que disfrutamos y consumimos que no está bien y nuestras ensoñaciones del futuro se convirtieran en síntoma por el que, a nivel social, esa disonancia se manifiesta.
"Formulará la hipótesis de que el sentido se reprime, de que no podemos decir ni aún pensar lo verdadero, porque una represión social nos prohibe de manera permanente el acceso a la verdad sobre nuestra situación y sobre el conjunto del sistema. La constante represión del habla social, de aquello no dicho dentro de los grupos, provendría así, en un último análisis, de la represión permanente del sentido en nuestra sociedad"
(Grupos, Organizaciones e Instituciones, Georges Lapassade)
Un sentido mercamente intrumental y funcional, basado en el mantenimiento de la supervivencia del sistema, quizá esté ocultando la realidad de otros sentidos que siguen existiendo como un perfume que nos inquieta y que sólo pueden manifestarse como síntomas en terminales exteriores como el argumento de un soporte de ocio.
Todo el mundo pierde algo que quiere o desea en The Yards. Nadie sonríe salvo al principio, cuando Leo Handler (Mark Wahlberg) regresa al hogar después de haber pasado una temporada en la cárcel. Pero las cosas enseguida si complican, siguiendo una especie de negro karma de la acción, como si ese estado de felicidad fuera un engañoso espejismo que no tarda en disiparse por obra de uno u otro de los personajes implicados en una trama que aparece poco a poco, conforme Leo Handler, de la mano de su amigo Willie Gutierrez (Joaquin Phoenix) se interna en el complicado mundo que rodea al ferrocarril metropolitano de Nueva York.
Buscando rehacer su vida, Handler estará a punto de perderla al encontrarse por casualidad en el centro de una peligrosa trama de complicadas intrigas y fraudulentos intereses en los que su propia familia se verá implicada como sujeto agente y paciente.
Aunque esté rodada en color, The Yards es una película en blanco y negro en la que las miradas, silencios y palabras justas no siempre dichas a tiempo se suceden mientras el destino va sucediendo inexorablemente a golpe de errores y aciertos de todos los personajes que la protagonizan.
Malas familias y malas calles.
Merece la pena verla.
Mi proceso de transformación continúa avanzando inexorablemente.
Y la verdad es que la flamente victoria del Atlético de Madrid en Eindhoven me pareció más un partido del Real Madrid que otra cosa. Superioridad, tranquilidad, calma, control... Ni Pernía ni Pablo, porque no jugaron, ni Perea -que lo intentó- aparecieron para ponerme el corazón en un puño con su absoluta falta de talento para tratar el balón, su principal herramienta de trabajo... Todavía recuerdo con pavor el sorprendente "tirito" de Perea, sólo, en su propia área y contra su portería, que nos pudo haber eliminado de la Liga de Campeones ¡Inexplicable! Tuve que mirar a mis mayores, a mis mentores, para saber cómo actuar cuando un defensa de tu propio equipo remata contra tu propia portería, en un partido clave... Estaba en el campo, muy cerca del banquillo del Schalke y hasta los propios alemanes se llevaron las manos a la cabeza... ¡Pasmoso!
Todo aquello faltó en Eindhoven... Quizá algún susto cuando el equipo, al comienzo de la segunda parte, se hechó hacia atrás y le dió la oportunidad al PSV, un equipo de seminario, de probar puntería.
Por un momento, lo eché de menos.
Si ganamos la Liga de Campeones debe ser al modo atlético. Mediante el exceso, con goles de último minuto y noches de remontadas memorables que a punto están de estropear los propios futbolistas con inexplicables errores.
Y, por supuesto, sin besarse en los cambios. Esas son cosas del Madrid. Los jugadores del Atletico deben venir besados (y follados) de casa.
Si tengo que adjetivar esta película de Michael Gondry, los calificativos no pueden significar menos que maravilloso y genial. "Be kind, rewind" ha entrado en mi proteico top ten de películas favoritas de siempre... compuesto por más de diez. Cuando me pregunten por mis películas favoritas, será mi obligación recordarla y, si menciono una lista de diez que no la incluya, será un imperdonable olvido... que no podré arreglar porque las diez que he citado son muy buenas también.
En fin, "Be kind, rewind" es la historia de dos maravillosos locos que, por excepcionales circunstancias, se obligan a sí mismos a rodar las películas que uno de ellos alquila en el pequeño video club donde trabaja. El termino será "suecar" y, sucesivamente, serán "suecadas" grandes clásicos del cine comercial de los 80 como "Cazafantasmas" o "Robocop".
Inesperadamente, el resultado será un éxito.
"Be kind, rewind" es un canto a la creatividad y a la libertad como estilo de vida, a la eterna adolescencia en la que la propia inconsciencia hace que todo sea posible. Los "losers" protagonistas se convierten en pioneros de sus propias locuras y arrastran a todo el barrio a la felicidad del generoso esfuerzo colectivo con el cine como agente catalizador.
De algún modo, los personajes que interpretan Jack Black y Mos Def recuerdan a esos recalcitrantes pioneros del cine mudo que se acercaban a la realidad a través del propio sueño y, en este sentido, lo que Gondry nos propone es la posibilidad de volver a empezar, de ser un pionero y crear una locura diferente en el lugar habitado por las ordinarias locuras de siempre. Hay un "algo" emocionante y enternecedor en la forma en que ambos viven su deseo y en el modo en que su entusiasmo termina arrastrando a todo su entorno a un estado alterado de conciencia en que la felicidad es posible en el suburbio.
"Be kind, rewind" es una película especial, llena de encanto, que encierra el dulce sabor del buen recuerdo de buenos amigos -que aún permanecen- escribiendo historias y rodándolas... mucho mejor que la magdalena de Proust, dónde va a parar.
Buenos tiempos aquellos los de "El jardin Zen".
En la secuencia de la fiesta en la aldea de Angel, el miembro mejicano del "Grupo Salvaje", el viejo Don Jose, seguramente un superviviente, probablemente un bandido como Bishop, en un momento de intimidad le dice al personaje que tan melancólicamente interpreta William Holden que todos (por ellos) soñamos con volver a ser niños de nuevo, incluso los peores de nosotros. Probablemente, los peores lo desean más que ninguno.
La visión de esta estupenda película de James Mangold me recuerda a esta frase. Sin duda porque hay algo de infantil en el esfuerzo ético de ceñirse a un código moral, en marcar los espacios, las acciones y las personas de blanco o de negro. Seguramente porque la ética nos dura tánto como la vida y sus circunstancias nos lo permiten.
Hay algo de infantil en la simple pureza de los héroes que se mantienen intactos frente a las tentaciones que el destino nos presenta cuando se empeza en alcanzarnos, una pureza que quizá conmueve a los malvados con la nostalgia por un paraiso abandonado y perdido. Muchas de las miradas que el pistolero asesino Russell Crowe dirije a Christian Bale, su guarda y carcelero por necesidades de una vida dura, rebosan de esa nostalgia y quizá de admiración.
No hay otra explicación posible para el estupendo final que adorna este estupendo western psicológico en cuyo territorio polvoriento el bien se confunde con el mal para producir el barro gris que cubre las almas de todos sus personajes.
El mundo vuelve a estar en peligro.... ¡Qué digo! El mundo siempre está en peligro. Necesitamos creer que inteligencias superiores ambicionan poseer y dominar ese estilo de vida al que no queremos regresar después de las vacaciones... Algo tendrá cuando los malvados quieren dominarlo, quieren apoderarse de él y sentarse cómodamente a contemplar su destrucción. Seguramente no soportan la verdad que supone el correcto estilo de vida existiendo en todo su esplendor, dejándoles al mismo tiempo fuera, exiliados a las puertas del paraíso por ser diferentes, especiales.
Menos mal que existen los superhéroes para protegernos con sus extraordinarias habilidades y cualidades, porque nosotros, los normales, no podemos defendernos de la duda de los heterodoxos, de los enemigos a las puertas que quieren poner todo patas arriba.
El mundo del comic, sobre todo el norteamericano, es más conservador de lo que nos imaginamos. Supongo que muchos gafapasta habrán escrito líneas y líneas al respecto.
El caso es que Hellboy ha tenido la inmensa suerte de que un creador especial como Guillermo del Toro se haya enamorado de él... La misma suerte que, por cierto, Batman ha tenido con Christopher Nolan.
Hellboy no es El laberinto del fauno. Carece de la emoción, de la intensa profundidad dramática que Guillermo del Toro da a sus cuentos casi siempre crueles, pero se puede ver.
Me gusta el melancólico "algo" indescriptible que, claramente, no es para todo el mundo y que vive en todas las películas de Guillermo del Toro, un algo que perfectamente podría ser la bestia de Cocteau llorando la oscuridad de su propia sangre.
También está en "Hellboy", asoma en algunos personajes (seres del inframundo que s econvierten en estatuas de marmol cuando mueren), en algunas situaciones (hojas muertas que caen de ninguna parte)... Sólo es una sombra, pero ahí está y me gusta.
Una historia diferente, que combina la comedia con el drama sin que el resultado final se corte.
Una historia bien escrita, bien dialogada, con personajes perfectamente descritos y llenos de interés, algunos emocionantes y misteriosos como interpreta Brendan Gleeson: el asesino que no soporta que su victima quiera suicidarse.
Una historia hecha carne por unos actores talentosos que hacen perfectas interpretaciones de sus maravillososos personajes.
En Brujas es todo un descubrimiento que nadie debería perderse.
Moviendose felinamente entre la comedia y el drama, "En Brujas" es la historia negra de dos asesinos (Gleeson y Farrell) que se esconden en la ciudad belga tras un último y fracasado trabajo, por orden de su jefe (Ralph Fiennes) a la espera de nuevas ordenes.
Hay talento dentro de ella y en todo momento se nota.
Maravilloso partido.
107-118, 225 puntos y en una final. Impresionante. Probablemente, el mejor partido de la historia. Un electrizante juego de posesiones cortas sucediendo en toda una final, demasiado para una mirada sensible para con la magia del deporte.
España lo tuvo casi todo. Seguramente careció, por un lado, del físico suficiente como para pelear con los americanos en igualdad de condiciones por todas las zonas del campo y, por otro, de la necesaria suerte en alguna jugada en que pudo pasar de estar a cuatro puntos o dos a estar a uno o empatando. Pero no se puede tener todo y seguramente el combinado americano es uno de los mejores equipos de su historia después del famoso Dream Team de Barcelona-92.
Y aún así estuvimos muy cerca y lo novedoso es que ellos jugaron a tope y por eso estamos más cerca en otro aspecto. Antes, para ganarles, los americanos tenían que estar desconectados del partido, sin jugar a tope. Ahora, otro equipo ha estado a punto de ganarles, pero con ellos poniendo el 100% en el partido.
Se ha quemado otra etapa.
La siguiente será ganar. en otro momento, este mismo partido.
PD: Hace mucho tiempo que los arbitrajes de baloncesto, en competiciones internacionales, no son jurídicos sino políticos. El criterio que siguieron los colegiados en el partido de ayer es más una descarada constatación que una simple muestra. En Baloncesto el reglamento se aplica de una forma ponderada.