EL AÑO PASADO EN MARIENBAD
En un abigarrado y geométrico "chateau" versallesco, un hombre intenta persuadir a una mujer casada para que abandone a su marido y se fugue con él. Pese a sus esfuerzos cada vez más desesperados, la mujer parece no recordar la promesa de escapar con él que le hizo el año anterior, en Marienbad.
Dirigida en 1961 por el francés Alain Resnais "El año pasado en Marienbad" es por encima de todo, y a mi entender, un estimulante ensayo filosófico, puesto en imágenes, sobre la soledad y el sentido.
Del mismo modo que hombre y mujer no se ponen de acuerdo sobre lo sucedido en el pasado verano, tampoco coinciden en la interpretación que los dos hacen de un grupo escultórico de los muchos que figuran en los versallescos jardines del "chateau". Mientras él cree que el hombre protege a la mujer de un peligro, ella ve a ella indicándole a él la presencia de algo maravilloso.
Ambos ponen de manifiesto, en la interpretación del verano y de la estatua, el abismo que les separa generando como primera y principal consecuencia la imposibilidad de una verdadera y completa comunicación entre los dos. Y el resultado de esa incomunicación es la soledad que la poética realización de Resnais pone de manifiesto presentando a los personajes aislados y estilizados como maniquíes en el aplastante escenario que componen tanto los abigarrados y barrocos interiores como los geométricos y amplios jardines del chateau.
El resultado es una suerte de retablo en el que los personajes caminan como fantasmas perdidos en el laberinto de un propio sentido que. amargamente, resulta incomprensible para el otro, un paisaje frío y nihilista de estilizada incomunicación en el que la comprensión no viene del entendimiento sino de la cesión del más débil hacia el deseo del más fuerte, como sucede en el melancólico final de la historia.
Pese a algunos momentos que resultan excesivos dentro de lo ya oscuro y complejo de la fórmula propuesta o que resultan directamente demasiado pedantes (y que ponen las cosas difíciles al espectador de buena voluntad), "El año pasado en Marienbad" transmite un mensaje complejo que hunde sus raíces en lo mejor del pensamiento existencialista. Desprovisto del referente colectivo que proporcionaban lo que los postmodernos llaman grandes relatos, el hombre se ve relegado al relato justificador de la propia subjetividad, del propio sentido y del propio deseo, el resultado es un individualismo moral que genera un espacio de subjetividades autojustificadas insertas en un mundo vacío de sentido, que se convierte en mero escenario para el juego de las necesidades y los deseos de los individuos que siguen un camino propio, inasequible al entendimiento de los otros.
El resultado es este frío infierno de otros que Resnais tan aplicadamente nos muestra en su propuesta cinematográfica (que en algunos aspectos casi se asemeja a una suerte de paleo videoarte), un infierno del que es metonímica piedra de toque la inasequible belleza de ella, la inolvidable actriz y directora Delphine Seyrig..
Difícil obra maestra.
En un abigarrado y geométrico "chateau" versallesco, un hombre intenta persuadir a una mujer casada para que abandone a su marido y se fugue con él. Pese a sus esfuerzos cada vez más desesperados, la mujer parece no recordar la promesa de escapar con él que le hizo el año anterior, en Marienbad.
Dirigida en 1961 por el francés Alain Resnais "El año pasado en Marienbad" es por encima de todo, y a mi entender, un estimulante ensayo filosófico, puesto en imágenes, sobre la soledad y el sentido.
Del mismo modo que hombre y mujer no se ponen de acuerdo sobre lo sucedido en el pasado verano, tampoco coinciden en la interpretación que los dos hacen de un grupo escultórico de los muchos que figuran en los versallescos jardines del "chateau". Mientras él cree que el hombre protege a la mujer de un peligro, ella ve a ella indicándole a él la presencia de algo maravilloso.
Ambos ponen de manifiesto, en la interpretación del verano y de la estatua, el abismo que les separa generando como primera y principal consecuencia la imposibilidad de una verdadera y completa comunicación entre los dos. Y el resultado de esa incomunicación es la soledad que la poética realización de Resnais pone de manifiesto presentando a los personajes aislados y estilizados como maniquíes en el aplastante escenario que componen tanto los abigarrados y barrocos interiores como los geométricos y amplios jardines del chateau.
El resultado es una suerte de retablo en el que los personajes caminan como fantasmas perdidos en el laberinto de un propio sentido que. amargamente, resulta incomprensible para el otro, un paisaje frío y nihilista de estilizada incomunicación en el que la comprensión no viene del entendimiento sino de la cesión del más débil hacia el deseo del más fuerte, como sucede en el melancólico final de la historia.
Pese a algunos momentos que resultan excesivos dentro de lo ya oscuro y complejo de la fórmula propuesta o que resultan directamente demasiado pedantes (y que ponen las cosas difíciles al espectador de buena voluntad), "El año pasado en Marienbad" transmite un mensaje complejo que hunde sus raíces en lo mejor del pensamiento existencialista. Desprovisto del referente colectivo que proporcionaban lo que los postmodernos llaman grandes relatos, el hombre se ve relegado al relato justificador de la propia subjetividad, del propio sentido y del propio deseo, el resultado es un individualismo moral que genera un espacio de subjetividades autojustificadas insertas en un mundo vacío de sentido, que se convierte en mero escenario para el juego de las necesidades y los deseos de los individuos que siguen un camino propio, inasequible al entendimiento de los otros.
El resultado es este frío infierno de otros que Resnais tan aplicadamente nos muestra en su propuesta cinematográfica (que en algunos aspectos casi se asemeja a una suerte de paleo videoarte), un infierno del que es metonímica piedra de toque la inasequible belleza de ella, la inolvidable actriz y directora Delphine Seyrig..
Difícil obra maestra.