Ha pasado poco tiempo desde la primera vez, pero no he podido esperar más tiempo para revisitar esta obra maestra basada en un no menos maestro relato de Cormac McCarthy.
La primera constatación es que el talento breathtaking de Javier Bardem eclipsa muchos aspectos y detalles de esta película, incluso elementos que resultan esenciales para la comprensión profunda del sentido del relato. Uno se pasa el tiempo deseando que su psicópata aparezca y. cuando aparece, temiendo lo que va a suceder. Ante él, el melancólico y cansado sheriff que, con no menos maestría, interpreta el genial Tommy Lee Jones pasa relativamente desapercibido con sus silencios y su amargo sentido del humor.
La persecución que mantienen los personajes que interpretan Josh Brolin y Bardem son la presentación metonímica de ese mundo ante el que el sheriff se siente sobrepasado, incapacitado para la comprensión y por lo tanto para la respuesta. En la película ambas líneas argumentales están unidas y parecen tener el mismo peso narrativo, pero, e incuestionablemente, la esencia poética de la trama descansa en el sheriff.
La amarga constatación del paso del tiempo, acompañado de otro no menos amargo descubrimiento: nada ha cambiado o, incluso, las cosas han ido a peor. Nada puede hacerse. Ni siquiera Dios sirve como explicación... Lo mejor es echarse a un lado con el propio asombro y continuar envejeciendo mientras sea posible.
En"No es país para viejos", abunda un existencialismo del Lejano Oeste. La constatación de que la brutal lucha por la supervivencia sigue sucediendo en un paisaje duro, que no deja lugar a la menor de las concesiones y envejecer es una de ellas.
El aspecto animal del ser humano que es parte consustancial, muchas veces negada, de ese pequeño ser que tiene conciencia y reflexiona constantemente está ahí, dispuesto a echar abajo el cuidadoso y delicado trabajo de la otra parte, la moral, social y ética. Sabiendo que no hay mucho tiempo que perder y que hay, cogiendo sin el menor escrúpulo las rápidas líneas rectas que nos acercan a la imprescindible satisfacción de nuestras carencias. Pensando sólo en él.
El encuentro entre una y otra parte, la visión del esfuerzo contradictorio que constantemente llevan a cabo ambas en ese valle de Elías que es nuestra conciencia, genera ese vacío que como un cáncer crece y crece dentro de la cabeza del sheriff.
El asombro y la parálisis ante en absurdo que nos hace.
Quizá hacerse viejo sea llegar a la clara convicción de que nada tiene sentido y que todo esfuerzo en realidad siempre es en vano, porque el componente pulsional, animal y no razonado siempre termina venciendo por su propio peso... Después de todo, antes de juzgar si algo es bueno o malo, primero hay que estar vivo y respirar.
Como para dejarlo todo y jubilarse de una maldita vez ¿no?
No es país para viejos... Desde luego que no.
Aspero mundo.