El portaaviones no lo pagas tú

Cómo EE.UU. puede financiar su imperio militar sin tocar los impuestos

El despliegue de una flota estadounidense frente a Venezuela parece, a primera vista, un lujo que pagan los ciudadanos con sus impuestos. Este texto sostiene lo contrario: explica cómo funciona realmente el dinero en una economía con moneda hegemónica, por qué el déficit de EE.UU. es una fuente de poder y cómo la financiarización global permite sostener un aparato militar descomunal sin esfuerzo fiscal interno.

Cada vez que los Estados Unidos realizan un despliegue de fuerza —y el último es la flota que han enviado a las costas de Venezuela— la reacción pública es siempre la misma: “¿Cuánto nos cuesta esto a los ciudadanos?” Es un reflejo condicionado que se repite cada vez que aparece un portaaviones, un grupo de combate o una operación militar: asumir que todo ese gasto sale del bolsillo del contribuyente. Ese error impide ver el mecanismo real que permite a EE.UU. sostener despliegues así sin esfuerzo fiscal interno.


1. El Estado no usa dinero del contribuyente: crea el suyo

En un Estado con moneda soberana, el gasto no depende de la recaudación previa.

El dinero aparece cuando el Estado paga algo: el banco central acredita reservas y los bancos crean depósitos. Los impuestos vienen después y retiran parte de ese dinero.

El déficit no es un agujero: es la prueba contable de que el Estado crea más dinero del que destruye.

La deuda pública tampoco “financia” nada: sirve para absorber liquidez y mantener los tipos de interés en el nivel deseado.

Esto no es teoría macroeconómica abstracta: es la descripción de cómo operan realmente el Tesoro y la Reserva Federal, día a día.


2. La economía moderna genera más dinero del que puede absorber

La liquidez entra en el sistema por dos vías:

  • el gasto público financiado por déficit,
  • y el crédito privado creado por los bancos.

La economía productiva crece mucho más despacio que la masa monetaria. El resultado es evidente:

➡️ hay más dinero que riqueza real.

Ese exceso no desaparece: busca un destino.


3. Ese destino no es la industria: es la financiarización

Cuando hay más dinero que inversión productiva disponible, el capital va a lo que ofrece mayor rendimiento: activos financieros, vivienda, derivados, recompras de acciones.

La financiarización no es una anomalía: es el único mecanismo capaz de absorber el exceso de liquidez que genera la economía moderna.

El capital abandona la producción y se concentra en activos. El sistema entero se reorganiza alrededor del rendimiento financiero.

Este proceso, que parece desconectado del poder militar, es en realidad su fundamento económico.


4. El mundo entero absorbe los dólares que EE.UU. crea

Aquí está la pieza clave.

El dólar es:

  • moneda de reserva global,
  • refugio financiero,
  • activo seguro,
  • medio dominante para comercio y deuda.

Eso significa que el mundo necesita dólares, y por tanto:

EE.UU. gasta → crea dólares nuevos.

Esos dólares salen al exterior por comercio, inversiones y operaciones militares. Otros países los acumulan porque los necesitan para funcionar. Con ellos compran bonos del Tesoro. EE.UU. recibe de vuelta el dinero que creó → y gasta otra vez.

Es un circuito cerrado que recicla el déficit estadounidense. Y ese reciclaje es lo que permite que EE.UU. tenga un gasto militar que ningún otro país puede sostener.

El caso de Irak y Afganistán

El ejemplo más claro son las guerras de Irak y Afganistán. EE.UU. gastó más de dos billones de dólares en esos conflictos. Ese gasto creó dólares que fluyeron hacia contratistas militares, bases, gobiernos locales y cadenas de suministro internacionales.

¿Qué pasó con todo ese dinero?

No desapareció: se integró en el sistema financiero global y volvió como demanda de bonos del Tesoro. China, Japón, los países del Golfo y otros actores acumularon esos dólares y los reinvirtieron en deuda estadounidense.

El déficit generado por las guerras no debilitó el sistema: lo reforzó, porque aumentó la cantidad de dólares que el mundo necesitaba reciclar.


5. La consecuencia: EE.UU. puede financiar su poder militar global sin esfuerzo fiscal

Todo lo anterior desemboca aquí.

El portaaviones Gerald Ford, la flota frente a Venezuela, las bases repartidas por decenas de países y un presupuesto militar mayor que el de las siguientes diez naciones juntas no dependen del bolsillo del contribuyente estadounidense.

Dependen de esto:

  • una moneda que el mundo necesita,
  • un sistema financiero que absorbe cada dólar creado,
  • y un déficit que se recicla como activo seguro global.

Mientras el dólar sea el ancla del sistema financiero internacional, el déficit estadounidense es una fuente de poder, no una carga.

Por eso EE.UU. puede desplegar fuerza militar a escala planetaria sin tensiones fiscales internas. Por eso sus once portaaviones navegan sin que suban los impuestos. Por eso una flota puede situarse frente a Venezuela sin provocar debate presupuestario alguno.

Lo que sostiene al portaaviones no es el contribuyente. Es la arquitectura financiera global.


Conclusión

La pregunta no es “cuánto nos cuesta” una flota frente a Venezuela.

La pregunta es cómo puede un país permitirse semejante despliegue sin presiones fiscales, sin debates presupuestarios y sin restricciones reales.

La respuesta es simple:

➡️ porque EE.UU. emite la moneda que el mundo necesita,

➡️ porque ese mundo absorbe automáticamente cada dólar creado,

➡️ y porque la financiarización global convierte ese flujo monetario en demanda permanente de deuda norteamericana.

En ese sistema, el poder militar estadounidense no lo paga el ciudadano.

Lo paga el planeta entero.

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