Europa juega a la guerra (como quien juega al Fortnite)
Europa juega a la guerra (como quien juega al Fortnite)
Autopercepción moral, política performativa y realidad nuclear

Cada cierto tiempo, algún dirigente suelta que “Europa se prepara para la guerra con Rusia”. No hace falta tomarse la frase al pie de la letra para ver el síntoma: un continente que confunde política con comunicación cree que puede declarar guerras desde el sofá, en directo por redes, como si el frente fuese otro episodio de su serie moral favorita.
Europa vive atrapada en una ficción sostenida por su propia autopercepción moral. Sus políticos actúan como influencers: declaran principios, posan para las cámaras y miden su coraje en retuits. No gobiernan realidades, administran relatos. Y su fuerza ya no es propia: depende de la energía de otros, de las armas de otros, de la moneda de otros. Aun así, siguen hablando como si el siglo XX no hubiera terminado. Es delirio tecnocrático: la comunicación sustituye a la estrategia y el gesto reemplaza a la acción.
Mientras tanto, sus sociedades se infantilizan. Han redefinido la violencia: un tartazo, una broma incómoda o una opinión disonante pasan por agresiones intolerables. Las universidades levantan protocolos emocionales, los medios guías de lenguaje, los gobiernos eufemismos terapéuticos. La generación que llama “odio” a un chiste fantasea con “plantar cara a Rusia”. Un mundo que necesita zonas seguras para debatir no va a soportar una crisis real.
La brecha entre discurso y realidad no les avergüenza: les estimula. Creen que basta con pronunciar “estamos preparados” para estarlo. Pero la guerra no entiende de hashtags. Rusia está al lado, es una potencia nuclear, ya les está ganando una guerra proxy en Ucrania y tiene la ventaja de la experiencia: cinco años de combate continuo, reorganización industrial y cohesión social frente al enemigo exterior. Europa, en cambio, vive anestesiada por su propio relato.
Hablar de “declarar la guerra” como si fuera una nota de prensa no crea capacidades: no aparecen tropas, industria ni convicción por arte de magia. Lo único que aparece es la épica de salón. Y la épica de salón no fabrica munición.
Europa no se prepara para la guerra. Interpreta una. Ensaya la épica, reproduce los gestos, finge el valor. Mientras tanto, Rusia contempla con más indiferencia que otra cosa la rabieta impostada de un adolescente.
Importante...
No es que haya que decirle al rey que va desnudo. Hemos pasado pantalla. Hay que decirle que deje de hacer el gilipollas.
Comentarios
Publicar un comentario