Ucrania o la ilusión estratégica de Occidente - El Kursk ucraniano: cuando la simetría mata (III)


Esta tercera entrega de la serie Ucrania o la ilusión estratégica de Occidente continúa el análisis iniciado en El mito de Kiev en tres días, donde se desmontaba la narrativa del supuesto “fracaso ruso inicial”.
Si aquel primer texto mostraba cómo la guerra comenzó bajo el signo de una ilusión —la de que Rusia había sido derrotada antes de tiempo—, este examina el momento en que esa ilusión se volvió contra quienes la alimentaron: la contraofensiva ucraniana de 2023, presentada como la gran prueba del modelo OTAN y convertida, finalmente, en su límite histórico.


La contraofensiva ucraniana de 2023 fue presentada como el giro decisivo de la guerra.

Formada por la OTAN, equipada con armamento occidental y avalada por los gobiernos de los principales miembros europeos de la OTAN, debía demostrar que Ucrania podía derrotar a Rusia en su propio terreno.

Pero aquella ofensiva se estrelló contra la realidad: una defensa en profundidad, un enemigo atrincherado y una ilusión —la de que bastaba parecerse a la OTAN para vencer como ella.

Así como Kursk selló el destino del ejército alemán en 1943, Zaporizhia marcó el punto en que la guerra de Ucrania perdió su horizonte ofensivo para el bando otanista.

La preparación del golpe decisivo

Durante el invierno de 2022-23, Kiev y sus aliados occidentales planearon una ofensiva a gran escala.

El objetivo declarado era romper el corredor terrestre hacia Crimea, una línea vital para el suministro ruso.

Washington y Bruselas habían apostado por una victoria simbólica: una penetración que demostrara que el modelo occidental —tecnología, entrenamiento, precisión— podía imponerse al peso industrial y demográfico ruso.

Doce brigadas mecanizadas fueron formadas fuera del país, dotadas con tanques Leopard 2, Bradley y Challenger 2, y devueltas a Ucrania como el núcleo del "nuevo ejército moderno".

La operación debía iniciarse en primavera, cuando el terreno seco favoreciera el avance mecanizado.

Todo el relato estratégico se articuló en torno a esa expectativa: que la guerra podía resolverse con una maniobra decisiva al estilo OTAN.

El plan original, según el informe del Royal United Services Institute (RUSI) Preliminary Lessons from Ukraine's Offensive Operations, 2022–23, era ambicioso pero aparentemente viable: utilizar tres brigadas blindadas y mecanizadas para fijar fuerzas rusas en el este, mientras otras tres brigadas rompían las líneas defensivas rusas en el sur. El objetivo era aislar la ciudad de Tokmak en siete días y después avanzar hacia Melitópol y la costa, cortando el corredor terrestre entre Rusia y Crimea.

Michael Kofman, del CNA y uno de los analistas más respetados sobre asuntos militares rusos, describió la planificación inicial como "razonable dentro de sus premisas, pero condicionada por asunciones optimistas sobre la capacidad de Ucrania para replicar operaciones de estilo OTAN" (War on the Rocks, septiembre 2023).

La ilusión de simetría y la proyección ilimitada de poder

La contraofensiva de 2023 no fue solo un error táctico: fue la consecuencia lógica de una ilusión de proyección ilimitada de poder.

Desde el fin de la Guerra Fría, Occidente ha concebido la guerra como un ejercicio de alcance global: bastaba con combinar tecnología, inteligencia y precisión para imponer su voluntad en cualquier punto del mapa.

En Ucrania intentó repetir ese esquema, olvidando que Rusia no era un adversario remoto, sino un enemigo contiguo con profundidad estratégica, industria propia y mando unificado.

La OTAN creyó posible trasladar su modelo expedicionario —el de Irak, Kosovo o Libia— a un conflicto de frontera contra una potencia de alcance global, donde las leyes de la guerra son otras.

Esa ilusión condujo a una serie de decisiones estructuralmente erróneas:

  • Planificar una ofensiva mecanizada sin superioridad aérea.

  • Subestimar la densidad de las defensas rusas.

  • Confiar en la movilidad táctica como sustituto del peso logístico.

  • Asumir que la doctrina OTAN podía operar sin su infraestructura.

Un estudio del US Army Military Review (enero-febrero 2025) lo reconocía con franqueza:

"Los analistas occidentales esperaban una mayor competencia y un enfoque más parecido al de la OTAN: integración conjunta, énfasis en la superioridad aérea y operaciones complejas destinadas a neutralizar los sistemas de defensa."

El error fue suponer que Ucrania podía ser la OTAN sin disponer de sus medios ni de su autonomía industrial, sólo con unos meses de entrenamiento.

El representante de la Alianza en Kiev lo expresó con crudeza burocrática:

"Naturalmente, se necesitan soldados a los que proporcionar equipos y formación. La parte ucraniana del acuerdo consiste en aportar esos soldados."
(Le Monde, diciembre 2023)

Detrás de esa frase late toda la lógica imperial de la guerra delegada: Occidente pone el material y la doctrina; Ucrania, la carne y el territorio.

La confianza en la superioridad tecnológica llevó a una infravaloración sistemática de las capacidades rusas: su defensa en profundidad, su potencia artillera, su elasticidad doctrinal y su control del tiempo.

Jack Watling y Nick Reynolds, autores del informe de RUSI Stormbreak: Fighting Through Russian Defences in Ukraine's 2023 Offensive, documentaron cómo las defensas rusas habían evolucionado radicalmente:

"Los campos minados rusos, que doctrinalmente debían tener 120 metros de profundidad, alcanzaban en la práctica los 500 metros. La dispersión de sistemas de guerra electrónica y la concentración de artillería en puntos críticos convirtieron el avance ucraniano en un ejercicio letal."

En julio de 2023, Responsible Statecraft lo resumía así:

"La realidad del combate ha barrido aquellas afirmaciones optimistas y ha revelado una verdad dura: es improbable que Ucrania pueda expulsar militarmente a Rusia de su territorio, por muchos hombres que envíe al frente."

La guerra dejó de ser un campo de demostración tecnológica y volvió a ser lo que siempre fue y sigue siendo: un conflicto entre fuerzas desiguales, donde el que administra mejor el desgaste acaba imponiéndose.

El choque con la realidad

La ofensiva comenzó en junio de 2023, con tres ejes principales: Zaporizhia (hacia Melitópol), Donetsk (hacia Bajmut) y el frente sur (hacia Berdiansk).

Pero el terreno elegido —campos abiertos saturados de minas, sin cobertura aérea y con una defensa rusa profundamente fortificada— anulaba de antemano las premisas del plan.

Los primeros avances fueron catastróficos.

El desastre de Mala Tokmachka

El 7 de junio de 2023, las brigadas mecanizadas 47.ª y 33.ª, dotadas con Leopard 2 y Bradley recién llegados de Occidente, lanzaron un asalto mecanizado sobre el pueblo de Mala Tokmachka.

La operación fue detectada por reconocimiento aéreo ruso antes incluso de comenzar. Las columnas blindadas quedaron atrapadas en campos minados y fueron destruidas por helicópteros Ka-52, artillería y misiles antitanque.

Según documentó el periodista David Axe en Forbes, las pérdidas fueron devastadoras: al menos un Leopard 2A6, nueve Bradley y varios vehículos de desminado fueron destruidos o abandonados en las primeras 48 horas. Las brigadas 33.ª y 47.ª sufrieron un 15% de bajas entre muertos y heridos, y perdieron aproximadamente un quinto de sus Bradley y Leopard 2A6 asignados.

Axe concluyó sin ambages: "La derrota ucraniana cerca de Mala Tokmachka fue un desastre militar."

Un veterano estadounidense de la brigada 47.ª, herido en combate, describió la situación en una entrevista con ABC News en agosto: "Mi unidad sufrió un 85% de bajas. Era inmediatamente evidente que nos enfrentábamos a una resistencia muy organizada."

El coste material

En las primeras seis semanas de la ofensiva, Ucrania perdió aproximadamente una cuarta parte de su material blindado occidental.

The New York Times informó que las pérdidas de equipo alcanzaron el 20% del material enviado al campo de batalla durante el inicio de la ofensiva. Esto obligó a Ucrania a cambiar de táctica, pasando de operaciones mecanizadas a ataques de desgaste basados en artillería y misiles, reduciendo la tasa de pérdidas al 10%, pero también reduciendo drásticamente el ritmo de avance.

Según datos verificados por Oryx, el sitio holandés de análisis de defensa OSINT, para enero de 2024 Ucrania había perdido 140 Bradley destruidos, abandonados o capturados. Los Leopard 2 también sufrieron pérdidas significativas, aunque las cifras exactas fueron objeto de disputa propagandística.

El analista militar Donald Hill señaló que "la producción rusa de drones y otras armas ha cobrado un precio serio a los atacantes ucranianos, con algunas brigadas involucradas en las ofensivas perdiendo más del 50% de sus vehículos dañados o destruidos."

La confesión de Zaluzhny

El general Valery Zaluzhny, comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas, reconoció en noviembre de 2023 en una entrevista con The Economist que la guerra "había entrado en un estancamiento posicional."

Sus palabras fueron demoledoras:

"Igual que en la Primera Guerra Mundial, hemos alcanzado un nivel de tecnología que nos pone en un punto muerto. Lo más probable es que no haya un avance profundo y hermoso."

Zaluzhny admitió que el plan inicial asumía avances de 30 kilómetros por día:

"Si nos atenemos a los manuales de la OTAN y a las matemáticas que hicimos, cuatro meses deberían haber sido tiempo suficiente para llegar a Crimea, luchar en Crimea, regresar de Crimea y volver a entrar y salir."

La realidad fue radicalmente distinta. Tras cinco meses de ofensiva, Ucrania había avanzado apenas 17 kilómetros. El objetivo de alcanzar Tokmak y cortar el corredor a Crimea se volvió inalcanzable.

En la misma entrevista, Zaluzhny reconoció uno de sus errores fundamentales:

"Ese fue mi error. Rusia ha perdido al menos 150.000 muertos. En cualquier otro país, tales bajas habrían detenido la guerra."

El objetivo que no fue: Zaporizhia y la lógica del sacrificio

Cuando la contraofensiva general fracasó en su propósito principal —romper el corredor hacia Crimea—, el mando ucraniano buscó un objetivo más acotado que pudiera presentarse como éxito parcial: la toma de la central nuclear de Zaporizhia.

No era un plan nuevo, sino la reorientación desesperada de una operación que ya había perdido sentido estratégico.

El objetivo parecía razonable: un golpe simbólico que restaurara la iniciativa y mostrara resultados a los aliados. Controlar la central habría tenido valor político, económico y moral; habría permitido afirmar que, aunque la ruptura del frente había fallado, Ucrania conservaba la ofensiva.

Pero esa última apuesta repitió todos los errores de la primera: falta de superioridad aérea, escasez de reservas, imposibilidad de sostener la línea de avance.

Las brigadas 33.ª y 47.ª, formadas en el exterior y equipadas con Leopard 2 y Bradley, quedaron diezmadas antes de alcanzar Energodar. La central se convirtió en un horizonte inalcanzable que absorbió hombres, combustible y credibilidad.

A esas alturas, la única decisión racional habría sido detener la ofensiva, consolidar las posiciones y preservar las brigadas mecanizadas.

Pero Kiev no podía retirarse: el coste político era inasumible. Y aquí ya empezó a mostrar esa predisposición a valorar más las opiniones de sus aliados que la vida de sus propios soldados.

El general británico Richard Barrons lo explicó sin rodeos:

"Ucrania no podía retirarse sin admitir el fracaso, y esa imposibilidad simbólica costó miles de bajas."
(Financial Times, septiembre 2023)

La prolongación de la ofensiva tuvo un valor puramente propagandístico. El mando buscaba mantener la narrativa de resistencia ante Washington y Bruselas, aunque ello significara inmolar la última reserva móvil del ejército.

La imagen se impuso a la estrategia, y el resultado fue la sangría final: un esfuerzo agotado que terminó consolidando, no debilitando, las posiciones rusas.

Kursk como espejo

El paralelismo con Kursk 1943 no reside en la escala, sino en la estructura del error.

En ambos casos, un ejército agotado intentó recuperar la iniciativa mediante una ofensiva mecanizada contra un enemigo atrincherado y superior en defensa.

Kursk fue la última apuesta de Alemania por la guerra de movimiento; Zaporizhia, la última de Ucrania por la guerra de maniobra.

En ambos fracasos se revela la misma ilusión: creer que la tecnología y el valor pueden sustituir a la correlación de fuerzas.

El historiador militar David Glantz, autor del estudio de referencia The Battle of Kursk, describió cómo la Wehrmacht en 1943 apostó por la superioridad técnica de sus Tiger y Panther para romper las defensas soviéticas en profundidad. El resultado fue una derrota que acabó con toda capacidad ofensiva alemana en el frente oriental.

Setenta años después, la lección no había sido aprendida.

Las consecuencias del fracaso

Las consecuencias de la contraofensiva fallida fueron estructurales:

1. Destrucción de la reserva mecanizada

Las brigadas entrenadas en Occidente quedaron diezmadas o disueltas. El informe de RUSI documentó que las unidades que participaron en la ofensiva sufrieron tasas de desgaste insostenibles, con pérdidas de personal y equipo que no pudieron ser reemplazadas en un plazo razonable.

2. Pérdida de la iniciativa

Desde otoño de 2023, Rusia recuperó la capacidad de marcar el ritmo del conflicto y todavía no la ha perdido. El ISW (Institute for the Study of War) reconoció en sus evaluaciones posteriores que las fuerzas rusas habían consolidado sus posiciones y reanudado operaciones ofensivas limitadas en múltiples sectores.

3. Erosión política

La falta de resultados debilitó el consenso occidental y reactivó las dudas sobre la viabilidad del esfuerzo bélico. Una encuesta de Time Magazine en octubre de 2023 reveló que los colaboradores más cercanos de Zelensky creían que el presidente "se estaba engañando a sí mismo" sobre la posibilidad de derrotar a Rusia.

"Ya no tenemos opciones. No estamos ganando. Pero intenta decírselo a él," confesó uno de los asesores del presidente.

4. La crisis Zelensky-Zaluzhny

La confesión pública de Zaluzhny sobre el estancamiento provocó una crisis política interna. The Economist informó en noviembre de 2023 que las relaciones entre el presidente y el comandante en jefe se habían vuelto "terribles", con fuentes gubernamentales describiendo un conflicto abierto sobre quién debía asumir la responsabilidad del fracaso.

Zaluzhny fue finalmente destituido en febrero de 2024 y reemplazado por el general Oleksandr Syrskyi.

Lecciones históricas

Kursk y Zaporizhia enseñan lo mismo: cuando la guerra ha cambiado de naturaleza, insistir en el paradigma anterior conduce al desastre.

En 1943, Alemania confió en sus tanques.
En 2023, Ucrania y la OTAN confiaron en su tecnología y en la fe en la simetría.

Ambas descubrieron que el poder de fuego no sustituye al poder de reposición ni la moral a la logística.

Lawrence Freedman, historiador militar de King's College, escribió en su análisis de la contraofensiva (Comment is Freed, agosto 2023):

"La guerra moderna no se gana con gestos brillantes, sino con la capacidad de sostener el esfuerzo. Ucrania apostó por el gesto brillante porque eso era lo que sus patrocinadores necesitaban ver. El resultado fue predecible."

Michael Kofman y Rob Lee resumieron las lecciones operacionales en War on the Rocks (septiembre 2023):

"La contraofensiva reveló que las operaciones ofensivas exitosas requieren no solo equipo y entrenamiento avanzados, sino también superioridad aérea, capacidad de reconocimiento en profundidad, superioridad en fuegos, y reservas suficientes para explotar cualquier brecha. Ucrania carecía de todas estas condiciones."

Evaluación crítica

Hechos

  • La contraofensiva no logró sus objetivos territoriales.

  • Ucrania avanzó menos de 20 kilómetros en cinco meses.

  • Las brigadas mecanizadas occidentales fueron diezmadas.

  • Zaluzhny reconoció públicamente el estancamiento.

  • Rusia mantuvo el corredor hacia Crimea.

Inferencias

  • El error fue estructural y estratégico, incluso conceptual, no eminentemente táctico.

  • La ilusión de simetría —creer que Ucrania podía combatir como la OTAN— condicionó todas las decisiones operativas.

  • La presión política para demostrar resultados llevó a prolongar una ofensiva ya condenada al fracaso.

Evaluación

El "Kursk ucraniano" fue el momento en que la ilusión estratégica de Occidente tocó su límite.

El modelo OTAN, pensado para guerras de intervención contra adversarios débiles y sin defensa aérea integrada, no sobrevivió a una guerra de atrición contra una potencia continental con industria de guerra propia.

Conclusión

La contraofensiva de 2023 marca el punto de inflexión de la guerra: el paso de la esperanza estratégica a la resignación posicional.

Kiev no perdió solo blindados o territorio: perdió la iniciativa y la capacidad de decidir el rumbo de la guerra.

Zaporizhia fue su Kursk: el momento en que la fe sustituyó a la estrategia.

Como escribió Zaluzhny en su ensayo para The Economist:

"No podemos ganar esta guerra con las armas de la generación pasada y los métodos obsoletos."

Pero tampoco podía ganarla creyendo que bastaba con parecerse a la OTAN para vencer como ella.

La guerra de Ucrania no es una guerra de la OTAN.
Es una guerra industrial, posicional, de desgaste.
Y en ese tipo de guerra, la ilusión de simetría mata.

Bibliografía

Fuentes analíticas principales

  • Royal United Services Institute (RUSI). Preliminary Lessons from Ukraine's Offensive Operations, 2022–23. Londres, 2024.

  • Watling, Jack, y Nick Reynolds. Stormbreak: Fighting Through Russian Defences in Ukraine's 2023 Offensive. RUSI, 4 septiembre 2023.

  • Institute for the Study of War (ISW). Ukraine Offensive Campaign Assessments (May–December 2023). Washington, DC, 2023.

Analistas y expertos citados

  • Kofman, Michael, y Rob Lee. “Perseverance and Adaptation: Ukraine's Counteroffensive at Three Months.” War on the Rocks, 4 septiembre 2023.

  • Freedman, Lawrence. “The Limits of Technological Optimism in Warfare.” Comment is Freed (Substack), agosto 2023.

  • Axe, David. “Ukrainian Defeat at Mala Tokmachka: A Military Disaster.” Forbes, junio 2023.

  • Glantz, David M., y Jonathan House. The Battle of Kursk. University Press of Kansas, 1999.

Entrevistas y declaraciones

  • Zaluzhny, Valery. “Ukraine's Commander-in-Chief on the Breakthrough He Needs to Beat Russia.” The Economist, 1 noviembre 2023.

  • Zaluzhny, Valery. “Modern Positional Warfare and How to Win It.” The Economist, 1 noviembre 2023.

  • Barrons, Richard. Declaraciones sobre la contraofensiva ucraniana. Financial Times, septiembre 2023.

Cobertura periodística

  • The New York Times. “After Suffering Heavy Losses, Ukrainians Pause to Rethink Strategy.” 15 julio 2023.

  • The Washington Post. “Ukraine's New Bradley Fighting Vehicles Face Damage and Quick Repairs.” 20 julio 2023.

  • ABC News. Entrevista con veterano estadounidense herido en Ucrania. Agosto 2023.

  • Time Magazine. “Inside Zelensky's Struggle to Keep Ukraine in the Fight.” Octubre 2023.

  • Responsible Statecraft. “Por qué fracasa la contraofensiva ucraniana.” 19 julio 2023.

  • Le Monde. “Ucrania debe aportar soldados, dice el representante de la OTAN en Kiev.” 13 diciembre 2023.

Análisis OSINT y datos verificados

  • Oryx. Base de datos de pérdidas de equipamiento verificadas visualmente, 2023–2024.

  • National Security Journal. “Did the M2 Bradley Fighting Vehicle Fail in Ukraine?” Abril 2025.

  • 19FortyFive. “Did the M2 Bradley Fail in Ukraine? A Hard Look at the Battlefield Reality.” Febrero 2025.

Documentos oficiales y análisis militares

  • US Army Military Review. “Meeting Expectations: Western Assessments of the Ukrainian War.” Enero–febrero 2025.


Siguiente entrega: Kursk 2024: el espejismo final

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