Confieso que mi proceso de cambio de equipo de fútbol ha sufrido un pequeño retroceso. La épica victoria del Real Madrid en Pamplona ha tenido la culpa.
Creo que ya lo he escrito alguna que otra vez, pero me da igual. Lo repito. Es mi puto blog ¿no?. Con diez, bajo la lluvia y con un gol en contra. La furia con la que Robben buscó con la cabeza el balón para marcar el primer gol, la fe con la que Sergio Ramos cargó con todo contra la defensa pamplonica hasta darle un balón a Higuaín, la fe también con la que éste chutó contra la portería. Fue algo emocionante.
No se debería despreciar el deporte cuando puede convertirse en emocionante vehículo de grandes emociones basadas en valores eternos como la fe, la constancia y el esfuerzo.
Hay mucho que aprender en él, tanto practicándolo como viéndolo, y lo que es más importante en él, en su encanto, anida la trascendente magia pagana de los dioses mortales. Proezas de carne y sangre que el viento también se llevará, pero que permanecerán eternas en la memoria del corazón de todos aquellos que las vivieron.
El lugar donde el olvido es más difícil... si es que es necesario olvidar. Bien lo sabemos los que vamos por la vida cabalgando con el vigésimo séptimo.