Rusia puso el primer muro, China pondrá el segundo
La hegemonía estadounidense se construyó sobre una certeza: que su influencia podía llegar a cualquier rincón del planeta y que ningún actor sería capaz de detenerla. Esa convicción, sin embargo, está siendo puesta a prueba. Rusia ha trazado la primera línea roja en Ucrania, demostrando que el mundo ya no es un tablero abierto a la voluntad de Washington. Y todo indica que China —con su peso demográfico, industrial y geopolítico— levantará el siguiente muro, uno mucho más alto y difícil de derribar. Toda hegemonía nace de una idea simple y poderosa: la convicción de que su poder puede extenderse más allá de cualquier frontera. Ningún imperio, potencia o proyecto expansivo se ha concebido sin esa creencia fundacional. Desde Roma hasta Washington —pasando por los reinos ibéricos de la Edad Moderna, el Imperio británico o la Unión Soviética—, las grandes potencias han necesitado persuadirse de que su capacidad para influir, imponer o transformar el mundo era ilimitada, aunque las formas c...