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Mostrando las entradas etiquetadas como Movimientos sociales

El gran pacto: salario, bienestar y paz social comprada (III)

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La oleada revolucionaria de entreguerras demostró que el viejo orden liberal no podía sostenerse solo con represión y disciplina. La tesis de la paz automática entre propietarios había sido demolida por la antítesis obrera y por la existencia de una alternativa real: la Unión Soviética y sus partidos comunistas actuando como quinta columna interna. El equilibrio que las élites intentaron mantener en los años veinte y treinta —combinando concesiones mínimas con represión y austeridad— resultó inestable. Para contener el conflicto de clase y el miedo a la revolución, amplios sectores burgueses recurrieron al fascismo : Mussolini en Italia, Hitler en Alemania, regímenes autoritarios en Europa central. Fue un intento de restaurar el orden capitalista mediante violencia total y represión del movimiento obrero. Terminó en desastre: guerra mundial y destrucción masiva. La Segunda Guerra Mundial , sin embargo, trajo algo distinto. Para derrotar al fascismo, las democracias liberales movil...

De la paz social a la cuestión social (II)

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En la primera entrega vimos que la democracia liberal nació como un club de propietarios: un espacio tan homogéneo que la estabilidad era casi automática. Pero esa paz no podía durar indefinidamente. La industrialización, el crecimiento de las ciudades y la aparición de una clase obrera numerosa y consciente cambiaron el escenario. Por primera vez entraron en escena sujetos con intereses materiales radicalmente distintos. El nacimiento de una clase con voz A mediados del siglo XIX, el capitalismo industrial había creado masas de asalariados sometidos a jornadas extenuantes y salarios de subsistencia. Estos hombres y mujeres, sin propiedad ni seguridad, estaban fuera de la ciudadanía política, pero comenzaron a organizarse. Gran Bretaña: el cartismo reclamó desde la década de 1830 sufragio universal masculino y derechos laborales básicos; aunque derrotado, dejó huella profunda. Francia: la revolución de 1848 proclamó el sufragio universal masculino y dio protagonismo a los o...

Del consenso burgués al desencanto: una historia de la paz social (I)

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Esta serie nace de una reflexión previa —la entrada sobre Rosa Parks y la domesticación de la memoria de la resistencia —, donde analizábamos cómo nuestras sociedades convierten en iconos inofensivos a quienes, en su momento, desafiaron el orden establecido. Constatábamos allí que vivimos en democracias que celebran luchas pasadas mientras criminalizan las interrupciones reivindicativas del presente. No se consideran justificadas porque se perciben como una ruptura innecesaria de algo llamado paz social , que suele equivaler al funcionamiento ininterrumpido de la gran máquina capitalista. Punto de partida La hipótesis inicial es sencilla pero decisiva: la democracia liberal no nació como un sistema para todos, sino como un autogobierno de una élite homogénea —propietarios, varones, blancos. En sus orígenes, el régimen representativo no tuvo que preocuparse por la paz social porque el conflicto de clases estaba excluido por definición: solo los “iguales”, quienes compartían posición ...

La falsa paz social: cómo se borró la lucha que hizo posible nuestros derechos

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Cuando pensamos en Rosa Parks, la recordamos como una mujer tranquila que se negó a levantarse de su asiento en un autobús de Montgomery. Pero aquel gesto fue un delito: Parks fue detenida, acusada y señalada por “alterar el orden público”. Hoy la celebramos como heroína porque su acto abrió una grieta en un sistema racista. Sin embargo, olvidamos que entonces fue vista como una peligrosa amenaza. La historia convierte en estatuas inofensivas a quienes, en su tiempo, incomodaron al poder. Esa operación de memoria no es inocente. Vivimos en sociedades que se narran a sí mismas como pacificadas y definitivas : democracias liberales y economías de mercado que, tras la caída del bloque soviético, habrían llegado al “fin de la historia” anunciado por Francis Fukuyama. Si el presente es el destino final, todo conflicto aparece como una anomalía, un error que perturba un orden natural. Cómo nació la ilusión de la paz social La sensación de que hoy habitamos sociedades “resueltas” —sin anta...

Los derechos no nacen en silencio: la protesta como memoria incómoda

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Cuando pensamos en Rosa Parks, la recordamos como una heroína tranquila, sentada en un autobús de Montgomery. Lo que solemos olvidar es que aquel gesto fue un acto de desobediencia castigado por la ley. Parks fue detenida, acusada y vilipendiada por “alterar el orden público”. Y, sin embargo, gracias a ella y a tantos otros que incomodaron al poder, hoy consideramos impensable la segregación racial en Estados Unidos. La protesta nunca nace para complacer ni para quedarse invisible. Como explicaba Charles Tilly, los movimientos sociales son repertorios de acción que interrumpen la normalidad, porque solo interrumpiendo se hace visible la desigualdad. Sidney Tarrow lo resumía de manera precisa: la protesta molesta porque abre un espacio de negociación política que de otro modo no existiría. Frente al argumento de que “hay que protestar sin molestar”, conviene recordar a Henry David Thoreau: obedecer leyes injustas es ser cómplice de la injusticia. Hannah Arendt insistía en que la desob...