Una de las grandes discusiones sobre la Segunda Guerra Mundial —silenciosa en algunos contextos, ruidosa en otros— es la de quién derrotó realmente al Tercer Reich: ¿los Aliados occidentales o la Unión Soviética?
Más allá del reparto geopolítico del triunfo, hay un dato que obliga a repensar el relato habitual: desde el Día D, el Ejército Rojo no sufrió ningún revés comparable a los que enfrentaron los Aliados occidentales. Y esto, a pesar de que los soviéticos se enfrentaban al grueso, y no a los restos, del ejército alemán.
Tres debacles aliadas en menos de un año
A partir de junio de 1944, con el exitoso desembarco en Normandía, los Aliados occidentales abrieron el segundo frente que Stalin llevaba años reclamando. Sin embargo, el avance no fue tan fluido como la narrativa popular suele presentar. Entre 1944 y principios de 1945, los ejércitos angloamericanos sufrieron tres reveses militares importantes, incluso decisivos:
-
Operación Market Garden (septiembre de 1944): una apuesta arriesgada para cruzar rápidamente los Países Bajos usando fuerzas aerotransportadas. El resultado fue un fracaso costoso, con miles de bajas y ningún avance estratégico.
-
Bosque de Hürtgen (septiembre 1944 - febrero 1945): una campaña mal planificada en la que las fuerzas estadounidenses quedaron atrapadas durante meses, sufriendo pérdidas elevadas sin lograr una victoria significativa.
-
Ofensiva de las Ardenas (diciembre 1944): una contraofensiva sorpresa del ejército alemán que desorganizó a los Aliados, provocó un colapso temporal de sus líneas y forzó una costosa recuperación.
Lo más notable es que estos fracasos no ocurrieron frente a un ejército alemán en su apogeo, sino frente a un Reich ya agotado, en retirada, con menos recursos, sin superioridad aérea y con el grueso de sus tropas atrapadas en el Este.
El contraste soviético: sin reveses ante el grueso del enemigo
Mientras los Aliados tropezaban en el Oeste, el Ejército Rojo, enfrentando al núcleo más fuerte y numeroso de la Wehrmacht, mantenía un ritmo ofensivo casi imparable. Algunas de las mayores operaciones militares de la historia se lanzaron en este periodo:
-
Operación Bagration (junio-agosto 1944): una ofensiva demoledora que destruyó completamente al Grupo de Ejércitos Centro alemán. Fue una de las derrotas más catastróficas de la historia militar alemana.
-
Avance hacia el Vístula y el Oder (enero 1945): liberación de Polonia y avance soviético a pocos kilómetros de Berlín en cuestión de semanas.
-
Sitios y batallas como Budapest, Königsberg y finalmente Berlín: feroces, costosas, pero todas exitosas para la Unión Soviética, que no perdió la iniciativa ni una sola vez desde el verano del 44.
La comparación es contundente: los soviéticos no sufrieron nada remotamente parecido a Market Garden, Hürtgen o las Ardenas, y lo hicieron enfrentando a la Wehrmacht en su corazón operativo, no a sus restos.
Calidad y cantidad: los soviéticos enfrentaron a lo mejor
No solo es cuestión de volumen. Desde 1941 hasta 1944, Alemania concentró la mayoría de sus divisiones, especialmente las mejores (Panzer, Waffen-SS), en el frente oriental. Incluso después del desembarco de Normandía, la prioridad de Hitler seguía siendo el Este. El Oeste era secundario, defendido con unidades de reserva, soldados de reemplazo y divisiones estáticas.
Aun así, los Aliados sufrieron reveses graves. Los soviéticos, por el contrario, aniquilaron estructuras enteras del ejército alemán, recuperaron territorios colosales y llegaron a Berlín sin haber sido jamás desbordados en una gran ofensiva alemana.
El relato que incomoda
Reconocer esta realidad no es restar mérito a los sacrificios aliados ni minimizar su papel. Pero sí obliga a ajustar el relato triunfalista. El ejército que derrotó al nazismo en el campo de batalla fue, en términos estrictos, el Ejército Rojo. No por ideología, sino por hechos:
-
Enfrentó al grueso de las tropas nazis.
-
Asestó las derrotas más letales a la Wehrmacht.
-
Mantuvo la iniciativa ofensiva desde Stalingrado hasta Berlín.
-
No sufrió ningún revés comparable a los fracasos aliados entre 1944 y 1945.
Mientras los Aliados sufrían derrotas parciales frente a un enemigo que se descomponía, los soviéticos vencieron —con sangre y acero— al ejército nazi en su forma más concentrada y desesperada.