martes, noviembre 15, 2016

"En junio de 2015 Donald Trump anunció su candidatura a la presidencia e inmediatamente se irguió en candidato apoyado en la fuerza de su agresiva posición antiinmigración. Como contaba con su propio dinero y fama basada en sus medios, Trump no necesitaba recurrir a la música pro austeridad, pro inmigración y pro libre comercio a la que habían apelado otros candidatos par sacudir el árbol del dinero de los grandes constribuyentes del Partido Republicano. No tenía nada más que anunciar su candidatura diciendo que todo estaba corrompido y él era el único en que cabía confiar y que no tenía un supercomité de acción política. Y podía hablar a los votantes republicanos de clase trabajadora que habían sido dejados de lado en el marco económico vigente diciendo que iría a por China y les proporcionaría seguridad social y Medicare y perseguiría a los artistas de la estafa de los fondos especulativos.

Les pareció bien. Durante décadas se les había dicho, por razones partidistas, que Washington era corrupto y que todos los políticos de Washington eran malos y corruptos. Ahora, por fin, tenían a alguien que podía decir esas cosas sin encarnar los signos de tales defectos, alguien que podía, por fin, aludir en voz alta a todas las acciones corruptas que perpetraban las mismas figuras del propio establishment republicano"

(Polarización política y perspectiva futura de los partidos norteamericanos, Lee Drutman)

viernes, noviembre 11, 2016

Paradojas del populismo

Si somos realmente demócratas deberíamos tener claro que lo mismo vale el voto de un catedrático de Berkeley que el voto de un empleado de una gasolinera en medio de alguna ninguna parte de Wyoming.

La virtud de Trump, una virtud que hay que reconocerle, es haber conseguido que ese blanco de Wyoming se decidiera a votar por primera vez en mucho tiempo.

La victoria de Trump se ha basado en una genial solución "out of the box" de la política norteamericana, una política que durante mucho tiempo ha seguido la agenda de luchar por el voto de las principales minorías y, al mismo tiempo, ignorando la existencia de ese elefante en la habitación que era la mayoría blanca. Trabajadores de cuello azul y blanco despojados y degradados por el proceso de deslocalización que implica la globalización.

En sus reflexiones post-electorales, los propios demócratas reconocen haberlos dejado de lado, pero lo cierto es que existían a merced de un astuto oportunista como Trump, un Trump que no ha hecho otra cosa que hablar a las tripas del corazón de una américa deseosa de revancha, pero también ante el impotente escándalo de la otra américa, que no ha hecho otra cosa que descalificarle convirtiendose así en su principal agente reclutador de votos.

Y lo cierto es que el populismo existe, pero no es menos cierto que en los países del primer mundo también existen esas bolsas de mayorías descontentas y que ven degradadas sus condiciones de vida, incapaces de disfrutar de la opulencia que les rodea como ciegos en Gaza.

Y lo peor es que la política tradicional una vez más se equivoca tomando el efecto por causa, convirtiendo en problema al populismo cuando en realidad el problema es la existencia de esas bolsas de descontento que van a la abstención y que se convierten en una ignorada gran mayoría a la espera de tipos astutos como Trump.

Por ahora, y en nuestro país, Rajoy puede referirse a una poderosa realidad frente a cuyos matemáticos designios uno debe plegarse mientras las filas del abstencionismo se engrosan a la espera de la llegada de alguien como Trump. Pero ese alguien no tardará en llegar porque una sociedad no puede nunca construirse a la espalda de las mayorías y lo que ha sucedido en los Estados Unidos es una toma de contacto con su propia realidad después de años de neurosis.

Nada más sano que conocer la propia sombra y en los Estados Unidos esa mayoría que Trump ha invocado es real, es el monstruo que la tendencia totalitaria del capitalismo de consumo genera, una tendencia a la ignorancia que es buena mientras esté desmovilizada politicamente que es como habia estado, calladita y sin molestar, hasta que ese aprendiz de brujo llamado Trump se ha atrevido a invocar.

Por eso criticar a Trump o a esa América es lo más cómodo, otro síntoma más de la brutalización y degradación a la que la sociedad de consumo nos somete. La única diferencia es que ese sintoma afecta ahora a los estratos ilustrados que parecen contentarse con patalear desde la superioridad moral.

Pero nuestro problema no es Trump sno el estilo de vida que llevamos.

Y deberíamos estar agradecidos a Trump por ofrecernos la viva imagen de esa sombra que también forma parte de la sociedad en que vivimos.

Esas mayorías desafectas no están conformes con quedarse fuera de la fiesta y existen a merced de populistas. dispuestas a agitarse para sorpresa y escandalo de un establishment que, como minimo, ya se cree su propia mentira.

En nuestros sueños, Hillary debiera haber ganado, tendría que ganar, pero todavía no comprendemos que se trata de eso, de un sueño.

Porque lo cierto es que Clinton consiguió sus números y podría haber ganado si los que siempre se callan hubieran seguido en silencio y no nos hubieran reventado la fiesta perpetua de los elegidos.

Por eso, no hay nada más democrático ahora mismo que el propio populismo, dedicado a dar voz a esa masa silenciosa que es peligrosa porque es incontrolable, porque se trata de unos otros que empiezan a construir su identidad a espaldas de nuestro mundo de elegidos. manifestando una irrecuperable escisión que hace imposible ese concepto de sociedad integrada en el que todavía creemos vivir.

El mundo sigue cambiando.

El movimiento perpetuo de la dialéctica continúa.

Nos pongamos como nos pongamos, la historia no se detiene.

La tésis sigue generando su antitesis,

Y por ahora hemos escogido la solución menos humana, la menos inteligente: meter la cabeza en un agujero y descalificar.

Pero entérate de que ésto va mucho más allá de un señor terrible que manipula a una mayoría para ganar unas elecciones, que ésto tiene que ver con una sociedad y un estilo de vida incapaz de generar bienestar para todos sus miembros y que, como es lógico, los perjudicados no se van a callar.

Humano, demasiado humano.

miércoles, noviembre 09, 2016

Trump

Muchas lecciones y enseñanzas encierra la sorprendente victoria de Trump,
Ahora hay dos opciones: seguir optando por la pereza intelectual y continuar descalificandole tanto a él como a las personas que le han votado o aceptar el reto intelectual de entender contracorriente los porques de su victoria.

Primero hay que contextualizar.
Y hay que enlazar con eso que nos está pasando y que llamamos "crisis" aunque en realidad estamos viendo que es algo más permanente, un ajuste neoliberal que tiene que ver con la deslocalización de la riqueza.
Los privilegios ahora son transversales.
Antes, por el hecho de ser ciudadanos del primer mundo, uno tenía ciertas ventajas y privilegios que se agrupaban en torno al concepto del estado del bienestar.
Ahora, eso ya no es posible.
Mayorías del primer mundo están siendo despojadas de ese estatus importando modelos sociales basados en la desigualdad que rigen extra muros del primer mundo.
Ya no hay para todos y hay que hacer sitio a los privilegiados del tercer mundo.
La riqueza se deslocaliza y se descentraliza.
Se quiere imponer un modelo global de islas de privilegio en océanos de desgracia.

Toda esta gente está siendo sometida a un proceso de perdida de derechos frente a eso que Rajoy llama "realidad" cuyo brazo ejecutor son los mercados.
Por primera vez las mayorías pueden equivocarse.
Hay una superestructura que define esa "realidad".
Por primera vez hay respuestas correctas, cuando no únicas y la democracia cada vez más es el arte de hacer que las mayorías se definan por la respuesta correcta,

Este proceso implica pérdida, desposesión, perdida de estatus, la sensación nueva de que los hijos van a tener peor estilo de vida que los padres y el sistema no tiene respuestas para mitigar este proceso entre otras cosas porque esa respuesta implica un estado de bienestar que precisamente el propio proceso de desposesión desmonta.
El resultado es que no hay respuestas.
Si te va mal, mala suerte.
Echate a un lado y muerete, pero no molestes.
La fiesta debe continuar.

El único problema es que en el primer mundo cada cuatro años hay que votar y es el único momento susceptible a la falta de control, a que todos esos humillados y ofendidos puedan expresarse.
Y si en el resto del mundo se expresaron a través de populismos deizquierdas puesto que las mayorías sociológicas no tenían nada que conservar, en el primer mundo esos populismos solo pueden ser de derechas dado que las mayorias sociológicas han perdido, quieren recuperar y pueden se nostálgicas de un pasado mejor.
En los Estados Unidos el populismo de izquierdas que representaba Sanders ha tenido un techo que Trump no ha tenido.

Trump ha conectado perfectamente con la minoría más importante de todas, la blanca: principal perjudicada por ese proceso de ajuste y que estaba desmovilizada electoralmente.
Cincuenta y tantos millones de personas que no se veían reflejadas en la política, que se sentían abandonadas.

Trump ha sido más listo que todos los listos que aun ahora le critican incapaces de entender un mundo que ha cambiado y en el que, por increible que parezca, puede que sea la derecha conservadora la encargada de librar la batalla contra el neoliberalismo.

Algo que, de ser verdadero, será muy duro para el ego intelectual y emocional de una izquierda que aún no ha entendido que no ser puede sorber y soplar al mismo tiempo.

El tiempo dirá.

Pero evitemos la pereza intelectual de no introducir variables y opciones nuevas aunque no nos gusten.

Parafraseando a Einstein, si quieres obtener resultados diferentes debes empezar por no hacer las mismas cosas.

Y desde luego Trump es diferente.

Otro síntoma más de una resistencia a un proceso plenipotenciario y poderoso.