sábado, enero 21, 2017

What´s the matter with Kansas? - Thomas Frank

Los conservadores se han visto forzados a esta actitud en parte debido a su propio éxito. Clinton está fuera de juego, al igual que los sindicatos y otros movimientos conflictivos de base. Los derechistas difícilmente pueden seguir echando la culpa de todo a los comunistas. Las empresas siguen mandando, los impuestos bajan, desaparece la regulación y los más ricos disfrutan de la mejor racha para los más ricos desde los años veinte. Pero la derecha no puede proclamar victoria y marcharse. Ha de tener un adversario arrogante y despreciable para que su batalla en nombre de los humildes y perseguidos pueda continuar. Y la cultura –ese malhechor infinitamente más maleable, en el que puede anidar cualquier plan perverso– es el único opresor posible que queda.

viernes, enero 20, 2017

Problemas en el paraíso, Slavoj Zizek

El capitalismo es el primer orden socioeconómico que destotaliza el significado: no es global a nivel de significado. Después de todo, no existe ninguna cosmovisión capitalista, ninguna civilización capitalista propiamente dicha: la lección fundamental de la globalización consiste precisamente en que el capitalismo se puede adaptar a todas las civilizaciones, desde la cristiana hasta la hindú o budista, de Oriente a Occidente. La dimensión global del capitalismo sólo se puede formular a nivel de verdad-sin-significado, como lo Real del mecanismo global de mercado.

martes, enero 17, 2017

What`s the matter with Kansas? Thoms Frank

Vuelve lo medieval...

"Así pues, hay una forma de pensar sobre las clases sociales que por un lado alienta la hostilidad de clase que hemos visto en Kansas y por otro no considera que la cuestión económica sea motivo de agravio. Los ultraconservadores insisten en que la clase en realidad no está relacionada con el dinero o el nacimiento de uno, ni siquiera con la profesión. Es ante todo una cuestión de autenticidad, ese bien cultural tan preciado. La clase tiene que ver con el coche que uno conduce y el lugar donde compra y cómo reza, y sólo en segundo término está relacionada con el trabajo que uno desempeña o los ingresos que recibe. Lo que hace que uno sea miembro del noble proletariado no es el trabajo en sí, sino la modestia, la humildad y el resto de cualidades que los análisis de nuestros expertos aseguran que han descubierto en los estados republicanos que votaron a George W. Bush. A los productores del país no les importa el desempleo o una vida sin porvenir o un jefe que gane quinientas veces más que ellos. En absoluto. En la tierra republicana, tanto los trabajadores como sus jefes tendrían que estar indignados con los universitarios afectados de la mesa de al lado, que charlan sobre el queso francés, las villas de la Toscana y las grandes ideas para dirigir el mundo que han leído en los libros".

martes, enero 10, 2017

What's the matter with Kansas, Thomas Frank

Los antropólogos nos advierten con sensatez sobre las recetas de “crecimiento” que toleren sin más la existencia de una clase permanentemente empobrecida, pero la gente de Mission Hills no se altera lo más mínimo. Puede que sean demasiado educados para decirlo en voz alta, pero saben que la pobreza tiene su lado positivo. La pobreza es rentable. La pobreza hace que las acciones suban y la mano de obra baje.

The capitalist state, Bob Jessop

"Industria de la ideología", un término muy afortunada para una realidad que pasa por ser medios de comunicación:

"This is accompanied by a massive extension of monopoly control over the means of mental production such as education, advertising, and the mass media. Indeed, following the transition from the nightwatchman state with its limited franchise to the interventionist state with its popular suffrage, monopoly capital is obliged to intensify its ideological control over voters and a veritable ‘ideology industry’ has been created by the state and monopolies".

viernes, enero 06, 2017

Trump, Brexit y el ardor

Perezosamente anclada en los viejos discursos de siempre, la políica "mainstream", la responsable y constructiva, la formal, tampoco es que haya hecho demasiado por impedir la ocurrencia de esos eventos que, como el Brexit o la victoria de Trump, van en contra de esa agenda cuyos propósitos de dominación ya se confunden sin ambages con lo correcto,
Confiada en que hay cosas que no serán votadas porque sencillamente son pecado se ha limitado a subir a los púlpitos y recitar su parte y ahora, en la derrota, se limita a ser ese que no es traidor y que avisa de catástrofes futuras, como si la política ya fuese una fuerza de la naturaleza como los terremotos y los huracanas para cuyos azotes hay que prepararse y no una obra humana y como tal resultado de la humana voluntad.
Aceptando el principal argumento de la radical imposibilidad de su puesta en obra, no se entiende que los discursos populistas tienen algo bueno y eso que es bueno es algo tan esencial como ofrecer esperanza.
Frente a los políticos que se encogen de hombros y se limitan a argumentar que nada se puede en contra de la realidad, los discursos populistas ofrecen la esperanza de poder.
Y esta esperanza conecta con el deseo de la mayorías de no resignarse a hacer lo que se les manda y estar responsablemente jodidas.
El plenipotenciario yo de la sociedad de consumo, el que todo lo puede desear y conseguir si con la suficiente fuerza lo desea, de pronto se encuentra sometido a un ámbito restringido donde no todo es posible.
En política no se puede desear cualquier cosa, pero, y sin embargo, los discursos populistas les ofrecen esa cualquier cosa y a ella se entregan, porque así están siendo educados y socializados.
Los discursos populistas son discursos del deseo y frente a ellos poco se puede hacer porque es consustancial a nuestro capitalismo de consumo la ausencia de responsabilidad frente al propio deseo.
Y por supuesto, tampoco se hace pedagogía al respecto.
No se enseña la necesidad de responsabilidad porque, y ante personas verdaderamente responsables para con ellos mismos, el futuro y el planeta, este sistema del que emana la política no sería posible.
Es el ardor del deseo el que nos gobierna.
Y hay una relación directa entre la esperanza y ese deseo.
Y a través de esa esperanza debería regresar la verdadera política, la que tiene que ver con la estructuración de esa esperanza, la que nos lleva a preguntarnos por qué hay personas que piensan que cosas hechas por el hombre no pueden ser cambiadas, transformadas.
Pero aun no hemos llegado ahí.
Todavía nos debatimos entre populistas y formales, pero ese ardor del deseo está ahí, intacto en aquellos que no se resignan a ocupar el papel de responsablemente perjudicados dentro de una realidad hecha a medida de otros que son beneficiados, que es su propiedad y como tal es una marca registrada.
Pura dialéctica, pura historia todavía en movimiento.
Por eso la mayoría vota soluciones que según el pensamiento responsable y formal les perjudica.
Porque en el fondo no se conforman, porque verdaderamente quieren algo mejor y si no pueden conseguirlo saliendo por la puerta, están dispuestos a conseguirlo saltando por la ventana.
Es el ardor.