jueves, agosto 29, 2013

Alicia en las ciudades

Se suele decir que todo pintor necesita un tema y estoy convencido de que si Wim Wenders fuese el pintor de imágenes, que en realidad es, su tema sería el viaje.

Cualquiera de sus películas está construída sobre la base de algún tipo de desplazamiento, con algún propósito o sin la menor de las intenciones, siguiendo una especie de fuerza de gravedad que inevitablemente conduce a sus personajes protagonistas a los caminos del mundo.

No es la primera vez que veo "Alicia en las ciudades", una de las mejores películas de la mejor epoca de Wenders, la primera, la más auténtica, la que se produce durante toda la década de los setentas y que culmina con ese maravilloso broche de oro que es "Paris-Texas". Un momento en que Wenders aún no había caído en la conciencia de sí mismo y de su tema, en la que aún no se había hundido en el estanque en el que ahora parece sumido, perdido en la persecución del propio reflejo.

No será la primera vez ni será tampoco la última, pero en esta ocasión he percibido como nunca que para el director alemán el viaje no es una causa narrativa sino un efecto, una inevitable consecuencia de la libertad inmensa que exhudan sus personajes protagonistas.

Si hay algo maravilloso en el cine de Wenders es lo libres que son sus personajes.

Como el Neal Cassidy dibujado en palabras por Jack Kerouac ninguna obligación o deber parece afectarles lo suficiente como para que dejen de desplazarse por la sociedad en un intrminable viaje, que como todos los buenos viajes también es una búsqueda, una de esas busquedas en las que sólo se sabe lo que se persigue cuando se encuentra.

Por eso también me gusta el cine de Wenders.

Nadie como él ha sido capaz de reproducir esa libertad silenciosa y nadie mejor que el mejor de sus personajes, el Felix Winter, interpretado por el estupendo Rúdiger Vogler, que aparece en varias películas del director alemán para expresar la levedad de es ausencia de ataduras que hace de él un nómada en un mundo que aspira a todo lo contrario, a detenerse, a quedarse, a permanecer.

En "Alicia en las ciudades" Wenders encuentra a Winter por primera vez, en el término de un viaje a los Estados Unidos, de vuelta a su Alemania natal. En un momento de ese camino, el azar le abrirá otro que se materializará a través de una madre y su hija que también pretenden regresar a Alemania.

Circunstancias personales de la vida de la madre convertirá a Winter y la niña en improvisados compañeros de viaje.

Con la mayor naturalidad del que ha nacido para moverse, Winter llevará a la niña en busca de una abuela cuyo lugar de residencia ella no termina de recordar muy bien. La ´única pista que seguirán será la fotografía de una casa, convirtiéndose su viaje en la persecución del referente real de una imagen, de la presunta verdad que se encuentra detrás de ella, aspecto que se encuentra en la base del fracaso del viaje de Winter por los Estados Unidos.

Si hay algo que caracteriza al cine de Wenders es su profundidad y riqueza de significado, un atractivo que empieza por la construcción de las propias imágenes con las que narra sus historias. Pero si hay algo que resulta troncal y común, como escribo, es la libertad como actitud y el viaje, en sentido literal o poético, como consecuencia.

Obra maestra.



lunes, agosto 26, 2013

TOQUE DE QUEDA

Cae la noche con sus maneras graves de invernal presagio nefasto
y  amanecen oscuros, como huevos de noche,
todos esos silencios oportunos y convenientes
que vuelven la oscuridad mucho más espesa e incierta
que el propio pensamiento que la refleja.
Termina el día y lo hace para todos
y para todos los yacientes,
los que puntuales escarban las paredes
hambrientos de sueño,
parece que no fuese suficiente la victoria,
el haber ganado esa jornada
para la leve y evanescente causa secreta de cada uno,
Termina el día
y, como herido de muerte,
uno se explora el pecho
en busca de olvidados pedazos de luz
mientras continúa teniendo claro
que algo quedó olvidado
entre tanta palabra dada,
que el mayor de los sueños
es la satisfacción del deber cumplido
cuando la certeza arrecia.

Pacific Rim

Aún mostrando alguno de los defectos que caracterizan a las grandes superproducciones norteamericanas del cine comercial, "Pacific Rim" resulta un nada pretencioso entretenimiento que consigue entretener mientras dura.

Ya he escrito mucho de esos defectos que convierten a las películas en artefactos diseñados para no durar, calculados para llenar el ahora dejando los ahoras posteriores libres para ser ocupados por otros y nuevos artefactos de entretenimiento.

Pura obsolescencia planificada aplicada a la industria del ocio y que cada vez hace más difícil que el cine comercial pueda ofrecer algo que se salga de los esquemas fijos de una fórmula que será repetida hasta la saciedad hasta que ya no quede público o cines o las dos cosas.

Pura obsolescencia planificada que impide que uno vea más de una o dos veces la misma película como no hace mucho tiempo sucedía.

"Pacific Rim" participa de ese fórmula esquemática... soporte argumental tan leve como el papel fumar, personajes clonados en sus características y motivaciones, relaciones entre personajes tan previsibles como milenarias en su eterna repetición desvergonzada, confianza total en la capacidad para la espectacularidad de lo meramente técnico de modo que las películas se convierten en unas virtuales y carisimas luces largas que deslumbran a los espectadores como animales que cruzan una carretera en medio del bosque.

Así, las películas dejan de ser narraciones con un contenido más o menos memorable para convertirse en meros mecanismos que entretienen mientras suceden y ésto es lo que en gran medida hace "Pacific Rim", entretener, pero de una manera leve y transitoria, con su revisión del género de monstruos japonés o kaiju.

La tranquilidad de la tierra se ve interrumpida por la aparición de una serie de monstruosas criaturas que surgen incontenibles de las profundidades del Océano Pacífico. Allí, en sus abisales profundidades se ha abierto una puerta interdimensional por la que esas criaturas bestiales acceden a nuestro mundo.

Tras una serie de catastróficos enfrentamientos, los humanos aprenden a defenderse creando unos enormes guerreros cibernéticos, gobernados por la mente de sus pilotos, llamados Jaeger.

Guillermo del Toro tiene talento para contar historias y si algo hace diferencial a su "Pacific Rim" no es el derroche de efectos especiales, siempre espectacular en la diferente circunstancia de cada película, sino el cuidado que Del Toro pone en una serie de personajes secundarios, especialmente los dos científicos locos o el malvado y sibilino traficante de restos de Kaiju interpretado con mucho sentido del humor por un habitual en su cine como Ron Perlman.

Sin ellos, sin sus chispeantes gracietas, casi como de cine mudo, "Pacific Rim" sería otro de esos fríos espectáculos sin corazón que sólo aspiran a desbordar la mirada del espectador con su abundancia de sonidos, luces y efectos especiales (que cada vez tienen menos de especiales por lo habitual de los mismos).

Y en parte lo es, pero Del Toro se las arregla para hacer el acto subversivo de intentar generar la posibilidad de un relato entre tanto cálculo y plan.

Por esto y no por otra cosa, "Pacific Rim" me hace dudar.

Entretenida.





domingo, agosto 25, 2013

La república de los piratas

Siempre han existido piratas.

Los más antiguos que recuerdo son los famosos piratas Ilirios contras los que la pujante República romana se vio las caras en un par de difíciles guerras marítimas por el control del Meditarráneo, allá en el lejano siglo III antes de Cristo.

Y siempre han existido porque su ocupación resume la manera más básica, primaria y esencial de conseguir acumular riquezas materiales: desposeer a los otros de lo suyo recurriendo siempre a la violencia.

Mucho antes que el comercio o la industria existió el simple y directo saqueo del vecino rico y, en este sentido, se ha escrito mucho sobre la guerra como principal mecanismo de acumulación, medio que siguieron casi todas las culturas de la época antigua y especialmente el Imperio Romano. De hecho, un sabio como Aristóteles describe a la guerra en su "Política" como "un medio natural de adquirir".

Puede decirse entonces que hubo un tiempo en que todos los humanos practicaban la piratería entendida como metáfora de forma de acumulación. No obstante, y con la evolución de las sociedades, primero la agricultura y luego el comercio generaron modalidades de acumulación más estables y ordenadas, quedando la piratería fuera de la civilización, convertida en una práctica delictiva que precisamente alteraba ese orden necesario para la ocurrencia de otros tipos pacíficos de acumulación.

Escrito por Colin Woodward, "La república de los piratas" es una entretenida crónica de lo que viene a considerarse la Edad de Oro de la piratería.

Su época es el final del siglo XVII y el principio del siglo XVIII.

Su lugar el Caribe Español y la Costa Este de las colonias británicas de Norteamérica.

La Edad de Oro y seguramente la última gran época de la piratería, antes de que los progresivos avances de la civilización, de la industria y de la tecnología prácticamente hayan dejado a la superficie de la tierra sin un lugar en el que esconderse tan estupendo como las Tortugas o las Bahamas.

Porque si de algo se benefició la piratería fue de la incapacidad de las potencias coloniales para hacer respetar su ley por igual en todas las partes de sus crecientes imperios en los que nunca se ponía el sol. El territorio todavía superaba a la capacidad de los nacientes estados europeos para controlarlos una vez eran conquistados, generándose inevitables zonas de sombra, rincones geográficos en los que una tripulación podía echarse a la mar con la sentina llena de malas intenciones.

El control de los estados era laxo y a este rasgo contribuía también las grandes distancias y lo primitivo de unas comunicaciones en las que los edictos y las ordenes podrían demorarse meses.

En estas zonas del espacio y el tiempo para la libertad y el libertinaje florecieron personajes como Barbanegra o Charles Vane, sus banderas y sus barcos, desde las Costas de Nueva York o Carolina del Norte hasta las Antillas y las Costas de América del Sur.

Resulta curioso el papel relevante que en el nacimiento de esta Edad de Oro tuvieron las disputas dinásticas en el trono de Inglaterra.

La constante aspiración de la católica familia Estuardo contra la protestante Hannover en le marco de una Europa patas arriba como consecuencia de la muerte sin descendencia de Carlos II de España, la potencia hegemónica, tuvo su peso.

El resultado de ese trono vacío fue la famosa Guerra de Sucesión en la que Francia e Inglaterra, las dos nacientes potencias europeas, pelearon para ventilar su supremacía colocando a su respectivo candidato en el trono de España.

Los franceses que apoyaban a los Borbones continuaron utilizando a los Estuardo para intentar vencer internamente a su enemigo inglés colocando a una dinastía católica y favorable a sus intereses en el trono de Inglaterra.

Y aunque consiguieron lo que en un principio pareció una gran victoria, es decir, colocar a un Borbón en el trono de España, nunca lograron el eterno sueño de su política exterior, desde finales del siglo XVI: colocar a un rey católico, Estuardo y escocés en el trono de Inglaterra.

Más bien sucedió todo lo contrario, Inglaterra terminó constituyendo el Reino Unido de Gran Bretaña subsumiendo bajo una misma bandera, la Unión Jack, los territorios de Escocia, Gales e Irlanda del Norte...el core de su imperio colonial por así decirlo.

En lo que respecta a los piratas, resultó que el gobernador de las Bahamas a principios del siglo XVIII, Archibald Hamilton, era firme partidario de los Estuardos y pretendió apoyar la causa de los mismo, en concreto de Jacobo, contra el rey Jorge I buscando soliviantar en favor de aquel todas las Islas Occidentales, empezando por las Bahamas, la posesión que gobernaba.

Para ello no pensó otra cosa que otorgar una serie de patentes de corso que interrumpieran el flujo comercial desde las indias hacia las islas británicas.  Patentes que otorgó a toda una serie de aventureros de fortuna

Las cosas no terminaron de salir, quedando los corsarios que no quisieron abandonar las bondades y rigores de la vida marítima convertidos en piratas por la autoridad inglesa, sus nombre son la tinta con la que se escribe esta Edad de Oro de la piratería que Woodward narra con soltura, en un libro entretenido y ligero..

Sin dejar de ser una puntual crónica histórica, "La república de los piratas" tiene la gran virtud de haber sido escrito para ser leído como una novela de aventuras y así se lee, con interés, de principio a fin.

Una lectura muy recomendable.

sábado, agosto 24, 2013

The Borgias

Desde el principio de su carrera como director, el irlandés Neil Jordan ha mostrado un fundamental interés por el drama.

Y Jordan aborda sus dramas siempre desde un punto de vista peculiar que confieren mucha personalidad a sus historias convirtiéndole en un autor en toda la regla y, pese a su carrera norteamericana nunca demasiado existosa, en un cineasta eminentemente europeo.

Lo más esencial de Jordan es la inevitable expresión del deseo en los lugares más alejados y extremos de la convención moral que define la manera de desear de una sociedad. El director irlandés siempre se aleja de lo convencional, de lo normal para mostrar, desde una mirada eminentemente poética, los rigores de esa esclavitud a la que el ser humano parece sometido.

Sus historias siempre son planteadas desde la metáfora del viaje, seguramente del descenso a un infierno que a veces resulta sorprendentemente confortable. Sus personajes descubren que en los bajos de la realidad en la que viven funciona otra realidad proscrita, más compleja y esencial, habitada por aquellos que se han atrevido a ir mucho más lejos en la persecución de lo que desean, empezando por el hecho esencial de atreverse a ver lo que en realidad son.

En este sentido la homosexualidad en Jordan se convierte en una metáfora de ese valiente ir más lejos, una metáfora que está presente en muchas de sus películas para expresar los rigores y placeres de ese valiente viaje al fondo de uno mismo

Así, el cine de Jordan siempre tiene un componente épico basado en la narración de las consecuencias que acarrea el valiente e inevitable alejamiento que sus personajes  siempre llevan a cabo de los parámetros de moralidad normal en busca de sí mismos, siguiendo los dictados de su propia naturaleza.

En todas sus películas el corazón de sus narraciones tiene que ver siempre con este ir más lejos y sus inevitables consecuencias.... no siempre negativas, pero habitualmente perjudiciales lo que conduce a una segunda temática muy presente en su cine que es la desesperada y poética construcción de un mundo propio a espaldas de esa realidad que se ha abandonado por ser insatisfactoria. Un mundo propio en el que sus personajes se refugian disfrutando cada segundo de una paz que siempre tiende a ser efímera porque lo que Jordan parece querer decirnos es que la excesiva persecución de la vida siempre termina conduciendo a la muerte porque encierra un peligroso descuido de los condicionamientos externos que sostienen nuestra presencia en el mundo.

Los personajes de Jordan reproducen así la quintaesencia del mito de lo romántico: el yo deseante enfrentado al mundo en una batalla perdida de antemano por la consecución del propio deseo y el consiguiente descubrimiento de lo más esencial de ese yo.

Es esto lo que siempre me ha atraído del universo atormentado e inteligente de Jordan.

La destructiva épica que encierra esa contradicción.

Su amor esencial por los que se atreven a llegar más lejos.

Su deseo de contarnos lo que sucede más allá de esa línea cruzada, un territorio del que como escribía Hunter S. Thompson no se regresa jamás.

Dicho todo esto, no es de extrañar el interés que la Roma renacentista protagonizada por la familia Borgia atraiga la atención del director irlandés.

Para el católico irlandés que Jordan culturalmente es, esa Roma no es otra cosa que la viva encarnación del pecado, de la huida definitiva, delirante y transgresora en pos de esa peligrosa verdad interna cuyo descubrimiento puede alejarnos de los otros, mucho más formales.

Porque había mucho tomate en esa capital de la cristiandad, subida a horcajadas entre los siglos XV y XVI... y viendo esta serie creada por Neil Jordan uno puede entender perfectamente que Martín Lutero clavase sus 95 tesis en las puertas de la iglesia del palacio de Wittenberg dando inicio a la Reforma Protestante.

Yo creo que a los personajes que pueblan esta fascinante "The Borgias" no les queda ningún pecado por cometer y, en estes entido, lo que seguramente más a interesado a Jordan es la construcción de un estado de normalidad dentro de ese descentrado estado de amoralidad.

El delirio en que se convierten las ambiciones de todo tipo de Alejandro Borgia, soberbiamente interpretado por Jeremy Irons, y el constante juego de ajustes y desajustes que el contacto con la realidad le obliga a jugar bajo la forma de todo tipo de intrigas, conspiraciones y maquinaciones.

Y en este sentido no hay mucha diferencia entre el maravilloso transexual que protagonizaba la maravillosa "Desayuno en Plutón" con el estresado y atribulado Papa que protagoniza esta serie que, desgraciadamente, llega a su fin en esta su tercera temporada que para mi gusto es la mejor de todas.

No se pueden cruzar más líneas en esta tercera temporada

Si en la segunda Jordan dejó de implicarse en la dirección y escritura de los capítulos, en esta participa de manera casi total plasmando ese sello tan personal de autor y, para mi gusto, haciendo de Micheletto, el asesino homosexual servidor fiel de César Borgia, uno de sus mejores personajes, la quintaesencia de esa tragedia romántica que con mejor o peor humor sus personajes transgresores llevan consigo.

Brillante.


viernes, agosto 23, 2013

Por suceder, todo puede suceder.

Existen los accidentes y lo inesperado dispuestos con su ocurrencia a convertir la realidad en algo impredecible y sorprendente. Pero también está nuestra necesidad de entender la realidad y nuestra peculiar manera de entenderla. Normalizando, regularizando, pautando, reduciendo en definitiva el rango de acción de lo inesperado para construir una superficie estable sobre la que establecer la estabilidad del conocimiento y la perfección.

Somos así y, lo que es más importante, ese exterior hacia el que proyectamos nuestros sentidos y nuestra insaciable necesidad de conocer se presta a ello ofreciéndonos la posibilidad de establecer pautas, reglas y normas en su superficie caótica y proteica..

Y escribo todo ésto tan metafísico a propuesta de algo muy físico... el tema de Bárcenas.

Porque en respuesta a la pregunta que inquiere por la procedencia del dinero del bribón, los defensores de la posición del Partido Popular obvian la explicación más normal y plausible.

Lo normal es que en la explicación sobre la procedencia de la fortuna inexplicable de un empleado tenga algo que ver el lugar donde aquel ha estado obligado a estar, al menos 40 horas semanales, durante los últimos veinte años de su vida.

En general, no es fácil hacerse millonario con una actividad que es secundaria dentro de tu fundamental ocupación del tiempo y, lo que es más importante, cuando consigues ser millonario, no tiene sentido que sigas dedicando todo tu tiempo a una actividad que te ata al menos 40 semanales y de la que comparativamente no extraes un parejo rendimiento... salvo que necesites ir a trabajar de tesorero para, de alguna manera continuar con la acumulación de dinero.

Y lo que es más importante: alguien conoce algún caso de un empleado que pueda comprar la empresa en la que trabaja y continúe trabajando dia a día, hora a hora, madrugando y echando alguna hora extra mientras el dinero languidece en Suiza.

Y lo que es aún más importante: para qué diablos quieres el dinero si no es para liberarte de esas engorrosas obligaciones del día a día.

En fin, pensar que el Partido Popular tenga algo que ver en las ganancias ilícitas de Bárcenas no es parcialidad, es decantarse por la explicación más probable, el más seguro quizás de todos.

Luego están el interés, el delirio y los discursos que generan, que habitualmente en el dia a dia del debate público de nuestra perversa y enferma sociedad se suelen colocar con naturalidad al mismo nivel de lo razonable... porque por suceder, todo puede suceder, pero lo más probable es que mañana vuelva a salir el sol.

jueves, agosto 22, 2013

Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera

Dirigida en el año 2003 por el coreano Kim Ki-duk, "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" es una magnífica muestra de cine-poema.

Dos monjes, un maestro y su aprendiz, viven en un monasterio aislado que no sólo está situado en lo que parece una zona agreste y poco accesible sino que además ese aislamiento espesa aún más por el hecho de que el monasterio flota hermosamente en medio de un lago.

Este es el precioso escenario donde Kim Ki-duk sitúa una historia que desarrolla el planteamiento oriental, y no sólo budista, que concibe la vida como un incesante ciclo de vida y muerte, un interminable proceso cíclico, que se denomina Samsara en el hinduísmo, y en el que el ser se encuentra preso, atado al engaño de lo real.

En general, el concepto Samsara se considera un estado erróneo del cual las almas deben escapar en algún momento de su infinitud encontrando la liberación, Moksa o Nirvana.

"Primavera, Verano, Otoño e Invierno... y Primavera" muestra con hermosas imágenes el mecanismo por el que los seres resultan irremediablemente atrapados en ese circulo pernicioso y hasta cierto punto lo hace de un modo bastante pesimista y nihilista, mostrando un planteamiento de imposibilidad de ruptura basado en las propias condiciones estructurales que generan esa realidad.

Si bien, para el budismo, son los seres humanos los únicos capaces de  escapar a esa tiranía cíclica que ejerce el mundo material sobre su ser, no es menos cierto que, al mismo tiempo, es la criatura más vulnerable a los engañosos atractivos de ese sufrimiento que encadena.

En este sentido, el proceso de distanciamiento que lleva a esa liberación es un proceso infinito, muy poco inferior a la duración de la eternidad, en el que predomina el fracaso al mismo tiempo que sucede una lenta e imperceptible acumulación de Karma que en algún momento conducirá a la iluminación liberadora.

Dividido en cinco partes, cada una de las cuales titulada y sucediendo en la correspondiente estación del año, Kim Ki-duk nos muestra con preciosas maneras el rigor casi mecánico que conduce a ese fracaso.

En Primavera y Verano asistimos al fracaso que disuelve la relación de maestro-discípulo que mantienen los dos monjes que habitan inicialmente el templo.

En la primavera de la infancia, el discípulo se deja llevar por su instinto de destrucción de manera natural infringiendo un daño cruel a una serie de animales y en el verano de la juventud se dejará llevar por el deseo y la sexualidad arruinando finalmente su condición de monje y discípulo. Pero no sólo asistimos al fracaso del discípulo sino al fracaso del maestro quién no conseguirá impedir que el propósito de pureza ascética del muchacho se malogre.

Este fracaso se certificará en el Otoño cuando el discípulo regrese convertido en un asesino fugado quizá buscando una última posibilidad de salvación, una salvación que no irá mas allá de aceptar su destino en esta vida aceptando marchar con los policías que le han perseguido hasta el templo para cumplir metafórica su condena terrenal por sus errores terrenales.

Y como he comentado, el final del discípulo también será el final del maestro. Mostrándonos al maestro conviviendo con un gato y una serpiente, animales de mal agüero para los budistas (ya que según sus creencias tradicionales fueron los dos únicos animales no conmovidos por la muerte de Buda), el director coreano nos sugiere la presencia de una decadencia subyacente en lo que parece la vida recta del maestro, una vida recta que sin embargo no le ha ayudado a evitar tanto con la palabra como con el ejemplo el descarrilamiento de su discípulo.

El resultado será un abandono del templo hasta la siguiente estación, Invierno, cuando un nuevo monje llegue al templo con energías renovadas iniciándose una nueva vuelta del ciclo que desgraciadamente reproducirá de manera esencial los mismos errores aunque de diferente manera.

Si hay algo que está presente en esta hermosa película es la presencia constante de ese sufrimiento que para las religiones orientales supone estar atado a este interminable ciclo de engaño, incluso ante la mirada impotente final de las propios dioses como Kim KI-duk nos muestra en el maravilloso plano que pone preciso y preciso fin de la película.

En definitiva, "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" es un precioso e intrigante cuento poético, lleno de imágenes misteriosas y hermosas, que pone en imágenes con acierto uno de los puntos troncales de las creencias filosóficas y religiosas orientales: la realidad es una mentira que ata y que tarde o temprano nos hace sufrir.

Maravillosa.




sábado, agosto 17, 2013

Cosmopolis

Lo primero que hay que decir de esta Cosmopolis de David Cronenberg es que es un buen trabajo en el sentido de fiel adaptación de la novela de Don Delillo.

Quiero decir que si la novela ya era una estúpida y pedante chorrada, Cronenberg consigue reflejar fielmente todo lo que de estúpida y pedante chorrada tiene la historia.

Porque si algo es "Cosmópolis" es una estúpida y pedante chorrada en la que hacía mucho tiempo que no tenía tantas ganas de saltar dentro de la pantalla y liarme a bofetadas con todos y cada uno de las personajes que jalonan esta imposible historia.

"Cosmópolis" cuenta la historia del capricho de un multimillonario. En contra de la opinión de su jefe de seguridad, Eric Packer decide atravesar con su limusina una gran ciudad buscando cortarse el pelo. En el trayecto, se supone, se presenta al espectador un caleidoscópico retrato de una sociedad, una especie de viaje al corazón de la tinieblas que, en lugar de terminar en el atormentado Kurtz, acaba en un apocado oficinista pajillero con tendencias al homicidio.

Ya en su momento, y a propósito del inexplicable éxito de la novela de Don Delillo, concedía que quizá estuviera bien como performance hacer una novela de mierda como testimonio de un tiempo de mierda, pero también consideraba que me parecía mucho viaje para tan pocas alforjas y que la explicación más plausible era la más probable, que sencillamente "Cosmópolis" era un libro de mierda.

Y en esta opinión todavía me mantengo.

Y pienso lo mismo de su adaptación cinematográfica, en la que Cronenberg, a diferencia del maestro Hitchcock, no es capaz de sacar algo bueno de una mala novela.

Su "Cosmópolis" es una película que convierte en obras maestras las peores películas del último Wim Wenders, un irritante viaje en el que, como resabiados adolescentes sabiondos, sus personajes se limitan a pronunciar un agotador y extensísimo repertorio de ideas fuerza, alguna de ellas interesantes (que darían incluso para una buena novela o una buena película), convirtiendo sus casi dos horas de duración en una suerte de hiperactivo y verborreico zapping intelectual en el que uno hecha de menos un paquete de galletitas con la que premiar a los personajes lanzándoles el correspondiente premio al final de sus peroratas.

Y en el fondo "Cosmópolis" no es más que una manifestación más de aquello que pretende criticar, una superficial lectura digerida que esquematiza y caricaturiza de manera infame todo una sensibilidad crítica que viene siendo ignorada por la mayoría desde mediados del siglo pasado haciéndola digerible para el lector moderadamente culto y moderadamente comprometido de nuestras sociedades de consumo.

Porque, seguramente, si Delillo, a quién no le niego la visión que exhibe en el fondo del barril de su novela, hubiera profundizado en alguno de los temas que literalmente menciona en esta pasarela de ideas en papel couché que es su Cosmópolis sin duda no habría tenido ni el éxito ni la atención que efímeramente gozó a principios de este siglo.

Como tan bien refleja una crítica de la película que acabo de leer, con "Cosmópolis" Cronenberg se toma un respiro en la trayectoria de buen cine que hasta el momento venía teniendo

Insoportable y pedante.


jueves, agosto 15, 2013

Psicosis

Siempre que veo Psicosis me doy cuenta de que es una obra maestra cuando Norman Bates hunde el coche de Marion Crane en el pantano que hay detrás de su hotel y aquel no termina de sumergirse.

Cuando el coche detiene su hundimiento, el perverso Hitchcock cambia de plano para mostrarnos la contrariada expresión de sorpresa de Bates y es entonces cuando el que les escribe experimenta como inconveniente un hecho de lo más conveniente puesto que que probablemente haría que Bates fuese detenido al día siguiente.

Es entonces cuando uno se da cuenta de que el gordo se las ha vuelto a arreglar una vez más para dominar la mirada y las emociones del espectador, aspecto que es una característica esencial del cine del maestro Hitchcock: su capacidad para hacerse con la atención del espectador y, una vez conseguida ésta, hacer de ella lo que su mente perversa se propone en cada momento de cada historia.

Ese sentido tiene y no otro el tiempo que Hitchcock dedica al trabajo de Bates para limpiar la huellas del asesinato que su madre acaba de cometer. Al final, uno se olvida del cadáver, del hecho criminal del asesinato y sólo espera que las molestias que el joven Bates se ha tomado para encubrir a su perversa madre tengan una justa recompensa.

Y este momento, más que ninguno de los tópicos gloriosos que jalonan la película, resumen el propósito del maestro Hitchcock al rodar Psicosis y por extensión todas sus películas: construir un mecanismo capaz de suscitar una reacción emocional y no intelectual ni de ningún otro tipo en el espectador.

De hecho, así se lo cuenta el propio director a otro director, Francois Truffaut, en su memorable libro-entrevista "El cine según Hitchcock":

"Mi principal satisfacción es que la película ha actuado sobre el público, y es lo que más me interesaba. En Psycho, el argumento me importa poco, los personajes me importan poco; lo que me importa es que la unión de los trozos del film, la fotografía, la banda sonora y todo lo que es puramente técnico podían hacer gritar al público. Creo que es para nosotros una gran satisfacción utilizar el arte cinematográfico para crear una emoción de masas. Y, con Psycho, lo hemos conseguido. No es un mensaje lo que ha intrigado al público. No es una gran interpretación lo que ha conmovido al público. No era una novela de prestigio lo que ha cautivado al público. Lo que ha emocionado al público era el film puro."
(pp 243)

Sin duda es en Psicosis donde el maestro inglés muestra todo su potencial haciendo de una obra menor del genial escritor Robert Bloch todo un espectáculo memorable. Lo que en otras películas del inglés es un determinado recurso narrativo, en ésta se convierte en el protagonista esencial de la narración.

El cine de Hitchcock siempre tiene un punto de experiencia de laboratorio en el que el director experimenta con el público estimulando con imágenes y sonidos sus temores más esenciales con vistas a suscitar en ellos, en nosotros, la respuesta emocional buscada. Una respuesta emocional que aporta al momento de visionado el grado de verosimilitud necesario como para que la experiencia sea aceptada y valorada.

Siempre se ha dicho que las películas de Hitchcock no soportan un repaso desde la frialdad de la razón, desde el análisis racional y concienzudo, pero no es menos cierto que siempre ha dado igual.

Una y otra vez, el inglés es capaz de apoderarse de la mirada y de las emociones del espectador, anulando esa frialdad, suspendiendo el juicio y sumiendo a su público en una montaña de entradas y salidas, de idas y venida, de encuentros y desencuentros, de giros y trayectorias.

Y en ese maremagnum es el narrador, dueño de la capacidad prestidigitadora que le otorgan sus habilidades y conocimientos, quién tiene el control.

Por más que uno se empeñe, con Hitchcock la película siempre gana.



martes, agosto 13, 2013

La pesca del salmón en Yemen

A nadie le amarga un dulce y mucho menos un dulce al que alguien le ha puesto algo para hacer reír.

Producida por la BBC, "La pesca del salmón en Yemen" tiene ese irresistible encanto de dulce que hace reír y sin duda ese encanto entronca con toda una tradición de la comedia británica centralizada en la postguerra, en los londinenses Estudios Ealing bajo la dirección de Michael Balcon.

Comedias satíricas con contenido romántico llenas de diálogos brillantes son la marca característica de una factoría que produjo joyas como "El quinteto de la muerte", "Pasaporte para Pimlico" o "El hombre del traje blanco" y es en esta tradición donde se inserta, sin desmerecer en absoluto, esta "La pesca del salmón en el Yemen" que me ha hecho pasar un buen rato.

La historia gira en torno a la afición que un príncipe yemení tiene hacia la pesca del salmón escocés. Su máximo deseo es trasladar a su país esta posibilidad usando dos irresistibles poderes que emanan, respectivamente, de su dinero y de su fe.

Este deseo unirá los destinos del Dr. Alfed Jones (Ewan McGregor), un experto en piscicultura, y de Harriett Chetwod-Talbot (Emily Blunt) empleada de la consultora que gestiona el patrimonio e intereses del noble yemení.

Pero con mucho, lo mejor de la película, es todo lo que tiene que ver con el personaje que interpreta esa genial actriz llamada Kristin Scott Thomas, que borda su personaje de secretaria de prensa del Primer Ministro británico. En torno a ella y en su viperina boca, la película presenta una genial y pasmosa sátira del mundo de la política moderna y su relación con los medios. Especialmente fantásticas son las conversaciones por messenger entre ella y su primer ministro... ¡Absolutamente genial!

Por encima de esta maravilla funciona una comedia romántica bastante estándar que resulta agradable por el trabajo de los actores, especialmente McGregor que compone con mucho acierto y sobriedad un personaje muy en la línea estrafalaria, atolondrada y geek de algunos héroes de la Ealing como el Alec Guinness de "El hombre del traje blanco". Pero sobre todo por unos diálogos brillantes, irónicos, elegantes, civilizados, algunos de los cuales parecen escritos en estado de gracia. Diálogos que contribuyen a generar una atmósfera amable y confortable, dotada de un encanto especial que seduce al espectador con su continua propuesta de inteligente y elegante ironía.

Me ha gustado mucho "La pesca del salmón en Yemen", una película que siempre será una agradable compañía para cualquier momento, en cualquier ocasión.





lunes, agosto 12, 2013

To the wonder

Si en su maravillosa y fundamental "El árbol de la vida", Terrence Malick abría foco y desde el origen del tiempo se proponía mostrarnos el misterio y la belleza del ser humano, su constante lucha con sus propias contradicciones desde el nacimiento hasta la muerte y tanto consigo mismo como con los otros, en "To the wonder", Malick cierra ese mismo foco para poner énfasis en lo que de humano mostraba su película anterior.

La principal preocupación de Malick en "To the wonder" es mostrar a una serie de personajes enredados en el laberinto de sus propias contradicciones, enfrentados a la su necesidad de amar y ser amados, pero también al hecho incontrovertible de la levedad y finitud de ese sentimiento.

Por decirlo de manera corta, considero que en "To the wonder" Malick desarrolla la problemática dramática del personaje que en "El árbol de la vida" interpretaba Sean Penn, un personaje que conforme el proyecto fue avanzando vino perdiendo importancia en favor de un discurso más total y que el propio Penn denunció hablando de la progresiva pérdida de importancia de su papel.

En este sentido, y aunque la película en ciertos aspectos repite temas y situaciones que ya aparecían en "El árbol de la vida", la sensación que tengo es que "To the wonder" supone una corrección hacia el existencialismo y el nihilismo, un reconocimiento de la existencia de una inevitable oscuridad que acompaña al ser humano en su existencia, de manera general, y en su búsqueda de la verdad, de manera concreta.

El distanciamiento con respecto al hermano y al resto de la familia que el personaje de Penn representaba era consecuencia de la existencia de una oscuridad que es consustancial al ser humano.

Si "El árbol de la vida" era un relato luminoso en el que la oscuridad estaba presente, "To the wonder" es un relato oscuro en el que la luminosidad brilla precisamente por su constante posibilidad y también su conspicua ausencia.

Si en "El árbol de la vida" todo terminaba con un encuentro, "To the wonder" culmina con una búsqueda, con una incertidumbre que el espectador ya ha intuído como arrasadora en el modo en que los personajes que la protagonizan se relacionan entre si y con la realidad.

Personajes que no terminan de comunicarse bien, de entenderse bien en el mundo.

Personajes que parecen perdidos en un mundo que termina por resultarles siempre insatisfactorio y en el que ese encuentro con lo absoluto, con la completitud que demandan no termina nunca de llegar; convirtiéndose la vida en un proceso de búsqueda y espera en el que las decepciones se suceden una detrás de otra.

Entiendo que el personaje que interpreta Javier Bardem, el Padre Quintana, es clave para entender el sentido en que Malick pretende completar, quizá no corregir lo expresado en "El árbol de la vida". Y son claves estas palabras que pronuncia en un momento de la película:

"Deseamos vivir dentro de la seguridad de las leyes. Tememos la elección. Jesús insiste en la elección. Lo único que condena con toda firmeza es evitar la elección. Elegir es comprometerse. Y comprometerse implica asumir un riesgo, es correr el riesgo de fracaso, el riesgo del pecado, el riesgo de la traición. Pero Jesús puede hacer frente a todo eso. Nunca nos niega el perdón. El hombre que comete un error puede arrepentirse. Pero el hombre que duda, que no hace nada, que entierra su talento en la tierra,Jesús no puede hacer nada con él".

La posibilidad del fracaso y del error, del dolor existen oscureciendo todo ese epifánico panorama de encuentro con la verdad.

Y lo más curioso es que, con el perdón o no de la religión, ninguno de los personajes que protagonizan la película parece sentir aliviada la carga que sobre ellos ejercen los fracasos y errores, los cansancios y abatimientos que se acumulan sobre ellos como consecuencia de su diario vivir.

Probablemente alguien mas religioso que yo haría otra interpretación en este momento, una interpretación más positiva y en favor del perdón, pero en absoluto creo que esa teoría del perdón que el padre Quintana formula en medio de sus crisis de fé sirva para aliviar la práctica vital de los personajes que protagonizan "To the wonder".

Malick presenta así una visión menos luminosa de la vida, convirtiéndola en un viaje hacia lo maravilloso, de ahí el titulo de la película, pero no se permite presentar un discurso triunfalista sobre la existencia añadiendo la presencia del fracaso y del error, de la duda y de la incertidumbre como elemento también sustancial de ese viaje a la espera siempre de llegar a ese momento teórico de la iluminación.

Por si no nos había quedado claro en "El árbol de la vida", ese amor del que habla Malick, esa pura espiritualidad que nos une con todo, es algo que, como todo lo importante en esta vida, no puede comprarse en el supermercado... ni tampoco en una iglesia.

Y todo contado con esa manera tan poética de susurrar las historias que tiene el más espiritual de los directores norteamericanos.

Brillante.







domingo, agosto 11, 2013

Sugerencia para pasar la tarde este verano:

1.- Imprimir la nómina de Bárcenas,
2.- Buscar a algún conocido del PP (porque sabemos que en el fondo amigo no es) para que intente explicarte que no es una nómina...
3.- Hacer como que le crees al principio... sólo para que entre en calor
4.- Al final, cuando se moleste, recordarle su responsabilidad individual en ser engañado. Nadie más que él tiene la culpa de haber sido engañado.

sábado, agosto 10, 2013

Recuerda haber escuchado una noche al mar en calma,
recuerda el ir y venir de las pequeñas olas
marcando el ritmo de su respiración
casi a los pies del remansado lecho.
Las siente.
Casi puede escucharlas.
Y con ellas, sólo ahora,
demasiado tarde,
en el atardecer de su desconcierto,
distingue el firme pero inadvertido paso
de un tiempo tan decidido e irrevocable ahora
como, fiel a sí mismo, también en aquel ayer,
emboscado entre los pliegues de la luz y el agua,
sucediendo inflexible,
ajeno a su alucinado mirar,
emborrachado de transparencia,
rebosado de tanta eternidad
junto al mar y bajo el cielo.
Prostitutas que se corren y políticos emocionados...

Utopia



Ha sido una agradable sorpresa encontrar esta producción de Channel 4.

A lo largo de seis capítulos, "Utopía" presenta un thriller en el que una serie de personajes se ven perseguidos por una todopoderosa multinacional farmacéutica. Todos los perseguidos tienen en común su pertenencia a un foro de internet de fanáticos de una novela gráfica de culto llamada "The Utopía Experiments".

Al parecer la novela ha sido escrita en un psiquiátrico por un maniaco y conspiranoico autor misterioso y narra de una manera delirante y enloquecida los experimentos realizados por una misteriosa sociedad secreta cuyo fin es conducir al mundo a una catastrofe sin precedentes.

A todo ésto se añade la existencia de una mítica segunda parte de la novela en donde presuntamente se detallan en gran medida los planes de esa conspiración.

Y precisamente toda la intriga comienza con la existencia real de esa segunda parte descubierta por uno de los fans de ese foro.

Lo que los fanáticos ignoran es el nivel de realidad que tiene lo que se cuenta en la novela y los intereses y necesidades que pone en marcha el descubrimiento de la existencia de esa segunda parte de la historia, situación que expondrá a los protagonistas al poder omnímodo y desconsiderado de una siniestra institución multinacional.

Pero ésto sólo es una parte.

Si es interesante tanto el planteamiento, que bebe de las teorías conspiranoicas y de las tesis antiglobalización de una manera muy inteligente, como el despliegue de los personajes que se ven envueltos en ese planteamiento, todos ellos distintos y nada esquemáticos, también resulta interesante el modo en que "Utopía" es narrada.

Utilizando la profundidad de campo  y una fotografía contrastada como de catalogo de Ikea, los responsables del diseño de la serie consiguen generar un ambiente morboso e inquietante, que transmite una sensación de vulnerabilidad e indeterminación, que para mi gusto es lo mejor de la serie.

Es cierto que al final resulta un poco tramposa recurriendo a una trampa demasiado tradicional dentro de la narrativa del thriller tramposo para conseguir prolongarla tensión, pero yo soy de los que disfrutan más con el viaje que con el hecho de llegar a Itca y en este sentido, "Utopía" propone una planteamiento diferente desarrollándolo con talento y eficacia, un planteamiento que incorpora elementos del debate en torno a la globalización y que resulta sorprendente también en la manera como es procesado.

Muy recomendable.

Paideia

Escrita por el filólogo aleman Werner Jaeger a lo largo de diez años, entre 1933 y 1943, "Paideia" es una obra monumental que aborda una descripción de la cultura griega desde el punto de vista de la educación.

Desde Homero y Hesiodo hasta Demostenes, y a lo largo de alrededor de 1200 páginas divididas en una serie de libros, Jaeger repasa los grandes hitos del pensamiento griego poniendo especial énfasis en el papel que la formación del individuo juega y jugaba en sus maneras de entender el mundo.

A lo largo del libro, Jaeger pasa revista a los diferentes ideales que han inspirado al mundo griego, cada uno de los cuales incluía una concreta idea del individuo que debía ser insuflada a las nuevas generaciones mediante la educación.

El libro destila erudición y se lee con interés, especialmente si quieres acercarte a conocer aspectos esenciales de la cultura griega, sobre todo para descubrir lo importante que era la educación del ciudadano para los grandes figuras del pensamiento griego.

Llama la atención su obsesión por la formación, obsesión que termina convirtiendo la lectura del libro en un incesante acto de melancolía, especialmente si compara la falta de criterio y el absoluto desinterés hacia la educación que vivimos en nuestros días.

La formación humana de los individuos que componen una sociedad conforme a los ideales que la inspiran se revela como un elemento esencial para la estabilidad y el progreso de las sociedades. En este sentido, parecería que nuestra moderna sociedad hedonista, que lo basa todo en la satisfacción directa o mediada, tras la correspondiente racionalización del deseo, reproduce de todo modo el contrapunto a lo propuesto por el pensar clásico.

Entre las líneas de Paidea, aflora el fracaso y la impotencia de nuestra sociedad, tan encantada de conocerse, tan dañina para sí misma y todo lo que le rodea, fundando su imperio tecnológico en la absoluta y completa mala educación de sus miembros.

Y no sólo es que se funde sobre ella, sino que necesita la mala educación para existir.

viernes, agosto 09, 2013

Guerra Mundial Z

A mayor gloria de la estrella Brad Pitt, "Guerra Mundial Z" es la adaptación cinematográfica de una novela gráfica del mismo titulo.

Cuenta la historia de Gerry Lane, interpretado por Pitt, un antiguo investigador de la ONU que deberá descubrir el origen de una epidemia que compromete el futuro de la humanidad convirtiendo a los seres humanos en zombies.

Transmitida por via oral, es decir mordisco al canto, la epidemia se extiende por todo el mundo de una manera que parece imparable y el destino de la humanidad está en manos del siempre bien peinado Pitt, que se moverá desde Corea hasta Jerusalen como el que no quiere la cosa, recopilando los datos suficientes como para quizá encontrar una solución.

Y la solución, para incomprensión de todo el público inglés, está en Gales... Hen Wlad Fy Nhadau.

"Guerra Mundial Z" es un correcto producto de entretenimiento que se deja ver con tranquilidad para la cual deja las efusiones sangrientas y carnivoras propias del género zombie a un lado, convirtiendo a los no-muertos en una especie de hormigas veloces, presas de algún extraño furor ante la posibilidad de carne fresca a la que infectar.

No hay sangre ni visceras en "Guerra Mundial Z", pero, y para compensar, la película cuenta con una de esas detestables secuencias iniciales de familia feliz que se despierta risueña al nuevo día y desayunan entre bromas y chascarrillos que demuestran un sano ambiente de comunicación y confianza, seguramente el estereotipo cinematográfico mas aborrecible con diferencia dentro del cine americano comercial para mi desviado gusto de descastado.

Esas tostadas perfectamente hechas y esas vacías bromas sin gracia me dan ganas de vomitar... En fin... Pero esa es otra historia.

(Voy a tomar la medicación)

Resumiendo "Guerra Mundial Z" es un aceptable thriller con mandíbulas zombies de por medio.

Todo un reto para el peluquero de Brad Pitt.

Poco más... aunque alguna película reciente que he visto para si misma quisiera un poco de ese poco.


miércoles, agosto 07, 2013

The grandmaster

El cine de artes marciales no es lo mío.

Reconozco que me faltan claves para comprender la historia que subyace tras el maravilloso repertorio de imágenes, palabras y miradas que componen este "The Grandmasters" del maestro Wong Kar Wai.

Por lo visto está basado en la historia real de un maestro de artes marciales llamado IP Man que incluso llegó a ser maestro de Bruce Lee... Ni idea.

Imagino que muchas de las cosas que pasan, y que hasta cierto punto, hacen de la película un hermoso pero incomprensible puzzle de vibrante intensidad tienen su razón de ser si uno conoce la vida de este señor, pero a mi se me escapan.

Incluso puedo llegar a entender, a la vista de la compleja y casi siempre ininteligible red de personajes, y situaciones que los vinculan, que Wai presenta en este "The grandmasters", a aquellos que perciben en el direrctor hongkonés una cierta incapacidad para contar historias, basándose en el más que evidente problema con la linealidad. Un aspecto que, sin embargo, el director hongkonés ha convertido en su mayor virtud. Porque Wai no aspira a contar historias. Su mayor interés está en contar emociones, generar momentos de intensa emocionalidad, envolviéndolas en le maravilloso papel celofán de unas imágenes fascinantes que casi siempre se bastan por si solas para interesar.

Y en este sentido y en lo que respecta a esta película, Wai parece más interesado en generar un sentimiento melancólico, que al final de la película resulta poderoso y arrasador, convirtiendo a Yip, el maestro que protagoniza la película (magnificamente interpretado por Tony Leung), en una especie de superviviente de un tiempo que inevitablemente pasa ante los ojos del espectador.

No es casualidad que Wai recurra a la música de Ennio Morricone, una de cuyas mayores cualidades era la bella expresión musical de la melancolía, para uno de los momentos finales esenciales de la película, intertextualidades que suele practicar con frecuencia Wai.

The Grandmasters es la historia de un estilo de vida que pasa y de cuya presencia pasada, Yip se convierte en solitario testigo y superviviente, memoria presente en la que aún laten en la retina de Yip las huellas dejadas por todos los que habitaron aquel pasado.

Asi la película transita desde el esplendor casi irreal del kung-fu de la China de preguerra al más cotidiano y gris Hong-Kong de la década de los cincuentas del siglo pasado, sin que, fiel a su talento para construir imágenes fascinantes, nada de lo que el espectador ve deje de resultar hermoso.

En resumen, Wai en estado puro.



martes, agosto 06, 2013

Escritos corsarios

El 2 de noviembre de 1975, Pier Paolo Pasolini fue apaleado hasta morir, y después atropellado una y otra vez hasta morir de nuevo, en un descampado de Ostia, una localidad muy próxima a Italia.

La versión oficial dice que el cuerpo de Pasolini fue literalmente triturado a golpes por un grupo de chaperos con uno de los cuales el cineasta tuvo una discusión acerca del precio del servicio solicitado.

La versión oficiosa, sostenida incluso por Giuseppe Pelosi (chapero condenado por la muerte de Pasolini en la versión oficial), dice que Pasolini fue muerto por un grupo de desconocidos que con acento del sur aparecieron de improviso para, al grito de "maricón", "comunista" o "guarro", molerle a palos hasta la muerte.

El asesinato de Pasolini forma parte de los misterios que jalonan la Italia de la segunda mitad del siglo XX y que están ahí, sumándose los unos a los otros, reflejando como mínimo la existencia de una anomalía persistente en el tiempo, una anomalía que cuestiona el carácter democrático de la sociedad italiana.

Desde los atentados presuntamente fascistas de principio de la década de los sesentas hasta el secuestro y muerte de Aldo Moro, sin olvidar la muerte del empresario Enrico Mattei ni la muerte de Roberto Calvi y el Banco Ambrosiano para terminar en la constante presencia de relaciones in confesables entre Mafia, Vaticano y República Italiana.... Puede decirse que los italianos no se han aburrido y que saben muy bien qué es todo ese rollo de tensiones entre la verdad oficial y la oficiosa.

Y en todo ese panorama de secretos, mentiras, alguna verdad y muchas más mentiras, Pier Paolo Pàsolini siempre existió como un elefante en una cacharrería para, como mínimo, aventar ese olor a podrido que siempre ha desprendido la realidad política e institucional italiana.

Pasolini fue además una voz aún más incómoda porque su honestidad y capacidad crítica no se vió mitigada por las consecuencias disciplinarias que la pertenencia a un grupo, el comunista, pudiera generar en su pensamiento.

El pensar de Pasolini es completamente libre y su sentido crítico no conoce fronteras ni territorios sagrados ante los que detenerse.

Una prueba concluyente de ello son estos "Escritos corsarios" que publucados en 1975 recogen las dispersas colaboraciones en medios escritos realizadas Pier Paolo Pasolini desde 1972.

En ellos Pasolini se posiciona, con brillantez e intuición, contra la sociedad de consumo, se posiciona contra el aborto, ataca a la iglesia y a la democracia cristiana, cuestiona la visión a largo plazo de sus camaradas comunistas y, lo que era fundamental para él, se declara a favor de una cultura campesina que el fascismo no pudo borrar pero que ha desaparecido bajo la totalizante sociedad de consumo...

Y todo desde una perspectiva clarividente, perspectiva a la que el tiempo está dando la razón en lo que tiene que ver con su crítica hacia el carácter totalizante y dictatorial de la sociedad de consumo, un sistema de dominación perfecto, tanto que quienes son dominados piensan que son libres.

Los "Escritos Corsarios" son una lectura brillante e imprescindible para conseguir algún día despertar en la celda transparente en la que todos y cada uno estamos confinados.




lunes, agosto 05, 2013

Los amantes pasajeros

Vaya por delante que formo parte de esa minoría que piensa que el cine de Pedro Almodovar está sobrevalorado.

Es más me considero entre los veteranos porque mi hartazgo con Almodovar se produjo a principios de la década de los noventas, en concreto con la incalificable  "Kika" allá por 1993.

Dos cosas empezaban a separarme del manchego.

Por un lado, su obsesiva concepción del drama como una de las bellas artes, actitud muy común en quienes la poca formación les lleva a considerar que todo lo respetable e importante se expresa a través de la seriedad y la tragedia.

Por otro, la constatación de su obra como un mundo cerrado, casi asfixiante, limitAdo a un número concreto de temas que, a través del drama, se reproducía incansable y clónicamente en todas y cada una de sus películas

Como no puede ser de otra forma, el tiempo pasa, las personas se mueven con él y Almodovar ya no era la presencia fresca y desenfadada que supuso la diferencia total y radical en un panorama del cine español dividido entre la sesuda seriedad del autor y la desvergonzada chabacanería en tetas del cine comercial.

No me gustaba aquel Almodovar que, agotadas las posibilidades revolucionarias, había optado por la seriedad del drama para labrarse la etiqueta de sesudo autor.

Por supuesto, y desde aquel entonces, he vivido algún momento de reconciliación, especialmente con la estupenda "Volver", pero, y en general, el cine de Almodvar no ha dejado de parecerme ese vacío "grand guignol" con tendencia a la esclerosis dramática y al cartón piedra. Un "grand guignol" que además revisitaba continuamente una serie de situaciones dramáticas similares, protagonizadas por un conjunto de personajes parecidos al borde de padecer esas situaciones similares.

Los que me conocen saben que siempre le demandé un cambio, algo parecido a la que David Lynch hizo con "Straight Story", una catarsis en que Almodovar pudiera liberarse de si mismo en un acto de empatía que le permitiera poner a prueba sus límites con el material del otro, y quizá evolucionar hacia una madurez como autor, que para mi gusto, ya se está haciendo esperar.

Y lo más parecido a esa catarsis me pareció ser en su momento esta "Los amantes pasajeros", vendida como una comedia desenfadada y loca, un cambio bastante relevante con respecto a los anteriores dramas, verdaderos mecanismos construidos para buscar la emoción del espectador desde el más innecesario de los excesos.

Pero tengo que decir que el mejor calificativo que se puede aplicar a  "Los amantes pasajeros" es el de malograda.

En "Los amantes pasajeros" Almodovar confunde el desenfado con la desestructración, la comedia con el chascarrillo, lo pop con lo inane, el talento con el efectismo y, en defintiva, el culo con las témporas.

Y tiene algún momento gracioso la película, alguna réplica afilada y chispeante que recuerda al primer Amodovar, pero en general todo resulta demasiado traído de los pelos, demasiado hiperbolicamente idiota como para siquiera tomarse en serio su propuesta de divertimento.

Afortunadamente la película apenas dura 86 minutos, aspecto que juega en favor de la historia especialemente en el sentido de que uno no pueda tomarse demasiado en serio, no la historia, sino su propia irritación.

Si algo deja claro "Los amantes pasajeros" es que aquel Almodovar, el de carne y hueso, hace ya tiempo que murió y que ahora sólo nos queda el monumento, el hombre de mármol nacido para hacernos llorar con sus dramas descontextualizados, que se alimentan de sus propias, y cada vez más escasas, obsesiones, dispuesto siempre a conmovernos con esa visión de lo sentimental tan suya, tan vacía, tan de postureo.

La transfiguración en otro más humano no ha funcionado.


sábado, agosto 03, 2013

Ahora me ves

¿Qué por qué he visto esta película?

No lo se.

Supongo que nadie es perfecto, pero, y en cualquier caso, a lo hecho, pecho.

"Ahora me ves" es una de esas películas de calculados planes perfectos en que el espectador vive el despliegue del plan desde la perspectiva de los personajes que lo padecen... En este caso, todo sucede con el mundo de la magia como escenario y ese es un paisaje relativamente nuevo que añade un punto de cierto interés por su exotismo.

Dejando de lado las continuas trampas que tiene la historia y ese modo de narrar que convierte a la cámara en una cabeza caliente televisiva (y que tan nervioso me pone), "Ahora me ves" resulta entretenida... si a uno no le importa que le mareen y le engañen.

También aparecen por ahi esa pareja de space cowboys de la actuación compuesta por Michael Caine y Morgan Freeman, esta vez sin el atribulado Batman, junto a la estupenda, bella y talentosa Melani Laurent y los sólo estupendos y talentosos Mark Ruffalo y Woody Harrelson... Y, oye, eso se agradece.

Los buenos actores siempre hacen las historias más fáciles de digerir.

Todo lo demás es vanidad.

Entretenida (con el encefalograma plano como requerimiento sine qua non).


"Te metes en todas las guerras, derribas las Torres Gemelas"


La ciudad está llena de oficinistas que,
con puntualidad de ropa limpia,
andan, corren,
caminan  las calles y las plazas,
incluso alguna vez tropiezan
y se extravían.
Recién lavados y peinados
incansablemente porfían
en un desconcertado entramado
de destinos frágiles,
eternamente en tránsito,
casi siempre malogrados
si uno se detiene a comparar
realidad con deseo,
lo que se quiere con lo que se tiene,
lo que debiera ser con lo que está siendo.
Destinos que suceden frágiles
bajo un  mismo sol de cada día
que  bajo ningún concepto
pueden permitirse disfrutar,
gravemente ocupados como están
en el siempre difícil y desagradecido
oficio de continuar siendo ciertos,
siquiera lo suficiente como para superar
el  inapelable examen crítico de cada espejo

jueves, agosto 01, 2013

El gran desfile

King Vidor es uno de los grandes directores de la última época del cine mudo.

Suyos son dos grandes éxitos como "The crowd" (1928) y esta "El gran desfile" (1925) en las que, de manera novedosa, convierte en protagonistas a individuos normales y corrientes que han de enfrentarse a situaciones que proceden de lo más esencial de la vida misma. Se habla de Vidor como de un director caracterizado por el compromiso social, pero más bien desarrolla una extraña épica de la cotidianidad que nunca antes se había visto en la glamourosa y muda pantalla grande.

"El gran desfile" nos cuenta la historia de Jim, un diletante joven de familia bien que, atraído por la retórica de la guerra recién declarada, se alistará en el ejército para combatir en el frente occidental durante la I Guerra Mundial. Allí conocerá de primera mano los desastres de la guerra, unos desastres que le afectaran tanto para bien como para mal.

"El gran desfile" se rodó sólo ocho años después del final de la contienda y fue un gran éxito de público y crítica. He leído que probablemente es una de las películas más taquilleras de la historia del cine mudo y no me extraña porque conecta con la sensibilidad crítica que esta llamada Gran Guerra generó en todos los ambientes sociales y, como consecuencia, culturales en Occidente.

En aquella época, fue una shock para la mentalidad europea de sahibs la belle epoque que una guerra tan brutal, salvaje y cruel se librase en Europa y entre europeos, tan acostumbrados como estaban a pensar que los salvajes eran otros y que debían ser gobernados por ellos.

Esta sensibilidad critica tuvo en los Estados Unidos su máximo exponente en la llamada Generación Perdida de escritores norteamericanos (Dos Passos, Scott Fitzgerald, Hemingway) que hicieron de los desastres de la guerra parte del background atormendado de sus protagonistas cuando no parte esencial de las historias en que estos aparecen.

En este sentido, "El gran desfile" guarda ciertos paralelismos con la maravillosa novela "Tres soldados" de Dos Passos, convirtiendo a Jim, el protagonista, en parte de un grupo de tres soldados que experimentaran en sus propias carnes los horrores de la guerra.

Maestra, memorable y todavía impactante es la secuencia del avance de los soldados por el bosque infestado de alemanes. La cámara sigue a los tres protagonistas unos pasos por delante y, despreocupándose, de lo que espera a los soldados se limita a filmarles avanzando, sufriendo las consecuencias de la oposición del enemigo, mientras a un lado y a otro van cayendo sus compañeros por obra del fuego alemán.

No desmerecen en absoluto el resto de secuencias que siguen al avance por el bosque y que muestran con sorprendente crudeza esos desastres de la guerra que, de manera novedosa, la película pretende mostrar obviando toda lírica y épica, salpicando la glamourosa pantalla con el barro y la sangre de los soldados que la protagonizan.

Para mi gusto, encuentro muy desigual la potencia de esas escenas con respecto a la primera parte, más anodina, en que Vidor nos cuenta la vida de los soldados en el frente y, mucho antes, la vida de los personajes en su vida de paz.

No termina de llegarme todo el repertorio costumbrista que Vidor maneja con acierto.

Quizá, simplemente, la película se ha quedado un poco antigua y seguramente el tiempo ha convertido en defecto la virtud innovadora que representa "El gran desfile" a la hora de tratar al tema bélico. Después de todo, la gran mayoría de películas bélicas realizadas hasta hoy han bebido de la propuesta de cotidianidad en el frente que "El gran desfile" presenta y uno ya ha visto demasiadas veces a algunos de los personajes que se nos presentan en la película, personajes que en su momento seguramente serían vistos por primera vez por el público.

El caso es que, una vez más, no termina de llegarme las andanzas de los protagonistas mientras esperan ser llamados para luchar, aspecto que entiendo es necesario para generar en el espectador la tensión dramática de ver cómo unos personajes que se nos han presentado plenos en su natural cotidianidad resultan manchados y heridos por la azarosa lotería de la muerte.

En cualquier caso, el poder de las secuencias finales de la película, que no desmerecen la comparación con el cine actual, todavía es capaz de diluir la pesadez del tópico y lo previsible dejando en la mirada del espectador un imborrable sabor especial.

Extraordinaria.


++ Rajoy

En cualquier caso, y aceptando que sólo se trate de un error, falta la segunda parte.

¿No tienen los errores consecuencias?
¿Qué implica asumir que uno se ha equivocado?

Llama la atención que alguien que ha recurrido a las inapelables exigencias de una presunta realidad externa e incontestable a la hora de recortar como consecuencias de errores del pasado, no tenga previsto un discurso sobre las consecuencias... pero, claro, serían consecuencias que le afectarían a él en lo personal y cuando las consecuencias le atañen a uno ya no se es tan duro y recto.
Es mucho más fácil se duro y recto con los demás.

¿Este es un error que no tiene consecuencias?
¿Dónde está la realidad aquí?

Seguramente, las consecuencias son una cosa de pobres.

+ Rajoy

En cualquier caso, y aceptando los planteamientos oficiales del PP, hasta qué punto puede gobernar un país una persona que, en primer lugar, ha reconocido no conocer la situación real de un país que aspiraba a gobernar, lo que le obligó a hacer todo lo contrario de lo que prometió en la campaña electoral y, en segundo lugar, ha reconocido también haber convivido durante veinte años con un delincuente sin darse cuenta, lo que le llevó a hacer una defensa pública de esa persona.

¿Es que ninguna de esas, en el mejor de los casos, equivocaciones no merece tener alguna consecuencia?
¿De qué otras cosas importantes no está dándose cuenta ahora mismo el señor Rajoy?
¿Es que el Partido Popular no puede presentar a nadie mejor?