EL INFIERNO DEL ODIO
Se dice poco, pero "El infierno del odio", además de ser una estupenda muestra de cine negro a la japonesa dirigida por el maestro Akira Kurosawa, también es una película de actores.
Entre sus imágenes magníficamente esculpidas en un vigoroso blanco y negro se dan cita tres actores importantes dentro de la filmografía del maestro japonés: Toshiro Mifune, Takashi Shimura y Tatssuya Nakadai.
Los tres acumulan sobre sus talentosas espaldas grandes títulos de Kurosawa.
Mifune que pasa por ser su actor fetiche hasta su desencuentro en el rodaje de la maravillosa "Barabarroja" y que ha protagonizado grandes titulos como "Rashomon", "Yojimbo" o "Trono de sangre" (y me dejo muchas).
Shimura, presente -por ejemplo- en las películas que he citado para Mifune, pero también protagonista de la inolvidable "Vivir".
Nakadai, inolvidable protagonista de la no menos memorable "Ran", pero también presente en "Yojimbo" o en "Kagemusha".
En definitiva, tres maravillosos actores... especialmente los dos primeros, referentes clásicos de la interpretación en el cine japonés.
Centrándonos en la película, "El infierno del odio" está basada en una novela del escritor norteamericano Ed McBain y Kurosawa consigue una exitosa traslación de la historia desde los Estados Unidos a Japón.
Y como toda buena muestra del cine negro, "El infierno del odio" es un relato que se mueve a dos niveles: un nivel superestructural centrado en la comisión del delito y en su investigación y otro infraestructural que pone de manifiesto un planteamiento de crítica social.
No es de extrañar que el cine negro tuviera problemas con el macartismo en los Estados Unidos. Después de todo, en su relato siempre apunta a una violencia estructural que convierte al crimen en necesidad y al culpable en victima. Y en este sentido, "El infierno del odio" es una muestra perfecta y ejemplar.
Nos cuenta la historia del secuestro del hijo del chófer de un industrial, la historia de la investigación y la historia del criminal, un relato de agravio social teñido de un poderoso y desesperado nihilismo que quizá fuera lo que más atrajera al pesimista Kurosawa a la hora de abordar el proyecto de poner en imágenes este relato de Mc Bain.
Las razones del crimen son como las razones de la locura... no interesan desde el punto de vista de la creación de un relato que justifique un determinado orden y un determinado sentido de la justicia, pero tanto el cine como la novela negra, si no las pone de manifiesto, por lo menos siempre las transparenta. En este caso, "El infierno del odio" las verbaliza de manera brillante convirtiendo la casa del industrial en la cima de la colina en un imposible e inaccesible paraíso para los que la contemplan desde los barrios bajos de la ciudad.
Y el criminal lo único que pretende es, por lo penal, igualar en la desgracia a los que imagina agraciados en un enloquecido acto de violencia.
Como alguna vez ya he escrito, el mundo sería un lugar maravilloso si los que están debajo en una sociedad no procesasen desde el agravio su situación.... sobre todo para los que están arriba. Algunos no están a la altura y se quejan, hacen política, piden justicia social. Otros,como el secuestrador de esta película, sólo sienten odio y quieren destruir la felicidad que no tienen y que presumen otros disfrutan.
Además, y por si fuera poco, Kurosawa utiliza la historia para mostrar un Japón distinto, en la encrucijada entre un modo de vida tradicional y un modo de vida más global que trae consigo la industrialización y los negocios, un mundo del que Gondo (Mifune), el protagonista forma parte, casi sin quererlo. Un mundo cuyas claves utilitaristas y basada en el descarnado interés, resulta extraño para todo un conjunto de personajes que, empezando por los propios policías, encuentran en Gondo a alguien como ellos, traicionado por una falta de humanidad que no entienden.
Este discurso enriquece aun más la historia porque Gondo es victima del secuestrador, que le odia por sentirle un elegido de la fortuna, pero también de los que están por encima de él utilizando la desgracia del secuestro como un arma definitiva en sus luchas de poder.
Por todo ésto y más cosas, como por ejemplo el maravilloso uso dramático de la profundidad de campo de la que Kurosawa es un maestro o algun momento "nouvelle vague" con cámara en mano, como la secuencia del tren, "El infierno de odio" es una obra maestra.
Se dice poco, pero "El infierno del odio", además de ser una estupenda muestra de cine negro a la japonesa dirigida por el maestro Akira Kurosawa, también es una película de actores.
Entre sus imágenes magníficamente esculpidas en un vigoroso blanco y negro se dan cita tres actores importantes dentro de la filmografía del maestro japonés: Toshiro Mifune, Takashi Shimura y Tatssuya Nakadai.
Los tres acumulan sobre sus talentosas espaldas grandes títulos de Kurosawa.
Mifune que pasa por ser su actor fetiche hasta su desencuentro en el rodaje de la maravillosa "Barabarroja" y que ha protagonizado grandes titulos como "Rashomon", "Yojimbo" o "Trono de sangre" (y me dejo muchas).
Shimura, presente -por ejemplo- en las películas que he citado para Mifune, pero también protagonista de la inolvidable "Vivir".
Nakadai, inolvidable protagonista de la no menos memorable "Ran", pero también presente en "Yojimbo" o en "Kagemusha".
En definitiva, tres maravillosos actores... especialmente los dos primeros, referentes clásicos de la interpretación en el cine japonés.
Centrándonos en la película, "El infierno del odio" está basada en una novela del escritor norteamericano Ed McBain y Kurosawa consigue una exitosa traslación de la historia desde los Estados Unidos a Japón.
Y como toda buena muestra del cine negro, "El infierno del odio" es un relato que se mueve a dos niveles: un nivel superestructural centrado en la comisión del delito y en su investigación y otro infraestructural que pone de manifiesto un planteamiento de crítica social.
No es de extrañar que el cine negro tuviera problemas con el macartismo en los Estados Unidos. Después de todo, en su relato siempre apunta a una violencia estructural que convierte al crimen en necesidad y al culpable en victima. Y en este sentido, "El infierno del odio" es una muestra perfecta y ejemplar.
Nos cuenta la historia del secuestro del hijo del chófer de un industrial, la historia de la investigación y la historia del criminal, un relato de agravio social teñido de un poderoso y desesperado nihilismo que quizá fuera lo que más atrajera al pesimista Kurosawa a la hora de abordar el proyecto de poner en imágenes este relato de Mc Bain.
Las razones del crimen son como las razones de la locura... no interesan desde el punto de vista de la creación de un relato que justifique un determinado orden y un determinado sentido de la justicia, pero tanto el cine como la novela negra, si no las pone de manifiesto, por lo menos siempre las transparenta. En este caso, "El infierno del odio" las verbaliza de manera brillante convirtiendo la casa del industrial en la cima de la colina en un imposible e inaccesible paraíso para los que la contemplan desde los barrios bajos de la ciudad.
Y el criminal lo único que pretende es, por lo penal, igualar en la desgracia a los que imagina agraciados en un enloquecido acto de violencia.
Como alguna vez ya he escrito, el mundo sería un lugar maravilloso si los que están debajo en una sociedad no procesasen desde el agravio su situación.... sobre todo para los que están arriba. Algunos no están a la altura y se quejan, hacen política, piden justicia social. Otros,como el secuestrador de esta película, sólo sienten odio y quieren destruir la felicidad que no tienen y que presumen otros disfrutan.
Además, y por si fuera poco, Kurosawa utiliza la historia para mostrar un Japón distinto, en la encrucijada entre un modo de vida tradicional y un modo de vida más global que trae consigo la industrialización y los negocios, un mundo del que Gondo (Mifune), el protagonista forma parte, casi sin quererlo. Un mundo cuyas claves utilitaristas y basada en el descarnado interés, resulta extraño para todo un conjunto de personajes que, empezando por los propios policías, encuentran en Gondo a alguien como ellos, traicionado por una falta de humanidad que no entienden.
Este discurso enriquece aun más la historia porque Gondo es victima del secuestrador, que le odia por sentirle un elegido de la fortuna, pero también de los que están por encima de él utilizando la desgracia del secuestro como un arma definitiva en sus luchas de poder.
Por todo ésto y más cosas, como por ejemplo el maravilloso uso dramático de la profundidad de campo de la que Kurosawa es un maestro o algun momento "nouvelle vague" con cámara en mano, como la secuencia del tren, "El infierno de odio" es una obra maestra.