La paradoja electoral: la polarización fortalece a quien no vota


Desde hace casi una década, los resultados electorales en España repiten un mismo patrón: dos bloques casi idénticos en tamaño se disputan el poder por márgenes mínimos. No es un fenómeno puntual, sino una tendencia que se ha consolidado elección tras elección.

  • Elecciones generales 2015 (Ministerio del Interior): el bloque de la izquierda (PSOE + Podemos y confluencias) alcanzó el 43,7% de los votos, mientras que el bloque de la derecha (PP + Ciudadanos) sumó el 46,1%. Apenas 2,4 puntos de diferencia.

  • Elecciones generales 2016: la derecha (PP + Cs) subió al 50,7%, la izquierda (PSOE + Unidos Podemos) quedó en el 44,4%. De nuevo, equilibrio con ligera ventaja del bloque conservador.

  • Abril 2019: con una participación más alta (71,8%, según datos del INE), el bloque de izquierda (PSOE + Unidas Podemos) sumó el 49,0%, frente al 46,0% de la derecha (PP + Cs + Vox).

  • Noviembre 2019: bajó la participación (66,2%) y la diferencia volvió a estrecharse: izquierda 47,0%, derecha 48,0%.

  • Julio 2023: último ejemplo claro. Según el recuento oficial del Ministerio del Interior, PSOE + Sumar obtuvieron el 44,0% de los votos, mientras que PP + Vox lograron el 45,5%. Apenas un punto y medio de distancia en voto popular.

Las encuestas preelectorales del CIS (2020–2023) confirman esta dinámica: los dos grandes bloques permanecen atrapados en un empate técnico, con oscilaciones dentro del margen de error.

En otras palabras: lo que varía no es el tamaño de los bloques, sino la correlación interna de fuerzas dentro de cada uno. El sistema se ha polarizado de tal forma que la política española ya no se decide en un centro amplio, sino en el equilibrio milimétrico de dos polos enfrentados..


Tres grandes bloques del electorado

La sociología electoral española ha comenzado a analizar esta nueva dinámica de polarización estable en dos grandes bloques. Más allá de la distribución entre partidos, varios estudios han detectado que el electorado puede agruparse en tres bloques sociológicos diferenciados: los polarizados, los indecisos y los abstencionistas.

  • El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), en sus barómetros postelectorales de 2019 y 2023, subraya que entre un 60% y un 65% del electorado se identifica de manera estable con un bloque ideológico (izquierda o derecha) y vota en consecuencia.

  • El Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS, Barcelona) ha estudiado la volatilidad electoral en España desde 2015, mostrando que alrededor de un 10–15% de votantes se declara indeciso hasta los últimos días de campaña (Montero & Lago, 2017; Lluís Orriols, 2020).

  • En paralelo, trabajos como los de Torcal (2020) sobre desafección política muestran que el bloque de la abstención es el único que crece de forma estructural: en torno al 25–30% del electorado en las últimas generales, según datos del Ministerio del Interior.

Estos datos permiten distinguir tres bloques de comportamiento electoral, que no solo difieren en su tamaño, sino también en su relación con la política y en el modo en que influyen en los resultados. A continuación los describimos de manera más detallada:

1. Los polarizados (60–65%)

Son la mayoría del electorado.

  • Se identifican con un bloque claro (izquierda o derecha).

  • Suelen participar de forma estable en todas las elecciones.

  • Dentro de este grupo hay movilidad entre partidos, pero rara vez entre bloques: un votante del PSOE puede pasar a Sumar, o uno del PP a Vox, pero muy difícilmente cruzan de un bloque al otro.

  • Su peso ha disminuido poco a poco en las últimas décadas: en los años 80–90 más del 75–80% del electorado se declaraba firmemente identificado con un partido o bloque (CIS, series históricas), mientras que hoy rondan el 60–65%.

2. Los indecisos (10–15%)

Constituyen el segmento más pequeño, pero políticamente el más codiciado.

  • Retrasan su decisión hasta el último momento: en los barómetros del CIS, hasta un 20% dice decidir en la última semana de campaña.

  • Tienen menor interés político, menor identificación ideológica y priorizan temas concretos (empleo, vivienda, pensiones) frente a identidades partidistas.

  • Suelen votar finalmente dentro de uno de los dos bloques polarizados, pero lo hacen con motivaciones pragmáticas, no identitarias.

  • Son los que deciden elecciones muy ajustadas: un 2–3% de movimiento puede inclinar la balanza.

  • Los indecisos no son un fenómeno nuevo: siempre han existido, son el famoso "centro" y, de hecho, su tamaño ha sido relativamente estable, en torno al 10–15% del electorado. Lo que la polarización ha hecho es aumentar su importancia estratégica, porque en un escenario de bloques casi empatados son ellos quienes inclinan la balanza.

3. Los abstencionistas (25–30%)

Son el único bloque que crece de forma lenta pero segura.

  • Incluyen tanto a quienes se abstienen por desinterés estructural (abstencionistas crónicos), como a los que lo hacen de manera coyuntural (desencanto puntual) o de protesta.

  • La investigación muestra que quienes se abstienen varias elecciones seguidas acaban consolidándose como abstencionistas crónicos, de los que casi nunca se vuelve.

  • Los datos históricos confirman este crecimiento:

    • En la Transición, la participación superaba el 78% (abstención <22%).

    • En los años 90 y 2000, se estabilizó en torno al 73–75% (abstención ~25%).

    • En 2016 y noviembre de 2019, la participación cayó al 66%, lo que supuso un 33–34% de abstención, la cifra más alta en democracia.

    • En 2023 repuntó al 70,4%, pero aun así la abstención se mantuvo cerca del 30%.

  •  En otras palabras: aunque existen picos de movilización que reducen temporalmente la abstención, el suelo estructural es cada vez más alto.

Aunque a veces se confunden, indecisos y abstencionistas no son lo mismo.

  • Indecisos → Son votantes activos, atentos, que retrasan su decisión. Terminan votando en la mayoría de los casos, normalmente dentro de los bloques polarizados.

  • Abstencionistas → Son votantes inactivos. Algunos se abstienen de manera coyuntural (por protesta o desinterés puntual), pero otros lo hacen de forma crónica y ya casi nunca vuelven al circuito electoral.

La diferencia es crucial: los indecisos pueden oscilar entre bloques, mientras que los abstencionistas crónicos se convierten en un sector estable fuera del sistema político.


Comportamientos y transiciones

La sociología electoral no solo estudia el tamaño de los bloques, sino también los movimientos entre ellos. Aunque los tres grupos parecen estables, en realidad hay flujos constantes que explican tanto la volatilidad como el crecimiento de la abstención.

1. Polarizados

  • Conducta típica: mantienen su voto dentro del bloque, aunque puedan cambiar de partido (ej. de PSOE a Sumar, o de PP a Vox).

  • Transiciones posibles:

    • Pasan a indecisos en situaciones de desencanto.

    • Más raramente, pueden terminar en abstención coyuntural, aunque no es lo habitual.

  • Frecuencia: son los más estables; la movilidad fuera del bloque es minoritaria.

2. Indecisos

  • Conducta típica: retrasan la decisión y votan por un interés concreto más que por identidad ideológica.

  • Transiciones posibles:

    • Se polarizan en la recta final de campaña (voto útil, miedo al adversario).

    • Se mantienen como indecisos blandos pero terminan eligiendo un bloque por motivos pragmáticos.

    • Optan por la abstención, sobre todo cuando perciben que “todos son iguales”.

  • Frecuencia: según el CIS, alrededor de un 60–70% de los indecisos terminan votando dentro de un bloque, y un 20–30% acaba en abstención.

3. Abstencionistas

  • Tipos: coyunturales, de protesta y estructurales.

  • Transiciones posibles:

    • Los coyunturales o de protesta pueden volver a ser indecisos, y en coyunturas de gran movilización incluso polarizarse.

    • Los estructurales casi nunca regresan: la abstención se convierte en su estado permanente.

  • Frecuencia: estudios del CIS e ICPS muestran que cada elección convierte a una parte de los coyunturales en estructurales, lo que explica el crecimiento lento de la abstención.


Estos movimientos no se producen todos con la misma frecuencia. La investigación del CIS y del ICPS permite identificar cuáles son los caminos más habituales y cuáles son más bien excepcionales. En términos generales, lo que predomina es la movilidad dentro de los bloques o entre indecisos y polarizados, mientras que los retornos desde la abstención son mucho menos comunes:

  1. Más común → Polarizados que cambian de partido dentro del mismo bloque.

  2. Segundo más común → Indecisos que se polarizan al final de la campaña.

  3. Tercero → Indecisos que pasan a abstención coyuntural.

  4. Menos frecuente → Abstencionistas que regresan al voto; los estructurales casi nunca lo hacen.

En resumen: el flujo dominante es interno (entre partidos del mismo bloque o entre indecisos y bloques), mientras que el flujo irreversible es el que lleva de la abstención coyuntural a la estructural.

El discurso político en el “fondo del barril”

El comportamiento electoral muestra que los movimientos más comunes son relativamente previsibles: los polarizados cambian de partido dentro de su bloque, y los indecisos terminan inclinándose a uno de los dos lados en la recta final. Los partidos lo saben, y por eso gran parte del discurso político está diseñado para esos dos grupos: asegurar la lealtad del propio bloque y atraer al indeciso volátil.

Sin embargo, la dinámica actual ha llevado a una especie de escalada discursiva. Los partidos no solo hablan a sus bases y a los indecisos, sino que también intentan “escarbar en el fondo del barril”: buscan polarizar a quienes se muestran reacios, incluso a abstencionistas de protesta o coyunturales, a través de mensajes cada vez más extremos. El objetivo es arañar décimas dentro del bloque propio y, sobre todo, puntos críticos entre indecisos y abstencionistas que pueden decidir un escaño o un gobierno.

El problema es que los últimos resultados electorales revelan que esta estrategia ha llegado a un bloqueo estructural: pese a la creciente intensidad del discurso, los dos grandes bloques siguen empatados en márgenes mínimos. Dicho de otro modo, la política española parece atrapada en un escenario de “fondo de barril”, donde cada vez cuesta más movilizar a nuevos votantes y la abstención se convierte en la salida más probable para quienes no se dejan arrastrar por la polarización.


La abstención, la gran beneficiada

Si algo muestran las series históricas del Ministerio del Interior y del CIS es que la abstención es la única ganadora de la polarización: crece lentamente pero de forma sostenida.

  • En la Transición, la participación fue excepcionalmente alta: 78,8% en 1977 y 79,8% en 1982 (abstención <21%).

  • En los años 90 y 2000 se estabilizó en torno al 73–75% (abstención ~25%), según las series electorales del CIS.

  • En las elecciones más recientes, la abstención se situó en:

    • 33,5% en 2016 (participación 66,5%).

    • 33,8% en noviembre de 2019 (participación 66,2%).

    • 29,6% en 2023 (participación 70,4%).
      👉 Aunque existen repuntes de movilización (abril 2019 o 2023), el suelo de abstención es cada vez más alto.

Los estudios académicos permiten entender este proceso:

  • Torcal (2020, en South European Society and Politics) muestra cómo la desafección política en España alimenta la abstención de largo plazo.

  • Orriols & Cordero (2020, West European Politics) destacan que la volatilidad del electorado español se combina con una creciente retirada del voto.

  • El CIS, Barómetros postelectorales 2016–2023, confirma que buena parte de los abstencionistas coyunturales y de protesta acaban convirtiéndose en estructurales si repiten su conducta en dos o tres elecciones consecutivas.

Esto se explica por la tipología clásica de abstención:

  • Coyuntural: se desactiva por desencanto o por falta de interés puntual.

  • De protesta: no vota para mostrar rechazo al sistema.

  • Estructural: ya no participa nunca, salvo en circunstancias excepcionales.

Los datos sugieren que el camino más común es el paso de coyuntural/protesta a estructural. Las excepciones existen (regresos como indecisos o polarizados en coyunturas de gran movilización), pero son minoritarias.

Además, el perfil de la abstención ha cambiado:

  • Antes estaba concentrada en sectores de exclusión social (jóvenes con baja formación, trabajadores precarios, zonas rurales).

  • Hoy, como documentan Lavezzolo & Ramiro (2018, Revista Española de Ciencia Política), crece también entre ciudadanos urbanos, con estudios medios o superiores, que se sienten saturados por la polarización y la crispación y eligen conscientemente no participar.

En definitiva: aunque la polarización mantiene los dos bloques enfrentados en empate técnico, el único bloque que se refuerza de manera constante es la abstención. Y de la abstención estructural, como muestran los estudios, casi nunca se vuelve.

Conclusión

La polarización política en España ha cristalizado en un escenario de bloques muy estables, separados por márgenes mínimos y dependientes de un puñado de indecisos. Durante años, esta dinámica ha dado combustible a un discurso político cada vez más crispado, diseñado para movilizar a los propios y forzar a los dudosos a elegir bando.

Pero la consecuencia inesperada es que la polarización puede estar agotándose en sí misma. La escalada retórica, en lugar de atraer nuevos votantes, conduce a un bloqueo estructural: dos bloques en empate permanente, enzarzados en una confrontación enloquecida. Y en ese contexto, el único bloque que crece es el de la abstención.

Con cada ciclo electoral, un pequeño goteo de ciudadanos se va descolgando: primero indecisos desencantados, luego abstencionistas coyunturales que, con el tiempo, se convierten en estructurales. Son, en muchos casos, personas cabales que rehúyen de un clima político percibido como tóxico y prefieren retirarse antes que dejarse arrastrar por una polarización sin salida.

La paradoja es clara: en un sistema diseñado para polarizar, la confrontación termina beneficiando a quienes deciden no participar. Y así, mientras la política se aferra a su lógica de “todo o nada”, la abstención se convierte poco a poco en la verdadera vencedora de fondo.

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