Lobby sin chequera: quién mueve la relación UE–Israel
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Después de analizar AIPAC —el paraguas que en Estados Unidos concentra recaudación electoral, acceso político y construcción de consenso— toca mirar a Europa. Aquí el paisaje es otro: el ecosistema funcional existe casi entero (plataformas en Bruselas, grupos de amistad parlamentaria, think tanks, delegaciones, trabajo mediático y jurídico), pero no hay un mando único que lo coordine. La diferencia no es casual: financiación pública de la política, topes y controles a donaciones, sistemas parlamentarios multiparte y registros de lobby exigentes desincentivan un “super-actor” con palanca directa sobre campañas. Por eso, el entramado pro-Israel hace prácticamente lo mismo que en EE. UU. salvo financiar candidatos: aquí la influencia se arma con capilaridad institucional, diplomacia de redes y batalla narrativa y jurídica, no con un gran PAC.
Bruselas: el hub sin mando único
Si en Washington AIPAC concentra funciones, en Bruselas se reparten. La oficina ELNET–EU & NATO, abierta en 2016, organiza diálogos estratégicos UE–Israel, seminarios y rondas de alto nivel con funcionarios de la UE y de la OTAN. El AJC Transatlantic Institute lanzó en 2019 el grupo interparlamentario Transatlantic Friends of Israel (TFI) en el Parlamento Europeo. Y el ecosistema mediático suma actores como EIPA (asociación de periodistas sobre Israel, con base en Bruselas) y organizaciones de comunidad judía paneuropeas como EJA. Son nodos estables que conectan instituciones europeas con autoridades y expertos israelíes, pero ninguno es “el” paraguas.
En paralelo, la relación formal UE–Israel discurre por carriles institucionales (Consejo de Asociación UE–Israel reactivado en 2022), hoy sometidos a tensiones: en julio de 2025 la Comisión propuso suspender parcialmente la asociación de Israel a Horizon Europe (en el acelerador del EIC). Ese vaivén ilustra un vínculo altamente politizado, gestionado por órganos comunitarios más que por un único actor de lobby.
Grandes países: mini-ecosistemas nacionales (sin centralización)
Reino Unido. El caso más parecido a los Estados Unidos —pero fragmentado por partidos—: Conservative Friends of Israel (CFI) y Labour Friends of Israel (LFI) articulan viajes y contactos; BICOM provee briefings y análisis a medios y decisores. CFI ha llegado a afirmar que alrededor del 80 % de los diputados conservadores eran miembros en la legislatura anterior; en todo caso, la financiación y la hospitalidad están reguladas por la Electoral Commission y la ORCL (registro de consultores de lobby). No hay un super-PAC; hay constelación (“friends + think tank + donantes”).
Francia. El CRIF funciona como bisagra entre comunidad organizada y Estado; los grupos de amistad y fundaciones culturales completan el cuadro. Tras la Ley Sapin II, la HATVP mantiene un registro de representantes de intereses y obligaciones de reporte anual: deja huella pública de reuniones y medios dedicados a la actividad.
Alemania. La Deutsch–Israelische Gesellschaft (DIG) promueve relaciones y organización territorial; desde 2022 existe un Lobbyregister federal con código de conducta y obligaciones reforzadas en 2024. De nuevo, redes densas, sin un mando único.
Italia. La UCEI representa oficialmente a la comunidad judía; hay grupos de colaboración parlamentaria Italia–Israel y desde 2023 opera ELNET-Italy (Roma y Milán), con diálogos estratégicos y delegaciones. Otro mini-ecosistema: interlocución política y cultural, poca palanca electoral directa.
Lección histórica europea. Intentos de paraguas hubo: European Friends of Israel (EFI) reunió a MEPs y diputados nacionales desde 2006, pero se disolvió en 2015. El patrón europeo es tozudo: funcionan las redes distribuidas, cuesta el centro rector.
España: menos chequera, más institucional y jurídico
En España la cancha no son las campañas (predomina la financiación pública y hay límites a donaciones), sino la incidencia institucional, el litigio estratégico y la narrativa. La Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) es la representación oficial ante el Estado; ACOM ha especializado su acción en tribunales y, por ejemplo, logró que el TSJA anulara la suspensión de relaciones académicas entre la Universidad de Granada e instituciones israelíes por ser discriminatoria. Enfrente, la RESCOP/BDS estructura la movilización pro-Palestina en sociedad civil. Es, otra vez, ecosistema sin paraguas.
¿Hace “lo mismo” que AIPAC? Casi todo… salvo financiar campañas
Conviene subrayarlo: sí, el ecosistema europeo cubre casi todo lo que AIPAC hace en EE. UU. —acceso a decisores, viajes y delegaciones, briefings y think tanks, foros y calendario de eventos, trabajo mediático y estrategia jurídica—. Lo que generalmente no hace es financiar campañas como un PAC estadounidense.
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En el plano UE, los partidos europeos reciben fondos públicos del Parlamento Europeo; las donaciones privadas existen pero con techos (p. ej., 18.000 € por donante/año a nivel de partido europeo) y fuerte trazabilidad.
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A nivel nacional, la financiación pública y las limitaciones a donaciones y gasto reducen la palanca del gran recaudador. (Comparativas: International IDEA y estudios del Parlamento Europeo).
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Excepción parcial UK: hay donaciones privadas y viajes financiados por grupos afines, pero bajo regulación electoral y registro de lobby, no como un super-PAC.
La otra gran diferencia: reglas de lobby y transparencia
Europa opera con un marco regulatorio distinto que reparte el poder de influencia y deja huella pública:
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Registro de Transparencia de la UE, puerta de acceso para interlocución a alto nivel en Comisión y Parlamento. Tras “Qatargate”, se han reforzado criterios y controles.
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Francia (HATVP/Sapin II): registro obligatorio, reporte anual y huella de reuniones.
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Alemania: Lobbyregistergesetz en vigor desde 2022 y reforma en 2024 que endurece umbrales y transparencia.
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España: en 2025 el Gobierno impulsó un registro estatal de grupos de interés (proyecto de ley en tramitación) para unificar un mosaico hasta ahora autonómico y sectorial. El debate se centra en su independencia y sanciones.
Cierre: AIPAC “en piezas”
El balance es nítido: Europa tiene AIPAC “en piezas” —hubs en Bruselas, grupos de amistad, think tanks, entidades comunitarias, viajes y litigio—, pero no tiene el paraguas único que centraliza y disciplina como en Estados Unidos. Y, hasta donde alcanza la evidencia pública, tampoco existe hoy ningún otro país que logre en Europa ese mismo grado de actividad y penetracion (salvo los estados Unidos): la influencia de terceros Estados se articula sobre todo vía canales estatales, consultoras y redes ad hoc, no mediante un “super-actor” civil que coordine de forma estable la relación con la UE y los Estados miembros. Los casos más sonados (Qatar/Marruecos en el Qatargate o la investigación belga sobre Huawei) muestran estrategias estatales o irregulares, no una actividad societal en red comparable a la que desempeña el modelo israelí Además, las reglas europeas —Registro de Transparencia, límites estrictos y financiación pública de partidos con donaciones tope de 18.000 € por donante a nivel europeo— desincentivan la aparición de un actor que concentre financiación y acceso político como en Washington.
Conclusión práctica: en Europa la agenda pro-Israel (y, en general, la de terceros países) avanza por capilaridad de redes y diplomacia distribuida, no por la disciplina de un paraguas único con palanca sobre campañas. No hay AIPAC europeo, ni de Israel ni de ningún otro país; hay ecosistemas que hacen casi todo lo demás.
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