De ‘vicio privado’ a derecho sanitario: el aborto frente a la moral del deseo


Abortar se ha abortado siempre.
Ninguna sociedad, por restrictiva que haya sido, ha conseguido eliminarlo. Ya en la literatura clásica española encontramos su rastro: en La Celestina (1499), la alcahueta sabe preparar brebajes para “remediar la preñez” y ayudar a mujeres que no desean ser madres. El aborto era un hecho conocido —aunque clandestino y moralmente condenado— en la España del siglo XV.

Durante siglos, esa ha sido la lógica dominante: el aborto como desgracia íntima, un drama que debía permanecer oculto. Especialmente desde la sensibilidad conservadora y católica, se toleraba su existencia como algo vergonzante pero privado, nunca convertido en cuestión pública.

Cuando el aborto dejó de ser un secreto y pasó a tratarse como un problema de salud pública —porque supone riesgo físico y emocional para millones de mujeres y porque la clandestinidad mata—, la incomodidad estalló. Lo insoportable no es tanto que exista el aborto, que lo es, sino que se haga visible y se quiera gestionar abiertamente. El paso de un “vicio privado” a una virtud pública, a un derecho sanitario cuestiona un modo de entender la moral y los derechos: el que teme que publicitar lo que era secreto legitime el deseo individual y erosione el bien común.

Este texto explora ese choque: cómo parte del pensamiento conservador ha interpretado los derechos como vehículos del deseo egoísta y ha hecho del aborto su caso paradigmático; y cómo, frente a esa narrativa, la investigación médica y social —culminada en los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)— dibuja una realidad muy distinta: la de decisiones serias, motivadas por necesidad y profundamente atravesadas por desigualdad.


1. Una crítica conservadora a la sociedad de derechos: de la dignidad al deseo


En buena parte del pensamiento conservador y personalista existe una preocupación de fondo: que la modernidad ha transformado los derechos en algo distinto a su sentido original. Lo que comenzó como protección frente al poder y garantía de dignidad habría derivado en un vehículo para exigir cualquier preferencia individual.

El filósofo alemán Robert Spaemann advirtió que una ética de derechos desvinculada de un fundamento objetivo —la verdad, el bien común, la ley natural— acaba justificando la mera voluntad individual. El jurista australiano John Finnis, en Natural Law and Natural Rights (1980), describió un voluntarismo individualista que erosiona el bien común. Joseph Ratzinger/Benedicto XVI habló de la “dictadura del relativismo” y de la “absolutización de la libertad” que convierte deseos personales en derechos subjetivos sin referencia al deber.

Esta desconfianza no es solo católica. Filósofos comunitaristas como Alasdair MacIntyre o Michael Sandel han criticado que el liberalismo produce ciudadanos entendidos más como consumidores de libertades que como sujetos con obligaciones y vínculos.

De ahí surge una idea que ha calado en el debate público: una “sociedad de derechos” puede convertirse en una sociedad hedonista, donde prima la autorrealización individual por encima del bien común y los deberes compartidos.


2. Cuando el derecho es el aborto: símbolo de la ética del deseo

El aborto es, para este marco, un terreno especialmente sensible. Confluyen dos planos:

  1. La protección de la vida humana naciente, entendida en la tradición católica como un deber moral absoluto.

  2. La autonomía individual, que en los sistemas liberales ampara la decisión de interrumpir el embarazo sin exigir justificación al Estado.

El derecho al aborto aparece así como la expresión extrema de la ética del deseo: una mujer que decide sobre una vida en gestación en virtud de su sola voluntad. Por eso, en el mundo católico y conservador, el aborto se ha convertido en símbolo cultural central y línea roja: aceptarlo sería aceptar que cualquier deseo individual puede convertirse en norma, incluso sobre la vida.

Este marco se refleja en la retórica pública. En febrero de 2025, concejales del PP y Vox en Elche rechazaron una moción sobre derechos reproductivos calificando el aborto de “fracaso social” e incluso de “crimen”. Desde la jerarquía católica, la Conferencia Episcopal Española insiste en la “cultura de la muerte” y en la existencia de un “síndrome postaborto” —concepto sin respaldo científico— para presentar la decisión como emocionalmente destructiva e irracional.

Así se ha fijado un estereotipo poderoso: la mujer que aborta sería egoísta, guiada por comodidad o hedonismo, y el derecho al aborto prueba que vivimos en una sociedad que antepone deseos individuales a deberes y bienes comunes.


3. La narrativa del aborto como egoísmo y hedonismo en la literatura católica y conservadora

Esta percepción no nace solo de discursos coyunturales: tiene raíces en una tradición intelectual consolidada.

  • Juan Pablo II, Evangelium Vitae (1995): denuncia la “mentalidad egoísta” y la “cultura de la muerte” que antepone el bienestar individual al deber de proteger la vida inocente.

  • Joseph Ratzinger/Benedicto XVI: alerta contra la “absolutización de la libertad individual desligada de la verdad” y advierte que así cualquier deseo puede presentarse como derecho, incluso si implica terminar con una vida.

  • John Finnis: sostiene que la legalización del aborto refleja la subordinación del bien común y la vida humana a intereses personales y a un voluntarismo ético.

  • Robert Spaemann: explica que cuando la autodeterminación pierde vínculo con el bien y el deber se degrada en egoísmo satisfecho.

  • Documentos de la Conferencia Episcopal y del Vaticano: hablan de “cultura del descarte” y de sociedades del bienestar que eliminan lo que incomoda a los proyectos individuales, incluidos los hijos no deseados.

Este entramado convierte al aborto en el caso paradigmático de una sociedad que, según esta lectura, transforma deseos en derechos y erosiona la responsabilidad moral.


4. Sin embargo: qué dice la investigación científica independiente

Más allá de la reflexión moral, existe una amplia literatura médica, demográfica y de salud pública que estudia por qué las mujeres abortan y cómo viven esa decisión. Son investigaciones revisadas por pares, utilizadas en políticas sanitarias y alejadas de activismo militante.

  • OMS, Abortion care guideline (2022): revisión global basada en cientos de estudios; define el aborto como parte integral de la salud reproductiva y destaca que las decisiones están ligadas a bienestar físico, social y económico.

  • Turnaway Study (UCSF, EE. UU.): seguimiento de más de 1.000 mujeres durante cinco años; muestra decisiones muy reflexionadas, emociones iniciales mixtas y predominio de alivio y convicción a largo plazo.

  • Bajos et al., Francia (Population Studies, 2004): el 72 % cita motivos económicos, laborales o de proyecto vital; se describe deliberación y estrés emocional, no impulsividad.

  • Investigaciones españolas (Gaceta Sanitaria): mayor incidencia de IVE en mujeres jóvenes, sin pareja estable, con hijos previos y en precariedad; análisis de retrasos y barreras de acceso que afectan sobre todo a quienes tienen menos recursos.

  • Informes de ACAI (clínicas acreditadas): aunque no son nacionales representativos, confirman que los motivos más citados son económicos, laborales, educativos y de falta de apoyo.

Todas estas fuentes coinciden en algo esencial: el aborto se vive mayoritariamente como una decisión seria y contextualizada, no como un impulso frívolo.


5. El enfoque de salud pública global de la OMS: desigualdad y consecuencias de la penalización

La Organización Mundial de la Salud aporta quizá la mirada más objetiva y global. Su Abortion care guideline (2022) y trabajos conjuntos con el Guttmacher Institute reconfiguran el debate.

  • Salud pública, no moral individual: el aborto inseguro es una de las principales causas de mortalidad y morbilidad materna. Cada año provoca decenas de miles de muertes evitables, sobre todo donde el acceso seguro está restringido.

  • La penalización no reduce abortos: la evidencia muestra que prohibir no disminuye la práctica; solo la desplaza a la clandestinidad, aumentando riesgos y complicaciones graves.

  • Desigualdad y clase: las mujeres con menos recursos son las más afectadas. Allí donde hay acceso seguro para quienes pueden pagarlo, las pobres arriesgan su salud y su vida.

  • Recomendaciones basadas en evidencia: eliminar barreras legales, permitir la telemedicina en abortos tempranos, garantizar anticonceptivos y educación sexual, y tratar la IVE como parte de la atención sanitaria.

Este enfoque cambia radicalmente el marco: de la “ética del deseo” a una “ética de la vida y el bienestar”. Lo esencial no es el deseo individual sino la protección de la salud y la vida de mujeres, especialmente de las más vulnerables.


6. Lo que revelan los estudios sobre motivaciones: detrás del derecho hay necesidades reales

Al descender al plano de las motivaciones individuales, la literatura muestra un patrón claro:

  • Motivos principales: precariedad económica, inseguridad laboral, estudios o proyectos vitales interrumpidos, cuidado de hijos previos, ausencia de apoyo de pareja o familiar, problemas de salud o embarazos no planificados.

  • Proceso de decisión: la mayoría de mujeres reflexiona profundamente; puede haber ambivalencia y dolor, pero predomina la convicción de que es lo más responsable dadas sus circunstancias.

  • Perfiles más afectados: jóvenes, sin pareja estable, con hijos, migrantes, con recursos limitados.

  • Conclusión: el derecho al aborto protege la capacidad de responder a necesidades reales, no institucionaliza un capricho.


7. Conclusión

La crítica conservadora a la “sociedad de derechos” —con su alerta sobre el egoísmo y la ética del deseo— tiene coherencia filosófica y explica por qué el aborto es símbolo central en muchos entornos religiosos y políticos. Sin embargo, la evidencia científica y de salud pública muestra otra realidad: la mayoría de abortos son respuestas a vulnerabilidad y necesidad, decisiones meditadas y a menudo difíciles, no gestos hedonistas.

Los datos también revelan que el aborto atraviesa todas las clases sociales, pero se convierte en un problema de salud cuanto más se desciende en la escala socioeconómica. Las mujeres con menos recursos son las que pagan el precio más alto de la restricción: abortos inseguros, complicaciones, riesgo vital. Aquí, la narrativa que reduce el aborto a “ética del deseo” ignora la desigualdad estructural que condiciona las decisiones reproductivas.

En este sentido, el discurso católico y conservador reproduce un viejo patrón cultural: el del “vicio privado, virtud pública”. Mientras el aborto permanece invisible y gestionado en silencio —sobre todo por quienes pueden costearlo de manera segura—, la sociedad puede tolerarlo como desviación privada. Pero cuando se hace visible y se propone gestionar desde la salud pública y el derecho, esa publicidad se vuelve insoportable para un marco que entiende los derechos como amenaza a la moral común. Ocurre algo similar con la inmigración: se sabe que es un fenómeno inevitable, pero se prefiere mantenerlo como sombra antes que integrarlo y regularlo abiertamente.

Desde la perspectiva científica y global —que encarna la OMS—, el aborto no desaparece con la prohibición; se gestiona o se vuelve clandestino, y con ello aumenta la mortalidad materna y la desigualdad. Reconocerlo como derecho sanitario no trivializa la vida: significa proteger la salud y la autonomía de quienes enfrentan circunstancias adversas, evitando que la desigualdad se traduzca en riesgo vital.

Si el debate quiere ser honesto, debe distinguir entre una legítima reflexión moral sobre el individualismo y la realidad social y sanitaria de las mujeres que abortan: el aborto existe, ocurre en todos los estratos, y prohibirlo solo penaliza a las más vulnerables. La verdadera discusión debería ser cómo gestionarlo con justicia y seguridad, no cómo negar su existencia bajo el espejismo de que se puede prohibir lo que es, en esencia, un hecho social persistente.


Referencias clave (selección)

  • Foster, D. G. et al. A prospective longitudinal study of the impact of receiving versus being denied an abortion (Turnaway Study). ANSIRH/UCSF.

  • World Health Organization. Abortion care guideline. Ginebra: WHO, 2022.

  • Bajos, N. et al. Reasons for abortion in France: socio-economic and life-course determinants. Population Studies, 2004.

  • Regidor, E. et al. Determinantes sociodemográficos de la IVE en Andalucía. Gaceta Sanitaria, 2010.

  • ACAI. Informes anuales sobre perfil y motivos de mujeres que abortan en España.

  • Ministerio de Sanidad (España). Interrupción Voluntaria del Embarazo: datos anuales.


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