Del bienestar a la deuda: la gran victoria neoliberal y el fin del pacto social (IV)


La paz social de la posguerra nunca fue un pacto entre iguales: fue una concesión estratégica del capitalismo para sobrevivir al miedo —a la revolución, al poder sindical, al prestigio soviético— mientras el crecimiento sostenido permitía compartir parte de la renta sin tocar la estructura del capital. Durante tres décadas esa tregua pareció estable y apenas se cuestionó, salvo por voces críticas (Pasolini, Marcuse, Offe) que denunciaron el aburguesamiento obrero.

Pero esa paz tenía un coste creciente y un punto débil: dependía de márgenes de beneficio altos, energía barata y un marco geopolítico que obligaba a Occidente a demostrar que el capitalismo podía ser tan protector como el socialismo real. A finales de los sesenta y durante los setenta, el edificio comenzó a agrietarse.


1. Crisis de rentabilidad y fin del modelo fordista

  • Presión salarial fuerte: sindicatos con capacidad de paralizar sectores enteros.

  • Competencia global creciente: Japón y Europa emergente.

  • Shock energético: petróleo 1973 y 1979 disparó costes y erosionó beneficios.

  • Gasto público elevado y déficit: mantenían pleno empleo y bienestar pero alimentaban inflación.

Entre 1950 y 1973, las economías desarrolladas crecieron a un ritmo excepcional (PIB real per cápita anual del 4–5 % en Europa occidental y EE. UU.). Tras el primer shock petrolero el crecimiento cayó a la mitad: en la OCDE apenas rondó el 2 %, y en muchas economías industriales descendió incluso por debajo del 1,5 % a finales de los setenta.
Al mismo tiempo, la inflación alcanzó cifras de dos dígitos —10–15 % en 1974–75 en EE. UU., Reino Unido o Francia— mientras la productividad se estancaba.
La combinación de baja productividad y alta inflación (estanflación) rompía el paradigma keynesiano y comprimía los márgenes de beneficio que habían financiado la paz social.

2. Nace el proyecto neoliberal

La primera reacción empresarial fue táctica: deslocalizar producción, contener salarios, privatizar activos.
Pero estas maniobras chocaron con un movimiento obrero muy organizado y confiado tras tres décadas de ascenso. En 1970 la densidad sindical superaba el 50 % en buena parte de Europa; huelgas como el Otoño Caliente italiano (1969), el Mayo francés del 68 o las mineras británicas de 1972–74 mostraban un poder de negociación alto y una cultura de derechos consolidada.
Era evidente que ajustes técnicos no bastaban: hacía falta quebrar esa fuerza y, además, construir una coartada teórica que legitimara todos los esfuerzos, incluyendo el desmantelamiento del Estado social como modernización inevitable.

Así fue tomando forma el neoliberalismo como estrategia defensiva de restauración de poder de clase (David Harvey):

  • Desregulación financiera incipiente para hallar nuevas rentas fuera de la industria.

  • Privatizaciones selectivas y venta de activos públicos.

  • Reducción de impuestos al capital y altos ingresos.

  • Disciplina salarial y uso del desempleo como herramienta de presión.

  • Globalización productiva inicial para amenazar con deslocalizar y romper la fuerza sindical.

Aún no era hegemonía: la URSS seguía viva, los sindicatos fuertes y el miedo a la revolución actuaba como freno.


3. Thatcher, Reagan y la primera ofensiva política

El marco ideológico fue consolidado por think tanks como la Mont Pèlerin Society, economistas como Milton Friedman y la Escuela de Chicago, junto con grandes corporaciones e instituciones financieras internacionales.

Los años ochenta marcan el primer salto político:

  • Margaret Thatcher derrota a los mineros británicos y privatiza sectores clave.

  • Ronald Reagan despide a miles de controladores aéreos en 1981 y desregula ampliamente.

  • Se reduce la fiscalidad progresiva, se liberalizan mercados y se privatizan servicios públicos.

Su mensaje fue inequívoco: la era del compromiso fordista había terminado.
Thatcher proclamó: There Is No Alternative.

Aun así, esta ofensiva seguía limitada por el “muro de contención” soviético y el temor a perder legitimidad social. El neoliberalismo avanzaba, pero con prudencia.


4. Caída de la URSS: del miedo a la victoria total

Entre 1989 y 1991 todo cambió.
El colapso del bloque soviético eliminó el principal contrapeso que había obligado al capitalismo a compartir renta y sostener bienestar.

Sin rival sistémico, el neoliberalismo pasó de estrategia defensiva a ideología triunfante.
Francis Fukuyama proclamó el “fin de la historia”: democracia liberal de mercado como destino final.

A partir de ahí se aceleró el desmontaje del pacto social:

  • Liberalización financiera total y globalización sin freno.

  • Privatizaciones masivas de sectores estratégicos.

  • Tratados de libre comercio que desarmaron políticas industriales.

  • Apertura de ex economías socialistas como nuevos mercados y factorías baratas.

La cultura política acompañó: la democracia se redefinió como gestión tecnocrática del mercado global, mientras cualquier alternativa era tachada de populismo o atraso.
Nancy Fraser describe este momento como “neoliberalismo progresista”: diversidad simbólica y derechos culturales usados para legitimar un modelo que abandona la redistribución.


5. Financiarización y asalto a lo público

Con sindicatos debilitados y el Estado social desmantelado, el capitalismo se reconfiguró sobre dos pilares:

  • Financiarización: beneficios crecientes de la especulación y la deuda, no de salarios altos ni industria.

  • Expropiación de lo común: privatización de pensiones, sanidad, educación, energía, agua, transporte e infraestructuras. Lo colectivo se convirtió en negocio para un capital global que buscaba márgenes seguros.

Wolfgang Streeck sintetiza el giro: el capitalismo pasó de “comprar paz social con redistribución” a “comprar tiempo con deuda”.
Primero fue el Estado quien se endeudó para sostener bienestar; luego los hogares, mediante crédito fácil, mantuvieron niveles de vida estancados.

Thomas Piketty documenta cómo la participación salarial en la renta cayó mientras se disparaba la concentración de riqueza rentista y financiera.


6. Ingeniería cultural y desmovilización social

El neoliberalismo logró algo que ni el liberalismo del XIX ni el fordismo habían conseguido: una desmovilización social profunda sin recurrir a dictaduras abiertas.

  • Reprogramación individualista: cada cual debía ser “empresario de sí mismo”. El fracaso se explicaba como culpa personal.

  • Mito de clase media aspiracional: consumo financiado con crédito y relato meritocrático, aun con movilidad real estancada.

  • Inclusión simbólica: diversidad, género y derechos culturales usados como barniz progresista (Nancy Fraser).

Mark Fisher definió el clima como realismo capitalista: es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo.

La “paz social” dejó de ser contrato material: se convirtió en eslogan legitimador que exigía protestar sin interrumpir el flujo económico.


7. Conclusión: una paz social zombi

El capitalismo neoliberal desmanteló la tregua fordista sin necesidad de represión masiva:

  • Recuperó la renta transferida durante los Treinta Gloriosos.

  • Debilitó sindicatos y privatizó bienes públicos.

  • Reprogramó subjetividades hacia el individualismo competitivo.

La paz social sobrevivió como retórica, pero vacía: un cielo azul que oculta un espacio negro de precariedad y concentración de riqueza.

Se sostiene sobre deuda, consumo aspiracional y control cultural, mientras el poder económico se reconcentra sin miedo a alternativas sistémicas.
El relato meritocrático aún seduce a una minoría; para la mayoría es ya una promesa incumplida.

Ese desfase prepara el terreno para el retorno del malestar: generaciones precarizadas y clases medias descendentes que empiezan a cuestionar un orden que ya no redistribuye y solo exige obediencia.


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