Yo, desde luego, voy a ir.
Iron man.
Tras dos años de rodaje, Fritz Lang estrenó en 1924 el díptico "Los Nibelungos" basado en El cantar de los Nibelungos poema medieval escrito en el siglo XIII.
La película se divide en dos partes: La muerte de Sigfrido y La venganza de Krimilda, y alcanza las cinco horas de metraje. Por su mismas características de duración, Los Nibelungos es una película que requiere tiempo y dedicación por parte del espectador. Si éste se deja llevar, la experiencia en absoluto le decepcionará.
Merece la pena ver este espectáculo total gobernado por una fatal y dramática lógica zen. Un primer error suscita siempre la circunstancia que convoca a otro y así hasta el impresionante final.
Poco a poco, todos los personajes van sumergiéndose en las aguas pantanosas del desastre pugnando por internarse más y más mientras se dejan llevar por las emociones más primarias. Desde la muerte de Sigfrido hasta la terrible venganza de Krimilda, su enamorada, no hay lugar para la esperanza. Todo y todos parecen abocados a un desastre que sus propios miedos y fobias van forjando.
Los nibelungos es un clásico del cine magistralmente dirigido por Fritz Lang, un drama basado en el amor, la venganza y las pasiones de diferente altura. Un regalo selecto para espectadores con tiempo suficiente para disfrutarlo.“No me pregunten por qué… El privilegio del cine es permitir a un gran número de personas soñar el mismo sueño juntos y presentar la ilusión como si fuese la pura realidad…” Y el sueño que Jean Cocteu propone al espectador en la fascinante "El testamento de Orfeo" es un paseo por sus obsesiones como ser humano y artista.
Elegante, inteligente, sofisticada, culta, ... "El testamento de Orfeo" se convierte en un vivo retrato de su propio protagonista desgranándose en una fascinante sucesión de imagenes poderosas que llenan hasta rebosar los ojos que las contemplan.
De carácter no lineal, absolutamente metafórica, Cocteau demuestra la capacidad del cine para generar imágenes poéticas de potencia. Aspecto que quizá sólo el cineasta griego Theo Angelopoulos sea capaz hoy en día de reflejar sobre una gran pantalla.
El uso de la camara lenta para construir una destrozada flor o de la música para sugerir estados emocionales intensos son potentes brillos emitidos por esta preciosa joya nacida de las inagotables capacidades para el arte de un talento sin par.
Termino de ver la quinta temporada, su explosivo e inesperado final, y no puedo dejar de hablar de esta serie, parte esencial del olimpo de series televisivas que desde principios de este siglo están lustrando el panorama de las ficciones televisivas generando una suerte de edad de oro de la ficción dramática: Los soprano, The wire, Mujeres desesperadas, Deadwood, A seis pies bajo tierra, Expediente X, ....
Muchas de estas series son o fueron de la HBO, principal agente de esta edad de oro de las series televisivas con su reducción del número de capítulos por temporada casi a la mitad, lo que ha permitido a los guionistas dar, con una cierta tranquilidad, lo mejor de sí mismos... Pero ésta es, como siempre, otra historia.
The shield cuenta las peripecias del personal de una comisaría de Los Angeles y, especialmente, las andanzas del equipo de asalto en su lucha por contener el incontenible mundo de la violencia, la droga y las bandas en el gran los Angeles.
A lo largo de sus cinco temporadas, y junto a otras historias no menos jugosas, The shield es la historia del descenso a los infiernos de los miembros de ese grupo.
Entre el blanco y el negro, acostumbrados o moverse por necesidad en los diferentes matices de gris que llenan las calles, los miembros del grupo de asalto acaban por estar demasiado cerca del negro absoluto, comprometiendo sus vidas personales y profesionales casi sin quererlo.
Por acción u omisión, los miembros del equipo de asalto terminan convirtiéndose en una parte de aquello contra lo que cada día luchan.
Como si después de dar vueltas alrededor del infierno, a uno siempre le estuviera reservado el destino de quemarse.
Como si existiera una extraña, irresistible y muy humana ley de la gravedad que irremediablemente nos atrae hacia el mal.
Como si el mal fuese un potentísimo veneno transmisible por el aire y por la simple acción. Una especie de karma de acciones y reacciones que desencadenado ya no se puede detener y que hunde cada vez más profundamente en su lógica de pagos y deudas a quién lo despierta. Un karma negro del que sólo se puede escapar amputandose un pedazo de vida y, quizá, un pedazo aún mas grande de alma.
La vida en los grises es así. Por todo, siempre hay un precio a pagar.
Maravillosa, The Shield.
Lo confieso.
Me gusta mucho ésta última cabalgada de Rajoy contra todos y después de muerto.
Ha esperado mucho, tánto que ya es demasiado tarde para él, pero ése no es el problema. Ahora, se trata de marcharse quedándose a gusto, haciendo las cosas con su gente y a su manera. No le saldrá bien seguramente, porque su perfil nunca ha sido el agresivo de un candidato. Rajoy tenía que ser el gestor de la herencia de Aznar, no un candidato dispuesto a conquistar un imperio. Y eso siempre se le ha notado
Rajoy es un cadaver político, pero todavía hay un poco de vida en su muerte. La suficiente como para buscar la redención, la autoestima. Rodearse de su propio equipo e intentarlo desafiando todas las circunstancias y riesgos.
Hay un western estupendo en su actitud, que me parece muy Peckinpah.
Dar la batalla final aunque ya esté perdida ¿Por qué no? Aquel que quiera su corona tendrá que arrebatárselo del helado abrazo de sus manos muertas.
No sólo se define el modo de ganar, sino también el modo en que uno quiere perder.
Tiene mérito ser Berlusconi y no haber muerto (real o simbólicamente) en el intento.
En mi caso, personalmente, creo que no hubiera podido jamás llegar a serlo. El éxito arrollador me hubiera triturado, hubiera hecho de mi un guiñapo.
Estoy seguro.
Pensadlo bien.
Empresario de éxito, dueño de un club de fútbol también de éxito, político de éxito, productor de todo un paquete de medidas legislativas que le benefician a él mismo y a su negocio y, por si ya faltaba algo, vuelve a ganar unas elecciones. Un nuevo éxito... Berlusconi ha vuelto a contar con la confianza del pobre pueblo italiano.
¿Donde está el limite?
Es difícil saberlo cuando todo parece salirte tan bien. El fracaso nos mide, nos limita, nos hace cuestionarnos, nos vuelve prudentes, nos impide decir todo lo que pensamos, pero este no es el caso de Berlusconi.
De forma evidente ha utilizado los mecanismos del estado italiano para beneficiarse y protegerse y los italianos han vuelto a votarle en masa... Es difícil pensar para su autor que el show Berlusconi tenga temas que no deban ser tocados, límites.
Por eso la emprende con el gobierno femenino y feminista de nuestro presidente Zapatero.
¿Qué mas da?
Berlusconi ya está por encima del bien y del mal. Sus propios compatriotas, como los alemanes votando a Hitler (aunque haya que salvar bastantes distancias), le han colocado allí, en el Olimpo de "i vitelloni".
Y el lo sabe y su confianza en su magia es por tanto absoluta...
No descartaría que se presentara a su investidura luciendo una bandana... Miramos hacia Italia. Grandes prodigios de todo a cien empiezan a dibujarse en sus cielos.
A veces me equivoco con las películas.
No siempre, pero a veces me equivoco. Y este es el caso de "El Orfanato". Demasiado convencido estaba yo de que no iba a gustarme y por eso he terminado viéndola en una versión pirata, baja de la mula, en un día tonto, terminada toda la munición.
Y el caso es que me ha gustado.
Seguramente por motivos ajenos a la película, unos motivos que sólo están en mi cabeza, como cuando te enamoras de una mujer que sólo está siendo amable contigo.
Y me gusta "El orfanato" como un extremo cuento iniciático sobre el eterno asunto de encontrar tu lugar en el mundo.
En el caso de la protagonista, de la casualidad es que ese lugar esta fuera del mismo mundo, cuidando a unos niños abandonados en la vida y en la muerte. Victimas de entre todas las victimas. Chivos expiatorios de todos los pecados. Los niños están aguardando que Laura regrese para poder por fin jugar eternamente por los pasillos y los salones de una casa que ya se confunde con sus propios sueños.
O tenía el día tonto o "El orfanato" me pareció una película muy emocionante.
La amistad y la solidaridad de un grupo sentida incluso más allá de la propia vida y en la propia muerte.
Encontrar a los tuyos y sentir la inmensa obligación de deberte a ellos hasta el final... que curiosamente es el comienzo.
No se dónde escuché que en muchos casos lo que importaba de una historia es que acabase bien... Y este es el caso de "Expiación".
En realidad, "Expiación" es un maravilloso corto de diez minutos interpretado por la no menos maravillosa Vanessa Redgrave.
El resto es un largo y tortuoso camino, a veces confuso y en algún momento tedioso, cuyo mérito principal es mantenerte conectado a una historia cuya verdadera identidad sólo se manifiesta en este bendito final en toda su intensa, verdadera y fascinante expresión.
Sólo por esos poderosos diez minutos merece la pena esperar... Y en este sentido, "Expiación" es un refinado artilugio de erotismo emocional que demora en todo lo posible la descarga sentimental en el espectador.
Puro BDSM cinematográfico.
Alcanzado por el dardo del tiempo, desangrado, desangrándome, pero avanzando ciegamente, adelante, como un animal herido y acechado, mientras existan relojes que canten como pájaros mi canción, sin cesar en el esfuerzo de perseverar, de escarbar en las entrañas de la carne de la vida hasta no tener uñas, ni dedos, ni manos que me sirvan para seguir encontrando.
No es en absoluto Tideland una película fácil de ver.
Si en todas las películas siempre existen aspectos complicados que juegan con los fantasmas más profundos del público, en ésta que nos ocupa Terry Gilliam alcanza el extremo en sus planteamientos anómicos y provocadores.
Al fin y al cabo, Tideland no es otra cosa que la historia de una niña que juega con las decapitadas cabezas de sus muñecas rodeada de un mundo absolutamente loco y abandonado, más propio de "La matanza de Texas" que de una película infantil... Pero, y al mismo tiempo, hay belleza en el tránsito emocional de una niña desde la nada que sus padres locos y drogadictos le ofrecen antes de morir hasta el "un poco" con que la película se cierra.
Un final hermoso que se convierte en metáfora de la propia película, los ojos de las niñas centelleando pequeñas estrellas antes de desaparecer en la oscuridad de la pantalla cerrada hablan de Tideland como la descripción de una realidad mediada e interpretada por la exhuberante imaginación de la niña, una imaginación tan exhuberante que incluso encuentra morivos para agarrarse en un paraje tan vacío y desolado como las grandes praderas tejanas.
Tideland es una obra maestra... no apta para todos los públicos como casi todas las cosas que merecen la pena en este mundo.
Para mi gusto, "Belleza robada" es una de las mejores películas de Bernardo Bertolucci.
Con el inconfundible sabor próximo de las obras pequeñas, "Belleza robada" nos cuenta la historia del despertar sentimental de Lucy, una adolescente norteamericana que regresa a la Toscana en busca de los fantasmas de un amor de verano y el fantasma de su madre muerta. Allí, su incesante e inagotable preguntar se enmarcará en el desgastado marco de un universo de adultos cínicos y escépticos, entregados a la vorágine disolvente de su propia vida, una vorágine muy alejada de las preocupaciones de Lucy y directamente inspirada por la inevitable enfermedad del tiempo pasado y pasando que todos padecen. Después de todo, la madurez no es otra cosa que la juventud dividida una y otra vez por el tiempo en una interminable fracción que va restanto entidad al dividendo.
De entre todos los personajes son dos los que destacan.
El enfermo terminal David que Jeremy Irons interpreta con su habitual buen hacer y saber estar y, por encima de todos ellos, el maravillos Monsieur Guillaume interpretado por el aquel entonces eterno Jean Marais.
El primero se convierte en una especie de interpretante entre la ilusionada Lucy y el desilusionado mundo de los adultos. Hasta cierto punto, David ve en la joven una extensión de su agonizante sí mismo, una extensión que le sobrevivirá garantizándo una cierta inmortalidad de su modo de entener la vida. Por eso lucha hasta el final porque Lucy no pierda la ilusión dejándose influir por el mundo de adultos que le rodea.
Hasta cierto punto, David tiene el atractivo de un Peter Pan con el corazón atravesado por la espada del Capitán Garfio, una espada que solo la joven Lucy es capaz de atravesar devolviéndole la ilsuión por una vida que se le escapa como arena entre los dedos.
Mi fracaso y yo amamos a este personaje. Lo estudiamos cuidadosamente para que sea nuestro modelo cuando nos llegue ese mismo momento. Será entonces cuando busquemos una Lucy... seguramente de forma infructuosa.
El segundo, Monsieur Guillaume, es un elemento de comunicación directa con las zonas de inspiración profunda donde centellean las grandes emociones y los grandes pensamientos. La presencia de Marais es un alucinado y maravilloso homenaje al Marais en blanco y negro que fue instrumento para la expresión cinematográfica del gran Jean Cocteau.
Monsieur Guillaume es un fantasma de intertextualidad que pulula distante y autosuficiente en su vejez casi centenaria para transmitirnos la maravilla de su palabra llena de sabiduría. Una de sus palabras me ha llegado hasta lo más hondo.
"No existe el amor, sólo actos de amor".
(Ir a 4:30)Y ese soy yo.
Un intenso, incomprensible para sí mismo y quién más lo ama e incomprendido para lo más amado, acto de amor diluyéndose como una lágrima de impotencia bajo la fresca lluvia de un nuevo día que brilla ya para otros ojos.
Mi fracaso bien lo sabe.
Podría escribir como Pavese el final de este blog reclamando un gesto, pero no estoy dispuesto a vender tan barata mi derrota.
Todavía espero de la vida más dolor y más misterio, porque mi esperanza es insaciable. Mi fracaso la alimenta todos los días y en su rincón oscuro con los pedazos rotos de todos los sueños que mi torpeza cuidadosamente resquebraja para que parezca que son otros quienes los rompen.
Robando belleza.
Y el culpable está en el tiempo.
El mundo descrito en Blade Runner es un mundo de máxima incertidumbre.
La tecnología y la genética han alcanzado tales niveles de prefección en sus productos que se hace muy difícil distinguir la vida real de la vida artificial. Así, no existe una clara certeza de que el otro sea el humano que a simple vista parece ser, pero las cosas resultan mucho más complicadas desde el momento en que ya no se trata del otro. También puede tratarse de uno mismo.
En "Blade Runner", la incertidumbre vivie en los otros, pero también anida en el propio yo. No solo nos preguntamos ¿quién es? o ¿quienes son? sino también, y ésto es lo más desasosegador, ¿quién soy?
La obsesión por la realidad y la peligrosa dialéctica que éste concepto tan complicado tiene con la propia percepción es asunto esencial en la obra de Phillip K. Dick, autor del libro "¿Sueñan los androides con las ovejas eléctricas?" en que se basa la película. En la obra de Phillip K. Dick abundan los personajes que, súbitamente, descubren que las cosas no son lo que parecen ser.
Siempre hay un proceso de descubrimiento a través de la percepción de una contradicción que puede ser tan global y absoluta como la propia existencia desencajada del uno mismo.
Habitual experimentador de sustancias enteogénicas, Dick tenía una relación conflictiva con eso que todos llamamos "realidad" y que solemos utilizar para imponernos sobre los otros presentándonos como mejores conocedores de su esencia. Y en este sentido la historia que s enos relata en "Blade Runner" es la puesta por obra llevada al extremo de esta relación conflictiva.
Después de todo, descubrirse siendo en realidad un otro muy diferente, como le sucede al personaje de Rachael, implica un radical cuestionamiento de nuestra capacidad para percibir realmente aquello que podríamos llamar esencia de las cosas
Por otro lado, ni la filosofía (¿empirismo o idealismo?) ni la física (la influencia de la mecánica cuántica en la constitución de nuestro mundo euclidiano) tienen muy claro el concepto de realidad.
Y además, y aunque percibamos la realidad de la botella, no tendremos claro si está medio llena o medio vacía.
Si dejas que la gente decida, tienes que asumirlo con todas sus consecuencias.
Personalmente, no creo que Rodolfo Chikiliquatre sea mucho más absurdo que cualquiera de esos cantantes melódicos que cantan la misma balada de todos los años... o mucho más absurdo que el propio Festival devorado por los nuevos tiempos. Seguro que uestro Chuquilicuatre no será el más absurdo de los participantes. Para empezar, Irlanda enviará una marioneta y los países del Este y Bálticos seguro que no nos decepcionarán.
No obstante, entregarse en brazos de Internet tiene estas cosas.
En alguna parte, alguien que pasaba por experto, ha cometido un gran error... O no. Bien mirado, todo depende de los objetivos que se tuvieran al principio de todo.
Si todo vale, lo cierto es que puede suceder cualquier cosa... y cualquier cosa es lo que ha terminado sucediendo.
Internet es un entorno muy inestable, sujeto a la sobrerepresentación de minorías organizadas. Las votaciones nunca son científicas. Los resultados no suelen representar la voluntad de la mayoría de la población española, sino los resultados de la mayoría que en cada momento concurre... y vaya usted a saber la estructura sociodemográfica de esa muestra.
Normalmente, y como ha sucedido en este caso, Internet es un campo abonado para la sobrerrepresentación de las minorías: siempre más activas, con más capacidad de movilización y que votarán y votarán hasta conseguir sus objetivos... Y, lo que es más importante, es un campo difícil de controlar por un poder que busque la adecuación de un orden establecido, como mínimo, a lo políticamente correcto. En ése caso, tendría que haber decidido Jose Luis Uribarri solito.
Es imposible que España, como tal, elija a su representante en Eurovisión mediante Internet. Las limitaciones prácticas (penetración) y conceptuales (todos los miembros del universo no tienen la misma probailidad de formar parte de la muestra) lo impiden.
Quiero pensar que el Chiquilicuatre de Buenafuente es una bofetada en la cara de todos esos modernos de salón que aplican a discrección las novedades de las últimas tecnologías confundiendo la realidad con su deseo narcisista.
Ni Internet es lo que creen ni el país está a la altura de sus expectativas.
Lo que no vale es quejarse ahora porque no ha salido Mocedades.
Olvidaba destacar que uno de los grandes momentos del último documental de Michael Moore es protagonizado por el viejo lider laborista Tony Benn.
Benn fue uno de los máximos representantes de la corriente más izquierdista del laborismo británico durante las décadas 70 y 80 del pasado siglo.
Hoy retirado el viejo político ofrece, desde su punto de vista, una visión crítica de nuestra sociedad actual, a mi entender, muy lúcida que se resume en esta frase:
- "Mantener a la gente sin esperanza y pesimista. Hay dos formas básicas de control de las personas: atemorizarlas y, después, desmoralizarlas. Una nación educada, saludable y confiada es más difícil de gobernar."
No me gusta el personaje que Michael Moore ha creado sobre sí mismo. Lo digo de entrada.
Me parece que en todo su trabajo hay un punto perverso en el que el problema que denuncia siempre pasa a un segundo plano, desaparece tras su enorme figura.
Michael Moore acaba haciendo que nuestra atención se dirija hacia el dedo que señala y no a la cosa señalada. Y ésto no me gusta nada y sucede también en este estremecedor documental sobre los desastres que la sanidad privada está produciendo en l sociedad norteamericana.
Al final, y tras 123 minutos de rabia, asco y pasmo, todo se reduce a Michael Moore. La película termina con él, con sus gestos, actos y actitudes.
El desastre de la sanidad norteamericana termina convirtiéndose en una excusa para que hablemos hablando de él.
No me gusta... pero es sólo una opinión.
Dicho ésto he de decir que la película sobrecoge por la intrínseca maldad de la situación que describe.
Testimonios escalofriantes de jóvenes afectados de cáncer a quienes se les ha denegado el tratamiento porque estadísticamente están fuera de los grupos y edades de riesgo o ancianos que literalmente son expulsados de los hospitales por carecer de dinero para continuar pagando su tratamiento o personas que tienen que vender todo lo que tienen para poder ser tratadados convenientemente.
La salud como negocio y los límites del mercado claramente puestos al descubierto.
Alguién tiene que cuidar de aquellos que no pueden cuidar de sí mismos. Si buscamos esa diferencia, esa actitud debería diferenciarnos claramente de los animales.
Somos seres sociales y debemos cuidamos de los nuestros cueste lo que cueste. No es una cuestión de dinero, sino de dignidad humana.
Le pregunto a G. si sabe el nombre del árbitro que nos va a pitar el partido que vamos a jugar contra el Barcelona.
G. no lo sabe. No tiene una respuesta clara para mí. Lo único puede ofrecerme es su absoluta certeza de que será un auténtico hijo de puta.
Puede sonar fuerte, pero la verdad es que una las mayores diferencias que he notado entre los partidos del Real Madrid y del Atlético de Madrid es la actuación de los árbitros.
Mientras en los partidos del equipo blanco la figura del árbitro es una presencia secundaria que apenas se limita a regular el tráfico del partido con mayor o menos acierto, en los partidos del Atlético la figura del árbitro es una alargada sombra que se extiende amenazadora por todo el verde campo.
El árbitro importa mucho en los partidos del Atlético de Madrid. Puede dar, pero sobre todo puede quitar.
Hay que estar encima de él, vigilándole, anotando mentalmente en un cuaderno imaginario la invisible contabilidad de sus decisiones... una contabilidad que casi siempre arrojará un saldo deudor.
No es un capricho.
Me ha bastado un partido como el de hoy para empezar a sospechar... y éso que nos ha pitado un penalty... pero lo cierto es que su comportamiento ha sido extraño, como caprichoso. Generoso con las tarjetas para los jugadores del atlético y rácano para con los jugadores del Barcelona en situaciones que desde la grada parecían similares.
Entiendo perfectamente a G.
Quedando apenas un par de minutos para la finalización del partido y con una diferencia de dos goles en el marcador, el trencilla saca una tarjeta al portero atlético por presunta pérdida de tiempo. Corre a saltitos, como una gacela entrada en kilos, con la tarjeta en la mano, desplazando consigo la apestosa nube de no haber expulsado el jugador del Barcelona en el penalty.
Es verdad.
Algo pasa con los árbitros y el Atlético de Madrid.