Holodomor: de propaganda nazi a mito de la Guerra Fría

Cómo una tragedia real se convirtió en mito político de la Guerra Fría

La tesis del “genocidio ucraniano” no nació en archivos soviéticos ni en investigaciones independientes. Su origen se encuentra en la propaganda orquestada por el régimen nazi en los años treinta y en un célebre fraude periodístico lanzado desde la prensa estadounidense. Décadas más tarde, la Guerra Fría recuperó aquel material y lo convirtió en dogma. Hoy, la historiografía crítica permite reconstruir cómo una tragedia real acabó transformada en mito político y, finalmente, en memoria oficial.

1. Una tragedia real, heredera de un problema estructural

La hambruna de 1932–33 fue real y devastadora. Pero esta catástrofe no fue un fenómeno inesperado ni aislado: fue la última expresión de un patrón de hambrunas recurrentes en el espacio ruso y ucraniano desde el zarismo, agravado por un país arrasado tras una guerra mundial y una guerra civil. Un patrón que, por cierto, la unión Soviética terminó corrigiendo.

Las hambrunas del zarismo: un patrón estructural

El Imperio ruso conoció hambrunas masivas en 1891–92, 1901, 1906 y 1911. Afectaron especialmente a Ucrania rural, la región del Volga, la estepa meridional y Siberia occidental.

El sistema agrario zarista era vulnerable: productividad bajísima, agricultura dependiente del clima, escasas infraestructuras, ferrocarril insuficiente y ausencia de reservas estratégicas. En esas condiciones, cualquier combinación de sequía, plagas o inestabilidad política desencadenaba una crisis alimentaria.

La hambruna de 1921–22: el prólogo inmediato

Entre 1914 y 1921, el territorio que luego sería la URSS vivió una tormenta perfecta de destrucción: Primera Guerra Mundial, Revolución de 1917 y Guerra Civil (1918–1920). Todos estos acontecimientos encadenados se unieron a la vulnerabilidad histórica que hemos descrito para producir el resultado de la terrible hambruna de 1921–22, con cinco a siete millones de muertos. Las zonas más afectadas —Ucrania, el Volga, Kazajistán— serían las mismas que volverían a sufrir en 1932–33, evidenciando la continuidad estructural del problema.

La hambruna de 1932–33: causas múltiples, no étnicas

La investigación rigurosa (Tauger, Wheatcroft, Davies, Getty, Viola) coincide en que la tragedia fue causada por una combinación de sequía, plagas, pérdida de ganado, resistencia campesina, errores de planificación, desorganización ferroviaria y presiones del primer quinquenal. Pero no existe ningún documento soviético que indique una intención étnica dirigida específicamente contra los ucranianos.

2. Los datos niegan la tesis del genocidio étnico, basada en una única causa

Si la hambruna hubiera sido un genocidio contra los ucranianos, estos habrían sido el grupo más castigado. Los datos históricos demuestran lo contrario.

2.1. Requisas comparativas: Ucrania no fue la más castigada

Según The Years of Hunger (Davies & Wheatcroft), basados en documentos del RGASPI (Archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica) y del GARF (Archivo Estatal Ruso de la Federación), Kazajistán, el Norte del Cáucaso, el Volga y Siberia occidental soportaron presiones de requisición más altas y más prolongadas que Ucrania. El Politburó redujo las requisas ucranianas en diciembre de 1932, antes que en el Cáucaso Norte y el Volga.

2.2. Kazajistán sufrió la mayor mortalidad documentada

Las series demográficas reconstruidas por Sarah Cameron (The Hungry Steppe) y por Davies & Wheatcroft, basadas en fondos GARF/RGASPI, muestran que Kazajistán perdió entre el 22% y el 30% de su población entre 1930 y 1933. Ninguna región ucraniana registró un exceso proporcional semejante.

2.3. La URSS envió ayuda a Ucrania en 1933

Los archivos soviéticos (GARF f.5446; RGASPI f.17) muestran que, durante la hambruna, el gobierno envió grano de emergencia a Ucrania, distribuyó semillas agrícolas, abrió puntos de alimentación, redujo parcialmente las requisas y ordenó priorizar la siembra de 1933. El 15 de marzo de 1933, Stalin firmó una amnistía liberando a más de 140.000 campesinos condenados por “recolectar grano oculto”, restaurando su capacidad de trabajo agrícola. Nada parecido se haría en un genocidio étnico. Esta amnistía, por ejemplo, muestra precisamente las responsabilidades de gestión del gobierno soviético en la generación de la situacion, pero de ahí a considerarle agente único y por motivos étnicos, hay un importante trecho que nazis y nacionalistas ucranianos no tuvieron ningún problema en recorrer.

3. El origen del mito: la propaganda nazi (1933–1945)

La idea del “pueblo ucraniano exterminado” se formuló por primera vez en la propaganda del Tercer Reich. Goebbels y Rosenberg necesitaban justificar la expansión alemana hacia el Este (Lebensraum), debilitar el poder soviético fracturando sus repúblicas y presentarse como defensores del “pueblo ucraniano oprimido”.

La OUN (Organización de Nacionalistas Ucranianos), integrada en la estructura nazi, amplificó esta narrativa porque servía a su proyecto étnico. Aquí nace el mito original.

4. Hearst y Walker: el fraude que creó la iconografía del Holodomor

En 1935, el magnate William Randolph Hearst, tras visitar Alemania y aceptar la agenda anticomunista del nazismo, publicó una serie de artículos sobre un supuesto “genocidio en Ucrania”. Sus periódicos daban espacio directo a Goebbels, Göring y Mussolini.

El reportaje fraudulento

La serie “Six Million Perish in Soviet Famine” y “Soviet Hell Exposed” fue presentada como la investigación de un periodista llamado Thomas Walker, quien afirmaba haber recorrido Ucrania durante meses. En realidad, “Walker” era Robert Green, un estafador que nunca estuvo en Ucrania, solo pasó unos días en Moscú, no tomó ninguna de las fotos, confundía nombres de ciudades y describía paisajes inexistentes.

Fotografías falsificadas

Tottle demostró que las imágenes procedían de Samara (1921, American Relief Administration), del Volga (1921–22, misiones alemanas), de Kazán (1919) y de la Primera Guerra Mundial. Hearst recortó y reenmarcó fotos para ocultar detalles identificativos.

Fraude expuesto, mito intacto

El fraude fue denunciado en la época por Louis Fischer (The Nation) y por diplomáticos estadounidenses. Pero la emoción y el poder de Hearst vencieron a la evidencia: el montaje nazi–Hearst creó la iconografía emocional del Holodomor.

5. Del colaboracionismo al victimismo: el exilio ucraniano (1945–1980)

Tras la derrota de Alemania, miles de nacionalistas colaboracionistas —miembros de la OUN-B, del gobierno de Stetsko o de milicias auxiliares nazis— se asentaron en EE.UU. y Canadá. Debían resolver un problema: cómo reconstruir una identidad política tras haber colaborado con el Tercer Reich.

El blanqueamiento identitario

El mito del Holodomor como genocidio permitió transformarse de verdugos en víctimas, borrar su papel en la ocupación nazi, presentarse como los “auténticos opositores al comunismo” y construir una narrativa nacional apta para la Guerra Fría.

Los productores concretos del mito

Figuras documentadas como Yaroslav Stetsko (primer ministro del gobierno colaboracionista de 1941), Mykola Lebed (dirigente de la OUN-B, protegido por la CIA), Lev Dobriansky (presidente de la Comisión del Holodomor del Congreso estadounidense) e Ivan Bahriany (escritor colaboracionista) fueron decisivas para consolidar esa narrativa. Su obra más influyente, The Black Deeds of the Kremlin (1953–55), combinaba las mismas fotografías falsas, testimonios no verificables y propaganda política presentada como historia.

6. La Guerra Fría convierte la propaganda en historia (1980–1991)

En los años ochenta, el mito reaparece no por nueva evidencia, sino por su utilidad política.

6.1. Función estratégica: demonizar a la URSS

Durante la administración Reagan, el Holodomor se convirtió en arma cultural: reforzó la imagen de la URSS como “imperio del mal”, sirvió para justificar la escalada militar y ayudó a moralizar el conflicto Este–Oeste.

6.2. La academia como legitimadora (pero con fuentes sin verificar)

El Harvard Ukrainian Research Institute y autores como Robert Conquest consolidaron la narrativa mediante testimonios del exilio sin verificación, las mismas fotografías procedentes del fraude Hearst y material de The Black Deeds of the Kremlin. Conquest, además, había trabajado para estructuras financiadas por la CIA, lo que reforzó la orientación ideológica del relato.

6.3. Una “verdad” proclamada antes de abrir los archivos

La Comisión del Congreso estadounidense (1988) declaró un genocidio ucraniano antes de acceder a los archivos soviéticos de los años 90. La conclusión precedió a la documentación.

7. Tras 1991: identidad nacional e institucionalización

Con la independencia, Ucrania adoptó el Holodomor como pilar identitario. La UE y EE.UU. avalaron esta narrativa. Museos y memoriales institucionalizaron el mito, y muchas exhibiciones continúan usando fotografías de 1921–22. La propaganda se transformó en memoria.

8. Lo que demuestra el revisionismo

La historiografía crítica no niega la hambruna. Niega su reinterpretación étnica.

Los hechos: las hambrunas eran estructurales desde el zarismo; la tragedia de 1932–33 fue multirregional; Ucrania no fue la región más requisada ni la más castigada; Moscú envió ayuda a Ucrania; Kazajistán sufrió la mayor mortalidad proporcional; no existe ninguna orden de genocidio; la narrativa nació en el nazismo, se recicló en el exilio y se canonizó durante la Guerra Fría; y la iconografía procede de falsificaciones. El contraste entre hechos y relato político es total.

Conclusión

La hambruna de 1932–33 fue una tragedia inmensa. Pero su reinterpretación como “genocidio ucraniano” es el resultado de tres capas sucesivas de propaganda: el nazismo, que creó la narrativa; el exilio y la Guerra Fría, que la reciclaron y canonizaron; y la política post-soviética, que la institucionalizó.

Revisar no significa negar la tragedia, sino devolverla a la historia.

Bibliografía básica

Obras revisionistas / críticas

Davies, R. W., & Wheatcroft, S. G. The Years of Hunger: Soviet Agriculture, 1931–1933.

Tauger, Mark. “The 1932–1933 Famine in Soviet Ukraine: What Really Happened?”.

Getty, J. Arch. Origins of the Great Purges.

Viola, Lynne. The Unknown Gulag.

Tottle, Douglas. Fraud, Famine, and Fascism.

Cameron, Sarah. The Hungry Steppe.

Sobre propaganda y Guerra Fría

Stonor Saunders, Frances. The Cultural Cold War.

Conquest, Robert. The Harvest of Sorrow.

Sobre nacionalismo ucraniano y colaboracionismo

Rossoliński-Liebe, Grzegorz. Stepan Bandera.

Breitman, Richard. U.S. Intelligence and the Nazis.

Spector, Timothy. Mykola Lebed and the CIA.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pasión o sumisión: lo que el fútbol argentino enseña al Atleti

La paradoja trágica de Charlie Kirk