Pat Garrett y Billy the Kid
Una de las pocas cosas que tengo claras es que tengo que volver a ver una película de Sam Peckinpah de vez en cuando. Su figura siempre se aborda desde el conflicto y la violencia. Por un lado, se le considera como una especie de maestro a la hora de dar a la violencia una cierta entidad, una cierta pátina que la puede hacer admisible en su presentación por exceso y por otro, su figura se aborda desde la perspectiva de un director maldito, siempre a la greña con el dinero de Hollywood y por lo tanto un perdedor incapacitado por llevar a la práctica las películas que tenía en la cabeza y en el corazón. Y aún siendo verdades como puños, no creo que estos aspectos sean los relevantes a la hora de considerar la obra de Peckinpah. Porque por encima de todo, Peckinpah es un autor, una imposible "rara avis" que, contra todo y todos, intentó hacer su cine a espaldas de todo lo que no fuera su cabeza y su corazón. Un autor a la europea, con un mundo propio, lleno de una po...